22 Ago
LA POESÍA DEL GRUPO POÉTICO DEL 27: ETAPAS, AUTORES Y OBRAS REPRESENTATIVOS.
El grupo poético o Generación del 27 fue denominado así porque sus integrantes se unieron para
conmemorar el tricentenario de la muerte de Góngora en 1927, al reivindicarlo como su principal
referente poético.
Aunque la poesía de cada uno de sus autores presenta un estilo particular, se dieron ciertas carácterísticas comunes como fueron el predominio absoluto de la metáfora y el hermetismo (lo que les identificaba con Góngora), la influencia de las vanguardias (sobre todo del Surrealismo), el tema del amor y la naturaleza, la mezcla entre la tradición popular y los elementos cultos y el uso de una métrica variada (formas tradicionales y verso libre).
Entre sus influencias se suelen señalar además de Góngora y las vanguardias, las del filósofo
Ortega y Gasset y el poeta
Juan Ramón Jiménez.
Los críticos han establecido en su evolución como grupo tres etapas muy marcadas:
– Primera etapa: (1926-1927) En la época fundacional del grupo en la que se dan de forma más marcada y unitaria, los rasgos señalados antes.
En esta etapa destacan las obras vanguardistas Imagen y Fábula de Equis y Zeda de Gerardo Diego y El surtidor de Concha Méndez; las obras neopopulares Marinero en tierra de Alberti y Romancero gitano de García Lorca y las obras clásicas Égloga, elegía, oda de Cernuda y Cal y canto de Alberti.
– Segunda etapa: (1927-1936) En esta época se da con mayor fuerza la influencia del Surrealismo y una parte del grupo evoluciona hacia una poesía más politizada y social.
Algunas obras de esta etapa son La voz a ti debida y Razón de amor de Pedro Salinas, Cántico de
Jorge Guillén, La destrucción y el amor y Espadas como labios de Vicente Aleixandre, Poeta en Nueva York y Sonetos del amor oscuro de Lorca, Sobre los ángeles de Alberti, Los placeres prohibidos y Donde habite el olvido de Luis Cernuda.
– Tercera etapa: A partir de 1936. La guerra civil rompe la unidad del grupo pues Lorca es asesinado al inicio del conflicto y una parte del grupo marcha fuera de España durante (como Pedro Salinas) o al finalizar la guerra (como Alberti). Cada uno de los poetas evoluciona en un sentido más personal.
De esta etapa son Clamor de Jorge Guillén, Entre el clavel y la espada de Alberti, Las nubes y Desolación de la quimera de Cernuda, Alondra de verdad de Gerardo Diego, Hijos de la ira de Dámaso Alonso, Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre o Mujer del Edén de Carmen Conde.
Quizá el poeta más importante del grupo sea Federico García Lorca (1898-1936), creador de un sistema poético propio en el que el mundo popular andaluz cobra enorme fuerza poética gracias a un tratamiento poético exquisito. La opresión, la muerte y el tema sexual aparecen con frecuencia en sus versos. Entre sus obras destacan Romancero gitano y Poeta en Nueva York, obra de marcada influencia surrealista.
Rafael Alberti (1902-1999) es otro de los poetas fundamentales del grupo con sus obras Marinero
en tierra y Sobre los ángeles. En su poesía es destacable la influencia surrealista, el neopopularismo
que mezcla elementos tradicionales con la vanguardia y su compromiso político.
Luis Cernuda (1902-1963) reúne en una sola obra toda su poesía: La realidad y el deseo centrada en el choque entre los sentimientos y la realidad social. En su poesía hay influencias ROMánticas y surrealistas. De entre sus libros destacan Un río, un amor y Los placeres prohibidos en el que trata el amor homosexual.
Otros poetas relevantes de la generación del 27 son el Premio Nobel Vicente Aleixandre de honda influencia surrealista (La destrucción o el amor), Dámaso Alonso (Hijos de la ira), Gerardo Diego (Imagen), Pedro Salinas (La voz a ti debida) y Jorge Guillén (Aire nuestro),.
LA POESÍA DESDE 1939 HASTA LOS AÑOS 70: TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS REPRESENTATIVOS.
Tras la Guerra Civil, España quedó sumida en una depresión social, económica, política y cultural
que repercutíó en todos los órdenes de la vida, y por supuesto, en la literatura. Muchos autores murieron (Federico García Lorca, Miguel Hernández) o se exiliaron (Juan Ramón Jiménez, Cernuda, Alberti…) y esto, junto al aislamiento internacional, tuvo nefastas consecuencias en la vida cultural.
En líneas generales, la evolución de la poesía española de posguerra es bastante similar a la de la novela:
Existencial en los 40, social en los 50, experimental en los 60 y abierta a diversas tendencias a partir de los 70.
En la década de los 40 , durante la inmediata posguerra, la poesía está muy condicionada por la situación histórica: los poetas buscan un sentido a la realidad, que encuentran en la espiritualidad o en la queja. En general, se trata de una poesía fuertemente individualista. Conviven tres tendencias:
• Una poesía arraigada, conforme con el régimen de Franco: los autores, agrupados en torno a las revistas Garcilaso y Escorial, exaltan el pasado imperial y recuperan temas (religión, paisaje, amor) y formas (soneto) clásicas. Los más destacados son Luis Rosales con La casa encendida, Luis Felipe Vivanco con Cantos de primavera, Dionisio Ridruejo con Cuadernos de Rusia…
• Una poesía desarraigada, en desacuerdo con su realidad. Como en la novela, esta poesía aborda una temática existencial: angustia, duda, con lo social como trasfondo. El tono es trágico, el lenguaje desgarrado y la forma más utilizada es el verso libre. El núcleo de esta
tendencia es la revista Espadaña, que agrupa a autores cono Vicente Crémer, E.De Nora, Vicente Gaos, Carlos Bousoño, J.L.Hidalgo, J.M.Valverde. Se incluye dentro de esta tendencia la poesía de Dámaso Alonso en Hijos de la ira, Vicente Aleixandre con Sombra del Paraíso y Ángela Figueroa con Mujer de barro.
• Poesía vanguardista, se muestra ajena a la situación del país y dedicada a la experimentación lingüística y formal. Sus principales representantes son el Grupo Cántico, liderado por Pablo García Baena, y el postismo, último Vanguardismo español, que se define
a sí mismo como “Surrealismo ibérico”, encabezado por Carlos Edmundo de Ory. Los poetas del grupo Cántico, muy influidos por Guillén y Cernuda, tratan sobre todo sobre el amor muchas veces manifestado en formas de amor prohibido. Por su parte, los postistas reivindican la libertad creativa y el sentido lúdico de la poesía.
En los años 50 la poesía se hace más abiertamente social: se busca el testimonio crítico de la realidad española; los temas son: la injusticia social, la libertad, la explotación política, el trabajo…El lenguaje es llano y asequible. Los autores más importantes son Blas de Otero con Pido la paz y la palabra o En castellano, Gabriel Celaya con Las cartas boca arriba o Cantos iberos,José Hierro con Quinta del 42 o Cuanto sé de mí –aunque la trayectoria de éste abarca mucho más
que esta tendencia y se desarrolla prácticamente durante toda la segunda mitad del Siglo XX- y
Ángela Figuera. La poesía social deja a un lado los problemas individuales para centrarse en los
colectivos. Del mismo modo abandona el lenguaje esteticista a favor de una poesía clara, e incluso coloquial capaz de llegar a una mayoría de lectores.
Durante los años 60 los poetas abordan una renovación del lenguaje, haciéndolo más elaborado y retórico. Aunque no se abandona el testimonio crítico, los temas se orientan preferentemente hacia lo personal: la infancia, el amor, la familia… Los autores más significativos son: Claudio Rodríguez, El don de la ebriedad; Ángel González, Grado elemental y Tratado de urbanismo José Ángel Valente, con Poemas a Lázaro o Jaime Gil de Biedma con Las personas del verbo … Se trata de una poesía escéptica, que asume su incapacidad para cambiar la realidad, de modo que se centra en lo cotidiano e íntimo.
En los años 70, tras la revolución cultural del “Mayo del 68”, irrumpe el grupo de los Novísimos con autores como Pere Gimferrer Arde el mar o La muerte en Beverly Hills, Leopoldo María Panero: Así se fundó Carnaby Street, Antonio Carvajal: Tigres en el jardín,… que aportan nuevos aires a la poesía, llenándola de mitos de la civilización moderna: el cine, la música y la cultura pop, el cómic, el jazz y, en general, todas las manifestaciones culturales consideradas marginales
hasta entonces. Una tendencia muy particular dentro del grupo la constituyen los poetas culturalistas, influidos por la poesía de Kavafis y por la estética decadente de Venecia. Los novísimos son también conocidos como Generación del 68, en referencia a la revolución cultural del Mayo del 68. Su lenguaje es claramente esteticista y refinado.
El estudio de la poesía española en esta etapa debe incluir necesariamente a los poetas que escriben su obra en el exilio. Durante el Guerra Civil y tras su finalización unos 400 mil españoles (muchos regresaron al poco tiempo) de los más diversos niveles sociales y culturales tuvieron que emigrar primero a Francia y después a Hispanoamérica, especialmente a México.
Muchos poetas cuya trayectoria había empezado antes de 1936 siguen escribiendo en el exilio: son poetas bien conocidos como Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Luis Cernuda o Rafael Alberti. Pero a estos nombres hay que unir otros como León Felipe o Juan Gil Albert.
El tema primordial de la poesía en el exilio es España: la evocación de la guerra, la amargura de la derrota o la denuncia contra los vencedores. Pero poco a poco nuevos asuntos van ocupando los poemas: la nostalgia por la patria perdida, el amor, el deseo de volver además de cultivarse temas tradicionales como el paso del tiempo, la muerte, los sentimientos religiosos… En cuanto al estilo, en principio emplean un lenguaje realista y directo como continuación de la poesía de
combate, pero pronto se suceden otros estilos como la tendencia surrealista o la recuperación de
formas clásicas o tradicionales.
LA POESÍA DESDE LOS AÑOS 70 HASTA NUESTROS DÍAS: TENDENCIAS , AUTORES Y OBRAS REPRESENTATIVOS.
El fin del franquismo y la llegada de la democracia supusieron enormes cambios en la vida, en las
costumbres, en la lengua de la calle y, también, en la poética. Sin embargo las expectativas de libertad, de novedades se fueron poco a poco desinflando, pues los cambios no eran tantos ni tan radicales. Esto da lugar a cierta desorientación de los poetas y cierto desencanto. No hay tampoco un proyecto estético colectivo que dé salida al formalismo propio de los movimientos anteriores como los “novísimos”. Con todo, este periodo de la primera transición (entre 1975 y 1982) fue muy rico en novedades poéticas. La publicación de Sepulcro en Tarquinia, de Antonio
Colinas, e Hymnica, de Luis Antonio de Villena, significó un paso de la poesía novísima a otro tipo de poesía más emocional, incluida por la tradición literaria y favorecida por nuevas tendencias poéticas como: poesía experimental, poesía culturista, poesía clacisicta, metapoesía, minimalismo, poesía social y crítica…
A partir de los años ochenta, el desencanto de los grandes ideales propio de la posmodernidad da
lugar a un interés por lo íntimo y lo individual en el que recobra importancia la estética y se busca un equilibrio entre la tradición y la novedad. Los escritores de esta época vuelven sus ojos a los poetas de medio siglo y rehumanizan la lírica con temas universales, a través de distintas tendencias.
De todas ellas, la que más sobresale a final de siglo es la poesía del experiencia, que se opone en las formas y en la actitud a los “novísimos”, vuelve la mirada a los asuntos más cotidianos del ser humano actual, sobre todo del medio urbano, y lo hace con estilo sobrio y coloquial.
El Siglo XXI sigue con buena parte de estas tendencias, pero destaca en los último años la fuerza
que ha tomado la lírica a través, sobre todo, de los nuevos medios de comunicación, la música y
las redes sociales. La poesía se ha convertido en un fenómeno casi de masas, y muchos poetas
jóvenes son también influencers con miles de seguidores de sus obras a través de Internet. Otros
escriben sus “versos” y los rapean en sus canciones.
Nos centramos en algunas tendencias y autores;
– La poesía culturista hunde sus raíces en el Modernismo español e hispanoamericano, la generación del 27 o, más recientemente, los “novísimos”, que hicieron del culturalismo una de sus señas de identidad. Los poetas culturistas llenan sus poemas de referencias culturales que les sirven para expresar sus propios sentimientos, entre ellas, las que tienen que ver con el mundo clásico. Destacan los autores Antonio Colinas, Sepulcro en Tarquinia, Luis Antonio de Villena, Hymnica y Ana Rossetti, Los devaneos de Erato…
– La poesía de la experiencia fue sin duda la más relevante de este período. Álvaro Salvador, Javier Efea y Luis Gª Montero fueron los iniciadores de esta poesía con la firma del manifiesto La otra sentimentalidad. Esta es una poesía que comunica con facilidad, que empatiza con el lector al ofrecerle un discurso y una visión del mundo muy próximos a sus vivencias personales. La vida urbana, los bares, las nuevas formas de entender las relaciones sexuales, familiares y sociales han sido algunos de sus temas más frecuentados. Los poetas más significativos son Luis García Montero con Habitaciones separadas, Javier Egea con Paseo de los tristes, Carlos Marzal con El último de la fiesta o Felipe Benítez Reyes con Ya la sombra.
– La poesía neovanguardista nace a finales de los sesenta y con la carácterística de trascender los límites del género puesto que bajo este nombre se aglutinan músicos, pintores, fotógrafos y, por supuesto, poetas.
Dentro de esta poesía encontramos poesía visual, poesía letrista en la que destaca no solo la grafía, sino la sonoridad de la palabra, a veces inventada o metapoesía, cuyo tema es el lenguaje mismo. Destacan Joan Brossa con Poemas visuales, o Juan Eduardo Cirlot con Variaciones fonovisuales.
Además, existen en este período otras tendencias como la poesía minimalista o conceptual que busca la esencia y que tiene la apariencia de abstracta con autores como Olvido García Cortés; la poesía de compromiso civil o social de Fernado Beltrán; la poesía de la contemplación y el conocimiento que se convierte en una poesía de indagación de la relación entre el hombre y la naturaleza y como vía de conocimiento y la poesía 2.0, breve, inmediata, que se difunde en redes sociales y que refleja el inconformismo del hombre actual y el deseo de cambiar el mundo por otro mas justo. Defreds, Elvira Sastre o Elena Medel son algunos de los poetas de esta última tendencia.
EL TEATRO DESDE PRINCIPIOS DEL Siglo XX HASTA 1939: TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS REPRESENTATIVOS.
A finales del Siglo XIX las obras más representadas eran las llamadas de «alta comedia» de Echegaray y sus seguidores. Melodramas que buscaban la emoción del espectador mediante los abundantes golpes de efecto y la truculencia de las escenas. Los gustos del público, poco depurados, y el escaso interés de los empresarios teatrales, impedían cualquier intento renovador
del panorama teatral.
Entre 1900 y 1936 la afición al teatro en España fue muy grande. Al igual que en el Siglo XIX, las salas y espectáculos teatrales eran distintos según el público al que se dirigí́an. El público de extracción popular preferí́a formas teatrales como las zarzuelas, las revistas, las parodias o las variedades. El público de clase alta preferí́a un teatro más propiamente literario: la comedia burguesa o de salón y el teatro poético.
Además, las comentadas limitaciones ideológicas y estéticas que conlleva el espectáculo teatral
hacen que podamos hablar de dos tendencias claramente diferenciadas en el teatro anterior a la
Guerra Civil:
En el teatro popular se incluyen tres tendencias:
• El drama burgués, realista y suavemente crítico. Se trata de un teatro continuador del Realismo del XIX, renovando algunos aspectos para adaptarse a los gustos del público burgués. Su principal representante es Jacinto Benavente (Los intereses creados, La
Malquerida).
• El teatro costumbrista, de raíz ROMántica y sin pretensiones críticas: su único propósito es entretener al público. Dentro de esta tendencia se encuadran los hermanos Álvarez Quintero, representantes del teatro regionalista andaluz (El genio alegre); Carlos Arniches, autor regionalista madrileño y creador de la “tragedia grotesca” (La señorita de Trevélez); y Pedro Muñoz Seca, inventor del “astracán”, parodia en verso del teatro ROMántico (La venganza de don Mendo).
• El teatro poético modernista, de ideología marcadamente conservadora y tradicional, con continuas alusiones al glorioso pasado del Imperio español. Representan esta tendencia autores como Eduardo Marquina y Francisco Villaespesa.
Frente a este teatro de éxito se levantan otras tendencias más innovadoras e interesantes literariamente, pero que no triunfan -salvo excepciones- porque no se adaptan a los gustos del público. En líneas generales puede hablarse de dos experiencias teatrales:
• El teatro del 98 y el Novecentismo: Unamuno, Azorín, Ramón Gómez de la Serna, Jacinto Grau.
• El teatro del 27: Salinas, Max Aub, Alberti, Miguel Hernández, a los que habría que unir a Jardiel Poncela y Miguel Mihura, renovadores del teatro humorístico: ambos alcanzarían su plenitud tras la Guerra Civil.
Cada uno de estos dos grupos está encabezado por un autor fundamental: Valle-Inclán, el primero; y Lorca, el segundo.
Valle-Inclán es el autor más importante del teatro español del siglo, y uno de los fundamentales de la escena mundial. Su obra sigue una constante evolución -obras modernistas, las Comedias Bárbaras, farsas…- hasta llegar a su gran creación: el esperpento (Luces de bohemia, Martes de carnaval), una visión grotesca y deformada de la realidad, precisamente para descubrir sus aspectos más profundos. En el esperpento Valle sintetiza los elementos más dispares: lo vulgar y lo literario, lo social y lo existencial,…
García Lorca es el referente principal del teatro del 27.Su obra es igualmente variada, plena de elementos líricos y surrealistas. De entre sus múltiples obras, destacamos, de la primera etapa de su evolución dramática, El maleficio de la mariposa,Títeres de cachiporra o La zapatera prodigiosa; de su etapa vanguardista, El público y Así que pasen cinco años y de su etapa de plenitud, Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936).
La Guerra Civil no supuso la interrupción de la producción teatral. En las grandes ciudades
bajo control del gobierno republicano continuaron representándose los mismos espectáculos de
años anteriores. Desde diferentes instancias oficiales se promovió́ un teatro que estuviera al servicio de la República. Rafael Alberti, Miguel Hernández o Max Aub fueron algunos de los autores que contribuyeron a este tipo de teatro de fuerte contenido político.
LA NOVELA DESDE 1975 HASTA NUESTROS DÍAS:
TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS REPRESENTATIVAS.
El ambiente de libertad en el que comenzó a desarrollarse la cultura española tras la muerte del
general Franco (20 de Noviembre de 1975), permitíó un mejor conocimiento de la literatura española en Europa y de la literatura occidental en España. A ello contribuyó significativamente la desaparición de la censura (lo que supuso la publicación de novelas españolas prohibidas en nuestro país y editadas en el extranjero, expurgadas o inéditas), la recuperación de la obra de los
escritores exiliados y un mayor conocimiento de la narrativa de otros países. Con la llegada de la
democracia, la novela se hace más fácil y accesible de manera que se comienza a extender y a
popularizar como el género más importante del final del Siglo XX.
La publicación en 1975 de La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, significa el nuevo
giro de la narrativa española, que vuelve al «placer de contar». A pesar de que incorpora elementos formales que permiten entroncarla con la novela experimental, revela una vuelta al Realismo, al interés por la trama argumental, al viejo placer de contar historias, rasgo que se convertirá en el principal nexo de uníón de las diversas modalidades de relato en esta etapa.
Así la narrativa desde el setenta a la actualidad se caracteriza por:
– Se simplifican las estructuras narrativas, que eliminan la complejidad textual anterior.
– Se recupera el argumento, la trama y los personajes, contándose una historia cerrada y continua.
– Las novelas de hoy son deudoras en recursos y procedimientos técnicos tanto de la
renovación narrativa de los sesenta como de las más variadas tradiciones novelísticas de nuestro siglo: novela negra, de aventuras.
– Se utilizan las personas narrativas tradicionales (primera y tercera).
– Se observa una diversidad temática y formal que abarca desde la novela histórica (de gran
éxito de ventas y en premios literarios como las obras de Antonio Gala) hasta las últimas novelas experimentales (la “generación nocilla”).
– Destaca el carácter individualista del escritor, que se preocupa por encontrar el lenguaje propio que refleje su universo personal
– Se trata de una narrativa que se dirige a un lector medio que prefiere el entretenimiento a la complejidad narrativa.
– Ningún género ha estado ausente de la novela española de los últimos años: novelas de amor, de aventuras, policíacas, fantásticas, psicológicas, novela negra, novela histórica, relatos autobiográficos, etc.
Señálamos a continuación brevemente las líneas de la novela histórica, lírica y de memorias de la novela a partir de 1975 hasta nuestros días, así como sus autores y títulos más significativos:
Novela histórica. Se trata de un tipo de novela de gran precisión histórica que obliga al novelista a documentarse sobre el período, acontecimientos y personajes sobre los que pretende novelar. Pueden servirnos de ejemplos El hereje (1998), de Miguel Delibes; El oro de los sueños (1986), de José María Merino; La vieja sirena (1990), de José Luis Sampedro; la saga de las novelas de Pérez-Reverté, El capitán Alatriste (1996); Tierra firme (2007), de Matilde Asensi; algunas novelas de Antonio Muñoz Molina (El invierno en Lisboa, Beltenebros, Plenilunio)… Dentro de esta tendencia cabe citar aquella que se ocupa de la reconstrucción de la historia de la Guerra Civil. Se trata de obras como Luna de lobos (1985), de Julio Llamazares; Soldados de Salamina (2001), de Javier Cercas; La voz dormida (2002), de Dulce Chacón; Las trece rosas (2003), de Jesús Ferrero; Los girasoles ciegos (2004) de Alberto Méndez…
Novela de la memoria y del testimonio. De enfoque realista, la memoria de una generación y
el compromiso son los temas básicos de esta corriente, que abarca también el mundo onírico, irracional o absurdo. En esta línea cabría mencionar el Realismo carnavalesco de Luis Mateo Díez (La fuente de la edad, 1986), el Realismo imaginario de Luis Landero (Juegos de la edad tardía, 1989), así como la decidida defensa de la condición femenina de Rosa Montero en Te trataré como a una reina (1981), la revisión crítica de los desajustes sociales de nuestro tiempo de Rafael
Chirbes (Crematorio, 2007) o la revisión caleidoscópica de la Transición de El día de mañana (2011), de Ignacio Martínez de Pisón.
Novela lírica. El valor esencial es la introspección, así como calidad técnica con que está escrita, la búsqueda de la perfección formal. Centra su interés en un mundo más sugerente que concreto, con personaje-símbolo y una mayor tendencia al lenguaje poético. Mortal y rosa
(1975), de Francisco Umbral; La lluvia amarilla (1988), de Julio Llamazares; o El lápiz del carpintero (1998), de Manuel Rivas.
Otras tendencias que se dieron en este período son: la novela de intriga y de suspense a la que pertenece La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza; la novela de testimonio con Rosa Montero en Te trataré como una reina; la novela reflexiva con Juan José Millás en El desorden de tu nombre; la metanovela de Carmen Martín Gaite en El cuarto de atrás o la novela gráfica, heredera del cómic de Paco Roca en Arrugas.
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