26 Jul
**LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA**
Tras el convulso Sexenio Democrático, la política española entró en un periodo conservador, marcado por la estabilidad, conocido como Restauración. El fracaso de la I República provocó que los partidarios de la restauración borbónica comenzasen a buscar apoyos tanto dentro como fuera del país. El principal defensor del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II, fue Cánovas del Castillo, que hizo firmar al príncipe el “Manifiesto de Sandhurst”. El manifiesto, que fue dado a conocer por la prensa española a finales de diciembre de 1874, encontró suficientes apoyos. Así lo demostró el pronunciamiento del general Martínez Campos. El triunfo del levantamiento supuso el restablecimiento de la casa Borbón, en la persona de Alfonso XII.
**EL SISTEMA CANOVISTA**
Alfonso XII desembarcó en Barcelona en enero de 1875; inmediatamente firmó un decreto por el que ratificaba a Cánovas del Castillo en la presidencia del Consejo de Ministros y nombraba a todos los ministros del gobierno. El nuevo régimen político es conocido como “Sistema Canovista” ya que fue Cánovas del Castillo su creador tomando como modelo el sistema británico: consistía en una monarquía parlamentaria en la que dos partidos se turnarían pacíficamente en el poder.
Cánovas trató de articular su sistema por medio de unos partidos que coincidieran ideológicamente en lo esencial, asegurar la gobernabilidad y evitar la constante injerencia del ejército era su objetivo fundamental. Eso le permitiría integrar a un amplio espectro político que iba desde los antiguos moderados hasta los constitucionalistas de Sagasta. Los dos partidos del sistema fueron el Partido Conservador creado por el propio Cánovas y el Partido Liberal. Liderado por Sagasta. Fuera del proyecto canovista se quedarían, por la derecha, los elementos más conservadores y los carlistas. Por la izquierda, los radicales de Ruiz Zorrilla, los republicanos y a los movimientos nacionalistas y socialistas. Se trataba, por tanto, de un falso régimen parlamentario ya que los dos partidos, conservadores y liberales, solo representaban los intereses de la burguesía.
Los dos partidos se turnaban atendiendo al criterio del monarca, que era el encargado de apreciar si la situación política exigía el cambio de partido en el gobierno. Casi todo quedaba, pues, a merced del criterio discrecional del monarca. Convocadas las elecciones comenzaba el fraude electoral: Desde Madrid se transmitían instrucciones a los gobernadores civiles de cada provincia, estos elaboraban la lista de los candidatos que debían salir elegidos en cada localidad y se lo comunicaban a los caciques locales que se encargaban de la manipulación de los resultados electorales mediante diversos procedimientos que iban desde las amenazas, a la falsificación del censo o el “pucherazo”.
**EL TURNO DE PARTIDOS**
Alfonso XII reinó entre 1874 y 1885. El gobierno lo ejerció habitualmente el Partido Conservador, salvo de 1881 a 1884 en que, con el primer gobierno del Partido Liberal, se inició la práctica del turno pacífico. Con Cánovas en el poder los éxitos principales tuvieron que ver con la pacificación bélica: Así, en 1876 se consiguió el fin de las guerras carlistas, y en 1878 de la insurrección cubana (Paz de Zanjón). Con Sagasta se acometieron algunas medidas liberalizadoras: Se autorizó la propaganda republicana, se levantaron las suspensiones de algunos periódicos, los profesores que habían sido apartados de sus cátedras las recuperaron, etc. El momento más delicado para el sistema llegaría en noviembre de 1885 con la muerte prematura de Alfonso XII. La reina se encontraba embarazada, el nacimiento, en mayo de 1886, de un heredero varón el futuro Alfonso XIII contribuyó a perpetuar el sistema.
**LA CONSTITUCIÓN DE 1876**
Es una clara muestra de liberalismo doctrinario, caracterizado por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y el Rey. Concedía amplios poderes al monarca como nombrar y separar libremente a los ministros; sancionar y promulgar las leyes; convocar, disolver y suspender las Cortes. Era una constitución de carácter conservador e inspirada en los valores históricos de la monarquía, la religión y la propiedad. Su gran ventaja radicaba en su elasticidad; es decir, un articulado poco preciso que era compatible con gobiernos distintos. Se podrían variar las leyes ordinarias sin tener que cambiar la Constitución; se evitaba, así, que cada cambio de gobierno supusiera un cambio constitucional.
Las Cortes eran bicamerales, con un Senado elitista y conservador compuesto por senadores vitalicios por derecho propio y senadores vitalicios nombrados por el mismo rey. El Congreso era electivo. Sagasta restauró el sufragio universal masculino en 1890. En la cuestión religiosa se impuso la posición de Cánovas, aunque con cierta ambigüedad: Se declaraba el catolicismo como religión oficial del Estado. También contaba con una amplia declaración de derechos aunque se verían muy limitadas por las leyes ordinarias.
El Estado se organizaba de forma centralizada. Se suprimía la autonomía local, los municipios quedaban subordinados al poder ejecutivo. Se establecía la igualdad jurisdiccional para todo el territorio. Se suprimieron los fueros vascos. Y se estableció la igualdad fiscal y el servicio militar obligatorio nacional.
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