08 Nov
La Proclamación de la Segunda República y el Bienio Reformista
La Proclamación de la República
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 se presentaron como un plebiscito entre monarquía y república. La oposición al régimen monárquico constituyó una coalición (Pacto de San Sebastián, 1930) para presentarse unida a las elecciones, mientras que los partidos monárquicos se presentaron divididos.
Los resultados electorales otorgaron un número de concejales similar a la coalición republicana y a los partidos monárquicos. Sin embargo, la coalición republicano-socialista triunfó en las grandes capitales y en las regiones industriales. El resultado evidenciaba un rechazo a la Monarquía y un deseo de cambio político. Ante esta situación, el rey Alfonso XIII suspendió la potestad real y abandonó el país hacia el exilio. El 14 de abril de 1931 se proclamó la República en medio del entusiasmo popular.
El Gobierno Provisional
Se formó un gobierno provisional integrado por republicanos, socialistas y catalanistas de izquierda, que inició las primeras reformas:
- Amnistía para los presos políticos y libertad de partidos y sindicatos.
- Leyes sociales para mejorar la situación de los jornaleros: jornada laboral de 8 horas y la Ley de Jurados Mixtos.
- Establecimiento de una Generalidad provisional de Cataluña, como paso previo a la autonomía.
En los primeros meses, el nuevo gobierno tuvo que afrontar algunos conflictos como la quema de conventos y las huelgas obreras convocadas por la CNT, que aspiraba a la revolución social.
En junio de 1931 se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes, que dieron la mayoría a la coalición republicano-socialista. La gran tarea que tenían las nuevas Cortes era elaborar una Constitución, que fue aprobada en diciembre de ese mismo año.
La Constitución de 1931
La Constitución reconocía el sufragio universal masculino y femenino y proclamaba la aconfesionalidad del Estado, aunque se respetaban todos los cultos y creencias. Presentaba una declaración de derechos individuales y establecía amplias libertades públicas y privadas. Reconocía el derecho a la propiedad privada, pero se facultaba al gobierno para expropiar bienes considerados de utilidad pública.
El poder legislativo residía en las Cortes (una sola Cámara), el poder ejecutivo en el Consejo de Ministros y en el Presidente de la República, mientras se asentaba la independencia del poder judicial.
El Estado se configuraba de forma integral, pero se aceptaba la posibilidad de constituir gobiernos autónomos en algunas regiones.
Una vez aprobada la Constitución, Niceto Alcalá Zamora fue elegido presidente de la República, mientras que Manuel Azaña presidía el gobierno formado por republicanos, socialistas y nacionalistas.
El Bienio Reformista (1931-1933)
Las Reformas Republicanas
El nuevo gobierno emprendió durante dos años la tarea de reformar el país en un sentido laico, democrático y descentralizado. Se pretendía dar solución a algunos de los graves problemas pendientes desde el siglo anterior, con el objetivo de modernizar la economía y la sociedad españolas.
1 La Reforma Militar
Manuel Azaña acometió la reforma del ejército, al que se consideraba atrasado técnicamente y con un exceso de mandos en relación con la tropa. Para ello, el gobierno elaboró una ley de retiro que posibilitó la jubilación de casi la mitad de los oficiales. Igualmente, se sometió el ejército al poder civil, se redujo el número de capitanías generales, se disolvió la Academia Militar de Zaragoza y se cambiaron aquellos mandos del ejército considerados contrarios a la República.
2 La Reforma Religiosa y Educativa
Se intentó disminuir el peso de la Iglesia católica y su influencia en la educación. La nueva Constitución separó la Iglesia del Estado, y por ello, se abolió el presupuesto de culto y claro, se prohibió la enseñanza a las órdenes religiosas y se disolvió la Compañía de Jesús. También se introdujeron el matrimonio y el entierro civiles y se elaboró una ley de divorcios.
El gobierno trató también de promover una educación laica y el Estado asumió la responsabilidad de la escuela pública.
3 La Reforma Territorial
La Constitución abrió el camino a la descentralización del Estado, ofreciendo la posibilidad de elaborar estatutos de autonomía y establecer gobiernos autónomos.
En Cataluña, el gobierno provisional de la Generalitat redactó un Estatuto de Autonomía que fue aprobado por las Cortes en 1932. En el País Vasco, se empezó la redacción de un estatuto, que fue aprobado en 1936.
4 La Reforma Agraria
La República abordó el problema del latifundismo. En algunas zonas de España, existían cientos de miles de jornaleros sin tierras y en una situación de extrema miseria.
Una ley del Gobierno, en 1932, decretó expropiables las grandes fincas que no se cultivaran y permitió distribuirlas entre los campesinos sin tierras.
La Oposición a las Reformas
1 Desde el Conservadurismo
El reformismo republicano tuvo que hacer frente a la oposición de los grandes propietarios agrarios, la jerarquía de la Iglesia Católica, una parte del ejército y amplios sectores de las clases altas y medias.
En 1932, un golpe de Estado, dirigido por el general Sanjurjo, fue frenado por el gobierno. Pero las fuerzas de la derecha se reagruparon en la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), con José María Gil Robles al frente.
De esta forma surgió un nuevo grupo de carácter fascista, la Falange Española (FE), dirigido por José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador. Los monárquicos (José Calvo Sotelo) y los carlistas también se unieron a la oposición.
2 Desde el Obrerismo
La UGT se radicalizó y algunos núcleos anarquistas, sobre todo los vinculados a la FAI, apostaron directamente por la insurrección armada para transformar de manera revolucionaria la sociedad española. Así protagonizaron algunos levantamientos (Alto Llobregat, en 1932; Casas Viejas, en 1933) que fueron duramente reprimidos por las fuerzas de orden público.
El Bienio Conservador y el Frente Popular (1933-1936)
Los Gobiernos de Derechas
La represión del levantamiento de Casas Viejas, donde tuvo lugar una matanza de campesinos por la Guardia Civil, hizo entrar en crisis al gobierno. Manuel Azaña presentó su dimisión como jefe del gobierno y el presidente de la República, Alcalá Zamora, disolvió las Cortes y convocó nuevas elecciones para noviembre de 1933.
Las elecciones fueron ganadas por los partidos de derecha y de centro y Alejandro Lerroux, del Partido Radical, fue elegido presidente con el apoyo parlamentario de la CEDA.
El nuevo gobierno inició un proceso de desmantelamiento de la obra reformista del bienio anterior: paralizó la reforma agraria, modificó la política religiosa, propiciando un acercamiento al Vaticano, y amnistió a los sublevados del golpe del general Sanjurjo. Esta situación provocó la radicalización de los partidos de izquierda.
Las Revueltas de 1934
En 1934 tuvo lugar una remodelación del gobierno, que dio entrada a tres ministros de la CEDA. Este hecho fue la chispa que encendió el estallido de revueltas en todo el país, aunque fue en Asturias y en Cataluña donde alcanzaron mayor gravedad.
En Asturias, la revolución tuvo un carácter más social. Los anarquistas, socialistas y comunistas, unidos, ocuparon la cuenca minera y proclamaron la revolución social. La revuelta fue sofocada por el ejército y estuvo seguida de una gran represión.
En Cataluña, donde el gobierno de la Generalitat conservó una coalición de izquierdas, fue el propio presidente Lluís Companys el que encabezó la insurrección, proclamando el Estado catalán dentro de la República Española.
El Frente Popular (1936)
Las desavenencias entre los partidos de la coalición gubernamental (Partido Radical y CEDA), y sobre todo los escándalos de corrupción en el gobierno (caso del estraperlo), llevaron a la convocatoria de nuevas elecciones en febrero de 1936.
Las fuerzas de centro-izquierda se presentaron agrupadas en el Frente Popular. Su programa consistía en recuperar las grandes reformas del primer bienio republicano y en conseguir la amnistía para los represaliados de 1934. La CNT, que no participaba en las elecciones debido a su apoliticismo, recomendó el voto a esa coalición.
La derecha acudió dividida entre el Bloque Nacional, liderado por Calvo Sotelo, que agrupaba a monárquicos y tradicionalistas, la CEDA y Falange Española. Su programa pretendía modificar la Constitución en un sentido conservador.
Las elecciones dieron la victoria al Frente Popular. En mayo, Manuel Azaña fue nombrado presidente de la República, y Santiago Casares Quiroga, jefe de gobierno.
La Preparación del Golpe de Estado
La división entre derechas e izquierdas, plasmada en el resultado electoral, se dejó sentir en la calle. Los sectores más radicales de la izquierda propugnaban la revolución social. Los extremistas de derechas, que contaban con el apoyo de un sector del ejército, defendían la necesidad de un golpe de Estado que pusiese fin a la República y al proceso de reformas.
Las tensiones entre los bloques opuestos desencadenaron un clima de violencia social, que culminó con el asesinato de Calvo Sotelo. Este clima de violencia fue el pretexto a partir del cual las fuerzas conservadoras, contrarias a la República, decidieron que había llegado el momento de interrumpir por las armas el proceso reformista republicano.
El Estallido de la Guerra Civil (1936-1939)
Del Golpe de Estado a la Guerra Civil
El 17 de junio de 1936 en Melilla, Tetuán y Ceuta, y el 18 de junio en la Península, un sector importante del ejército (Franco, Mola, Queipo de Llano…), al que se unieron tradicionalistas y falangistas, protagonizaron un golpe de Estado.
Se apoderaron de los órganos de gobierno de algunas ciudades y constituyeron una junta de altos cargos militares, con la intención de restablecer el orden y acabar con el gobierno del Frente Popular.
El gobierno tardó en responder, y en dos días los sublevados se habían hecho fuertes en Canarias, el norte de África, Pamplona, Sevilla, Castilla y León y parte de Aragón.
El 19 de julio, ante el clamor popular contra los rebeldes, José Giral, nuevo jefe de gobierno, se decidió a entregar armas a las milicias de los sindicatos y de los partidos del Frente Popular, para frenar el golpe y defender la legalidad republicana.
Igualmente, parte del ejército, de las fuerzas de seguridad republicanas y amplios sectores de las clases medias comprometidos con la República se mantuvieron fieles al gobierno.
Sin embargo, España quedó dividida en dos zonas, lo que supuso el desencadenamiento de una Guerra Civil.
La Internacionalización del Conflicto
La situación política europea en 1936 era muy tensa, desde el surgimiento del fascismo italiano y el nazismo alemán. Así, desde el primer momento, la Guerra Civil española alcanzó una gran repercusión internacional.
La guerra en España fue vista como una confrontación entre las fuerzas democráticas, y en parte revolucionarias, y los regímenes fascistas.
Los militares sublevados contaron desde el primer momento con ayuda alemana e italiana.
Para no agravar la tensión europea, Francia y Gran Bretaña impulsaron una política de neutralidad y no injerencia en la guerra española (Comité de No Intervención) a la que se sumaron otros países europeos. Pero los gobiernos italiano, alemán y portugués no retiraron su apoyo a los franquistas.
La no intervención perjudicó a la República, que se encontró sin la ayuda de las democracias europeas, pues Francia cerró su frontera, y Gran Bretaña decretó un embargo total a la República. Ante esta situación, la URSS se convirtió en su único apoyo militar, tanto con armas como con asesores.
La posición de los gobiernos no impidió una enorme oleada de solidaridad internacional con el bando republicano. Miles de voluntarios de los más diversos países llegaron a España para combatir en defensa de la legalidad republicana: eran las llamadas Brigadas Internacionales. Su papel fue muy importante en la defensa de Madrid y estuvieron en todos los frentes bélicos.
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