05 Oct

La Elegía Romana

La elegía es un canto de lamentación ante los restos del difunto y la acogida favorable de los dioses que reciben estos votos.

La elegía surge como un género poético intermedio entre la épica y las distintas formas de la lírica.

El poeta se deja traslucir a través de sus versos pero su interés es representar los hechos antes que sus sentimientos. Pero en la elegía romana se añade una nota nueva que no tenía la griega: la tristeza y el dolor. Se identifica con la poesía del amor, pero de un amor concreto y real, donde se funden el amor y la poesía. La amada es la compañera en la vida y la musa inspiradora en el arte, frente a la elegía griega que abarca, además de los sentimentales, otros muchos temas: mitológico, guerrero, político, filosófico, etc.

La elegía romana nace motivada por hechos políticos, religiosos y culturales. Frente a una Roma ávida de honores y de gloria, la poesía elegíaca ofrece un nuevo ideal de vida que se caracteriza por el deseo de paz, rechazo a las guerras, a la carrera política y al anhelo de riquezas. Los poetas elegíacos buscan en su vida particular e íntima la felicidad. Hay en ella una consagración a la literatura pero ésta se proyecta en la vida amorosa. El amor es el elemento central de la poesía elegíaca que es la poesía del amor, de ese amor que lleva a la desesperación y al sufrimiento.

La elegía romana es la expresión de sentimientos personales, entre los que figura en primer lugar la experiencia amorosa, que casi siempre es desgraciada, de ahí que dolor y sufrimiento estén casi siempre presentes en este tipo de composiciones. Los poetas elegíacos utilizan un repertorio común de tópicos:

  • Pseudónimo de la amada: Catulo: Lesbia; Tibulo: Delia y Némesis; Propercio: Cintia.
  • Encantamientos para lograr el amor.
  • El poeta se presenta como un peritus amoris, un experto en las penas del amor, que pretende ayudar a los demás.
  • El paraklausithyron, o lamento ante la puerta cerrada de la amada.
  • El paralelismo del amor con la milicia: militia amoris.
  • Exhortación a disfrutar del presente: carpe diem.
  • Alabanza convencional de la vida en el campo, de la paz, de la paupertas, es decir, de la vida humilde, o de la aurea mediocritas, por la cual el poeta dice contentarse con poco.

Los Elegíacos Latinos

Nos vamos a centrar en la elegía erótica latina. El género elegíaco, en el sentido en que lo vamos a entender aquí, es una composición poética en dísticos (hexámetro y pentámetro) de tema amoroso, que pasa a Roma a través del grupo de poetas conocidos como ‘neotéricos’ y, de entre ellos, Catulo es el primer gran elegíaco romano. Pero el mayor esplendor de la elegía latina hay que buscarlo en la época de Augusto, con tres grandes figuras cuyas obras se conservan: Propercio, Tibulo y Ovidio, tres autores coetáneos, que vivieron en Roma en la segunda mitad del siglo I a. C.

Los Neotéricos

Son llamados así un grupo de poetas considerados como los renovadores cultistas de la poesía latina del momento. Propugnaban el abandono de la épica en aras de unas pequeñas composiciones en las que predominaban la pureza estética, la propiedad en el lenguaje, la selección del vocabulario y la polimetría, buscando siempre la perfección métrica. Básicamente insisten en un nuevo tratamiento poético que gira en torno al culto a la forma perfecta y a la introducción de una nueva temática. La obra maestra que tenía que escribir el neotérico romano para graduarse de «doctus poeta» era un epilio. El epilio o pequeña epopeya es un excelente testimonio del gusto alejandrino, que odiaba la gran epopeya. El concepto de poema corto y gracioso es consustancial a la palabra epilion en toda la Antigüedad, cuyo ejemplo más representativo es el poema más extenso de Catulo, Las bodas de Peleo y Tetis (64), en 408 hexámetros:

  • escenas coloristas del mundo mítico,
  • moralizadoras reflexiones finales,
  • añadidos en estrecha conexión interna y externa con el tema principal,
  • acentuación del elemento erótico,
  • arte descriptivo brillante, etc.

Otros representantes del arte neotérico del epilio son los poemas Culex y Ciris, pertenecientes a la Appendix Vergiliana y, como toda ella, atribuidos a Virgilio. Ésta en concreto, y el estilo en general de los poemas de esta «escuela», influyeron notablemente en obras capitales de la literatura posterior como las Metamorfosis de Ovidio. El término «neotéricos» fue acuñado de una manera un tanto despectiva por Cicerón, neotérico arrepentido a quien irritaban especialmente estos autores. Esta denominación se generalizó en la Antigüedad tardía. La generación que los representa abarca desde la dictadura de Sila (82-79 a.C.) hasta el período comprendido entre las batallas de Farsalia y Accio (48-31 a.C.). La mayoría proceden de la Galia Transpadana. En cuanto a sus concomitancias poco más podemos decir, salvo que están más unidos por los rechazos que por intereses o propósitos comunes.

Así pues, rechazan a Ennio y se unen en un intento de imitar a los poetas alejandrinos, Calímaco, especialmente, que ejercerían una gran influencia en su forma de componer: vocablos, construcciones sintácticas, doble espondeo para terminar el hexámetro, introducción y pronunciación a la griega en el alfabeto latino de la «y» y la «z»…). Defienden el arte por el arte en un alarde de erudición y subliman las más nimias vivencias personales encuadrándolas en un preciosismo exagerado y en un ansia desmedida por la perfecta ejecución formal. Algunos de sus autores más cualificados son:

  • Helvio Cina, con su obra Zmyrna, que tardó nueve años en componer y supone una de las muestras más representativas del grupo.
  • Valerio Catón, autor de una de las producciones eróticas más celebradas: Lydia, así como su poema de técnica calimaquea, Dyctinna.
  • Licino Calvo, quien destaca en literatura epitalámica y erótica, especialmente por el poema elegíaco a su esposa muerta, Quintilia.
  • Cornificio, Furio Bibáculo, Terencio Varrón, etc…

Catulo

Máximo representante de los poetae novi o neotéricos, es el único autor del que se nos han conservado todos sus poemas y uno de los poetas latinos más populares hoy día. En realidad su inclusión en el apartado de la poesía lírica se debe fundamentalmente a su calidad de líder de los neotéricos, pues propiamente líricas tiene escasas composiciones, entre las que podemos mencionar los poemas 11-17-30-34-51-61 y otros. Por otra parte, todavía hoy se discute su pertenencia al movimiento elegíaco, aunque por una cuestión meramente formal. En cualquier caso, lírico o propiamente elegíaco, Catulo merece comentario aparte.

Aunque parte de su atractivo radica en su versatilidad, se le recuerda ante todo como poeta amoroso y en esto influyó sobremanera en los grandes elegíacos que le sucedieron: Tibulo, Propercio y Ovidio. Efectivamente, fue el primer poeta latino que describió el desarrollo de un proceso amoroso de una manera profundamente intensa.

Cayo Valerio Catulo, nacido en Verona (84-54 a.C.), tuvo una vida breve, pero intensa, aunque sin acontecimientos extraordinarios. Era hijo de una familia provinciana, que aun sin grandes bienes de fortuna, pudo dotarle de una excelente educación y facilitarle un trato social elevado: políticos, aristócratas, intelectuales. Su padre se preciaba de la amistad con César, sentimiento que Catulo no compartía. Tuvo poca inclinación por los cargos oficiales y el comercio, y gustaba, por el contrario, del otium, de la vida social, del trato con los amigos, de las mujeres, del arte poético…

El actual Corpus Catuliano que poseemos consta de 116 poemas y podemos vertebrarlo en tres partes claramente diferenciadas:

  • La primera parte, del poema 1 hasta el 60, comprende poemas líricos cortos, en metros y contenidos variados: Así encontramos incidentes de la vida diaria, expresiones de amistad, sátiras, críticas políticas, poemas de amor e, incluso, un himno a Diana y la traducción (51) de un célebre poema de Safo.
  • La segunda parte, del poema 61 hasta el 68, se caracteriza por una mayor extensión de las poesías e importancia del asunto: himnos nupciales, elegías epistolares, y hasta una breve epopeya con motivos mitológicos. Aquí Catulo se nos revela como el poeta doctus, de influencia alejandrina y carga erudita hasta el punto de versionar dos poemas de Calímaco.
  • La tercera parte, del poema 69 hasta el 116, es parecida en cuanto al contenido a la tercera parte, pero se caracteriza por su forma métrica común, el dístico elegíaco, y además porque expresa los sentimientos del poeta de una forma más tradicionalmente romana.

Catulo escribió, pues, básicamente dos modos de poesía:

  • poemas yámbicos o mélicos (de corta extensión) y epigramas en dísticos elegíacos, que en su mayoría reflejan sentimientos personales o impresiones vividas y
  • poemas total o predominantemente narrativos, en los que o no se alude en absoluto a su persona o solo para dar pretexto a una extensa digresión, donde el preciosismo y la precisión técnico-poética dominan absolutamente.

En suma, Catulo se nos presenta como la figura más destacada entre los poetas jóvenes de su época, que buscaban la inspiración no en sus antepasados romanos sino en los griegos, tanto en los poetas cultos y esmerados de la época helenística, como en los poetas líricos más directos de siglos precedentes, como Safo.

En él se resumen todas las características de los neotéricos en cuanto a temática: poesía erótica, descripciones de la naturaleza, pasquín político, sátira privada… epitalamios de influencia mitológica… Y de la misma manera se observa en conjunto la influencia de los líricos griegos: preocupación por la consecución de formas perfectas, selección del vocabulario, introducción de nuevos metros y temas, sentimentalismo, plasmación de vivencias personales.

Para terminar haremos alusión a las dos circunstancias vitales determinantes que marcaron su vida y su obra: la infidelidad de Lesbia y la muerte de su hermano.

En la vida del poeta se mezclan momentos de felicidad, demasiado breves, con momentos de abatimiento y autodestrucción. La pasión desencantada junto con el angustioso drama de la muerte de su hermano le hacen llegar a una revelación íntima que llena de luz su alma, indecisa entre el odio y el amor: llega la hora amarga de la resignación.

Observamos una sólida entereza, insospechada en alguien que creció en medio de un mundo galante, de disipación y amores livianos. La angustia catuliana, el dolor que apenas encuentra alivio, son el testamento profundamente humano del primer elegíaco que intentó sobrellevar la carga de un amor burlado, de una vivencia asumida en su integridad y que, gracias a ello, pudo proporcionarle una visión trascendental y serena a su existencia.

A través de los breves retratos de su pasión observamos un tesoro de expresiones y motivos populares y de la tradición poética. Su lengua surge del habla familiar y nos sumerge de lleno en la sociedad romana de la época. Fue, en suma, uno de los fundadores de la escuela «modernista» de la poesía latina, el primer lírico de esta literatura y un autor cuya obra reúne todas las cualidades técnicas y emotivas necesarias para llegar al equilibrio deseado. Ello la ha convertido en uno de los «corpus» más armónicos y atractivos de cualquier autor lírico latino.

La Obra Elegíaca de Ovidio

Datos Biográficos y Perfil Humano

La terrible atracción que Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) sentía hacia la poesía, queda patente por su propia mano: «Et quod temptabam scribere, versus erat«. Espíritu libre y personaje económicamente independiente, nunca quiso sentirse vinculado a nadie, por lo que evitó su adscripción a círculo literario, sistema filosófico o programa educativo alguno.

El tremendo golpe de infortunio en su vida del año 8 d.C., el destierro a Tomis, su gran tragedia, significó paradójicamente su consagración como poeta elegíaco. No entraremos a comentar los motivos del destierro, salvo insistir que éste le llegó en uno de los momentos de su vida más dichosos y centrados en Roma, con un matrimonio feliz, como poeta célebre y en medio de un círculo de amigos con quienes congeniaba.

Desde luego, la impresión que el castigo produjo en el poeta, que entonces contaba con 51 años, fue espantosa. De hecho, de los tres grandes autores romanos que tuvieron que asumir el exilio, Cicerón, Séneca y Ovidio, es Ovidio el que con más dureza y persistencia fue afectado. Una vez en Tomis hizo todo lo posible por conseguir el perdón y regresar a Roma, pero todo fue inútil, incluso tras la muerte de Augusto. Sólo su amor a la poesía le libró de la desesperación total. Murió en el destierro.

Desarrollo y Características de su Poesía

Hombre de extraordinaria facilidad para versificar, no muestra demasiados requisitos por cuestiones profundas, lo cual le ha valido la acusación de dejarse dominar por su talento, en vez de dominar a éste. Efectivamente, no se detiene lo suficiente a seleccionar lo que creaba con tanta naturalidad y cae a veces en repeticiones y lugares comunes; con todo, su poesía es de una perfección formal pocas veces igualada y superior sin duda al contenido.

La obra de Ovidio es rica en formas y facetas, pero toda ella está centrada sobre un tema único: Eros es el dios a quien este poeta rinde culto, por supuesto de una manera muy especial. A pesar de que el tema que nos ocupa es el Ovidio elegíaco, realizaremos un resumen del conjunto de su producción:

Poemas Eróticos de Juventud:
  • Elegíacos: Amores y Heroidas.
  • Didácticos: Ars Amatoria, Remedia amoris y De medicamine faciei femineae.
Obras Maestras:
  • Fasti (incompleta): relación de fiestas, costumbres y leyendas del calendario romano. Estaba dedicada a Augusto y escrita en seis libros en dísticos elegíacos.
  • Metamorfosis: es el gran poema épico, plagado de narraciones mitológicas y escrito en hexámetros.
Poemas desde el Exilio, Fundamentalmente Elegíacos:
  • Poemas didácticos: Halieutica y Phaenomena.
  • Poemas injuriosos en dísticos elegíacos: Ibis.
  • Elegías: Tristia, Epistulae ex Ponto.

Pasando ya a la producción propiamente elegíaca podemos destacar variados aspectos en cada una de sus obras:

Amores:

Se trata de un conjunto de elegías de tema amoroso, dedicadas muchas de ellas a una tal Corina. Él mismo afirma haber trastocado su primera intención de escribir un poema épico, cambiándolo por una elegía amorosa, tras ser herido por los dardos de Cupido: y no debe andar muy lejos de la verdad, pues en la composición se observa cierto convencionalismo y rasgos de erudición. Destaca esta obra por la precisa presentación de un sentimiento, de una sensación, dentro de un marco escasamente delimitado. Ovidio es insaciable en el amor, tanto en gozarlo como en cantarlo, pues es el impulso que hace latir con más fuerza el corazón del hombre, apareciendo con más claridad su naturaleza.

Heroidas:

Son las cartas apasionadas o epístolas poéticas que Ovidio atribuye a heroínas míticas dirigidas a sus maridos o amantes: Penélope a Ulises, Dido a Eneas, etc. El apasionamiento del ardor solitario se derrama en estas escenas representando situaciones modelo: se suceden alternativamente el anhelo y los celos, la tristeza y la ira, los recuerdos y esperanzas, las quejas y acusaciones… hasta formar una galería dramática que en sucesivos contrastes entre sus protagonistas sondea, complementándose unos a otros, la diversidad de emociones y conmociones humanas.

Tristia:

Se trata de doce libros con casi cien poemas, que estuvieron terminados alrededor del año 12 d.C. Aquí no nombra a los destinatarios de estas cartas poéticas personales, según él mismo afirma, para no comprometerlos. A pesar de que muchos poemas empalman con la gran tradición elegíaca, por ejemplo la estremecedora despedida de Roma, la mayoría fatigan por su tono quejumbroso y deprimen por la autohumillación en su desdicha. Especial interés tiene el dedicado a su autobiografía (4, 10), que como sello poético debía cerrar la colección.

Epistulae ex Ponto:

Son cuatro libros de cartas en dísticos elegíacos dirigidas a su mujer y a influyentes amigos, pidiendo insistentemente que intercedan por él para que le sea levantado el exilio. El lector moderno se siente cansado por su monótona actitud de queja, que por otra parte no nos debe extrañar, tratándose de un poeta marcado por el sello de la elegancia de Roma.

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