15 Nov
Miguel Hernández: Tradición y Vanguardia en su Poesía
La Fusión de Tradición y Vanguardia
Hernández aprendió la poética de la Generación del 27, moviéndose en torno a su estela, de ahí que la fusión entre tradición y vanguardia sea una característica que une a Hernández con el grupo poético del 27.
En esa fusión se aprecia la influencia de diferentes vectores:
Influencias Tradicionales
a) La tradición literaria:
- Los clásicos de nuestro Siglo de Oro, desde San Juan de la Cruz, Fray Luis de León y Garcilaso de la Vega hasta los poetas del Barroco.
- La poesía de Bécquer por su Romanticismo depurado por la pureza, la desnudez y la técnica del Simbolismo.
- El Neopopularismo, versión culta de nuestras formas populares (el Romancero).
b) El magisterio de la generación inmediatamente anterior:
- La poesía simbolista-modernista de Rubén Darío.
- La poética de Juan Ramón Jiménez, el maestro primigenio de la Generación del 27: su “poesía desnuda”, siguiendo la estela de la “poesía pura” de Paul Valéry y la “deshumanización del arte” de Ortega y Gasset, piedra de toque del Novecentismo.
Influencias Vanguardistas
c) Las vanguardias literarias:
- Ultraísmo de Guillermo de Torre (fusión española del Futurismo y el Cubismo) y el Creacionismo de Vicente Huidobro. Hernández absorbió estas audacias vanguardistas en su primera etapa, en los años veinte, y las puso en práctica con la audacia metafórica y el gongorismo.
- El Surrealismo, que implica una “rehumanización del arte”, un nuevo romanticismo e irracionalismo que implicará una renovación de la imagen poética y una reivindicación de la “poesía impura”.
Ramón Gómez de la Serna. De él, sobre todo, queda el espíritu de la greguería (metáfora + humor), el trabajo poético para encontrar la metáfora insólita y conceptual.
Primeras Etapas: Tradición y Vanguardia en Orihuela
Así, en su etapa de aprendizaje, en Orihuela, Miguel Hernández lee y absorbe en su poesía a Virgilio, Garcilaso y Fray Luis de León, a Quevedo, Calderón de la Barca y Lope de Vega, a Góngora (con la metáfora pura gongorina), a Antonio Machado, a su admirado paisano Gabriel Miró y Jorge Guillén. Sobre este fondo, la estética de este primer poemario hernandiano se concreta en tres ejes que fusionan tradición y vanguardia:
a) El gongorismo, que le proporciona el esquema métrico cerrado de la octava real, las fórmulas sintácticas, el hipérbaton recurrente, el gusto por un léxico cultista y las imágenes metafóricas complejas.
b) Un vanguardismo tardío, cubista y ultraísta, que enriquece el hermetismo y la imaginería de sus poemas.
c) El hermetismo intenso y lúdico que convierte al poema en “acertijo poético”, adivinanza lírica que se nutre del mundo de la huerta oriolana con una sensualidad levantina próxima, reflejado en Perito en lunas con elementos cotidianos de la vega de Orihuela.
El Rayo que no Cesa: Amor Trágico y Tradición
Cuando Hernández concibe El rayo que no cesa, el poeta sigue la estela de Pablo Neruda y Vicente Aleixandre, por lo tanto, este poemario de amor trágico funde esa concepción poética (“poesía impura” y metáfora surrealista) con la tradición:
a) Trabaja la métrica clásica: domina el soneto quevedesco, silvas, redondillas y tercetos encadenados.
b) La estructura y los componentes temáticos nos remiten al modelo del “cancionero” de la tradición del “amor cortés” petrarquista. Así, su experiencia amorosa se articula en tres tópicos dominantes: la queja dolorida, el desdén de la amada y el amor como muerte.
c) La “herida” de amor emana de la vivencia amorosa como una fatal tortura y, sobre todo, en el “desgarrón afectivo” de Quevedo.
Poesía Comprometida y Formas Tradicionales
Con Viento del pueblo: comienza una poesía comprometida, poesía de guerra y denuncia, y poesía de solidaridad con el pueblo oprimido. Hernández busca ahora una poesía más directa que recrea su carácter oral, de ahí el empleo abundante del romance y del octosílabo, de tono épico y de desarrollo amplio que remiten a la “poesía impura” («Canción del esposo soldado» o «Las manos»). Hernández busca formas regulares tradicionales y a las cuartetas se suma el romance y formas polimétricas con libre combinación de alejandrinos, endecasílabos y heptasílabos rimados. Sin embargo, en El hombre acecha el verso es de arte menor y la rima asonante romanceril.
Cancionero y Romancero de Ausencias: Esencialización y Desnudez
Finalmente, con Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941) quiere componer un canto (cancionero) desnudo y un cuento (romancero) emocionado de una vida “herida” de muerte. Hernández completa el profundo proceso de intimización correlacionado con el proceso de esencialización y de desnudez poética, lo que no solo repercute en los símbolos y en las imágenes poéticas surrealistas y expresionistas, sino también en las formas poemáticas, que se ciñen a los escuetos esquemas de la canción tradicional o se encauzan en formas romanceriles con dominio de la rima asonante.
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