01 Jun

LA 1ª GUERRA CARLISTA (1833-1840)

Causas del Conflicto

Las causas que motivaron este conflicto son dos:

1. Cuestión Sucesoria

Se debatía sobre la legitimidad de la mujer para ocupar el trono, especialmente, de Isabel y María Cristina, ésta última, durante la minoría de edad de su hija. Así surgieron:

  • Isabelinos o Cristinos: Partidarios de Isabel y María Cristina.
  • Carlistas: Reivindicaban para Carlos, hermano de Fernando VII, el trono español bajo el nombre de Carlos V al entender que la Ley Sálica no estaba derogada. Tras la muerte de Carlos, sus descendientes siguieron encabezando esta facción, primero su hijo Carlos Luís (Carlos VI) y, posteriormente, su nieto, Carlos (Carlos VII).

2. Enfrentamiento Ideológico

Los Carlistas eran enemigos del liberalismo y de sus medidas. Defendían:

  • El tradicionalismo
  • El Antiguo Régimen
  • La monarquía de derecho divino
  • El mantenimiento de los fueros y privilegios tradicionales (especialmente las instituciones de gobierno autónomas, sistemas propios de justicia y exenciones fiscales).

Apoyos y Desarrollo del Conflicto

Los Carlistas contaban con el respaldo de sectores sociales, especialmente en las áreas rurales, donde los campesinos temían convertirse en jornaleros al servicio de los grandes terratenientes. La baja nobleza del norte, el clero más conservador y algunos oficiales del ejército completan estos apoyos, que se hacían además más importantes en el País Vasco, Navarra, norte de Cataluña y zona levantina. Junto a ello, también recibieron el refuerzo de Austria, Rusia, Prusia, Nápoles y, en ocasiones, los Estados Pontificios.

Fases de las Operaciones Militares

1ª Fase

El objetivo era provocar una insurrección general en toda España, medida neutralizada por el ejército isabelino. Sin embargo, en zonas rurales vascas y navarras, el general carlista Tomás de Zumalacárregui consiguió convertir una guerrilla popular en un fuerte ejército. Su muerte en Bilbao en 1835, supuso un grave revés para los carlistas que no consiguieron unir territorios.

2ª Fase

En los años siguientes, los Carlistas intentaron organizar incursiones por otros territorios, como ocurrió con la fracasada “expedición sobre Madrid” (1837).

3ª Fase

La crisis interna de los Carlistas facilitó un acercamiento entre ambas posturas que culminó con el Convenio o abrazo de Vergara (1839), donde los generales Baldomero Espartero (isabelino) y Rafael Maroto (carlista) sellaron simbólicamente la paz. Pero la lucha continuó hasta un año después en la zona levantina, último núcleo de resistencia.

LA ORGANIZACIÓN DEL RÉGIMEN LIBERAL: EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868)

Durante el reinado de Isabel II se adoptaron medidas legislativas y políticas destinadas a asentar de una manera definitiva el modelo de Estado liberal. Este período se divide en:

1. MINORÍA DE EDAD DE LA REINA (1833-1843): LAS REGENCIAS

Durante esta etapa, siendo la princesa Isabel aún menor de edad, se hizo necesario establecer una regencia, ejercida primero por la reina María Cristina (1833-1840) y, después, por el general Espartero (1840-1843). Los diferentes gobiernos llevaron a cabo el desmantelamiento del Antiguo Régimen dentro de un proceso gradual y transicional.

Primer Momento: Monárquicos Reformistas y Liberales Moderados

En un primer momento, los monárquicos reformistas y los liberales moderados consiguieron redactar el Estatuto Real (1834), modelo entre el liberalismo y el absolutismo que fracasó debido, entre otras cuestiones, a la presión de los carlistas y, por otro lado, a las posturas más progresistas de los liberales radicales. Bajo este Estatuto se instauró un sistema político basado en la soberanía del rey y de las Cortes, siendo éstas últimas bicamerales con:

  • La Cámara de los Próceres (nombrados por el rey)
  • La Cámara de los Procuradores (elegidos por sufragio censitario)

El rey podía legislar pero la inexistencia de mayores libertades haría que fuera sustituido pronto.

Segundo Momento: El Protagonismo de los Liberales Radicales

Un segundo momento estuvo protagonizado por los liberales radicales, cuya figura política más destacada fue Juan Álvarez de Mendizábal. Éste llevó a cabo la desamortización de los bienes del clero regular (1836-1837), con la intención de obtener recursos económicos suficientes para sufragar la deuda pública y los gastos del conflicto carlista, logrando con ello la adhesión al régimen de los terratenientes que, en última instancia, adquirieron los bienes subastados. Igualmente se redactó la Constitución de 1837, más breve que la de 1812 e incluso más moderada, que intentó dar cabida a las distintas tendencias liberales. Este texto tuvo una vigencia importante, modificándose posteriormente pero manteniéndose en esencia hasta la II República. Recogía el principio de la soberanía nacional, que recaía en las Cortes y una amplia declaración de derechos. De los tres poderes:

  • El judicial se encomendó a la independencia de los tribunales
  • El ejecutivo residía en el rey
  • El legislativo, se confió al propio rey junto con las Cortes bicamerales (Congreso de los Diputados y Senado)

La Corona asumió igualmente la condición de poder moderador en caso de conflicto entre el gobierno y el parlamento.

Tercer Momento: El Golpe de Estado del General Espartero

Sin embargo, la alternancia entre liberales moderados y radicales culminó con el golpe de estado del general Espartero quien, convertido en héroe frente a la lucha carlista, desplazó a la reina de la regencia y con el apoyo de los progresistas impuso un régimen político basado en el liberalismo autoritario y militar. La intervención del ejército en la vida pública se convirtió en un elemento decisivo de las grandes revoluciones políticas en España, y se realizaron junto a los partidos políticos. Así, el militarismo iba a marcar la política española desde los inicios del régimen liberal, prolongando su acción durante el reinado isabelino.

La revuelta de Barcelona de 1842, con el consiguiente bombardeo de la ciudad, aumentó la impopularidad del regente. Como consecuencia, una coalición de fuerzas antiesparteristas provocó el pronunciamiento del general Ramón María de Narváez, que se hizo con el poder. Las Cortes, para evitar una nueva regencia, acordaron un hecho sin precedentes: adelantar la mayoría de edad de la princesa Isabel a los trece años, coronándola como nueva reina de España.

2. MAYORÍA DE EDAD DE LA REINA (1833-1868)

Durante este período se procedió a la auténtica construcción del estado liberal y, a diferencia de lo ocurrido durante las regencias, el protagonismo político recayó en los moderados, quienes gobernaron prácticamente durante casi toda la etapa. Se distinguen tres momentos:

Década Moderada (1844-1854)

Una serie de jóvenes políticos protagonizaron la vida española, sobresaliendo el general Narváez. Entre todos asumieron la tarea de institucionalización del régimen liberal a través de una nueva constitución. Así, la Constitución de 1845 llevó a la práctica la concepción doctrinal del liberalismo moderado, según el cual la Corona y las Cortes eran las depositarias de la soberanía nacional, compartiendo ambas el poder legislativo. Además, se dieron a la Corona más prerrogativas de las atribuidas en el anterior texto constitucional de 1837. De todas formas, los diputados seguían siendo elegidos mediante sufragio censitario.

Durante esta etapa se desarrolló la II Guerra Carlista, iniciada tras el fracasado proyecto de boda entre Isabel II y Carlos Luís, hijo de Carlos María Isidro. El conflicto no pasó de una fase de guerrillas rurales en Cataluña, donde se exaltó a Carlos Luís con el nombre de Carlos VI. Finalmente, el pretendiente fue arrestado, renunciando a los derechos a la corona a favor de su descendencia.

De relevante importancia fue el Concordato de 1851, por el que se zanjó la ruptura producida años antes entre la Iglesia y el Estado liberal español como consecuencia de las medidas desamortizadoras. A partir de esta firma, la Santa Sede aceptó el hecho consumado de la desamortización eclesiástica y ratificó el Patronato Regio (derecho de presentación del rey a presentar a los candidatos a obispos en las sedes vacantes). El Estado, por su parte, reconoció la unidad católica y la confesionalidad, concediendo la protección civil a la Iglesia, reconociendo su intervención en la enseñanza y manteniendo económicamente al clero.

Igualmente los moderados gobernaron bajo el signo del centralismo político-administrativo, estableciendo medidas tales como:

  • La creación de la “provincia” como nueva demarcación territorial, creada por el ministro Javier de Burgos.
  • Ley de organización de los Ayuntamientos (1845), designando la reina a los alcaldes de las capitales de provincia.
  • Reforma del sistema tributario, implantando una serie de impuestos más uniformes y equitativos.
  • Elaboración del Código Penal (1848) vigente hasta 1996.
  • Creación de la Guardia Civil por el Duque de Ahumada, para resolver la inseguridad de los caminos rurales y vías férreas, persiguiendo el bandolerismo.

Pero la principal amenaza de los moderados provino de sus propias filas debido a las posiciones ultra conservadoras y al aumento del malestar político ante las denuncias de corrupción, arbitrariedades y escándalos financieros. Así las cosas, los generales Dulce y O’Donnell lideraron un pronunciamiento militar contra el gobierno, conocido como “La Vicalvarada”, en junio de 1854, en el que se publicó el Manifiesto de Manzanares. Su politización movilizó a los progresistas, provocando una insurrección popular. En medio de la confusión generalizada, la reina Isabel II decidió entregar el poder al general Espartero.

Bienio Progresista (1854-1856)

Espartero formó un nuevo gobierno junto a progresistas y algunos moderados, como el propio O’Donnell, aunque esta fórmula fue inestable y solo consiguieron la paralización de las reivindicaciones populares anteriores. Diversos hechos marcaron el período:

  • Restauración de leyes, como la de imprenta.
  • Constitución de 1856, que no llegó a ser promulgada. Muy similar a la de 1837, reafirmando la soberanía nacional y ampliando los derechos individuales.
  • Ley de Desamortización General de 1855, propuesta por el ministro Pascual Madoz. Afectó al clero secular y a los bienes municipales.
  • Reordenación económica de la Hacienda para consolidar el mercado nacional, impulsar el crecimiento a través del Banco de España (1856) y desarrollar una amplia red de transportes (Ley General de Ferrocarriles de 1855).

Otros aspectos importantes fueron el inicio de conflictos sociales y de movilizaciones populares en demanda de la eliminación de impuestos y abaratamiento de los alimentos, desarrollándose así una serie de huelgas organizadas por sociedades obreras que culminaron con la huelga general de Barcelona (1855), la más importante hasta entonces convocada. A ella se unieron motines por la falta de grano en Castilla y otros conflictos que terminaron por provocar la dimisión del presidente del gobierno.

Alternancia de Moderados y Progresistas (1856-1868)

La reina llamó al general Narváez para que se hiciera cargo del gobierno y así restaurar el orden social. En estos años se sucedieron los gobiernos de Narváez con los de O’Donnell, quien organizó un partido de centro, la Unión Liberal, integrado por progresistas y un sector de los moderados. Durante el período, la prosperidad económica del momento junto a la estabilidad política del sistema indujeron a distintos gobiernos a practicar una política de prestigio en el exterior que se materializó en intervenciones militares en la Guerra de Marruecos, expediciones a México e Indochina y la guerra del Pacífico contra Chile y Perú. Pero la actuación autoritaria de los gobiernos de Narváez, (noche de San Daniel, fusilamientos del cuartel de San Gil) que se sucedieron desde 1863 a 1868 hizo que aumentara la oposición al sistema isabelino.

En 1866, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende (Bélgica) mediante el cual acordaron un programa de colaboración entre ambos basado en dos puntos: el destronamiento de Isabel II y la convocatoria de Cortes Constituyentes por sufragio universal para decidir el futuro del Estado. A este acuerdo se sumaron los miembros de la Unión Liberal (Pacto de Bruselas-1867). En septiembre de 1868 estalló la revolución y se obligó a la reina, al infante Francisco de Asís y a sus familiares a marcharse al exilio a Francia.

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