09 Jun

TEMA 4- LA GENERACIÓN DEL 27


El periodo de entreguerras que abarca los años veinte y treinta, la literatura  española está marcada no solo por el novecentismo y movimientos de vanguardia, sino también por el surgimiento de la generación del 27, un grupo poético que fusiona tradición y vanguardia.   No constituyen una generación literaria, sino un grupo  poético dentro de una amplia generación de intelectuales y artistas. Incluye a Pedro Salinas, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti,  Luis Cernuda, Federico García Lorca, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre y Dámaso Alonso, que destaca por su producción poética tras la Guerra Civil. El entorno generacional  es más amplio: las “Sinsombrero” (escritoras como Ernestina Champourcín, Concha Méndez,  Rosa Chacel…; la filósofá María Zambrano; la pintora Maruja Mallo…), pintores como Dalí,  cineastas como Buñuel… El poeta Miguel Hernández escribe en los años treinta siguiendo a sus admirados poetas del 27.  Toman su nombre del homenaje al poeta Luis de Góngora que se realizó en 1927 en el Ateneo de Sevilla por el tercer centenario de su muerte, en el que participaron algunos de sus miembros.   Los vínculos son: la procedencia de la burguésía acomodada, la coincidencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde viven y acuden muchos de  ellos, atraídos por sus tertulias y actividades culturales. Además, colaboran en las mismas revistas literarias: “La Gaceta Literaria”, “Cruz y Raya”, “Revista  de Occidente”, “Octubre” o “Caballo verde para la poesía”. Se definen política y socialmente como liberales, progresistas y universitarios. Están vinculados con la literatura como filólogos, críticos literarios,  editores y profesores de Literatura. Tienen conciencia de grupo como demuestra, por ejemplo, la antología de 1932 de  Gerardo Diego: Poesía española. Antología. 1915-1931.  Las carácterísticas que definen la poesía del grupo resultan de la síntesis y fusión de  formas, tradiciones y movimientos poéticos. Así, beben de la vanguardia, del concepto de  “poesía pura” y de la tradición poética popular. En cuanto al estilo, mantienen el uso de las formas  tradicionales provenientes del Cancionero, el Romancero y la tradición culta, pero utilizan  también el verso libre, el versículo y el poema en prosa.  La temática es muy variada: El tema de la gran ciudad, los avances tecnológicos, el progreso, el cine… Los temas universales y enraizados en la tradición: la naturaleza, la vida, la muerte, el  destino, la libertad, el amor. El republicanismo de la mayoría de los poetas del 27 y la urgencia de la Guerra Civil  traerán consigo una poesía social y comprometida en el caso de algunos poetas.  Tradicionalmente se señalán tres periodos en la evolución del grupo: 

Primera etapa (hasta 1927):

Fundan el grupo, todos ellos empiezan a escribir bajo la influencia de  las vanguardias con resonancias becquerianas y modernistas. La poesía vanguardista, el ensayo  de Ortega La deshumanización del arte y el magisterio de Juan Ramón Jiménez, que los conduce  hacia la “poesía pura”, vertebran estos años iniciales que culminan con el homenaje a Góngora  celebrado en el Ateneo de Sevilla en 1927. 

Segunda etapa (desde 1927 hasta la Guerra Civil):

Se consolida el grupo: se conocen entre sí, inician proyectos comunes y muchos de ellos se hacen amigos. Se produce un proceso de  rehumanización en sus respectivas obras poéticas bajo la influencia del Pablo Neruda y del Surrealismo. La poesía del grupo se hace más humana, apasionada, adquiere un  compromiso social y político. 

Tercera etapa (tras la Guerra Civil):

El asesinato de Federico García Lorca les hirió. En  1939 sólo tres poetas del grupo permanecen en España: Dámaso Alonso, Gerardo Diego y  Vicente Aleixandre. El resto se ha exiliado sobre todo a América. Cantan la nostalgia de una patria perdida y la angustia siguiente: la  Segunda Guerra Mundial. El desarraigo moral de los que permanecen en España orienta su  poesía hacia el existencialismo.  1. Pedro Salinas: en sus primeros poemarios, en los años veinte, se inscribe en las  primeras vanguardias y la poesía pura de Juan Ramón Jiménez (Presagios, Seguro azar y Fábula y signo). En su plenitud (años treinta) destaca por su poesía amorosa: La voz  a ti debida (1933) y Razón de amor (1936). 


2. Gerardo Diego: es el representante español del creacionismo (Imagen y Manual de  espumas). A su vez, trabaja la tradición y el clasicismo (Versos humanos). Tras las  guerra, sigue la línea clasicista en Alondra de verdad (1941). 3. Jorge Guillén: es el máximo representante generacional de la “poesía pura”: Cántico  (1928). A este libro se unirán posteriormente Clamor (1957 a 1963) y Homenaje (1967).4. Vicente Aleixandre: en los años treinta y de la mano del Surrealismo, es el mayor artífice  generacional de la “rehumanización del arte” en Espadas como labios y, sobre todo, La  destrucción o el amor. Ya en la posguerra, cultiva la poesía humana, existencial y  solidaria en Historia del corazón (1954).  5. Rafael Alberti: destaca primero en el neopopularismo (Marinero en tierra, 1925) y  después en la fusión de las primeras vanguardias con el gongorismo en Cal y canto. También se adentra en la poesía surrealista con Sobre los ángeles. 6. Luis Cernuda: en los años treinta, cultiva la poesía surrealista en Los placeres  prohibidos (1931) y, ya con un tono más personal y desgarrado, en Donde habite el olvido  (1934). Toda su obra poética queda recogida en La realidad y el deseo. 7. Federico García Lorca: en su primera etapa combina a la perfección la tradición y la  vanguardia en Poemas del cante jondo y Canciones. Esta alcanzará la perfección con el Romancero gitano (1928). En la segunda etapa, tras su viaje a Nueva York, se  adentra en el Surrealismo con Poeta en Nueva York (1930), tras lo que se dedicará sobre  todo al teatro, ya en los años treinta. El teatro de Lorca implicó un renovación teatral  frente el teatro comercial de la época. Su teatro está atravesado por un tema principal:  el enfrentamiento entre la realidad y el deseo. En sus comienzos, cultiva el drama  simbolista (El maleficio de la mariposa), el teatro modernista (Mariana Pineda), las farsas  para personas (La zapatera prodigiosa) y las farsas para guiñol ( El retablillo de San  Cristóbal). Posteriormente, en los años de la República, vive su plenitud teatral: dos  tragedias en una Andalucía mítica, parte de una trilogía inacabada (Bodas de sangre y  Yerma) y dos dramas (Doña Rosita la soltera y La casa de Bernarda Alba). 8. Manuel Altolaguirre: posee un poemario a modo de antología propia, llamado La islas  invitadas y otros poemas (1926). De tintes más surrealista, publica en 1927 Ejemplo, de  ese mismo año es Poema del Agua. En 1931 publicó varias obras, como Amor o Un  verso para una amiga. Puede decirse que es el poeta más intimista de la Generación del  27. 9.Miguel Hernández: ha sido considerado por algunos críticos como un epígono  de la generación del 27. Nacido en 1910 –escribíó durante los años treinta hasta la inmediata  posguerra (murió preso en 1942)– ,resume la evolución de la poesía del 27 y representa un  puente entre el 27, la “poesía desarraigada” de los años cuarenta y la poesía social de los  cincuenta. Comenzó con Perito en lunas (1933), poemario en el que fusiona la vanguardia,  el gongorismo y la poesía pura. En 1935, con El rayo que no cesa, influido tanto por Neruda  como por Vicente Aleixandre, se apunta a la “rehumanización” de la poesía y fusiona la  tradición (soneto) y la vanguardia (metáfora surrealista). Después, con la llegada de la  guerra, se embarca, como Alberti, en la poesía social y comprometida: Viento del pueblo(1937) y El hombre acecha (1938). Alcanza su madurez con su último poemario, ya en la  cárcel y sintiendo la muerte, Cancionero y romancero de ausencias (1939-1941). 

En conclusión, la llamada generación del 27 se caracterizó por ser una fusión de las formas  tradicionales y las vanguardias, la poesía pura y la popular. Entre los autores, cabe destacar a  Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Pedro Salinas o Gerardo Diego. Por su alcance, tanto en poesía como en teatro, es especialmente relevante la figura de Federico  García Lorca, cuya muerte enmarcada en plena Guerra Civil, abre nuevas puertas a una temática  poética.


TEMA 5 – LA POESÍA ESPAÑOLA A PARTIR DE 1939


Las circunstancias derivadas de la Guerra Civil marcarán la poesía a partir de 1939. Por un  lado, destaca el exilio o la muerte de buena parte de los poetas de generaciones precedentes:  Machado, Lorca, Juan Ramón Jiménez, Salinas, Guillén, Alberti, Cernuda, etc. Por otro lado, se  produce el rechazo, por parte de los dirigentes del nuevo régimen, de la tradición cultural  inmediatamente anterior y su propósito de conectar con los ideales de la España imperial del  Siglo de Oro (nacionalismo político, moral católica, estética clasicista). A ello se une la  implantación de una censura para erradicar posibles discrepancias con el ideario del nuevo  Régimen. 

1. AÑOS CUARENTA:

Las circunstancias políticas determinan la trayectoria de los poetas del momento, adscritos  ideológicamente a uno u otro bando e inmersos todos en la preocupación por los temas  humanos. Son los poetas de la llamada generación del 36, que se dividirán en dos tendencias  fundamentales: 

A. Poesía arraigada

A esta corriente pertenecen casi todos los autores que permanecieron en España y que  se identifican con el régimen franquista. Nacidos en torno a 1910, estuvieron vinculados  a las revistas Garcilaso y Escorial. Apostaron por una poesía de corte clásico, con  Garcilaso de la Vega como inspiración y símbolo de la recuperación de los valores  tradicionales de la nacíón. Su poesía se caracteriza por una estética clasicista y por una  visión del mundo distanciada de la realidad cotidiana del país.  Destacan: Leopoldo Panero (Escrito a cada instante; Canto personal) Luis Felipe Vivanco (Continuación de la vida; Cantos primavera), Dionisio Ridruejo (Sonetos a la piedra;  Primer libro de amor) y, sobre todo, Luis Rosales (Retablo de Navidad; Abril; La casa  encendida de 1949). 

B. Poesía desarraigada

Esta corriente cultivó una poesía existencialista, que exprese la desorientación y el caos  de la vida humana, la angustia y la desesperación de un mundo absurdo y lleno de  sufrimiento, desolación y muerte. Los poetas “desarraigados” pertenecen a diferentes  épocas: Dámaso Alonso (Hijos de la ira; Oscura noticia). Y Vicente Aleixandre  (generación del 27), Eugenio de Nora (Cantos al destino; Siempre), Carlos Bousoño (Primavera de la muerte), José Hierro (Con las piedras, con el viento; Quinta del 42; Libro  de las alucinaciones/ Cuaderno de Nueva York), Gabriel Celaya (Las cartas boca arriba;  Paz y concierto) y Blas de Otero (Que trata de España; Pido la paz y la palabra) (generación del 36). 

El año 1944 es clave para esta corriente: se crea la revista Espadaña, que reunirá a los  poetas desarraigados


Entre las obras, destacan: Hijos de la ira, de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso, de  Vicente Aleixandre


2. AÑOS CINCUENTA:

En estos años surge una literatura de compromiso que se concreta en el auge de la poesía  social: el poeta se convierte en un testigo de su época y utiliza la palabra para intentar cambiar  el mundo, tomando partido ante las circunstancias sociopolíticas del país y retomando, pues, el  compromiso político que iniciaron algunos autores anteriores, como Miguel Hernández.  La publicación en 1955 de Cantos Íberos, de Gabriel Celaya (al cual pertenece el poema “La  poesía es un arma cargada de futuro”) y Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero, marcarán  el comienzo de esta tendencia, que llega hasta los años sesenta.

3. AÑOS SESENTA Y PRIMEROS SETENTA:

La etapa final del franquismo, caracterizada por el desarrollo económico del país y por una  cierta liberación social, acoge a dos generaciones poéticas sucesivas: 

A) Generación del 50:

 Los poetas jóvenes, cansados de la poesía social, concebirán la poesía como un  modo de conocimiento propio y del mundo que los rodea. Por ello, les interesa  lo subjetivo, la experiencia personal y los acontecimientos de la vida cotidiana.   


Destacan poetas como José Hierro (Libro de las alucinaciones), Claudio  Rodríguez (Alianza y condena), Ángel González (Sin esperanza, con  convencimiento), José Ángel Valente (La memoria y los signos) y, sobre todo,  Jaime Gil de Biedma, el más influyente, pues será modelo para la “poesía de la  experiencia” posterior. Este autor reuníó bajo el título Las personas del verbo sus poemarios Compañeros de viaje, Moralidades y Poemas póstumos. 

B) Los “Novísimos”:

  En la segunda mitad de la década de los sesenta, un grupo de jóvenes poetas  comienza su andadura con una actitud de ruptura con la estética anterior. Se  han formado en una situación de apertura internacional por lo que han podido  leer la obra de autores extranjeros y, además, están influenciados por los mass  media (radio, televisión, prensa, cine…) y la cultura pop. En 1970, José María Castellet reúne en su antología Nueve novísimos poetas  españoles a los principales autores que van a formar la nómina de los llamados  “novísimos”: Leopoldo María Panero, Ana María Foix, Féliz de Azúa, Manuel  Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, José María Alvárez, Guillermo  Carnero (Libro de horas), Luis Alberto de Cuenca (Poesía) Vicente Molina Foix y  el más influyente: Pere Gimferrer (La muerte en Beverly Hills, Arde al mar,  Extraña fruta). Su ruptura con la poesía anterior entronca con la vuelta al “arte puro” de las  vanguardias. Sus modelos poéticos se mueven entre el simbolismo francés, el  Modernismo, el Cubismo y el Surrealismo.  

4. LA TRANSICIÓN

A partir de 1975, con el comienzo de la Transición, los Novísimos evolucionarán de forma  independiente y personal.  En esta época, la poesía se aleja del excesivo culturalismo y la exagerada experimentación  lingüística, y da paso a la heterogeneidad de tendencias: el neosurrealismo, la poesía erótica o  la poética del silencio. La corriente más importante que surgirá a finales de los setenta y tendrá su desarrollo  durante los ochenta será la llamada “poesía de la experiencia”. Esta tendencia se caracteriza  por: 

∙ La influencia de la generación de medio siglo (Ángel Gonzáles, Valente y Gil de Biedma,  sobre todo)


∙ La introducción del humor, la ironía y la parodia


∙ Especialmente, el tono elegíaco: desengaño, fugacidad de la vida y de la juventud, el  paso del tiempo

Autores destacados son: el murciano Eloy Sánchez Rosillo (Maneras de estar solo,  Autorretratos) y el poeta granadino Luis García Montero (El jardín extranjero, Diario cómplice). Otros autores destacables son Blanca Andreu (De una niña de provincias que se vino a vivir), Ana Rosseti (Los devaneos de Erato,) Amalia Iglesias (Un lugar para el fuego), Fco. Castaño (El  libro de las maldades), Juan Borja (El fuego y la ceniza), Luis A de Villena (l0 menos 30), Basilio  Rodríguez (Ultimísimo Antología, 2000).

En definitiva, la poesía de posguerra se va a caracterizar por el exilio o la muerte de muchos  autores, por la censura y por el ambiente social derivado de la guerra. Los temas humanos y  políticos dividirán a los autores de los años 40 en dos corrientes: arraigada y desarraigada; en  los 50 la poesía social heredada de Miguel Hernández será la protagonista; en los 60 se producirá  un vuelco a lo experimental y renovador de la mano de los novísimos; durante la Transición, se  evolucionará hacia una poesía erótica, humorística y al neosurrealismo. Entre los autores, cabe  destacar a Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Gabriel Celaya, Blas de Otero, Ángel González,  José Hierro, Pere Gimferrer, Gil de Biedma, Luis García Montero y Eloy Sánchez Rosillo.


TEMA 6 – EL TEATRO ESPAÑOL A PARTIR DE 1939


Durante estos años, el teatro está sujeto a condicionantes propios de su género, como son: las condiciones  comerciales (pues las compañías teatrales se supeditan a los intereses económicos de los empresarios que, hasta los  años 70, se deben a un público esencialmente burgués); y las condiciones ideológicas, en tanto que la censura se hace  más evidente debido a la dimensión pública del teatro. De ahí que, hasta la Transición, podamos hablar de la existencia de dos planos: un “teatro visible” y comercial, que  accede a los escenarios como entretenimiento burgués, y un “teatro soterrado”, que respondía a nuevas exigencias  ideológicas y estéticas, pero que apenas logró mostrarse más allá de alternativas minoritarias “independientes” y “de  arte ensayo”. 

Años cuarenta

Durante estos años dominan la escena dos líneas teatrales que perdurarán hasta la Transición:
1. La comedia burguesa
(heredera de la “alta comedia” de Jacinto Benavente) con sólidos diálogos y una intriga  que mantiene el interés del espectador en todo momento. Sus protagonistas de mueven en ambientes  acomodados y pertenecen a la clase media burguesa, cuyas formas de vida y costumbres retrata, a veces con  alguna crítica, pero nunca con acritud. El amor, los celos, la infidelidad o los problemas entre padres e hijos suelen ser los asuntos predilectos. Se trata, en definitiva, de un teatro de entretenimiento, con final feliz, y  siempre alejado de la crueldad de la vida. Entre los autores destacan: José María Pemán (El divino impaciente,  Cuando las Cortes de Cádiz), Ignacio Joaquín Calvo Sotelo (Plaza de Oriente, La Muralla), Luca de Tena (¿Dónde vas Alfonso XII?), José López Rubio (La otra orilla) y, sobre todo, Edgar Neville (El baile).

2. El teatro humorístico de Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura

En los años treinta, ambos pretendieron  renovar el teatro desde la risa del absurdo (Usted tiene ojos de mujer fatal, de Jardiel Poncela, y Tres  sombreros de copa, de Miguel Mihura), pero su osadía se estrelló contra los gustos del público y tuvieron que  adaptarse a lo comercial. Jardiel Poncela combina con ingenio e imaginación el humor verbal con el de situación (hechos disparatados,  situaciones inverosímiles y absurdas…). Algunas de sus obras más recordadas son: Eloísa está debajo de un  almendro y Cuatro corazones con freno y marcha atrás. Miguel Mihura renovó la comedia: la ridiculización de personajes y acciones de la vida cotidiana es una  constante en su producción teatral, en la que, con el paso de los años, el humor (siempre crítico con la  sociedad burguesa) se transforma en sátira, tal y como sucede en: Tres sombreros de copa, Maribel y la  extraña familia y El caso de la señora estupenda. Otros autores de este periodo son: Alfonso Paso (La boda de la chica, Una bomba llamada Abelardo) y los  hermanos Álvarez Quintero (Puebla de las mujeres, El genio alegre o Entremeses). 

Años cincuenta y sesenta

A finales de los cuarenta, al margen de la comedia burguesa, surge un teatro más hondo e inconformista, un teatro  realista y existencial que explora las frustraciones humanas. Dos dramaturgos encabezan esta línea teatral: – Antonio Buero-Vallejo: Historia de una escalera, de 1949, inaugura el teatro existencial (refleja el abandono  de los sueños y denuncia las condiciones de vida de algunos grupos sociales); con En la ardiente oscuridad, de 1950, se adentrará en el teatro existencial y social abordando el tema de la ceguera como símbolo de las  limitaciones humanas. Buero inaugura su etapa social con Hoy es fiesta, de 1956. Con El tragaluz, de 1967, llevará a escena un  “viaje en el tiempo” para afrontar las consecuencias de la Guerra Civil. – Alfonso Sastre: Escuadra hacia la muerte (1953) refleja asimismo la angustia existencial. En torno a 1955, tal  y como ocurre en poesía y novela, el existencialismo da paso al Realismo de denuncia social: en Drama y  sociedad, de 1956, Alfonso Sastre expondrá su tesis sobre el Realismo social como un arte de urgencia cuya función es luchar por la justicia social y transformar el mundo. En esta línea escribirá Muerte en el barrio y  La cornada. Destacan también La taberna fantástica y Tragedia fantástica de la Gitana Celestina. 


Influidos por Buero y Sastre, en los años sesenta, un grupo de jóvenes dramaturgos continúa el teatro realista y  social que protesta y da testimonio de la sociedad injusta de la época con un tono desgarrado y una visión, a  menudo, cercana al esperpento valleinclanesco. Temas frecuentes en estos dramas son: la intolerancia, la  insolidaridad, la explotación de los trabajadores, la pobreza y el desarraigo de un personaje angustiado en medio de  una atmósfera social opresiva. Algunas de las obras más representativas de este grupo son: – La camisa, La condecoración, de Lauro Olmo. – El teatrito de don Ramón, de José Martín – El grillo, El precio de los sueños, de Carlos Muñiz. – Los inocentes de la Moncloa, de Rodríguez Méndez. Este teatro realista de intención social tuvo muchas dificultades para ser representado debido a la censura y a la falta  de apoyo de los empresarios teatrales. Es significativo el caso de Alfonso Paso. Abandona la crítica social de sus  comienzos para escribir comedias ligeras y divertidas como Usted puede ser un asesino o ¡Cómo está el servicio!,  que lo convirtieron en el dramaturgo de más éxito comercial de los sesenta. 

Finales de los sesenta y primeros setenta

En estos años surge una vanguardia teatral, un teatro renovador y experimental en el que pierde importancia la  acción en favor del lenguaje escénico: la luz, la expresión corporal, la escenografía, el sonido, el vestuario, etc. La  farsa alegórica, lo grotesco, el absurdo, la deshumanización de los personajes, la crítica social y el uso de la parábola  que critica el régimen franquista son carácterísticas habituales en este tipo de obras que no consiguieron llegar al  gran público. Uno de los autores más relevante es Francisco Nieva (El combate de Ópalos, Pelo de tormenta, La  carroza de pelo candente) que cultiva un teatro de raíz vanguardista donde da cabida a lo onírico y lo simbólico con  la intención de provocar la catarsis en el espectador. Otros dramaturgos interesantes son: José Ruibal (El hombre y  la mosca), Manuel Martínez Mediero (El convidado) y Fernando Arrabal (El cementerio de automóviles). En cuanto al teatro más comercial, Antonio Gala se convertirá durante los años setenta y ochenta en el autor más  popular con obras de gran éxito como Anillos para una dama. 

La transición

Con la muerte de Franco, se produce un cierto cansancio de la línea experimental. En general, tal y como sucede en  la narrativa y la poesía, hay una vuelta al Realismo, línea en la que se incluyen autores consagrados (Buero Vallejo,  Alfonso Sastre o Antonio Gala) y nuevos autores que o bien, inician una tímida renovación formal (Ignacio Amestoy,  autor de Ederra o José Sanchís Sinisterra, autor de ¡Ay, Carmela!, El lector por horas), o bien, se acercan a ciertos  problemas sociales del momento (paro, drogas, violencia…), como es el caso de José Luis Alonso de Santos (La  estanquera de Vallecas o Bajarse al moro) y Fermín Cabal ( Vade retro!). Síntoma de este retorno a la línea realista  es el éxito de Fernando Fernán Gómez con Las bicicletas son para el verano, de 1982 o de Adolfo Marsillach, Yo me  bajo en la próxima, ¿y usted? El teatro experimental decae, pero hay algunas excepciones: el teatro surrealista de  Fernando Arrabal (Picnic o El triciclo), el teatro valleinclanesco y onírico de Francisco Nieva (El combate de Ópalos o  Pelo de tormenta). Por último, desde finales de los setenta hasta los ochenta, se crearon compañías de “teatro independiente” que,  fusionado lo experimental con lo popular, buscan la denuncia y la provocación, unas veces en la calle, y otras, en  pequeñas salas alejadas del circuito comercial oficial. Es el caso de: “La Cuadra”, “La Cubana”, “Teatre Lliure”, “Els  Joglars”, “Els Comediants”, “La fura del baus”, “TEU de Murcia” o “Los Goliardos”. 

En conclusión, hasta la Transición se van a encontrar dos tipos de teatro: por un lado, un teatro comercial y, por otro,  un teatro centrado en cuestiones ideológicas. Destacan el teatro humorístico de Jardiel Poncela y Miguel Mihura, en  los años 40; el teatro social de Buero Vallejo y Alfonso Sastre, en los 50; el teatro renovador y experimental de  Francisco Nieva, en los 60; y la vuelta al Realismo de José Sanchís Sinisterra o el teatro social de José Luis Alonso de  Santos, ya en la Transición.


TEMA 7 – LA NOVELA ESPAÑOLA A PARTIR DE 1939


La novela, un género narrativo mínimamente cultivado por las generaciones anteriores del Siglo XX, será el más desarrollado a partir de la Guerra Civil. Entre los temas novedosos aparecen la Guerra Civil y la descripción de la  miseria económica y moral en la que ha quedado España tras la contienda. 

La evolución de la novela española a partir de 1939 la va marcando el paso de una década a otra:


Años treinta y la novela en el exilio

La novela de los años treinta había tendido hacia la rehumanización y al compromiso social, tras dejar atrás  la deshumanización de los años veinte. En esta línea se encuentra la narrativa de Ramón J. Sender (Réquiem por un  campesino español), Max Aub, Francisco Ayala (Muertes de perro) y Rosa Chacel, quienes al acabar la guerra  marchan al exilio por su apoyo a la República. Su obra surge al margen de la literatura que se realiza en España y, en  general, tratan con insistencia el tema de la guerra.  

Años cuarenta

En estos años de escasez narrativa (debido al exilio de los autores y la censura) destacan cuatro casos  excepcionales y aislados: Camilo José Cela, Gonzalo Torrente Ballester, Miguel Delibes y Carmen Laforet. Estos  autores encarnan dos tendencias narrativas: 

A) La novela existencial

Lo existencial se convierte en uno de los temas fundamentales de la narrativa. Paralelamente a lo que  sucede en la poesía desarraigada, la desorientación, la hostilidad de la vida y la angustia marcan los motivos  de parte de la novela de estos años: ✔ Nada (1944) de Carmen Laforet, ambientada en la Barcelona de posguerra, refleja un mundo  degradado de miseria que sumen a Andrea, su protagonista, en un pesimismo existencial y vital,  acabando con sus ilusiones de adolescente. Esta novela ganó el Premio Nadal de Literatura. ✔ La sombra del ciprés es alargada (1947) de Miguel Delibes, fue ganadora también del Premio Nadal  y está considerada como una de las cien mejores novelas del Siglo XX.  

B) El tremendismo

Algunas novelas reflejan los aspectos más brutales, sórdidos y desagradables de la realidad con la intención  de realizar una reflexión profunda sobre la condición humana: ✔ La familia de Pascual Duarte (1944), ópera prima de Camilo José Cela en la que, influenciado por la  novela picaresca y el Naturalismo, el autor emplea la narración en primera persona para describir  con crudeza y pesimismo un mundo mísero, cruel y violento.  

Años cincuenta

En los años cincuenta, la novela supera el terreno de lo existencial y entra en lo social, algo posible porque, a  mediados de esta década, se produce una relajación de la censura y una tímida pero imparable apertura del régimen  (en 1955, España entra en la ONU). 

Son dos narradores ya experimentados los que inauguran esta etapa:

✔ En 1951, Camilo José Cela nos ofrece en La colmena una despiadada visión del Madrid de posguerra a través  de una novedosa estructura que explota la perspectiva caleidoscópica en la línea del norteamericano J. Dos  Passos. ✔ En El camino (1950) y Mi idolatrado hijo Sisí (1953), Miguel Delibes muestra con una perspectiva crítica dos  parcelas concretas de la realidad española de posguerra: la de un pueblo castellano y la de una familia  burguesa. El terreno está abonado para el nacimiento de la novela social de los años cincuenta, avalada por toda una  nueva generación de narradores, la llamada generación de medio siglo. Se trata de autores que vivieron la guerra  civil en la infancia y que comienzan a escribir en los años cincuenta: Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Rafael  Sánchez Ferlosio, Ana Mª Matute, Juan Goytisolo, Alfonso Grosso, Jesús López Pacheco, Carmen Martín Gaite… El año 1954 es crucial porque salen a la luz El fulgor y la sangre de Aldecoa, Los bravos de Fernández  Santos, Juegos de manos de Juan Goytisolo y Pequeño teatro de Ana Mª Matute. En 1956, Rafael Sánchez Ferlosio  publicará una novela crucial del Realismo testimonial: El Jarama. 

Estos escritores se dividen en dos tendencias:

✔ El neorrealismo, caracterizado por la objetividad narrativa, en el que las historias se presentan sin que se  escuche la voz del narrador. Es el caso de El Jarama de Sánchez Ferlosio.


✔ El Realismo social presenta novelas que relatan la vida del obrero, del campesino y, en general, de  trabajadores anónimos oprimidos. Son componentes de este grupo Jesús López Pacheco (Central eléctrica) y Alfonso Grosso (La zanja). Con todo hay que decir que no todo fue Realismo social. Recordemos la novela existencial del yeclano José Luis  Castillo Puche (Con la muerte al hombro) o la independencia narrativa de Gonzalo Torrente Ballester, que entre  1957 y 1962, compuso su trilogía Los gozos y las sombras.  

Años sesenta y primeros setenta

El Realismo social comienza a agotarse y aparecen nuevas formas de expresión y técnicas narrativas que  recogerán la influencia del “boom” hispanoamericano (Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar o Gabriel García  Márquez) y de los grandes novelistas europeos (Proust, Kafka, Joyce) y norteamericanos ( J. Dos Passos, Ernest  Hemingway y, sobre todo, William Faulkner). España experimenta una etapa de desarrollo económico que propicia una nueva forma de mirar la realidad:  sube el nivel de vida, los turistas llenan nuestras costas, la sociedad se industrializa y se produce un éxodo del campo  a la ciudad. Este es el ambiente en el que se impone una narrativa experimental y la novela que inicia este nuevo rumbo  es Tiempo de silencio de Luis Martín Santos en el año 1962. 

La novela experimental se caracteriza por:


∙ El punto de vista múltiple


∙ Uso del lenguaje con total libertad


∙ Ruptura de la estructura lineal

∙ El subjetivismo que propiciará el empleo del estilo indirecto libre y el monólogo interior. ∙ La importancia decreciente del argumento. 

A esta renovación formal se sumarán diferentes generaciones de novelistas:


✔ Novelistas ya consagrados desde los años cuarenta: Camilo José Cela (San Camilo, 1936), Miguel Delibes  (Cinco horas con Mario) y Gonzalo Torrente Ballester (La saga/fuga de J.B.). ✔ Novelistas de la generación de medio siglo: Juan Goytisolo (Señas de identidad), Juan Marsé (Últimas  tardes con Teresa) y Juan Benet (Volverás a Regíón). 

La Transición

Con la llegada de la Transición, se produce un cierto cansancio de la fiebre experimental. La novela vuelve a  ponerse al servicio de la historia y el argumento recupera su protagonismo. Inaugura la nueva etapa La verdad sobre  el caso Savolta de Eduardo Mendoza en 1975. Al mismo tiempo, la novela presenta una gran variedad de temáticas, estilos y técnicas, lo cual hace imposible su  clasificación por estéticas o generaciones, puesto que lo que destacan son los autores y sus obras de forma  individual. En este panorama conviven cuatro generaciones: ✔ La generación de los cuarenta con Camilo José Cela (Mazurca para dos muertos) y Miguel Delibes (Los  santos inocentes). ✔ La generación de los cincuenta con Juan Benet, Juan Marsé, Juan Goytisolo y Carmen Martín Gaite. ✔ El grupo que comenzó a escribir a finales de los sesenta, con Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez  Montalbán (Los mares del sur), Javier Marías (Tu rostro mañana) y Juan José Millás (El desorden de tu  nombre). ✔ Los jóvenes de la Transición que alcanzarán el éxito a partir de los ochenta y noventa: Antonio Muñoz  Molina (Invierno en Lisboa, Plenilunio), Arturo Pérez Reverté (El club Dumas, La piel del tambor), Soledad  Puértolas (El bandido doblemente armado, Burdeos), Almudena Grandes (Las edades de Lulú y Los aires  difíciles), Manuel Vicent (El anarquista coronado de adelfas, Ángeles o neófitos), etc.  ✔ Escritores que se darán a conocer a comienzos del Siglo XXI: Javier Cercas (Soldados de Salamina) y Clara  Sánchez (Últimas noticias del paraíso). 

En definitiva, la novela española a partir del 39 se va a caracterizar por su evolución temática en relación con las diferentes décadas. En los 40, predominará la temática existencial y el tremendismo; en los 50, lo social; en los 60, lo  experimental; y, a partir de la transición, lo más carácterístico será, por un lado, la vuelta a la importancia de la trama  y, por otro, la mezcla de estilos y tendencias que pervive hasta nuestros días. Entre los autores, cabe destacar a Camilo  José Cela, Miguel Delibes, Rafael Sánchez Ferlosio, Luis Martín Santos y Eduardo Mendoza.

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