26 Jul

1.1 Sociedad y economía en el Paleolítico y Neolítico. La pintura rupestre.

La prehistoria en la Península Ibérica se inició con los primeros homínidos, hace aproximadamente 800 mil años, y finaliza con la aparición de las primeras fuentes escritas en el último milenio antes de Cristo.

El Paleolítico es la etapa más larga de la Prehistoria (800 mil al 8 000 a. C.). Las sociedades paleolíticas tenían una economía depredadora y vivían de la caza, la pesca, la recolección y el carroñeo. Eran grupos nómadas que vivían en cobijos o abrigos naturales y se desplazaban en grupos reducidos, poco jerarquizados, sin división de trabajo, ni propiedad privada.

La transformación climática del Mesolítico permitió la Revolución Neolítica desde el año 5 000 hasta el 2 500 a. C.

Esta supuso un cambio trascendental en la forma de vida, ya que comenzaron a producir su propio alimento mediante la agricultura y la ganadería. El ser humano se sedentariza en poblados estables, los excedentes agrarios favorecen el crecimiento de la población, empieza la división del trabajo y la propiedad privada. A nivel tecnológico, se desarrolla la piedra tallada pulimentada, los tejidos y la cerámica. A finales del Neolítico y durante la Edad de los Metales se desarrolló la arquitectura megalítica (Dolmen de Menga).

En el Paleolítico superior, entre 40.000 y 15.000 años a.C., se desarrolla el arte rupestre cantábrico (Cuevas de Altamira, El Castillo y Tito Bustillo). Son pinturas naturalistas y polícromas de animales aislados que realizan en las cuevas, con función mágico-religiosa.

Durante el Mesolítico y Neolítico hacia el 7.000-4.000 a. C., se desarrolla el arte rupestre levantino (abrigos de la Valltorta y El Cogul) con representaciones escenas de humanas, esquemáticas y monocromas o con ocre y marrón.

1.2 Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: fenicios y griegos. Tartesos.

Durante la Edad de Hierro, la península Ibérica era un mosaico de pueblos de origen indoeuropeo mezclados con la población indígena. Las diferencias culturales permiten distinguir en:

Los pueblos íberos no tenían unidad política, pero sí una lengua común. Habitaron el sur y Levante, vivían en ciudades-estado fortificadas controladas por una élite militar. La base de su economía fue la agricultura, la ganadería y el comercio con fenicios y griegos de los que tomaron el alfabeto, la moneda y la escultura funeraria (Damas de Elche y Baza).

Los celtas fueron pueblos que se asentaron en la meseta y el noroeste. Vivían en pequeños asentamientos fortificados, formados por tribus. Su principal aportación fue el uso de la metalurgia del hierro. Su economía se basaba en la ganadería, sin apenas agricultura o comercio.

En las zonas donde se fusionan con los íberos, dan lugar a la cultura celtibera.

Tartessos, los más antiguos, aparecen en Andalucía occidental, Extremadura y sur de Portugal, alcanzando su máximo apogeo en el siglo VIII y VI a. C.

Tenían una monarquía fuerte y una economía próspera basada en la ganadería y minería de metales preciosos. Desarrollaron la orfebrería en oro. Del comercio con fenicios y griegos tomaron objetos de lujo, prácticas funerarias, el alfabeto y quizás la esclavitud. Tenemos aún poca información, solo algunos escritos griegos y pocos yacimientos. A partir del primer milenio, se asentaron en la Península diversos pueblos colonizadores procedentes del Mediterráneo oriental. Los fenicios, procedentes del actual Líbano, fueron los primeros en establecerse en el sur y este peninsular hacia el siglo IX a. C. donde fundaron colonias como Gadir o Malaka dedicadas al comercio de metales. En la Península introdujeron el hierro, la vid, la rueda, la cerámica de torno y la escritura alfabética.

Sus rivales comerciales, los griegos se asentaron en la costa noreste peninsular donde fundaron Emporion. Se dedicaron al comercio de metales, esparto, el cultivo del olivo y la vid, e introdujeron la moneda, el alfabeto griego y la escultura.

A partir del siglo V a. C, Cartago, colonia fundada por los fenicios, tomó el control del comercio del Mediterráneo, en competencia con los griegos. Los cartagineses, que ocuparon entonces el sur peninsular fundaron Cartago Nova e Ebussus, comenzaron la conquista militar de la Península hasta su derrota frente a Roma.

1.3 Conquista y romanización de la Península Ibérica. Principales aportaciones romanas en los ámbitos social, económico y cultural.

La conquista romana de la Península Ibérica fue un largo proceso que se inició tras la derrota de Cartago en la II Guerra Púnica (218 a. C.). La conquista consta de tres etapas: la primera supone el fin del dominio púnico y la conquista de la costa mediterránea hasta el valle del Guadalquivir. En la segunda etapa los romanos sometieron a los pueblos de la Meseta, a pesar de la resistencia de lusitanos y celtiberos. La conquista se completó tras las Guerras Cántabras, con la integración del norte peninsular bajo el mandato de Augusto (s. I a. C.) que inaugura un largo período de paz, Pax Romana.

Tras la conquista, los romanos comienzan la romanización de las estructuras políticas, jurídicas, administrativas, económicas, sociales y culturales a los pueblos conquistados. En Hispania fue más intensa en el sur y Levante, y menos profunda y más tardía en el centro y en el norte, menos desarrollado y poco urbanizado. La población se mezcló con los colonos romanos y se impuso el modelo de organización social romana patriarcal y muy jerarquizada, donde las personas tenían distintos derechos.

  • La base de su economía eran los esclavos, sin derechos
  • La masa trabajadora no son ciudadanos con privilegios.
  • La aristocracia, forman el reducido número de ciudadanos con privilegios

La economía hispánica era colonial, es decir Hispania provee de materias primas a Roma y volvían en productos manufacturados a un precio superior. Este desarrollo comercial introdujo el denario romano. En la agricultura introdujeron la tríada mediterránea. El legado cultural romano es muy amplio: su derecho es el origen de nuestro derecho actual. Con Roma se consolidó la vida urbana y la división administrativa en provincias de toda la Península. El latín es el punto de partida de las lenguas romances peninsulares y la cultura grecolatina es la base de nuestra cultura occidental, como lo es el cristianismo, que en el Bajo Imperio Teodosio convirtió en religión oficial. Por último, destacar el desarrollo de obras de ingeniería y arquitectónicas que forman parte de nuestro patrimonio cultural.

1.4 El reino visigodo: origen y organización política. Los concilios.

En el siglo V el Imperio romano es invadido por los pueblos del norte y como consecuencia penetraron en Hispania vándalos, suevos y alanos. Roma firmó un pacto con los visigodos, por el que se les permitió fundar el reino de Tolosa en el sur de la Galia y en Hispania. En el siglo VI, tras ser derrotados por los francos en Vouillé (507) crearon en Hispania el reino de Toledo, que durará hasta principios del siglo VIII cuando Don Rodrigo pierda la Batalla de Guadalete (711) ante los musulmanes. A pesar de la fuerte segregación, los visigodos llevarán a cabo durante los siglos VI y VII un triple proceso de reunificación peninsular:

  • La unificación del reino desde el punto de vista territorial se produjo con Leovigildo que conquistó el reino suevo y Suintila que expulsó a los bizantinos, aunque no logran someter a los vascones.
  • Recaredo logró la integración religiosa al abandonar el arrianismo y convertirse al catolicismo en el III Concilio de Toledo (589).
  • Recesvinto consiguió la unificación jurídica promulgando el Fuero Juzgo (654), basado en el Derecho romano.

Los visigodos fueron una sociedad ruralizada y autosuficiente, con ciudades y comercio en declive, y la cultura dominada por la Iglesia. La monarquía electiva visigoda, muy debilitada por numerosas disputas sucesorias, dependía del apoyo de la Iglesia y la nobleza, que controlaban las zonas rurales y llegaron a alcanzar un poder e influencia sobre la vida política que antes no tenían. La nobleza participará en dos instituciones de gobierno. El Aula Regia, asamblea consultiva que asesoraba al rey y el Oficio Palatino, integrado por nobles de confianza que colaboraban en el gobierno. La nobleza también controlará las ciudades y las provincias

Por otro último, la Iglesia consiguió poder político a través de los concilios, que inicialmente fueron asambleas eclesiásticas.

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