06 Mar
En los inicios del siglo VIII los musulmanes hacen su irrupción en la Península Ibérica, apenas habían pasado 100 años del nacimiento del islam y su rápida expansión religiosa y militar los había llevado a construir un vasto imperio que se extendía desde la Península hasta el río Indo. Tras la Batalla Guadalete en el 711, en la que el general Taria y un ejército de bereberes, enviados por Musa, el gobernador del norte de África, vencen don Rodrigo, último rey de los visigodos, y en tan solo 5 años conquistan la mayor parte de la Península. La rápida expansión se debió a la inestabilidad de la monarquía visigoda y pactos o capitulaciones con la nobleza local.
Durante 500 años, Al Ándalus, nombre que dieron a la Península los musulmanes, fue potencia hegemónica en la misma, pero las disputas étnicas la debilitarán, aunque su presencia se alargará 250 años, en el Reino de Granada
Tras una rápida conquista, ya en el 714 el territorio quedó organizado como una provincia o emirato dependiente del Califato Omeya de Damasco con capital en Córdoba.
Los musulmanes continuarían su expansión hacia el norte, pero serán frenados en Covadonga por Don Pelayo en el 722 y por el franco Carlos Martel en Poitiers 732. En este periodo asistimos a una revuelta de los bereberes por reparto de tierra, en efecto, los árabes se habían quedado con las tierras más fértiles de los valles del Ebro y Guadalquivir, y los bereberes con las tierras meseteñas y el piedemonte de las sierras. Para frenar la revuelta hace su irrupción en Al Ándalus un ejército de árabes sirios que complicarán el mosaico étnico, pues disputarán el poder y las tierras con los árabes arábigos.
En el año 750 tiene lugar la matanza de la dinastía Omeva por parte de la familia Abasí, el califato cambia de manos y la capital se traslada de Damasco a Bagdad. El único superviviente omeya, en su huida arribará a Al Ándalus y se hará con el control de la provincia en el año 756 creando un Emirato Independiente, si bien en lo religioso seguirá dependiendo del califa de Bagdad.
Este omeya, Abderramán I, creará un estado centralizado con un sistema de hacienda, una administración fiel con aristocracia árabe y un ejército mercenario formado por bereberes y eslavos.
Comienza un largo periodo no exento de problemas como revueltas independentistas en las marcas de Badajoz, Toledo y Zaragoza; con los mozárabes por intransigencia religiosa con el episodio de los mártires de Córdoba, y con los muladíes por la presión fiscal.
En el año 912 Abderramán III llega al trono, la decadencia política del emirato es evidente y decide dar un golpe de efecto proclamándose califa, jefe político y religioso, en el 929, imponiendo de esta manera su autoridad sobre todos los musulmanes de Al Ándalus. Comienza el Califato de Córdoba, época de máximo esplendor político y cultural de Al Ándalus. Abderramán III continuará con su centralización fiscal, los recursos provienen de las parias cobradas a los reinos cristianos del norte, del oro africano propiciado por su control sobre califato fatimi. Se apoyará en un ejército mercenario fiel, y se rodeará de aristocracia fiel palatina, eliminando la aristócrata de sangre.
En el año 1031 Al Ándalus queda fragmentada en multitud de reinos taifas formados según etnia dominante, taifas árabes en Sevilla, Córdoba, Badajoz, Toledo, taifas bereberes en Granada o Málaga, taifas eslavas en Murcia o Valencia. Esta fragmentación da lugar a una debilidad política que aprovecharán los reinos cristianos para avanzar hacia el sur y disponer de recursos sometiendo a las taifas al pago de parias. En el año 1085, la conquista de Toledo por el rey leonés Alfonso VI, hundirá la línea defensiva del Tajo, poniendo a las taifas del sur en serios apuros.
Ante la amenaza cristiana las taifas de Sevilla y Badajoz piden ayuda a los Almorávides, monjes guerreros que habían creado un Imperio en el norte de África, estos vencen a los cristianos en Sagrajas en 1086 e intentarán reunificar Al-Ándalus bajo su dominio. No obstante, tendrán problemas con los musulmanes peninsulares por la intolerancia religiosa y el cobro de impuestos. De nuevo vuelve la debilidad a los territorios de Al Ándalus, aprovechada por los cristianos nueva expansión cristiana, el rey aragonés Alfonso I toma Zaragoza en 1118, y dándose una etapa de segundos reinos taifas.
Las taifas volverán a solicitar la ayuda, ahora de los Almohades, quienes habían reemplazado a los almorávides en el norte de África, estos volverán a reunificar Al-Andalus, venciendo a los cristianos en Alarcos a los castellanos en 1195 y frenando su avance por unos años. Pero en 1212, una coalición de reinos cristianos peninsulares los vencerá en las Navas de Tolosa, desapareciendo su presencia y proclamándose unos terceros reinos taifas con los días
contados. A mediados del siglo XIII Fernando III de Castilla había conquistado Córdoba y Sevilla, su hijo Alfonso X
Murcia, y Jamie I de Aragón Valencia y Mallorca.
En 1250 solo queda el reino nazari de Granada el cual, por la diplomacia, el pago de parias, lo complicado de su topografía, y las crisis cristianas del siglo XIV, consiguió sobrevivir hasta el año 1492, cuando fue conquistado por los Reyes Católicos.
La presencia de los musulmanes durante ocho siglos en la península ha dejado un importantísimo legado cultural: lengua, arte, filosofía, literatura, medicina, conocimiento y conservación de la cultura grecorromana.
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