18 May
3.1. La evolución del cuento a partir de 1940: Julio Cortázar, Jorge Luis Borges
Antes de la renovación que se produce en los años cuarenta, escritores como Horacio Quiroga o Lugones han apostado por la autonomía del cuento frente a novela, pero serán los escritores adscritos al “boom”, todos ellos van a cultivar el cuento, quienes lo desvinculen definitivamente de la tradición.La principal renovación que aportan estos autores al cuento es la destrucción entre la realidad y la ficción. Ambos entienden el cuento como un género fronterizo que, partiendo de postulados propios de la narración, se caracteriza por una tendencia a la concentración de la acción, por la presentación de acciones paralelas, la mezcla de tiempos y espacios y que utiliza la introspección para definir a los personajes, es decir, se pierden las fronteras del cuento tradicional para incorporar a este técnicas propias de la novela.
Jorge Luis Borges es el máximo representante de la literatura fantástica, así como el renovador del cuento en los años 40 mediante la intertextualidad y la supresión de fronteras entre los géneros literarios. El tema principal de su obra es el hombre: el destino, la muerte, o el tiempo. En sus cuentos se refleja un hombre desorientado entre lo real y lo ficticio, una desorientación que se potencia mediante la presentación de universos paralelos. Dicho efecto de desorientación también se produce en el lector que debe discernir la función de cada uno de los universos de la trama. En sus cuentos se produce, pues, una ruptura con la realidad más inmediata. Para conseguirla el autor se sirve de cuatro recursos principales:
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la metaliteratura, es decir, la inclusión del texto literario dentro de otro texto literario; –
la utilización del sueño como un instrumento de comprensión de la realidad; –
la comprensión del tiempo, casi nunca lineal pues se producen saltos hacia el pasado o el futuro, como un viaje en que se inserta la vida del hombre; –
el tema del doble, es decir, Borges desarrolla la idea de que todos los hombres son un mismo hombre, de ahí que sus personajes aparezcan desdoblados en el tiempo.
En conclusión, Borges posee una visión nihilista del mundo; el mundo de la razón no es real, es una invención de los pensadores para darle al hombre seguridad, pues el universo es caótico e imprevisible. Entre sus obras más relevantes: Ficciones (1944), El Aleph (1949) o El libro de arena (1975)
La principal aportación de Julio Cortázar a la renovación del cuento es la superación de la dicotomía realidad/imaginación a partir de la inclusión en el relato del elemento fantástico. El mundo que presenta Cortázar es, casi siempre, un mundo lógico en el que el factor sorpresa determina la propia trama del cuento. El lector pierde durante el relato la conciencia que separa ambos mundos, aunque casi siempre, el relato se cierra de acuerdo a los parámetros de lo real. Podría decirse que en sus cuentos existe una realidad de partida a la que se sobrepone el elemento fantástico y que en resolución, vuelve a los parámetros de lo normal. También, como en el caso de Borges, los cuentos de Cortázar presentan esa ambigüedad que se formaliza mediante una ruptura con la linealidad temporal y la creación de mundos paralelos. Así, mientras Borges prefiere lo erudito y lo fantástico; Cortázar apuesta por una narración plenamente realista del hecho absurdo o fantástico, Cortázar incorpora la realidad a sus relatos, lo cotidiano. Los personajes de Cortázar son personajes reales que de pronto se ven afectados por un fenómeno extraño e inesperado y que ellos asumen como algo normal. Cortázar también intenta poner en entredicho la realidad, pero desde lo cotidiano, desde la ruptura de las coordenadas espacio-temporales para buscar lo maravilloso. Entre sus colecciones de cuentos: Final de juego (1956) y Todos los fuegos el fuego (1966).
3.2. La nueva novela de la década de los 60: El fenómeno del “boom”. Características generales (el realismo mágico, la crítica política y social, los aspectos formales) Autores principales: Gabriel García Márquez, Juan Carlos Onetti, José Lezama Lima, Ernesto Sábato, Julio Cortázar.
En los años 50 empieza un proceso de superación de la literatura realista y se incorpora a las novelas el elemento maravilloso que está en la raíz de los pueblos indígenas. El mito y las leyendas ancestrales de estos pueblos se incorporan a la literatura en una extraña mezcla de realismo y fantasía. Esta incorporación de “lo real maravilloso” desemboca en los 60 en el realismo mágico, la corriente más importante dentro del denominado boom, término quese utiliza para nombrar a un grupo de escritores sudamericanos que publicaron a principios de los años sesenta, y en un corto plazo de tiempo, gran cantidad de novelas que aportaron un nueva perspectiva narrativa, en especial, el realismo mágico. Puede decirse que el realismo mágico es un género en el que el autor combina elementos fantásticos con el mundo real, creando un equilibrio entre una atmósfera mágica y la cotidianidad, quebrantando las fronteras entre lo real y lo irreal. El realismo mágico presenta lo real como maravilloso y viceversa.
Los elementos de renovación más importantes del “boom” son el uso del lenguaje –se incorpora la oralidad para conseguir el efecto mítico que se pretende-; la concepción de la novela – tendencia a la escritura de novelas metaliterarias- y las técnicas narrativas (polifonía narrativa, la historia se cuenta por diferentes voces; mezcla de estilos: monólogo interior, indirecto libre…; yuxtaposición de espacios y tiempos) que pueden resumirse en la voluntad de integrar al lector en el relato.
La crítica política halla su cauce en la “novela de dictadores”, un tipo de novela en que por encima de cualquier consideración estilística sobresale la crítica política y social centrada en la figura de un dictador, aunque no necesariamente un personaje real. El ciclo lo inicia Miguel Ángel Asturias con El señor presidente, novela a la que se sumarán gran parte de los autores, como García Márquez con El otoño del patriarca.
Entre los autores
Se considera a Gabriel García Márquez el autor más emblemático del realismo mágico gracias a su novela Cien años de soledad. La novela es un gran fresco, en realidad una “saga” que a lo largo de cien años desvela las intimidades de la familia de los Buendía desde la fundación de Macondo hasta la desaparición de la aldea. Mientras tanto, simbólicamente, se concentra en Macondo y en los avatares de una familia toda la historia sudamericana. El tiempo del relato es circular –el recuerdo es omnipresente, pero también son muchas las alusiones a ese futuro de destrucción-; el narrador omnisciente, lo que dota a la trama de esa capacidad mediante la cual lo maravilloso se asume como cotidiano, lo fantástico está al servicio de lo real. Otras novelas suyas son: El coronel no tiene que escriba o El amor en los tiempos del cólera. Las novelas del uruguayo Juan Carlos Onetti muestran la existencia del hombre como un camino absurdo y sin demasiadas esperanzas, por eso muchos de sus personajes están a la deriva en manos del destino. Una de sus mejores novelas es El astillero, centrada en la ciudad de Santa María, el espacio mítico en que suceden sus novelas.El cubano José Lezama Lima es el autor de Paradiso, una novela hermética, simbólica y con un lenguaje insólito y de raíz culterana que dificulta su lectura. Lo más destacado de las novelas del argentino Ernesto Sábato es la descripción de un hombre angustiado atrapado en una realidad de la que no puede huir y de la que solo puede escapar mediante la muerte. Entre sus obras, El túnel.
Julio Cortázar es, sobre todo, un cuentista, pero su novela Rayuela abre nuevos caminos narrativos. Rayuela es una compleja novela que admite dos lecturas diferentes, la de la propia trama de Oliveira en busca de su identidad y el añadido que suponen los escritos de Morelli y en los que Cortázar vierte su teoría sobre la novela.
3.3. Un novelista de nuestros días: Mario Vargas Llosa. Teoría de la novela
El peruano Vargas Llosa, que recibió el Premio Nobel en 2010, es uno de los autores más representativos del llamado “boom”. Es característico en su obra su teoría de la novela y las técnicas narrativas que emplea.
Su teoría de la novela se basa en que las novelas utilizan otros géneros para sus fines y los integran dentro de una síntesis superior. Aboga también por la autonomía de la obra, pues, la verdad literaria no es la verdad real, aunque aquella pueda partir de esta o aunque aquella se presente mediante altas dosis de realismo. Concibe la figura del novelista como un “suplantador de Dios” es decir, el novelista asume las funciones de creación de un universo propio y modelado a su antojo. Considera también que la novela no puede servir a objetivos didácticos ni políticos. Todo esto se resume en el concepto de “novela total”, es decir, una novela en que se mezclan lo real con lo irracional, que partiendo de lo local sea capaz de trascender hasta lo universal y que desde el realismo trascienda hasta el símbolo.
La experimentación mediante diferentes técnicas narrativas es la nota más relevante de Vargas Llosa como novelista. Para él la técnica narrativa presenta un objetivo claro y concreto: anular la distancia entre el narrador y el lector, lo que consigue mediante el multiperspectivismo, describir la realidad desde los distintos puntos de vista que asumen diferentes narradores; los saltos en el tiempo, empleo frecuente de flash-back; la superposición de historias paralelas y la ocultación de datos al lector; la técnica de los “vasos comunicantes”, la trama de un relato debe estar formada por diferentes historias que se comunican entre sí para producir una realidad superior y la técnica de “las cajas chinas”, la construcción de un relato dentro de otro.
En su evolución, es mejor advertir dos épocas. La inicial abarca las novelas escritas hasta La tía Julia y el escribidor y se caracteriza por ser una novela de base realista, aunque dicha realidad se describe a partir de diferentes enfoques narrativos, y de una temática en que siempre subyace el componente social, manifestado en la denuncia de la injusticia y la corrupción que se vive en Perú. Es también importante en esta etapa la componente autobiográfica, es decir, las novelas no son la vida del autor, pero sí que en la base de lo que se narra está su experiencia personal, como así se aprecia en La ciudad y los perros, Conversación en la catedral o la mencionada La tía Julia y el escribidor. En algunas novelas de este periodo incorpora el humor y la ironía como elemento narrativo, como se aprecia en Pantaleón y las visitadoras.
La segunda etapa, que se inicia con La guerra del fin del mundo, se caracteriza por visión más escéptica del mundo, por una variación temática y sobre todo por un distanciamiento del elemento autobiográfico, lo que sin duda ha influido en la pérdida de calidad literaria de sus últimas novelas.
Tras lo dicho puede comprobarse que la práctica totalidad de sus novelas se ambienta en Perú –en este sentido cabe señalar que, desde La fiesta del Chivo los espacios se abren-, lo cual significa por una parte que le interesa la descripción de su sociedad natal y por otra, una implicación a veces autobiográfica, a veces tomada de una realidad inmediata que le ha sido contada. Frente a lo biográfico, el propio escritor afirma que solo puede escribir sobre lo que conoce, la recreación de personajes históricos, como Antonio el Consejero, Trujillo, Mayta o Gauguin.
La fatalidad y el determinismo actúan como motores esenciales en esa voluntad que posee el autor de explicar las relaciones colectivas del mundo representado, es decir, de la sociedad peruana de su tiempo.
En cuanto a la técnica y estilo puede señalarse que en la base existe una técnica realista, de clara intención social y testimonial, que le permite describir con la precisión deseada su sociedad. Una mezcla de planos y sobre todo una superposición de historias, cuyo fin es la reconstrucción de la trama fundamental a partir de la visión que de los hechos poseen diferentes personajes que convergen en la trama, es otra de sus características fundamentales.
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