09 Jul
La Guerra de la Independencia y el Reinado de Fernando VII (1808-1833)
La Guerra de la Independencia: Antecedentes, Causas y Desarrollo
Carlos IV, en el trono desde 1788, enfrentó el estallido de la Revolución Francesa con medidas para evitar su propagación en España. La llegada de Godoy al poder en 1792 supuso la unión de España a la coalición absolutista contra la Francia revolucionaria, participando en la Guerra de la Convención (1793-1795). La Paz de Basilea (1795) marcó una derrota para España, y el posterior Tratado de San Ildefonso (1796) con el Directorio francés arrastró al país a un conflicto con Gran Bretaña, culminando en la desastrosa derrota de Trafalgar en 1805.
En 1807, el Tratado de Fontainebleau entre Godoy y Napoleón, aparentemente para invadir Portugal, permitió a las tropas francesas tomar posiciones estratégicas en España. En este contexto, se sucedieron dos intentos de golpe de Estado contra Carlos IV y Godoy, liderados por la camarilla de Fernando, Príncipe de Asturias. El primero, el Suceso del Escorial, fue frustrado, pero el segundo, el Motín de Aranjuez en marzo de 1808, logró la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en Fernando.
Napoleón, aprovechando la situación, forzó las Abdicaciones de Bayona, donde Fernando devolvió el trono a su padre, quien a su vez abdicó en el propio Napoleón. Este finalmente entregó la corona a su hermano, José Bonaparte. El 2 de mayo de 1808, el vacío de poder y la presencia francesa desencadenaron la insurrección popular que dio inicio a la Guerra de la Independencia.
Fases de la Guerra
La guerra se desarrolló en tres fases:
- Primera fase (mayo-noviembre 1808): Éxitos iniciales del ejército español, como la victoria en Bailén con el general Castaños, y la resistencia en Zaragoza y Girona liderada por Palafox.
- Segunda fase (1809-enero 1812): Napoleón, con un ejército formidable, conquistó casi toda la Península, excepto Cádiz y Torres Vedras. Destacan las derrotas españolas en Ocaña y Somosierra.
- Tercera fase (1812-diciembre 1813): Retroceso francés por la necesidad de tropas en Rusia. El ejército británico al mando de Wellington, junto a las guerrillas españolas, logró victorias como la de Arapiles, forzando la retirada francesa. El Tratado de Valençay (1813) marcó la derrota de Napoleón.
Características y Consecuencias
La guerra se caracterizó por la resistencia popular a través de guerrillas, la ayuda crucial de británicos y portugueses, y la división interna entre afrancesados, partidarios de José I y las reformas ilustradas, y los que defendían la vuelta de Fernando VII. José I promulgó el Estatuto de Bayona (1808), una carta otorgada que introdujo algunos principios liberales, pero sin lograr un apoyo popular masivo.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
La Guerra de la Independencia impulsó una revolución liberal en España. Las Juntas locales, formadas ante el vacío de poder, se unieron en Juntas provinciales y finalmente en la Junta Suprema Central. Esta convocó a las Cortes estamentales en Cádiz en 1810. La imposibilidad de asistencia de muchos diputados debido a la guerra permitió la entrada de liberales, quienes lograron transformar las Cortes en una Asamblea Nacional Constituyente, con voto por cabeza en lugar de por estamento.
La Obra Legislativa de las Cortes
Las Cortes de Cádiz, reconociendo a Fernando VII como rey legítimo, impulsaron reformas radicales inspiradas en el liberalismo político:
- Soberanía nacional.
- División de poderes.
- Abolición de la Inquisición.
- Libertad de imprenta.
- Libertad de industria.
La Constitución de 1812 «La Pep»)
El mayor logro de las Cortes fue la Constitución de 1812, que estableció los principios de un régimen liberal:
- Soberanía nacional y sufragio.
- División de poderes (incompleta).
- Monarquía constitucional.
- Derechos individuales (igualdad ante la ley, propiedad privada).
La Constitución de 1812, aunque con corta vigencia (1812-1814), se convirtió en un símbolo del liberalismo español e inspiró movimientos similares en otros países.
El Reinado de Fernando VII: Absolutismo vs. Liberalismo y la Independencia de las Colonias Americanas
El regreso de Fernando VII en 1814, tras el Tratado de Valençay, marcó el inicio del conflicto entre absolutismo y liberalismo. Apoyado por el Manifiesto de los Persas, Fernando VII restauró el absolutismo con el Decreto de Valencia, iniciando el Sexenio Absolutista (1814-1820). La represión a los liberales y los problemas internos y externos marcaron este periodo.
El Trienio Liberal (1820-1823)
El pronunciamiento de Riego en 1820 restauró la Constitución de 1812 y el liberalismo durante el Trienio Liberal. Sin embargo, la división entre liberales (doceañistas y veinteañistas), la oposición de Fernando VII y la independencia de las colonias americanas dificultaron la consolidación del régimen.
La Década Ominosa (1823-1833)
La intervención de la Santa Alianza, con los Cien Mil Hijos de San Luis, restauró el absolutismo en 1823, dando comienzo a la Década Ominosa. La represión a los liberales, la abolición de la Constitución y la agudización del problema sucesorio con la Pragmática Sanción (1830) marcaron esta etapa.
La Independencia de las Colonias Americanas
Entre 1808 y 1824, las colonias americanas aprovecharon la debilidad de la metrópoli para declarar su independencia. Factores como el descontento criollo, el vacío de poder durante la Guerra de la Independencia y la influencia de las ideas liberales impulsaron este proceso. Figuras como Simón Bolívar y José de San Martín lideraron la lucha por la independencia en Sudamérica.
El Reinado de Isabel II (1833-1868)
La Primera Guerra Carlista y la Evolución Política
La muerte de Fernando VII en 1833 desencadenó la primera Guerra Carlista (1833-1839). Carlos María Isidro, hermano del rey, se autoproclamó Carlos V, defendiendo el absolutismo frente al liberalismo de Isabel II, apoyada por los liberales. La guerra, con epicentro en el País Vasco y Navarra, finalizó con la victoria liberal en 1839 tras la batalla de Luchana y el Convenio de Vergara.
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
Durante la minoría de edad de Isabel II, la regencia recayó en María Cristina. Se sucedieron gobiernos liberales moderados y progresistas, con la promulgación del Estatuto Real (1834) y la Constitución de 1837. La inestabilidad política, marcada por la pugna entre moderados y progresistas, culminó con la Regencia de Espartero (1840-1843).
El Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)
El reinado efectivo de Isabel II se caracterizó por la alternancia en el poder entre moderados y progresistas, con breves periodos de gobiernos unionistas. Destacan la Constitución de 1845, de carácter moderado, la Segunda Guerra Carlista (1846-1849) y el Bienio Progresista (1854-1856). La creciente oposición al régimen, materializada en el Pacto de Ostende (1866), preparó el escenario para la Revolución Gloriosa de 1868.
Las Desamortizaciones de Mendizábal y Madoz
Las desamortizaciones, procesos de expropiación y venta de bienes de la Iglesia y municipios, marcaron la economía española del siglo XIX. Su objetivo era financiar al Estado, crear una clase media propietaria y consolidar el liberalismo económico.
La Desamortización de Mendizábal (1836-1841)
Impulsada por Mendizábal durante la Regencia de María Cristina, afectó principalmente a los bienes del clero regular. La venta en grandes lotes impidió el acceso a la tierra a campesinos sin recursos, beneficiando a la burguesía. Aunque redujo la deuda pública, no logró los objetivos esperados.
La Desamortización de Madoz (1855)
Promovida por Pascual Madoz durante el Bienio Progresista, afectó a bienes del clero secular y municipales. Aunque se vendieron menos tierras, generó mayores ingresos para el Estado. Sin embargo, perjudicó a campesinos y ayuntamientos, agravando la situación del campesinado.
Consecuencias Sociales
Las desamortizaciones contribuyeron a la formación de una sociedad de clases en España, pero con un desarrollo desigual. La burguesía terrateniente se consolidó como clase dominante, mientras que el campesinado, mayoritariamente jornalero, vio empeorar su situación. La clase media se desarrolló lentamente, y el proletariado industrial se concentró en zonas como Cataluña.
El Sexenio Democrático y la Restauración Borbónica (1868-1902)
La Revolución Gloriosa y el Reinado de Amadeo I
La Revolución Gloriosa de 1868, iniciada con el pronunciamiento de Topete y apoyada por progresistas, demócratas y unionistas, puso fin al reinado de Isabel II. Se estableció un gobierno provisional liderado por Serrano, que convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino.
La Constitución de 1869
Las Cortes Constituyentes elaboraron la Constitución de 1869, que establecía una monarquía constitucional con amplios derechos y libertades. Se reconocía la soberanía nacional, el sufragio universal masculino, la división de poderes y la libertad de prensa y asociación.
El Reinado de Amadeo I de Saboya (1871-1873)
Tras la búsqueda de un nuevo rey, Amadeo I de Saboya fue elegido en 1871. A pesar de su talante constitucional, enfrentó graves problemas: la Guerra Larga en Cuba, la Tercera Guerra Carlista, la inestabilidad política y el auge del republicanismo. Amadeo I abdicó en 1873.
La Primera República (1873-1874)
La abdicación de Amadeo I dio paso a la Primera República, un periodo breve y convulso marcado por la inestabilidad política, las divisiones internas y los conflictos sociales. Se sucedieron cuatro presidentes: Figueras, Pi i Margal, Salmerón y Castelar.
Problemas y Tensiones
La República enfrentó la Guerra Carlista, la Guerra de Cuba, los levantamientos cantonales y la oposición de sectores poderosos. La falta de consenso y la radicalización del conflicto social llevaron al golpe de Estado del general Pavía en 1874, que puso fin a la experiencia republicana.
La Restauración Borbónica: Cánovas del Castillo y el Turno de Partidos
Tras el fracaso de la República, Cánovas del Castillo, líder conservador, impulsó la Restauración borbónica en la figura de Alfonso XII (1874-1885). El nuevo régimen se basó en la Constitución de 1876, el bipartidismo y el turno pacífico en el poder.
La Constitución de 1876
La Constitución de 1876 estableció una monarquía constitucional con amplios poderes para el rey. Se reconocía la soberanía compartida, la confesionalidad católica y se limitaban los derechos individuales. El sistema electoral permitía la manipulación y el fraude a través del caciquismo.
El Turno de Partidos
Cánovas diseñó un sistema bipartidista artificial para garantizar la estabilidad. El Partido Conservador, liderado por él mismo, y el Partido Liberal, liderado por Sagasta, se alternaban en el poder mediante elecciones fraudulentas controladas por los caciques. Este sistema, conocido como»turno pacífic», se mantuvo hasta finales del siglo XIX.
Nacionalismos, Regionalismo y Movimiento Obrero
Durante la Restauración surgieron movimientos nacionalistas y regionalistas en Cataluña, País Vasco y Galicia, que reivindicaban mayor autonomía y reconocimiento de su identidad cultural. Paralelamente, el movimiento obrero se organizó en torno a sindicatos y partidos políticos.
Los Nacionalismos
- Cataluña: El catalanismo, con la Renaixença como base cultural, evolucionó hacia posiciones políticas. Surgieron organizaciones como el Centre Catalá (1882) y la Lliga Regionalista (1901), que defendían el autonomismo.
- País Vasco: El nacionalismo vasco, liderado por Sabino Arana, fundador del PNV (1895), se caracterizó por la defensa de los fueros, la lengua vasca y la identidad vasca, con tintes xenófobos.
El Regionalismo Gallego
El regionalismo gallego, conocido como Rexurdimiento, tuvo un carácter más cultural que político. Autores como Rosalía de Castro reivindicaron la lengua y la cultura gallega.
El Movimiento Obrero
El movimiento obrero español se desarrolló lentamente durante el siglo XIX. La industrialización, concentrada en Cataluña, propició la aparición de un proletariado que se organizó en sindicatos como la UGT (1888) y partidos políticos como el PSOE (1879). El anarquismo también tuvo una fuerte presencia, especialmente en Andalucía y Cataluña.
La Crisis del 98 y el Final del Siglo
El Desastre del 98 y sus Consecuencias
La Guerra Hispanoamericana (1898) supuso la pérdida de las últimas colonias españolas: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La superioridad militar estadounidense, el apoyo a la independencia cubana y la debilidad del sistema político español provocaron la derrota.
Causas de la Guerra
- Descontento cubano por la falta de autonomía y la política económica española.
- Intervención estadounidense, azuzada por la prensa amarilla.
- Debilidad del sistema político español.
Consecuencias del Desastre
La derrota en la guerra tuvo profundas consecuencias para España:
- Pérdida del imperio colonial.
- Crisis económica y social.
- Cuestionamiento del sistema político de la Restauración.
- Impulso del regeneracionismo y la Generación del 98.
La España de Finales del Siglo XIX: Un Desarrollo Insuficiente
A pesar de los cambios experimentados durante el siglo XIX, España seguía siendo un país atrasado en comparación con otras naciones europeas. La industrialización fue lenta e incompleta, la agricultura poco productiva y la sociedad desigual.
Evolución Demográfica y Migraciones
La población española creció lentamente durante el siglo XIX, con altas tasas de natalidad y mortalidad. El éxodo rural hacia las ciudades y la emigración a América fueron fenómenos crecientes. El desarrollo urbano fue desigual, con grandes contrastes entre los barrios burgueses y los barrios obreros.
La Revolución Industrial en España
La industrialización española fue tardía, lenta y desequilibrada. La industria textil catalana fue la más dinámica, seguida de la minería y la siderurgia. La falta de infraestructuras, la escasa inversión y la política proteccionista frenaron el desarrollo industrial.
El Sistema de Comunicaciones
El ferrocarril experimentó un importante desarrollo durante la segunda mitad del siglo XIX, pero la red radial con centro en Madrid y la falta de conexión con Europa limitaron su impacto en la economía.
Proteccionismo y Librecambismo
La política económica española osciló entre el proteccionismo, defendido por los conservadores, y el librecambismo, apoyado por los liberales. La falta de una política coherente y la influencia de los grupos de presión perjudicaron el desarrollo económico.
La Banca Moderna
Durante el siglo XIX se sentaron las bases del sistema financiero moderno en España, con la creación del Banco de España (1856) y la Bolsa de Madrid (1831). Sin embargo, la falta de crédito y la escasa inversión limitaron su impacto en la economía real.
En definitiva, el siglo XIX fue una época de profundos cambios para España, marcada por la transición del Antiguo Régimen al liberalismo, la pérdida del imperio colonial y el inicio de la industrialización. Sin embargo, el desarrollo económico y social fue insuficiente, dejando al país rezagado en comparación con otras naciones europeas. Los problemas de la Restauración, la crisis del 98 y el auge de los nacionalismos marcaron el final del siglo y plantearon nuevos retos para el siglo XX.
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