03 Dic

Desde el triunfo del Frente Popular (febrero de 1936), un grupo de generales monárquicos y conservadores (José Sanjurjo, Emilio Mola, Francisco Franco) comenzaron a preparar un levantamiento militar. El asesinato del diputado derechista José Calvo Sotelo sirvió de pretexto para iniciar el alzamiento. El coordinador de la conspiración en la Península era el general Mola, pero la sublevación se inició el 17 de julio en Ceuta y Melilla, bajo la dirección del general Franco, destinado en Canarias como medida de precaución por parte del gobierno republicano. Al día siguiente, la sublevación se extendió por la Península. El objetivo de la sublevación era implantar rápidamente un régimen autoritario que pusiese fin a las libertades democráticas y acabase con la amenaza revolucionaria de la izquierda más extremista. Sin embargo, el fracaso del alzamiento en buena parte de España provocó el estallido de la guerra civil. Desde julio de 1936 hasta su conclusión en abril de 1939, el conflicto atravesó por una serie de etapas.

1. El Avance y las Batallas en Torno a Madrid (julio 1936 – marzo 1937)

Tras cruzar el Estrecho (con el apoyo de la aviación italiana y alemana), las tropas sublevadas de África avanzaron rápidamente hacia Madrid. Sin embargo, Franco, convertido en jefe del ejército del sur tras la muerte de Sanjurjo, decidió desviarse para ocupar Toledo y liberar el Alcázar. A finales de octubre, los sublevados se hallaban a las puertas de Madrid. La República ordenó la movilización general para salvar Madrid (“No pasarán”, “Madrid, tumba del fascismo”). En noviembre, el gobierno republicano se trasladó a Valencia; la defensa de la capital quedó en manos del comandante Rojo. Madrid resistió el ataque frontal gracias al ejército leal, a las milicias populares y a la llegada de las Brigadas Internacionales, de carros de combate rusos y de una columna anarcosindicalista dirigida por Durruti. La ciudad fue duramente bombardeada desde la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria, pero Madrid resistió. La batalla del Jarama y la batalla de Guadalajara son las más significativas de este periodo.

2. La Campaña del Norte (abril – octubre 1937)

Ante las dificultades para tomar Madrid, Franco decidió abandonar el ataque a la capital y concentrarse en la zona norte. Asturias, Cantabria y el País Vasco habían quedado en manos republicanas, pero aisladas del resto. Los sublevados, al mando del general Mola, desencadenaron un ataque sobre Vizcaya. Guernica fue arrasada por la aviación nazi, produciéndose así el primer bombardeo aéreo de la historia sobre población civil (Hitler ensaya su blitzkrieg). Bilbao, meses después, fue ocupada. La República, para aliviar la presión militar en el Norte, desencadenó un ataque en Brunete, cerca de Madrid, y más tarde en Belchite, junto a Zaragoza, pero no consiguió evitar que Santander y Asturias también cayesen. La conquista de la cornisa cantábrica proporcionó a Franco importantes recursos industriales.

3. El Avance hacia el Mediterráneo (noviembre 1937 – junio 1938)

A finales de 1937, los mandos republicanos eran conscientes de que la guerra estaba prácticamente perdida. Intentaron, por ello, reformar el ejército: El ahora general Vicente Rojo asumió el mando, dotó de mandos profesionales al ejército e inició una ofensiva sobre Teruel, que fue ocupada por los republicanos. Pero en febrero de 1938, el ejército de Franco volvió a ocupar Teruel y desencadenó la “campaña de Aragón”, atravesando el Maestrazgo y llegando al Mediterráneo por Vinaroz (Castellón). El territorio republicano quedó dividido en dos zonas, con Cataluña aislada del resto.

4. La Batalla del Ebro y la Ocupación de Cataluña (julio 1938 – febrero 1939)

La llegada de armamento soviético, recibido a través de Francia, permitió a los republicanos lanzar su última ofensiva. La batalla del Ebro fue la más dura de la guerra; empezó el 25 de julio de 1938 cuando un ataque republicano logró cruzar el Ebro y avanzar hacia el interior. Franco consiguió detener el ataque. Luego contraatacó y los republicanos tuvieron que replegarse en la otra orilla del río mientras el ejército de Franco ocupaba todo el sur de Tarragona. El ejército republicano había sido derrotado, y sus fuerzas quedaban mermadas y desorganizadas. Franco decidió emprender entonces la ofensiva definitiva sobre Cataluña. Tomó Barcelona sin resistencia, mientras miles de exiliados huían hacia el Norte (entre ellos Azaña). En febrero, las tropas franquistas alcanzaron la frontera francesa.

5. El Final de la Guerra (febrero – abril 1939)

A la República únicamente le quedaba la llamada “zona centro” (Madrid, La Mancha y desde Valencia hasta Almería). Una sublevación (coronel Casado) contra el gobierno republicano en Madrid fue el mazazo final para la República. Casado, encargado de la defensa de Madrid, se hizo con el control de la ciudad tras una fuerte lucha con los comunistas. Trató de negociar una “paz honrosa” con Franco, pero este solo aceptó una rendición incondicional. En marzo de 1939, las tropas de Franco entraron en Madrid sin resistencia. En los días posteriores, ocupó toda la zona Mediterránea. El 1 de abril, Franco firmó en Burgos el último parte de guerra: “…cautivo y desarmado el Ejército Rojo… la guerra ha terminado”.

La Evolución Política de las Dos Zonas

En el Bando Republicano, el principal problema fue la falta de una dirección política única debido a la división entre los que querían la continuación de la República (el gobierno), y los grupos anarquistas, sindicalistas (CNT, FAI) y algunos comunistas trotskistas (POUM), que paralelamente a la guerra llevaron a cabo una revolución social. La participación en la guerra de estos grupos revolucionarios se realizó a través de las Milicias.

En el Bando Nacional, hasta octubre de 1936 no se planteó la organización de un sistema político y administrativo. Su única directriz era la resistencia al comunismo y la lucha contra la anarquía. Pero tras la resistencia de Madrid y la evidencia de que la guerra sería larga, no se pudo aplazar la creación de un mando único que evitara la desintegración. La elección de Franco para asumir la jefatura tras la muerte de Sanjurjo se debió tanto al prestigio que le proporcionaron las victorias conseguidas durante la guerra como al hecho de controlar al ejército de Marruecos, y no a razones de índole político.

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