17 Jun

El Surgimiento de la Cultura Moderna

El surgimiento de la cultura moderna durante el Renacimiento, en los siglos XV y XVI, marcó una ruptura con el mundo medieval debido a importantes transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales. Tres factores clave confluyeron en este proceso:

  1. El Humanismo: Implicó un retorno a los autores clásicos griegos y romanos y un cambio hacia un enfoque antropocéntrico y naturalista. Maquiavelo destacó como un pensador político clave en este período.
  2. La Reforma Protestante: Buscaba recuperar el espíritu original del cristianismo y provocó la división de la Iglesia.
  3. La Revolución Científica: Encabezada por figuras como Galileo y culminando en la física de Newton, transformó la comprensión del universo y promovió la experimentación y el uso del lenguaje matemático como pilares del nuevo método científico.

Dos Interrogantes Fundamentales de la Filosofía Moderna

La crisis de la escolástica medieval y el surgimiento del pensamiento científico llevaron a la filosofía a centrarse en dos interrogantes principales: ¿Qué podemos conocer? y ¿Cuál es el método que debemos seguir? En el siglo XVI, surgieron dos posturas contrapuestas:

1. El Racionalismo

Liderado por filósofos como Descartes, Spinoza y Leibniz, sostiene que la realidad sigue un orden necesario que puede ser conocido. Su ideal es la ciencia deductiva, basada en principios evidentes y ciertas ideas que, según ellos, son innatas en la razón humana. Las matemáticas se consideran el modelo de ciencia.

2. El Empirismo

Representado por Locke y Hume, rechaza radicalmente el innatismo y sostiene que todo conocimiento proviene de la experiencia. Según esta corriente, antes de la experiencia, la mente humana es como una página en blanco, sin ideas ni principios preestablecidos.

La Ilustración y la Razón

La razón ilustrada puede liberar al hombre de la ignorancia, el sometimiento a la naturaleza, las supersticiones religiosas y la opresión política. Sus características incluyen:

  • La razón ilustrada, al separarse completamente de la fe y la teología, es tolerante y secularizada. Desde esta perspectiva, cuestiona las religiones positivas con sus ritos, dogmas y supersticiones, buscando en su lugar una religión natural basada en los principios de la razón y la moral.
  • La Ilustración mantiene una confianza en el progreso continuo y sin límites de la razón y la humanidad, creyendo en la capacidad liberadora de la razón.

Sin embargo, Rousseau, aunque pertenece al movimiento ilustrado, critica el optimismo ilustrado y muestra escepticismo hacia la confianza absoluta en la razón y el progreso, argumentando que el hombre es naturalmente bueno y que es la cultura y la sociedad las que lo corrompen.

Figuras Clave de la Filosofía Moderna

René Descartes

Filósofo y científico francés del siglo XVII. Fue uno de los iniciadores del racionalismo y de la filosofía moderna. Rechazó todo criterio de autoridad ajeno a la razón y vio en esta facultad el origen y el fundamento del conocimiento.

En su búsqueda de un principio firme para la filosofía, Descartes duda de las certezas comúnmente aceptadas. Concluye que «pienso, luego existo» es ese principio.

  • Dado que los sentidos, en ocasiones, nos engañan, puedo poner en duda la validez de las sensaciones.
  • Como a veces nos equivocamos en los razonamientos matemáticos, puedo suponer que mis demostraciones son falsas.
  • No siempre está clara la distinción entre lo que percibimos en sueños y en la realidad; finjamos, entonces, que lo que hasta ahora hemos tomado por mundo real sea ilusión.
  • «Pienso, luego existo» es una verdad firme y segura que sirve como primer principio de la filosofía.

La duda metódica de Descartes tiene como objetivo prescindir, como conocimiento poco fiable, de todo cuanto podemos dudar. Así, rechaza las informaciones de los sentidos, las verdades de las matemáticas y la existencia del mundo real. Descartes concluye que yo, que dudo, he de existir. Queda así superada la duda con esta primera verdad, que servirá como fundamento seguro de una filosofía firme.

Descartes defiende la autonomía del conocimiento humano con respecto a la fe o a las Sagradas Escrituras y también afirma que la verdad de una proposición depende solo de la razón. Así, por lo que respecta al conocimiento, no debemos admitir ninguna autoridad ajena al propio entendimiento.

En su búsqueda de un saber firme e indudable, el hombre tiene como único apoyo la luz natural de la razón. En ella debemos hallar las verdades elementales a partir de las cuales sea posible construir el edificio entero del saber.

Para Descartes, será fundamental encontrar un punto de partida, una verdad absolutamente cierta, dado que su ideal de ciencia es la matemática, una ciencia deductiva que parte de principios ciertos y evidentes.

Con el fin de encontrar esa verdad, propone su duda metódica; es decir, rechaza todos los conocimientos de los que, en algún momento, es posible dudar. Esto no significa que todo lo que hasta ahora se ha considerado verdadero sea falso, sino que, al no ser un conocimiento seguro, no puede servir como principio de un saber definitivo.

Hay tres niveles de duda: la información de los sentidos, las demostraciones científicas y el mundo real, pero la propia duda nos dirige a la primera verdad: «pienso, luego existo».

Esta verdad se halla en la razón, fuente primordial del conocimiento para el racionalismo, y sirve como base de un saber firme porque es indudable y porque nos ofrece los rasgos de cualquier otra verdad. De ella se deduce el criterio de certeza: todo lo verdadero es evidente; es decir, claro y distinto.

Desde la existencia del yo pensante y de la idea innata de infinito, Descartes llegará a la existencia de Dios, y de esta, a la del mundo real, las tres sustancias que forman la realidad cartesiana: infinita (Dios), pensante (yo) y extensa (materia).

Immanuel Kant

Principal representante de la filosofía ilustrada alemana del siglo XVIII. Educado en la tradición racionalista, su filosofía crítica, denominada “idealismo trascendental”, pretende superar la oposición entre racionalismo y empirismo.

Kant se cuestiona si la metafísica puede considerarse una ciencia, es decir, si puede haber un conocimiento científico sobre temas como Dios, el alma y el mundo. Analiza los tipos de juicios propios de las ciencias, distinguiendo entre juicios analíticos y sintéticos, así como entre juicios a priori y a posteriori. Argumenta que los juicios de las ciencias son sintéticos a priori y se pregunta si la metafísica puede generar tales juicios. Examina cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en matemáticas y física a través de la sensibilidad y el entendimiento. Concluye que el conocimiento humano tiene límites y que las categorías solo pueden aplicarse a fenómenos percibidos a través de los sentidos. Kant responde negativamente a la pregunta sobre si la metafísica puede ser una ciencia, ya que las categorías solo pueden aplicarse legítimamente a fenómenos dados a través de los sentidos. Dado que Dios, el alma y el mundo como totalidad no son objetos de la sensibilidad, la metafísica no puede enunciar juicios sintéticos a priori y, por lo tanto, no puede ser ciencia.

Los seres racionales son siempre fines en sí mismos y nunca deben ser utilizados como medios.

  • Los seres racionales han de ser considerados siempre como fines en sí mismos y no como simples medios.
  • Por el contrario, los objetos solo tienen un valor relativo a las inclinaciones que despiertan en los seres racionales.
  • Los seres irracionales, cuyo valor es relativo, pueden ser medios y se llaman «cosas». Los seres racionales, que tienen valor por sí mismos, son fines y se llaman «personas».

En el texto, Kant nos presenta la base de la segunda de las tres formulaciones del imperativo categórico:

  1. Cualquier norma moral ha de ser universal.
  2. Dicha norma ha de considerar a las personas como fines en sí mismas; es decir, como dotadas de dignidad.
  3. La voluntad, en tanto que capacidad racional, es legisladora universal, genera la ley moral universal. Esta voluntad ha de ser autónoma (solo sigue normas que ella propone).

Según este segundo aspecto del imperativo categórico, ningún ser humano, ningún ser racional, puede ser utilizado solo como un medio para lograr un fin; es decir, ningún hombre puede usar a otro o su propia persona como mero instrumento, ya que todo ser humano es un fin en sí mismo.

Los objetos tienen un valor relativo que está condicionado por las inclinaciones de las personas, por lo que su valor se deriva de la voluntad que siente inclinación, deseo o necesidad de ellos. Por el contrario, los seres humanos tienen valor por sí mismos, su valor no depende de nada ajeno a ellos; podríamos decir que son valores absolutos.

La última parte del texto nos aclara esta diferencia entre los objetos-instrumentos y los seres humanos-fines. Así, Kant distingue entre los seres irracionales, cuyo valor es relativo y que pueden ser usados como medios (los denominamos «cosas»), y los seres racionales, cuyo valor es incondicionado y que son fines en sí mismos (se denominan «personas»).

En consecuencia, para Kant, la situación ideal será aquella en la que todos se traten mutuamente como fines y no como medios. En este caso, las personas actúan movidas por el respeto mutuo, lo cual significa que se respeta la libertad de los demás. En esa situación ideal, la moral formal de Kant dirigiría las acciones y la convivencia humanas.

Deja un comentario