17 Sep

Contexto de Desarrollo y Conflictividad

El desarrollo económico de la época franquista propició un mayor bienestar social, pero también generó una creciente conflictividad. La ley de prensa, aunque proporcionaba una información más fluida, seguía estando controlada por el régimen. La universidad se convirtió en un foco de protesta constante desde 1964, denunciando la falta de legitimidad democrática del régimen. Las huelgas obreras, prohibidas y reprimidas, se hicieron cada vez más frecuentes. El nacionalismo resurgió con fuerza, y algunos sectores de la Iglesia, como el clero vasco y sacerdotes en contacto con el mundo obrero, comenzaron a manifestar su disconformidad con la falta de libertades. Se observó un proceso de secularización, una «crisis de vocaciones» y una mayor defensa de los derechos civiles, lo que llevó a una progresiva separación entre la Iglesia y el Estado.

La propaganda del régimen franquista insistía en que la única oposición existente era la del Partido Comunista (PC), tildando de comunista a cualquiera que se manifestara en contra. Sin embargo, la oposición era mucho más amplia, aunque su eficacia se veía limitada por la división interna. Diversos sectores reclamaban libertades democráticas, pero la respuesta del régimen fue la creación de Tribunales especiales, condenas, cierres de universidades y estados de excepción.

Movimientos de Oposición

Movimientos Estudiantiles

En febrero de 1956, se inició una recogida de firmas para celebrar un Congreso de Estudiantes independiente del Sindicato Español Universitario (SEU), la organización estudiantil oficialista. Los líderes del movimiento fueron detenidos, y Franco, en un intento de mantener el equilibrio, cesó al Ministro de Educación (el democristiano Ruiz Jiménez) y al Secretario General del Movimiento (falangista). Aunque las manifestaciones estudiantiles no representaron un peligro real para el régimen, tuvieron un gran valor simbólico. La represión sufrida provocó que la oposición estudiantil no volviera a manifestarse abiertamente hasta la década de 1960.

En febrero de 1965, se produjeron nuevas manifestaciones contra la falta de libertad en la universidad, encabezadas por profesores que fueron apartados de sus cátedras. Se produjo una atomización y radicalización de los sindicatos estudiantiles, algunos de los cuales se acercaron a la extrema izquierda, como la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y la Liga Comunista Revolucionaria (LCR). La intensidad de las revueltas estudiantiles, que coincidieron con numerosas huelgas obreras, llevó al régimen a proclamar el estado de excepción en 1969. La alteración del orden público provocó una mayor represión, que a su vez generó un rechazo cada vez mayor. Algunos de estos grupos estudiantiles se convertirían en cuadros políticos tras la muerte de Franco.

Movimientos Políticos

Las protestas estudiantiles convencieron a la oposición en el exilio de la necesidad de actuar dentro del país. Un momento clave fue la reunión de Munich en 1962, de la que se excluyó a los comunistas, con el pretexto de debatir la inclusión de España en la Comunidad Económica Europea (CEE). En Munich se reunieron un centenar de dirigentes de la oposición interior y del exilio, con el objetivo de coordinar esfuerzos para acabar con la dictadura. Sin embargo, no se logró un consenso, y ante la inoperancia de la oposición política, se optó por la movilización social.

Conflictos Sociales

Los obreros fueron protagonistas de importantes conflictos sociales. La huelga se convirtió en el principal «arma de subversión». Los convenios colectivos no se negociaban como en el resto de Europa, y la organización sindical oficialista suplantaba la representación real de los trabajadores. Los conflictos, que en principio tenían un origen laboral, se politizaban debido a la actitud de la patronal y al inmovilismo del régimen, lo que hacía inevitable la intervención policial. Estas huelgas se concentraban en zonas industriales, con empresas metalúrgicas y con más de 100 trabajadores.

La Iglesia había creado las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) con fines evangélicos, pero estas organizaciones terminaron convirtiéndose en un movimiento social reivindicativo. El régimen, temeroso de reprimir a una institución teóricamente de derechas, dudó en actuar contra ellas. Cuando finalmente las HOAC fueron suprimidas, muchos de sus miembros se integraron en Comisiones Obreras (CC.OO).

A comienzos de la década de 1960, el régimen franquista comenzó a permitir la celebración de elecciones sindicales. El PCE, convencido de que actuando dentro de la legalidad del régimen sería más fácil acabar con él, promovió la participación en estas elecciones. Para ello, creó las CC.OO con el objetivo de llevar a cabo una política de reivindicaciones. En 1966, las CC.OO se habían convertido en el grupo sindical con mayor implantación. Las Comisiones Obreras presentaban sus peticiones y luego se disolvían, pero con el tiempo fueron defendiendo intereses tanto materiales como políticos, adquiriendo una gran capacidad de movilización, aunque su organización era todavía escasa.

El franquismo reaccionó con una campaña de desprestigio e injurias contra los participantes en las CC.OO. En los últimos años del franquismo, las huelgas se multiplicaron, extendiéndose al sector terciario, y destacaron las «huelgas por solidaridad», que indicaban que el principal factor de conflictividad no era solo el trabajo, sino el propio régimen. La represión se hizo menos violenta y más «legal». También surgieron movimientos vecinales, con asociaciones en barrios obreros que reivindicaban infraestructuras básicas. Muchos de los activistas de estos movimientos serían elegidos concejales en las elecciones municipales de 1979.

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