11 Jun

La Guerra Civil Española (1936-1939)

Desarrollo de la Guerra

La batalla de Madrid (agosto 1936 – marzo 1937)

Fracaso del plan nacional para la conquista inmediata de Madrid. Toma de Badajoz y del Alcázar de Toledo. Junta de Defensa de Madrid. Batalla de Guadalajara: victoria republicana y cambio de estrategia de los nacionales.

La caída del norte (abril – octubre 1937)

Bombardeos de la Legión Cóndor sobre Durango y Guernica. Fracasos republicanos en Brunete y Belchite. Los nacionales dominan todo el norte minero e industrial.

De la batalla de Teruel a la batalla del Ebro (diciembre 1937 – noviembre 1938)

La batalla de Teruel, una de las más crueles de la Guerra, con una clara superioridad nacional en medios armamentísticos. El territorio republicano queda dividido en 2 zonas. La batalla del Ebro supuso un gran desgaste para la República.

El fin de la guerra (diciembre 1938 – abril 1939)

Ocupación de Cataluña e intentos de negociación de la rendición. Franco ocupa Madrid. 1 de abril: Decreto de fin de la guerra.

Los dos bandos de la Guerra Civil

Desde el 20 de julio España quedó dividida en 2 zonas: la republicana y la nacional:

La España republicana

Nada más producirse la sublevación militar y el fracaso de intento de negociación del gobierno republicano con Mola para detener la guerra, Azaña encargó formar gobierno a José Giral, que dio orden de repartir armas a los militantes de las organizaciones obreras, por lo que el Estado republicano se desplomó y el poder en el territorio de la España republicana cayó en manos de las milicias armadas de los partidos y sindicatos obreros organizándose en comités, juntas y consejos desatándose el llamado terror «rojo» (en el que hubo incendios de iglesias y conventos, y asesinatos de militares y políticos derechistas sin que el gobierno pudiese impedirlo). Esta oleada de terror alcanzó su punto álgido en Madrid, con el asalto a la cárcel Modelo. Mayor trascendencia tuvieron las «sacas» o «paseos» de presos de las cárceles y «checas» de Madrid. Las imágenes de esta violencia fueron muy negativas para la república en el momento en el que se trataba de conseguir el apoyo internacional.

Paralelamente, los anarquistas de la CNT y gran parte de la UGT emprendieron una profunda revolución social, cuya mejor expresión fueron las colectivizaciones. Republicanos, socialistas e incluso los comunistas se opusieron a la revolución ante el caos, la improvisación y la caída de la producción. Para todos ellos lo prioritario era lograr la victoria contra los sublevados.

A finales de agosto de 1936, el rápido avance de los sublevados hacia Madrid y la política de no intervención de Francia y el Reino Unido provocaron la dimisión del gobierno de Giral. Hubo que formar un gobierno de coalición para conciliar los experimentos revolucionarios y la necesidad de reconstruir el Estado para ganar la guerra.

En septiembre, Largo Caballero formó un gobierno al que se incorporaron socialistas, republicanos, comunistas y nacionalistas catalanes y vascos. Largo Caballero remodeló su gobierno y entraron en él cuatro ministros anarcosindicalistas. Lo prioritario era formar un verdadero ejército regular, el Ejército Popular de la república, y constituir un mando centralizado. Se reorganizaron las fuerzas de seguridad y se restableció el orden público. Sin embargo, las tensiones se acrecentaron en el seno del gobierno de Largo Caballero. El desencadenante definitivo de la crisis fueron los enfrentamientos iniciados en Barcelona debido a las tensiones entre el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) y el sector más radical de la CNT y del POUM.

En mayo de 1937 se formó el gobierno de Juan Negrín. Este gobierno reforzó el ejército y unificó los planes militares bajo un solo mando. Intentó organizar una industria de guerra y acabó con la etapa revolucionaria. La crisis de abril de 1938 provocó la ruptura de los socialistas y los republicanos con los comunistas, que se saldó con la dimisión de Prieto. Negrín formó un nuevo gobierno y expuso su programa en los llamados «trece puntos» para poner fin a la guerra. Tras la caída de Cataluña, se produjo el reconocimiento del gobierno de Franco por Francia y el Reino Unido. La dimisión de Azaña como presidente de la república, la difícil situación de la retaguardia y la falta de alimentos básicos aceleraron la desmoralización de la población. Solo Negrín con su lema «Resistir es vencer», y los comunistas defendían la necesidad de resistir hasta el final. En estas circunstancias se produjo el golpe de Estado del coronel Casado, jefe del Ejército del centro, que aceleró el fin de la república.

La España «nacional»

En los territorios bajo el poder de los militares rebeldes se creó un órgano provisional de gobierno para coordinar las operaciones militares. Como las fuerzas políticas que apoyaron el alzamiento carecían de un proyecto político unitario, el ejército se convirtió en el pilar básico en la formación de un nuevo Estado, constituyéndose en Burgos una Junta de Defensa Nacional que proclamó el estado de guerra y todo el ejército quedó bajo control militar.

El terror «blanco»

Desde el primer momento, los militares sublevados practicaron una brutal, sistemática y selectiva represión que también adoptó la forma de «sacas» y «paseos». Sus objetivos eran sembrar el terror para eliminar toda resistencia y aniquilar a sus enemigos políticos.

Las primeras víctimas fueron militares y miembros de las fuerzas del orden público que se negaron a apoyar la rebelión. A continuación, políticos y cargos públicos de los partidos y sindicatos del Frente Popular, intelectuales, maestros, etc. También hubo masacres de milicianos, militantes de organizaciones de izquierda y civiles republicanos. La represión fue llevada a cabo por las autoridades militares, por grupos de jóvenes falangistas y por milicias de requetés (carlistas).

El paso siguiente de la Junta de Defensa fue establecer una dirección militar y política unificada. La Junta publicó el decreto que nombraba a Franco «Generalísimo de los Ejércitos» y «jefe del gobierno del Estado español». A partir de este momento adoptó el título de caudillo.

En la tarea de unificación política fue esencial la labor de Ramón Serrano Súñer, miembro de la CEDA que convenció a Franco para crear un régimen de partido único similar al de los Estados fascistas. Se dio a conocer el Decreto de Unificación por el que se creaba un partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que fusionaba a falangistas y carlistas bajo la jefatura suprema de Franco, cuyo programa se basó en los principios básicos de Falange.

La Iglesia manifestó su apoyo a la rebelión militar calificándose la guerra civil de «cruzada religiosa». La alianza definitiva entre la jerarquía eclesiástica y Franco llegó con la «Carta colectiva del Episcopado español a los obispos del mundo».

Franco reunió en su persona los poderes ejecutivo, legislativo y judicial y consolidó definitivamente su poder personal derogando toda la obra reformista de la república, sentando las bases del Estado nacionalsindicalista y estableciendo los sindicatos verticales. La política social se plasmó en el Fuero del Trabajo. Para lograr el control ideológico se suprimieron las libertades de reunión y de asociación.

Consecuencias de la guerra

Consecuencias económicas

La guerra tuvo unos efectos económicos desastrosos. La destrucción fue muy intensa en las comunicaciones. Aunque se perdió una parte de la maquinaria industrial, no hubo grandes destrucciones de fábricas. Por el contrario, unas 500.000 viviendas fueron total o parcialmente destruidas. La producción industrial descendió al igual que la agrícola y la ganadera. También cayó la inversión, el comercio exterior y el consumo privado, y la construcción de viviendas se paralizó. La Hacienda Pública estaba arruinada y la inflación multiplicó por 10 los precios.

Consecuencias sociales

Otra consecuencia fue el exilio republicano. Ya durante la guerra, hubo una primera oleada de exiliados huyendo de las represalias de los militares sublevados, entre ellos llamados «niños de la guerra». Pero la gran oleada se produjo con la caída de Cataluña en la que unos 450.000 republicanos cruzaron la frontera francesa. En cuanto a las pérdidas humanas, los cálculos más aceptados estiman entre 500.000 y 600.000 muertos en la guerra.

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