08 Feb

A principios de 1820, estaba prácticamente acabado, sólo se mantenían algunos grupos de insurgentes en pie de lucha en el sureste del Virreinato, principalmente en las montañas del actual estado de Guerrero. Eran dirigidos por Vicente Guerrero, Pedro Ascencio y Guadalupe Victoria, entre otros, sin embargo no eran considerados motivo de alarma extrema para el gobierno
Novohispano. Del movimiento que había iniciado Hidalgo, al que en esos momentos operaba, no había correlación alguna; sin embargo, sucesos externos en el plano político, alterarían profundamente el rumbo de los acontecimientos.
En 1820, ya expulsados los franceses de la península Ibérica, una revolución liberal obligó al rey español Fernando VII a reconocer y jurar la Constitución liberal de Cádiz que no sólo afectaba a España, sino también a los territorios que estaban bajo su dominio, porque en ellos tarde o temprano habrían de aplicarse las leyes, lo cual molestaba especialmente a las clases privilegiadas de la Nueva España, entre ellas al Alto Clero. Cuando en España se juró la Constitución de Cádiz y se aplicaron las reformas liberales, el virrey de la Nueva España Juan Ruiz de Apodaca tuvo que hacer lo mismo, lo cual provocó que la Iglesia Católica, amenazada en sus privilegios y propiedades se dispusiera a actuar a favor de la independencia para salvar sus intereses.7
Pero no sólo el clero vio afectados sus intereses, los grandes hacendados, los comerciantes, los dueños de las minas y sobre todo los jefes militares vieron peligrar los fueros que habían adquirido a la sombra de la monarquía despótica española.
Estos grupos retomaron la idea de independencia de los insurgentes, sólo que con un ideal distinto. Para proteger sus intereses, aun a costa de su lealtad a la corona española.
La idea fue cobrando mayor fuerza y adeptos. Con el apoyo de la aristocracia, el ejército y el alto clero, el canónigo Matías Monteagudo, se encargó de organizar y dirigir una conspiración que se efectuó en el templo mercedario de La Profesa, cuya finalidad era la de terminar con cualquier vestigio de la vieja insurgencia, independizarse de España y establecer como forma de gobierno una monarquía absoluta, que garantizara los fueros de tenían.
Para tales fines, se acordó nombrar a Agustín de Iturbide como jefe de las fuerzas militares. Este personaje se había distinguido por ser un tenaz perseguidor de los insurgentes. Discípulo y amigo de Félix María Calleja, había dejado de tener participación desde 1816, quizá ante los constantes llamamientos que Apodaca tuvo con él, o quizá ante el disgusto que le ocasionó la destitución del cargo de Virrey de su amigo y protector Calleja. El hecho es que a partir de 1820, se reintegró al servicio activo, iniciando el combate contra los guerrilleros insurgentes del sur, el éxito militar no correspondió a las primeras esperanzas y surgieron nuevamente fricciones entre Iturbide y el virrey con motivo de ciertos precios y cuentas. Los consejos militares de Apodaca disgustaban al caudillo michoacano: ‘no tendrá Vuestra Excelencia. Señor Excelentísimo Oficial que siga más ciegamente sus superiores preceptos que Iturbide, pero tampoco quien con mayor claridad, sinceridad y buen deseo le manifieste lo que encuentre en los asuntos, tal cual los conciba’, más adelante reclamaba: ‘Me persuado que Vuestra Excelencia me hará justicia de creer, que no soy capaz de decir con equivocación mis sentimientos, ni asentar los hechos falsos por ciertos, ni mucho menos aparentar servicios que no haga’ 8 A pesar de estas protestas, a principios de 1821, ya había entablado negociaciones con Vicente Guerrero, desconociendo lo establecido por la Conspiración de la Profesa. Aprovechándose de los amplios poderes que ésta había depositado en su persona, el 24 de febrero de 1821 publicó en Iguala un plan de independencia, basado en tres garantías que eran la religión, unidad e independencia. Las tropas que tenía comisionadas se adhirieron a dicho plan el día 2 de marzo, jurando además de respetar la religión católica y conservar la unión entre europeos y americanos, seguir obedeciendo a Fernando VII, siempre y cuando adoptase y jurase la constitución que debiera de hacerse por las cortes que debían formarse en este imperio. 9
El proyecto de Iturbide era similar a lo propuesto por los conspiradores de la Profesa; no excluía a los españoles peninsulares como lo había propuesto Hidalgo en el inicio del movimiento en 1810; sólo a aquellos que se mostraran contrarios al nuevo régimen, por lo demás conservarían sus bienes y fueros. El caso de los insurgentes, suele considerarse como dramático, Guerrero y los demás revolucionarios se unieron a Iturbide porque representaba quizá la última oportunidad de lograr la independencia; y aunque los ideales de lucha sólo se cumplirían en parte, pues si bien era fundamental para ellos, también lo era cambiar la situación social que existía en la colonia desde hacia trescientos años.
De los absolutistas surgió la única oposición con que tropezó el jefe del ejército Trigarante. El Virrey Apodaca, se consideró traicionado por Iturbide, a quien creía de su bando y no secundó el movimiento, encargó el mando de las pocas tropas leales al jefe español Liñán, para la defensa del virreinato. Iturbide fue catalogado como un insurgente enemigo de la constitución, infiel al soberano y a las leyes de la monarquía.1 0 Sin embargo el movimiento fue cobrando cada vez mayor fuerza, sumándose entre otros, los realistas Negrete, Bustamante y Santa Anna; y en menos de siete meses, la desintegración del ejército realista fue completa, poco a poco las localidades fueron cayendo de manera pacífica, a excepción de algunas como Córdoba, Jalapa y la hacienda de San Miguel, donde cayó en combate el insurgente Pedro Ascencio.
El 2 de agosto, Iturbide irrumpió en Puebla, donde se rindió la guarnición que dirigía Ciriaco del Llano. El día tres del mismo mes, llegó Don Juan de O’Donojú, último Virrey enviado por las Cortes a la Nueva España, quien fue interceptado en la ciudad de Córdoba, Veracruz. Iturbide se entrevistó con O’Donojú el 24 de agosto, con quien convino en un tratado que ponía fin a su dependencia de España; la independencia fue reconocida; habría un gobierno monárquico constitucionalmente moderado; Fernando VII o un príncipe español reinarían.11 El día 27 de septiembre de 1821, Iturbide entró a la Ciudad de México, al frente del ejército Trigarante.
Había nacido, y considerando todo lo que parecía prometer: gobierno popular, rápido crecimiento económico, igualdad social, regeneración cultural, grandeza nacional y sobre todo, el fin del dominio de España; en el país, se inició una larga lucha por el poder, se trataron de imponer dos ideologías en un proyecto que aun era indefinido. En la junta gubernativa que se formó a instancias del propio Agustín de Iturbide, compuesta de 38 miembros, figuraron entre otros el mismo Juan O´Donojú, aquel que el Rey de España había encargado el gobierno de la Colonia, el Obispo de Puebla Monteagudo, Ascárate, Espinosa de los Monteros, Guridi y Alcocer, Fagoaga, etc. La regencia, prevista en el Plan de Iguala y Tratados de Córdoba, fue presidida por Iturbide y la integraron O´Donojú, Manuel de la Bárcena, Isidro Yañez y Manuel Velázquez de León.12
Agustín de Iturbide, explicó en sus memorias que procuró reunir en la asamblea a los hombres de cada partido que gozaban de alta reputación. Esto no impidió que los grupos evidenciaran una profunda división al momento de elegir una forma de gobierno. Los europeos, principalmente españoles y los criollos de alta posición, manifestaron abiertamente su simpatía por la monarquía constitucional, proponiendo en primera instancia ofrecer el trono de México a Fernando VII.
Como sabían que Fernando VII muy difícilmente vendría a gobernar México, propusieron el advenimiento de un príncipe europeo, de preferencia de la Casa Borbón. Estos grupos fueron llamados «borbonistas»; por otra parte, los extremistas partidarios de la forma republicana de gobierno y herederos de los insurgentes, Guerrero y Victoria ante la evidente actitud de Iturbide por acceder al gobierno consideraron más peligrosa la monarquía de Iturbide que la del vanamente invocado príncipe de la Casa de Borbón y por esto se unieron momentáneamente a la logia escocesa, a sus antiguos adversarios para oponerse al partido iturbidista.13
La instauración del Congreso, agravó la situación, luego de ser inaugurado el 24 de febrero de 1822, declaró que la religión católica sería la única y exclusiva, mientras como forma de gobierno se establecería una monarquía moderada constitucional, cuya denominación sería la de Imperio Mexicano.

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