15 Nov

Realidad y Poesía en La Casa de Bernarda Alba

En La casa de Bernarda Alba se combinan magistralmente realidad y poesía. No podemos hablar de un drama realista, pues la obra supera los límites del realismo; es cierto que se toman datos de la realidad, que la acción dramática se sitúa en un marco realista, que la dimensión humana de los personajes es verosímil, que Lorca, en definitiva, ha procurado crear la impresión de verosimilitud. Sin embargo, personajes, situación dramática, espacio simbólico, todo está contemplado desde una dimensión poética: la hipérbole en la descripción de los caracteres, la acentuada diferencia de edad entre Angustias y Pepe el Romano, la proliferación de metáforas e imágenes en el habla de los personajes, la estructuración de la obra en un doble plano –real e imaginado–, nos hablan, en fin, de la “poetización de una realidad”.



Notas de la Realidad en la Obra

Como ya hemos dicho, son muchas las notas tomadas de la realidad. Algunos personajes están inspirados en los vecinos del pueblo natal de García Lorca; se conoce la existencia de la familia Alba en torno a la fortísima y autoritaria personalidad de Frasquita Alba, así como la de Pepe el Romano y Mª Josefa. Ese “pueblo de pozos” se ubica en la Andalucía del poeta y en la España arcaica y aislada de la época. La casa blanca con sus patios y corrales, propia de un pueblo andaluz, es el espacio donde tiene lugar la acción dramática, la representación de sucesos, en oposición al mundo exterior de la casa, desde donde llegan los aires del campo, de los segadores y el olivar, el río, y los murmullos de los vecinos. Las situaciones que aparecen en diferentes escenas son cotidianas y domésticas: la limpieza de la casa, los rezos del rosario, el cuidado de las gallinas o la costura del ajuar. Todo ello es un reflejo fiel de la sociedad contemporánea a Lorca.



Base Real de la Obra

El hermano del autor, Francisco, gran conocedor de la obra de Lorca, nos habla de esa base real:

  • – La mayoría de los nombres de los personajes son reales.
  • – El ambiente: Valderrubio. Es indudable que ese “pueblo de pozos”, estancado, está relacionado con la totalidad de España, es una crítica de esa España cerrada y aislada del resto del mundo “por muros gruesos” empeñada en permanecer fiel a una tradición ya moribunda.
  • – La familia Alba: vivían junto a unos parientes del autor. La familia giraba en torno a la fortísima y autoritaria personalidad de Frasquita Alba, quien se había casado dos veces y tenía ocho hijos.
  • – Pepe el Romano: un tal Pepe es de la Romilla o Pepico el de Roma, se casó con una de las Alba (Amelia), quien murió de parto y se volvió a casar con una hermana menor (Consuelo).
  • – El marido de Prudencia, quien resentido contra el pueblo no volvió a usar la puerta de su casa.
  • – María Josefa: era la abuela de unas amigas, padecía una locura erótica. Los parlamentos poéticos en boca de este personaje, que podrían parecer una técnica surrealista, en realidad son el deseo de Lorca de reproducir el incongruente automatismo del habla de aquel poético ser.



La Evolución del Realismo en la Obra

Sin embargo, a medida que va transcurriendo la obra, el realismo pierde fuerza y los personajes van diluyéndose en imágenes fotográficas, en siluetas perfiladas. La construcción de la historia en la estructura tradicional de planteamiento, nudo y desenlace de los hechos, permite apreciar con mayor claridad a través de los tres actos esta gradación de realismo que va disminuyendo cuando se acerca el final.

No obstante, el mayor mérito de Lorca reside en esta fusión de los elementos reales y poéticos, que consigue su cénit en la integración de un lenguaje poético en el habla de los personajes, de manera que parezca natural y espontáneo. Así, junto a un lenguaje coloquial, encontramos la palabra poética. Es esencial el papel del lenguaje en la impresión de “verdad” que la obra nos transmite. Lorca consigue un intenso sabor popular sin recurrir al vulgarismo fácil. Estamos ante un lenguaje hondamente enraizado en el habla popular, como muestran determinados giros y palabras, pero, al mismo tiempo, hay un peculiar gusto por la hipérbole y una especial creatividad poética, fundamentalmente en los personajes más importantes. Son destacables los siguientes rasgos:



  • – Insultos, maldiciones y amenazas, rasgo que afecta a todos los personajes:
  • – ¡Mal dolor de clavo le pinche los ojos!, dice Poncia contra Bernarda.
  • – ¡Mala puñalada te den, mosca muerta! ¡Sembradura de vidrios!, de Bernarda a Martirio.
  • – Algunos vulgarismos puestos en boca de Poncia y la criada, como reflejo de su baja condición social:
  • – parentela, gaznate… (Poncia, Criada)
  • – Andalucismos: puede ser un volunto mío.
  • – Rasgos del habla rural y campesina: si la hubiera visto madre; la noche requiere compaña.
  • – Uso de refranes, frases hechas y dichos populares:
  • Poncia. (…) Vinieron a verlo muerto y le hicieron la cruz.
  • Bernarda.- ¿Es decente que una mujer de tu clase vaya con el anzuelo detrás de un hombre?



(Lenguaje Poético. Figuras Literarias. Los Símbolos)

Al mismo tiempo que se utiliza ese lenguaje de raíz popular, hay un peculiar gusto por la hipérbole y una especial creatividad poética, fundamentalmente en los personajes más importantes (Poncia). Cada acto comienza con un lenguaje realista, cotidiano, pero este lenguaje realista se abandona después para convertirse en lenguaje cargado de valores dramáticos, con múltiples significados que convierten a veces las palabras en símbolos. En la obra se combinan (como ya se ha señalado antes) realidad y poesía. Los datos proceden de la realidad pero su tratamiento se produce desde la dimensión poética:



  • – El uso del verso es escaso, el autor lo utiliza en ocasiones de especial lirismo: en la letanía inventada por el poeta en el primer acto; cuando Bernarda y las mujeres del duelo rezan; en la canción de los segadores, que atrae la atención de las muchachas y les recuerda la libertad, la alegría y el amor que existen en el mundo exterior; en la canción de cuna que canta Mª Josefa con la oveja en brazos (acto III); en un dicho popular al que se da forma de estrofa (acto III):

Santa Bárbara bendita,

que en el cielo estás escrita

con papel y agua bendita.



  • – Figuras literarias: en el habla de los personajes surgen exquisitas figuras literarias. Sobresalen:



  • Comparaciones: “La encuentro… asustada, como si tuviese una lagartija entre los pechos”, “Era un muchacho de ojos verdes, apretado como una gavilla de trigo” (La Poncia); “Tiene unos dedos como cinco ganzúas”, “Déjame que el pecho se me rompa como una granada de amargura” (Martirio); “Ahí fuera está, respirando como si fuera un león” (Adela).
  • Imágenes y metáforas: la identificación de la casa con “un convento”, con “un presidio”, con “el infierno” y con “la guerra”. Pero hay muchas más, el libro está lleno de ellas: Bernarda: “Yo veía la tormenta venir, pero no creía que estallara tan pronto. ¡Ay, qué pedrisco de odio habéis echado sobre mi corazón! Pero todavía no soy anciana y tengo cinco cadenas para vosotras y esta casa levantada por mi padre para que ni las hierbas se enteren de mi desolación”. “Adela.: “Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente”!
  • Hipérboles: dan intensidad a los sentimientos y poeticidad al lenguaje: Bernarda: “…no ha de entrar en esta casa el viento de la calle…”; Poncia: “Era la una de la madrugada y subía fuego de la tierra”; Adela: “Trae cuatro mil bengalas amarillas y ponlas en las bardas del corral…”; Martirio: “Siegan entre llamaradas…”; Martirio: “Hubiera volcado un río de sangre sobre su cabeza…”; Bernarda: “Nos hundiremos todas en un mar de luto.”



  • Símbolos: uno de los elementos esenciales en la obra del poeta. Llamamos símbolo a un elemento físico que alude a una experiencia psíquica interna (un sentimiento, un estado de ánimo…). Dentro de La casa de Bernarda Alba, aparecen abundantes símbolos; algunos de ellos pueden tener más de un significado, por ejemplo el agua, los colores, el perro …



SÍMBOLOSIGNIFICADO
CABALLO GARAÑÓN– Pasión sexual, deseo amoroso, instinto (Pepe el Romano)
MULILLA SIN DESBRAVAR– Hembra apasionada (Adela)
OVEJA– Imagen del niño y de la fertilidad (Mª Josefa)
PERRO– Sumisión (Poncia)
ÁRBOL– Fuerza, virilidad (segadores)
FLORES– Amor, pasión, relación sexual (Paca la Roseta, Mª Josefa)
SOL– Vida, alegría
AGUA– Río, mar: vida, erotismo, libertad; – Pozo: muerte
SED– Deseo, ansiedad
CALOR SOFOCANTE– Encierro, atmósfera irrespirable
BASTÓN– Poder, dominio, tiranía, violencia (Bernarda)
SUICIDIO DE ADELA– Castigo por ir contra la moral establecida; – Sacrificio de una mujer sometida a represión moral y social
COLOR BLANCO– Blancura: mundo de apariencias, encierro, incomunicación; – Vida, alegría, libertad, amor (así aparece Mª Josefa)
COLOR NEGRO– Prisión, tristeza, luto, muerte
COLOR VERDE– Rebeldía, desafío al luto, deseo frustrado (abanico, vestido); – Premonitorio de muerte (Adela) (Símbolo muy lorquiano)



(Información Complementaria sobre los Símbolos)

[Los símbolos constituyen uno de los pilares creadores en la producción dramática y lírica de García Lorca. Todos estos elementos realistas esconden un mundo interior simbólico y poético, sobre todo, a través de los dobles sentidos de muchos objetos y sucesos. Los personajes tienen nombres simbólicos: Bernarda (con empuje de oso), Martirio (martiriza), Adela (de naturaleza noble), Josefa, Magdalena o Poncia. Los personajes se desdoblan en dos planos: los personajes visibles (presentes en la representación) y los no visibles y aludidos (ausentes) que dotan a la obra de gran lirismo. De la misma forma se produce el doble plano de las situaciones: hay un plano vivido que es símbolo de la represión y un plano aludido que es símbolo de la libertad, de la subjetividad y del lirismo. El espacio realista adquiere un valor simbólico: Andalucía representa España, y la casa, dentro de sus muros, la opresión, que se va incrementando por el sofocante calor del estío y por la luminosidad de las escenas en distintos momentos: mediodía (esperanza), tarde (amenaza de sombra) y noche (muerte). Además, el ritmo lento representa la monotonía y el tedio de la vida de las protagonistas.]



El color blanco representa la limpieza y la pureza; aparece ya aludido en el apellido de la familia Alba y también en el color de las paredes de la casa, que simbólicamente se irá atenuando a medida que avance la obra (“habitación blanquísima” en el primer acto, “habitación blanca” en el segundo, y “paredes blancas ligeramente azuladas” en el tercero). Al principio de la obra, la exageración en la blancura de las paredes y en la limpieza de la casa, que obsesiona a Bernarda, expresa su deseo de preservar la pureza y la virginidad de sus hijas. Posteriormente, ese afán de limpieza está relacionado con la voluntad de aparentar decoro ante los demás. También el blanco se utiliza para simbolizar la vida, la alegría, el amor y la libertad, frente al negro para la tristeza, el odio, la represión y la muerte. El negro aparece en el luto (vestidos negros, abanicos negros, etc.). El contraste entre el blanco y el negro se acentúa especialmente en el tercer acto cuando Martirio y Bernarda salen a escena en enaguas blancas con un mantón negro (mantón que no lleva en el mismo acto Adela) y cuando a la oscuridad de la noche se le enfrenta el color blanco del caballo garañón. Este contraste sugiere el enfrentamiento entre dos fuerzas que terminará con la muerte de una de ellas. El color verde simboliza la rebeldía y la muerte; verde es el vestido y el abanico que luce Adela, desafiando las órdenes de Bernarda. El agua, por su lado, se vincula con la sed de las muchachas, es decir, con su deseo sexual. El agua de los ríos es agua que da vida, que fecunda y se asocia con el encuentro amoroso. En cambio, el agua de los pozos es símbolo de agua estancada, envenenada, que provoca la muerte. El caballo garañón representa la fuerza natural, el instinto y la pasión desenfrenada; además, la figura del caballo se asocia a la de Pepe el Romano, pues en dos ocasiones se dice que iba montado en su jaca. Las flores son símbolo del amor, la pasión y el deseo sexual: flores lleva el abanico de Adela, una corona de flores lleva Paca la Roseta cuando regresa al pueblo después de su experiencia sexual con los hombres y también M.ª Josefa en el primer acto. La presencia de la oveja al final de la obra puede aludir al sacrificio que va a hacer Adela; aparte de simbolizar la imposibilidad de la maternidad, tanto para la abuela como para sus nietas. La luna, por su parte, simboliza la muerte y el erotismo. Los sonidos también tienen un valor simbólico: el sonido de las campanas en los actos primero y tercero nos sitúa en una sociedad católica; el sonido de los golpes del bastón de Bernarda impone silencio y reprime a las hijas; los sonidos de panderos y carrañacas que tocan los segadores son símbolo del mundo exterior y de la alegría, que se contrapone con la tristeza de la casa; y para sugerir la muerte violenta de Adela la acotación reza –“Se oye como un golpe”-. Y, finalmente, el bastón de Bernarda tiene un doble valor: es indicio de vejez, pero también instrumento y símbolo del poder. Bernarda utiliza su bastón para imponer orden y golpear a sus hijas. La destrucción del bastón es el momento culminante de la rebeldía de Adela contra su madre y las fuerzas negativas que representa.]



Elementos Poéticos y Literarios

Podrían considerarse también elementos poéticos o literarios: el concepto del honor que enlazaría con toda la tradición literaria del concepto del honor del teatro de nuestro Siglo de Oro; el comportamiento de los criados respecto de sus señores con posibles influencias de La Celestina; una posible relación con el llamado teatro rural o drama rural que se cultivó en España desde finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX; incluso se podría incluir la influencia de la tragedia griega: mujeres de negro proyectadas sobre el blanco dominadas por fuertes emociones.



Conclusión

Finalmente, podemos concluir señalando que, mediante estos procedimientos que integran realidad y poesía, Federico García Lorca se aleja del realismo decimonónico y ofrece al espectador la posibilidad de juzgar los hechos desde la distancia a través de la lucidez poética y su sensibilidad artística. García Lorca pretendió escribir un “documental fotográfico” de la vida de las mujeres de España, pero, al final, su fuerte carga simbólica y poética lo convirtió en el drama por antonomasia de la imposibilidad del ser humano por alcanzar su realización personal y vital.

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