25 Jul
La Opinión Pública en España
3.1 El diálogo político desde la opinión, la simulación y la información
La **opinión**, la **fama**, la **reputación**, la **murmuración** y la **libertad de expresión** van apareciendo como apéndices de un discurso pedagógico mucho más amplio. El «diálogo político» – **opinión**, **simulación** e **información** – al estar dentro de esta pedagogía, aparece como una advertencia, un aviso, un problema, encaminado a educar la voluntad del príncipe. De esta forma, la preocupación por la opinión nace en escritores de esta época de los ejemplos y las experiencias que la propia realidad les ofrece. Estos escritores no son profesores universitarios ni teólogos; son funcionarios en sentido amplio, servidores de la organización estatal, confesores y consejeros.
Existiendo numerosos testimonios y referencias acerca de la opinión, no encontramos, sin embargo, una valoración doctrinal o teórica más o menos concluyente hasta finales del siglo XVIII. La mayoría de los escritos de los autores clásicos en este sentido tienen más un valor testimonial que intelectual. La opinión como concepto filosófico – **vox populi** – ha ido desapareciendo paulatinamente en la construcción del Estado moderno (iniciado con Maquiavelo). En la Edad Moderna, España no tuvo un efecto inmediato en el estudio de la opinión; así pues, el punto de partida maquiavélico y la doble razón de estado empieza en España a partir de 1559, año de la incorporación de El Príncipe en el índice de libros prohibidos y el inicio de lo que José Luis Abellán llama «Segunda Contrarreforma».
Un autor italiano, que por su vinculación con España no podemos olvidar en el inicio del estudio de la opinión, es **Francisco Guicciardini**, amigo personal de Maquiavelo, quien nos ha legado los mejores ejemplos de la praxis política de esos tiempos. De los tres elementos del nuevo estado, es la **simulación** en el príncipe y el arte de gobierno el que más claramente divide a los autores en contrarreformistas y tacitistas. El **tacitismo** es una corriente de pensamiento proveniente de las obras de Cornelio Tácito. El tacitismo representa por antonomasia la corriente de pensamiento político más original y representativa de los escritores del siglo de oro en España.
**Pedro Rivadeneira** es el primero que se ocupa de censurar ampliamente esta idea. Al igual que con otros pasajes maquiavélicos, la realidad política le obligará a especificar en qué ocasiones y cómo puede el príncipe servirse de la simulación. Frente a la simulación, contrapone la **virtud católica**. En el estudio de la opinión y la simulación en el Barroco, algunos autores como **Juan Antonio de Lancina** presentan límites fronterizos entre la impregnación maquiavélica y la tacitista. Lancina es el que más atención dedica al diálogo político, es decir, a la opinión, a la simulación y a la información como nuevos e indispensables mecanismos del arte de gobierno. Hablar de la opinión en el Barroco supone también referirse a la **fama**, la **honra** y el **honor**.
El público político en la etapa barroca
En lo referente al público político de esta etapa, la figura del padre **Feijóo** es importante. Éste, con su actitud preilustrada, es un puente entre dos concepciones distintas en el estudio de la opinión: la tacitista y la ilustrada (finales siglo XVII y principios del XVIII). Para muchos autores, Feijóo es el padre del **ensayismo hispánico**. Con el ensayo, descubre el público lector para la vida política e intelectual. En las “Cartas Eruditas”, se manifiesta como uno de los primeros comentaristas de Rousseau en España. El Discurso sobre las “Letras y las Ciencias” (1750) recoge la expresión ‘**opinion publique**’ por primera vez. La difusión de este discurso en España fue tan grande que Feijóo lo comenta con desprecio, pero no advierte ni llama la atención sobre la nueva expresión. La expresión – **opinion publique** – en autoría de **Rousseau**, circulará por España con la introducción del “Contrato Social”. La transformación del público lector en público político, auténtico sujeto de la opinión pública en el siglo XVIII, pasa por el irremediable baño racionalista e ilustrado.
Los dos ámbitos públicos en que con más intensidad se instala el público político son las **sociedades** y los **diarios**. En ambos es donde surgieron los primeros esbozos y preocupaciones sobre la **publicidad política** y la **opinión pública**. A través de estas sociedades entrarán también las ideas fisiocráticas y los nombres de **Necker** y de **L. Sebastian Mercier de la Riviere**, primeros formuladores de la doctrina de la opinión pública. En España, es Don **Francisco de Cabarrús** quien primero hablará del **Tribunal de la opinión pública** y del mismo público ilustrado. En **Jovellanos**, la opinión pública es descrita y entendida como fuerza política. Los ámbitos públicos, el tribunal de la opinión pública, la opinión pública como fuerza política, son los temas que Jovellanos coloca en una nueva perspectiva. Además, fue el primero que en España comienza uno de sus escritos. La idea de la opinión pública como juez de la vida política surge contundentemente a través de este escrito.
El radicalismo inglés, y en concreto **Jeremías Bentham**, es la otra gran fuente de inspiración para todos aquellos que aspiran a gobernar dentro de un régimen de opinión. Entre los moderados, como clásicos del conservadurismo español, es entre quienes encontramos las más completas reflexiones sobre la opinión pública. Antes de que la opinión pública pase a entenderse de forma generalizada como uno de los elementos esenciales del funcionamiento político del estado, ya existía una fuerza social perceptible y bien identificada desde hacía mucho tiempo que respondía muchas veces a esa denominación moral de la opinión. Es el caso de **Montaigne**.
3.2 La opinión pública en los ámbitos académicos
Es en el ámbito de la **Institución Libre de Enseñanza** donde aparecen los primeros escritos y estudios de alcance universitario y científico en torno a la opinión pública. Entre mediados del siglo XIX y principios del XX, la discusión intelectual sobre la opinión pública gravitará de los principios filosóficos y morales defendidos por los institucionistas. Quienes empiezan a tratar la opinión pública como objeto de estudio e investigación universitaria son todos ellos hombres procedentes del derecho. Así mismo, se confiere una dimensión de coetaneidad europeísta a la mayoría de los escritos publicados.
Los autores de este proceso se encuentran con la opinión pública cuando escriben o investigan sobre el estado, el régimen político o la comunidad en términos generales. La atención prestada a la opinión pública durante estos años pasa por el **krausismo** jurídico-político de la primera generación, por el **krausopositivismo** posterior, y por una introducción decidida y firme en el campo de las **Ciencias Sociales**. El krausismo es un intento de reconciliar el racionalismo con la moral. La Restauración canovista supondrá un giro intelectual y filosófico que propiciará la evolución del krausismo hacia el positivismo. Poco a poco se irá imponiendo en España una mentalidad científica. La evolución del krausismo al positivismo será un lento proceso en el que destacarán de manera especial los nombres de **don Francisco Giner**, **Gumersindo de Azcárate**, **Urbano González Serrano**, **Nicolás Salmerón**, **Manuel Sales y Ferré** y **don Adolfo Posada**.
Alberto López Selva, por ejemplo, es un autor totalmente desconocido por los autores españoles que han escrito en torno a la opinión pública con posterioridad a la Segunda República. **Adolfo Posada** supo introducir y estudiar el fenómeno de la opinión pública. En 1909, **Sales y Ferré**, en parte, con su Tratado – que lógicamente sería su libro de texto – introduce el estudio de la opinión pública en las aulas universitarias.
La opinión pública estaba impregnando ambientes y lugares de discusión y debate distintos al universitario, como la **Academia de Legislación y Jurisprudencia**, **Ateneo de Madrid** y **Academia de Ciencias Morales y Políticas**. En la **Academia de la Lengua**, en algunos de los Discursos de Recepción o de Contestación, podemos encontrar comentarios o alusiones a la opinión pública en aquellos que tratan de la prensa o del periodismo en general. La opinión pública como preocupación aparece tratada en un conjunto de temas que **Ortega y Gasset** recupera periódica y periodísticamente a lo largo de su dilatada obra. La Restauración como momento histórico le permite a Ortega plantearse, en numerosas ocasiones, la pregunta – que contestará de diferentes formas – de si en España hay o no opinión pública. Opinión pública que sustente la monarquía, los partidos turnantes, que se interese por el Estado, etc.
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