23 May
CRISIS DEL 98. Durante el reinado de Fernando VII, España perdíó su Imperio colonial, salvo algunos territorios como Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Los continuos movimientos autonomistas, las guerras, los incumplimientos de los tratados como la Paz de Zanjón y la represión militar hicieron que se radicalizasen los movimientos independentistas. Tampoco podemos olvidar el interés de Estados Unidos. Mientras Europa vivía un largo período de paz y de desarrollo económico, una España atrasada y aislada internacionalmente no fue capaz de contener el irresistible empuje del imperialismo norteamericano España se tuvo que enfrentar a dos guerras de independencia coloniales, la de Cuba (1895-98) y la de Filipinas (1896-98). La voladura del acorazado Maine norteamericano en el Puerto de La Habana en Febrero de 1898 fue el pretexto para la declaración de Guerra de EEUU a España. La guerra se desarrolló en dos frentes: el Caribe y Filipinas. La superioridad de EEUU fue clara y España tuvo que firmar la Paz de París por la que España renuncia a Cuba y cede a EEUU Filipinas, Puerto Rico y Guam. Un año más tarde, España vendíó a Alemania las Marianas, las Carolinas y las Palaos Asistimos a la defunción del antiguo Imperio colonial español, iniciándose lo que se denominó: “Desastre del 98” que representa el comienzo de la propia crisis del sistema de la Restauración. Las principales consecuencias fueron: – En el ámbito económico el impacto inicial fue negativo debido a la pérdida de los mercados coloniales y a la deuda ocasionada por las guerras. La industria catalana perdíó un mercado para sus productos y unas materias primas baratas (café y azúcar). En cambio, resultó positiva la repatriación a España de los capitales situados en América, ya que propiciaron un gran desarrollo de la banca española permitiendo la fundación de grandes entidades (Hispano Americano, Vizcaya y Español de Crédito, etc.) y también sirvió para el desarrollo industrial. Por otra parte, la necesidad de hacer frente a las deudas contraídas por la guerra cubana, promovíó una reforma de la Hacienda, llevada a cabo por el ministro Fernández Villaverde, con la finalidad de incrementar la recaudación a partir de un aumento de la presión fiscal que posibilitó su saneamiento. – La principal consecuencia fue una crisis moral e ideológica, que causó un importante impacto psicológico entre la población. En el ámbito ideológico, se produjo una auténtica crisis de conciencia nacional por la frustración colectiva de la derrota y la pérdida de los restos del Imperio colonial, que se manifestó de forma muy especial en el Regeneracionismo (Joaquín Costa) y en la actitud pesimista de los intelectuales y escritores de la Generación del 98 (Miguel de Unamuno, Pío Baroja…). El Desastre de 1898 significó el fin del sistema de la Restauración, tal como lo había diseñado Cánovas, y la aparición de una nueva generación de políticos, intelectuales, científicos, activistas sociales… Que canalizaron sus sueños y frustraciones a través del regeneracionismo que denunciaba los vicios del sistema caciquil, oligárquico, corrupto y clientelar de la Restauración y proponen para cambiar la situación programas basados en la reorganización política, la dignificación de la vida parlamentaria, la reforma educativa, la acción orientada a la ayuda social y en definitiva una política encaminada al bien común y no en beneficio de los intereses de la oligarquía. – En el ámbito político, aunque los partidos dinásticos del “sistema canovista” sufrieron un gran desprestigio, el sistema político de la Restauración sobrevivíó. Los viejos políticos conservadores y liberales se adaptaron a los nuevos tiempos y al Regeneracionismo. Desde la clase política gobernante que ve la necesidad de democratizar el país desde arriba (revisionismo político) por lo que Maura y Canalejas iniciaron algunas reformas. El régimen mostró una gran capacidad de recuperación, aunque la crisis contribuyó al desgaste del sistema político. Con la derrota y la pérdida de vidas humanas, las fuerzas que estaban fueran del sistema político de la Restauración crecen. Los republicanos que constituyen la oposición parlamentaria antimonárquica más importante solicitan la ampliación de las bases sociales del régimen y las reformas sociales. Ciertas burguésías periféricas, especialmente la catalana y vasca, se cuestionaron la capacidad del gobierno para defender sus intereses y se volcaron hacia los regionalismos y nacionalismos. También crece el movimiento obrero. Se produjo una desafección entre los militares y los políticos, pues el ámbito castrense responsabilizaba de la derrota a la oligarquía política, exigíéndoles una modernización del ejército. En paralelo hubo un aumento del antimilitarismo, ello fue consecuencia del modelo de reclutamiento (“sistema de cuota”), que beneficiaba a las clases privilegiadas frente a las más desfavorecidas, ello justifica que el movimiento obrero hiciera campaña en pro de su abolición. En definitiva, el año 1898 fue una fecha crítica por la pérdida de las colonias, por la derrota militar, pero aún más por la honda repercusión colectiva y examen de conciencia que el Desastre despertó en la sociedad española, por lo que la pérdida territorial no solo implicó el fin del Imperio español sino el comienzo del resquebrajamiento de la Restauración.
Evolución DE LA DICTADURA DE Primo de Rivera El reinado de Alfonso XIII (1902-31) estuvo marcado por la inestabilidad política, económica y social:
El “turnismo” dejó de ser eficaz tras la muerte de sus líderes (Cánovas y Sagasta); el país padecía las nefastas consecuencias del “Desastre del 98”; fracasó el revisionismo político;
En 1917 estalló una triple crisis militar, política y social que erosiónó aún más la Restauración; la conflictividad social siguió en ascenso (“pistolerismo”); las ansias independentistas de Cataluña y el País Vasco se acrecentaban; la “cuestión marroquí” se vio agravada tras el “Desastre de Annual” (1921) y el expediente Picasso… En este contexto, el Golpe de Estado del 13 de Septiembre de 1923 no encontró prácticamente oposición, es más, la opinión pública, en general, lo acogíó favorablemente o se mostró pasiva a causa del hastío en el que vivían. A la insurrección le sucederían la dimisión del gobierno y el beneplácito del rey, comenzando así la Dictadura de Miguel Primo de Rivera y Orbaneja (1923- 30). La Dictadura de Primo de Rivera pasó por dos fases: – Directorio Militar (1923-25). El dictador no poseía un programa político definido, y lo primero que hizo al acceder al poder fue rodearse de los generales de las distintas regiones militares de España, decretando posteriormente una serie de medidas. Las más destacadas fueron: la declaración del estado de guerra durante dos años; la supresión del régimen constitucional de 1876 y las libertades que dicho texto consagraba, lo que supuso que se prohibieran, entre otras, las actividades políticas y sindicales y aumentara la censura sobre la prensa; emprendíó una dura persecución de los movimientos nacionalistas vascos y catalán, así como del movimiento obrero, especialmente de los anarquistas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT); disolvíó las Cortes y los ayuntamientos, igualmente cesó a los gobernadores civiles sustituyéndolos por militares… Todas esta actuaciones permitieron el restablecimiento del orden público. Al mismo tiempo, el Directorio Militar hizo frente a dos problemas: Cataluña, donde las aspiraciones independentistas fueron duramente reprimidas; y Marruecos, que tras el acuerdo Franco-hispano y el posterior Desembarco de Alhucemas (1925) por fin dejó de ser un quebradero de cabeza para los españoles. – Directorio Civil (1925-30). Resueltos los dos grandes problemas que podían justificar la situación excepcional de la Dictadura (la conflictividad social y el problema de Marruecos), se sustituyó el Directorio Militar por un gobierno civil con la clara intención de institucionalizar el régimen, es decir, Primo de Rivera intenta perpetuar en el tiempo su dictadura, al modo de otros regíMenes autoritarios y corporativistas como la Italia fascista de Benito Mussolini. En esta evolución del régimen fue clave la popularidad del dictador, relanzada por el éxito en Marruecos. La propuesta se canalizó a través de dos vías: la fundación de la Uníón Patriótica, una especie de partido de derechas que nace en 1924 destacando por carecer de un programa y una ideología definida, siendo simplemente un instrumento de propaganda electoral que recogía las ansias populistas y el autoritarismo del Dictador; y la convocatoria de una Asamblea Nacional Consultiva en 1927 encargada de elaborar una constitución, aunque nunca llegó a ver la luz pese a estar redactada en 1929 por los síntomas de agotamiento del régimen. Por otro lado, se produce un intervencionismo del estado en la economía, fomentando el desarrollo de las obras y servicios públicos y, además, se organiza el corporativismo social con comités paritarios de patronos y obreros. La oposición al régimen estaba latente, y a partir de 1926 la dictadura empezó a perder apoyos. La primera tentativa de acabar con la Dictadura fue la “Sanjuanada” (1926), un pronunciamiento militar que contó con el apoyo de los partidos del turno y los republicanos. Pero el rechazo estaba en más sectores de la sociedad: los intelectuales (Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset, etc.), el mundo universitario (la Federación Universitaria Española -FUE-), los sindicatos, la burguésía catalana… Miguel Primo de Rivera falto de apoyos, incluso de parte de los militares y del rey, cuya imagen había quedado ligada al régimen dictatorial, presentó su dimisión en 1930 falleciendo meses después en su exilio de Francia, mientras en España ascendía al gobierno Dámaso Berenguer.
REVISIONISMO Político A comienzos del Siglo XX el sistema político de la Restauración (Constitución de 1876, monarquía liberal, turno entre el Partido Liberal y conservador) seguía vigente. Tras el llamado desastre de 1898 surgíó en la sociedad española el Regeneracionismo, corriente política y cultural, encabezada por Joaquín Costa, que criticó el sistema de la Restauración (“Oligarquía y Caciquismo”) y que deseaba la modernización del país con reformas educativas, económicas y culturales. Con el acceso al trono de Alfonso XIII (1902) se albergaban esperanzas de que el nuevo monarca iniciara una política de carácter regenerador. La expresión política del Regeneracionismo va a conocerse como revisionismo, un intento de “revolución desde arriba”. Se trataba de conseguir la recuperación económica y cultural del país, que Joaquín Costa resumía en “despensa y escuela”, frenando las aspiraciones del movimiento obrero, cada vez más fuerte y mejor organizado. En un período marcado por la inestabilidad política, económica y social se trató de adaptar el sistema a la nueva coyuntura, es decir, transformar y renovar el país, pero sin cuestionar sus fundamentos políticos. Por tanto, la política oficial, contagiada del espíritu regeneracionista, buscó la reforma del sistema político de la Restauración, cada vez más desligado de la realidad social española. Tras la muerte de Cánovas (1897) y de Sagasta (1903), el revisionismo político estará protagonizado por Silvela, Maura y Dato, desde el Partido Conservador, y por Canalejas y el conde de Romanones, por parte del Partido Liberal. Destaca el revisionismo conservador puesto en práctica durante el “gobierno largo” de Antonio Maura. Su proyecto se recogía en la consigna “o hacemos la revolución desde arriba, o nos la hacen desde abajo”. Así, a fin de revitalizar las instituciones liberales se desarrolló una importante labor legislativa y reformista destacando: – La promulgación de la Ley de Reforma Electoral (1907) cuya finalidad era eliminar el fraude electoral a la vez que atraer e integrar a las clases medias, introdujo el voto obligatorio. Del mismo año es la Ley de Administración Local, que permitíó la posibilidad de crear mancomunidades, es decir, asociaciones de diputaciones, como paso previo para generar un cierto autogobierno regional (un intento de atraerse a la LLiga Regionalista). – Con el objetivo de atender a las demandas sociales, en 1908 se creó el Instituto Nacional de Previsión (antecedente de la Seguridad Social), que instituyó el “retiro obrero”, un seguro que posibilitaba a los trabajadores jubilarse con una pensión. La Ley de Huelga (1909), más orientada a controlarlas que a garantizarlas, fue frecuentemente incumplida. En el ámbito laboral también fijó el descanso dominical y la prohibición de determinados trabajos a niños y mujeres menores de edad. Finalmente, tras la pésima gestión de la Semana Trágica de Barcelona de 1909, Maura dimitíó debido a la avalancha de críticas a nivel internacional por la condena y ejecución del fundador de la Escuela Moderna, Francisco Ferrer i Guardia en una represión contra el anarquismo, siendo acusado de promotor moral de los sucesos, sin haber tenido relación directa con los hechos. La segunda tentativa revisionista, más social y popular que la anterior, fue llevada a cabo por el Partido Liberal de José Canalejas, Dentro de su programa reformista destaca: – La “Ley del Candado” (1910) impidió que en el plazo de dos años se establecieran nuevas congregaciones religiosas sin una autorización previa. Era un intento inicial de lograr la separación real entre la Iglesia y el Estado. – La medida estrella de su política de regeneración democrática fue la supresión del impuesto de consumos (1911), que gravaba los artículos de primera necesidad, sustituyéndolo por un impuesto progresivo sobre la renta. Otras propuestas de índole social son la jornada laboral de 9 horas en las minas o la regulación del trabajo nocturno de las mujeres. – La Ley de Reclutamiento (1912) instituía el servicio militar obligatorio en tiempos de guerra y acababa parcialmente con la práctica clasista de la “cuota”. – Respecto a las demandas descentralizadoras del catalanismo logró que las Cortes aprobasen la Ley de Mancomunidades (1912), aunque no entró en vigor, y bajo su mandato se ratificó la Ley de Cabildos de Canarias (1912). El asesinato de Canalejas en 1912 interrumpíó el proceso de reformas y marcó el final de los intentos de regeneración interna de la Restauración, iniciando una etapa de crisis permanente en los partidos del “turno” que terminará con el Golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923.
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