18 Jul

La Restauración Borbónica (1874-1902)

Sistema Político

La Restauración Borbónica se basó en el sistema político ideado por Cánovas del Castillo, el turno de partidos, apoyado en la Constitución de 1876. Dos partidos políticos protagonizarían el turnismo: el Partido Conservador y el Partido Liberal, que se fortaleció con la firma del Pacto de El Pardo a la muerte de Alfonso XII, manteniendo el sistema a lo largo de la Regencia de María Cristina (1885-1902), superando momentos críticos como la Guerra de Cuba y la muerte de Cánovas en 1897 a manos de un anarquista.

Oposición al Sistema

La oposición al sistema político de la Restauración no supo aprovechar ni la corrupción del sistema ni la pasividad de la población. La componían las fuerzas políticas no integradas en el sistema:

  • Carlistas: Tras su derrota en 1876, se dividieron en dos grupos: los que rechazaban el régimen, liderados por Ramón Nocedal, y los liderados por Vázquez de Mella, que formarían un partido y lucharían dentro de la legalidad.
  • Republicanos: Estaban muy desunidos. Castelar lideraba a los posibilistas, que colaboraron con el partido de Sagasta. Salmerón y Pi i Margall estaban divididos en su concepción de la República: Salmerón defendía una República unitaria, y Pi i Margall, una federal. Ruiz Zorrilla y su grupo eran partidarios de la lucha armada.
  • Nacionalismos y regionalismo: Surgieron como nuevas oposiciones al sistema de la Restauración, alcanzando un gran desarrollo en los años finales del siglo XIX. Sus objetivos eran la creación de instituciones propias o autonomía administrativa, y en otros casos, lograr la independencia. Esto suponía un modelo de Estado descentralizado, opuesto al centralista del sistema canovista.

Nacionalismos

Cataluña

En Cataluña nació un movimiento cultural, conocido como Renaixença, que trataba de recuperar la lengua y la cultura catalanas. El catalanismo cultural dio paso a la actividad política que afirmaba la existencia de una nacionalidad catalana y reivindicaba un mayor autogobierno para Cataluña. Un paso importante para la consolidación del catalanismo fue la creación de la Unió Catalanista (1891), que aprobó las bases para la Constitución Regional Catalana. En 1901 se creó la Lliga Regionalista, fundada por Prat de la Riba y Cambó, que defendía una participación más activa en la política y tener más representación en las instituciones que defendiesen los intereses del catalanismo.

País Vasco

En el País Vasco, el nacionalismo surgió por la abolición de los fueros en 1876 por la derrota carlista. Aunque en 1878 se aprobaron los Conciertos Económicos que permitían la autonomía fiscal, el nacionalismo criticó la industrialización, el capitalismo y los inmigrantes porque fracturaban la sociedad tradicional vasca, dentro de una línea de pensamiento católica y antiliberal. Destacó Sabino Arana, que proclamó que los vascos constituían una nación particular e independiente del resto de España. En 1895 fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en Bilbao.

Regionalismo gallego y de otras regiones

En Galicia, intelectuales y literatos gallegos emprendieron el camino de convertir la lengua gallega en una lengua literaria. Ello dio lugar al nacimiento del Rexurdimiento. En la última etapa de la Restauración, el regionalismo gallego fue adquiriendo un carácter más político, pero tuvo menor implantación social que el catalán y vasco.

Otros regionalismos, como el andaluz y el valenciano, iniciaron su andadura, con un menor peso político y social.

Movimiento Obrero

Con la Restauración, las asociaciones obreras pasaron a la clandestinidad hasta la aprobación de la Ley de Asociaciones (1887). El movimiento obrero y campesino estaba escindido en dos corrientes: anarquista y socialista.

Desde 1879 nacen organizaciones católicas como el Círculo Católico de Obreros. Los anarquistas se reorganizaron con la fundación de la Federación de Trabajadores de la Región Española-FTRE (1881), con mayor presencia en Cataluña, Aragón, Valencia y Andalucía. Las divisiones internas y la represión los llevaron a finales de los ochenta a un activismo sindical y reivindicativo, y una minoría se radicalizó (Mano Negra).

Los socialistas, refugiados en torno a la Asociación del Arte de Imprimir, presidida por Pablo Iglesias en 1874, fundaron en 1879 el PSOE y en 1888 la Unión General de Trabajadores (UGT) como sindicato del partido, cuyo objetivo era mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los obreros mediante la negociación, las demandas al poder político y la huelga. El PSOE y la UGT fueron hasta comienzos del siglo XX minoritarios, comparados con los anarquistas. Hasta 1900, gran parte de las acciones sindicales estaban penalizadas como delito y fueron duramente reprimidas.

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