06 Nov

LA SOCIOLOGÍA COMO INTENTO DE COMPRENDER LA REALIDAD SOCIAL

Desde Comte o desde antes, la sociología nace como un intento de comprender la extraña realidad social de que está hecho el hombre. El prototipo es Weber, cuyo volumen sobre “Economía y sociedad” se inicia con unas páginas luminosas acerca del concepto de sociología y de la acción social. La sociología es una ciencia que pretende comprender la acción humana, una acción que se diferencia, se distingue, se modifica. Por “acción” debe entenderse una conducta humana. Este padre fundador de nuestra ciencia insiste en revivir la acción social, presente o histórica, procurando la evidencia endopática; hay evidencia endopática de la acción ajena cuando se revive plenamente la “conexión de sentimientos”. Para entender, se precisa la fantasía endopática: hay que observar e imaginar.

Weber sostiene que un posible método científico consiste en la construcción de tipos ideales: el militar, el sacerdote, el profesor… A principios del siglo XX, la sociología ya marcha con paso seguro. Simmel, nos dejó una Sociología que sigue leyéndose con interés. Su infatigable rastreo de las formas de socialización contiene datos históricos y finos enfoques que no han perdido validez. De Simmel podría decirse lo que Veblen consideraba sobre la preeminencia de los judíos en la cultura occidental: que no son congénitamente superiores; sobresalen en la cultura occidental porque actúan dentro de esa cultura sin que se sientan vinculados a ella por una devoción especial.

Pero Simmel se da cuenta de las dificultades que comporta la nueva ciencia. Por eso antepone un extenso capítulo sobre “El problema de la sociología”. En un sentido parejo, pasada la segunda Guerra Mundial, Robert Merton conoce que aún no estamos listos para elaborar algo así como una teoría general de la sociedad; propone que nos conformemos con teorías de alcance medio.

LA ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD: EL EJEMPLO ESPAÑOL

Cuando la sociología intentó comprender la vida social, algunos la compararon con el organismo humano. La sociedad funcionaría como un organismo y tendría una morfología y unos tejidos especializados. Pero como las sociedades europeas hervían, empezó a resquebrajarse la viejísima fe en la herencia y los hombres se pusieron a considerar que el individuo es hijo de sus obras. Durkheim insiste en ello en la “División”. Cervantes hace decir a don Quijote en varias ocasiones que cada uno es hijo de sus obras.

Que la sociedad tiene una determinada estructura, es evidente. Lo menos evidente es darse cuenta del movimiento que nos afecta. Muchos quieren negar la evidencia de la movilidad social, pero conviene recordar que no hay en las sociedades occidentales una figura de pirámide, sino que hemos pasado a una figura de cebolla. A las clases medias pertenece ya más de la mitad de población. Y en España, con algún retraso, lo mismo (hacia 1860 cabe estimar en un 4% a las “clases altas” y en un 20% a las “medias”). No han cambiado mucho las cosas hacia 1900 ni tampoco hacia la primera mitad. Pero en el curso de la segunda mitad del siglo XX, los procesos de cambio aceleran en España; las clases medias crecen con rapidez. En 1989, Salustino del Campo constata que España ha ingresado en la categoría de sociedad de clases medias. Es otro tipo de sociedad, más equilibrada.

Después de las transformaciones acaecidas en los últimos decenios, puede afirmarse que España ya no es tan diferente. Resumiendo: en tan solo tres décadas, la estructura demográfica española ha pasado de un perfil de sociedad semi-tradicional a una población estabilizada y madura que se diferencia todavía de sus vecinos europeos por su mayor proporción de jóvenes, teniendo en cuenta la fecha relativamente reciente en la que España adoptó un comportamiento social restrictivo en términos de natalidad. Ha sido tan restrictivo ese comportamiento, que hemos llegado a tener la fecundidad más baja del mundo. Nuestra pirámide de población se estrecha demasiado por su base. En 2005 se nota un crecimiento entre los nacidos en el primer lustro de siglo; la pirámide vuelve a ser tal por su base gracias a la población inmigrante. El peso de los menores de 15 años se estancó.

APROXIMACIÓN MIRCROSOCIOLÓGICA: PRESIÓN SOCIAL E IMITACIÓN

El concepto de presión social, básico en sociología, fue bien estudiado por Durkheim en “Las reglas del método científico”. Los hechos sociales deben ser tratados como cosas; son exteriores a los individuos, residen en la sociedad y presionan, coaccionan. Los postulados durkheimianos parecen verdaderos, pero tienen un punto de exageración. Si todos los hombres hubieran hecho siempre lo mismo que sus padres, no habríamos salido del Paleolítico. No ha sido así, siempre hubo y hay individuos que no se adaptan del todo. Con las restricciones y salvedades que se quiera, la libertad existe para quien quiera usarla. Algunos no se atreven o no quieren; Ortega decía que el tigre no se puede destigrar, pero el hombre se puede deshumanizar.

Quien fundaría la sociología de la educación, advierte ya en las “Reglas” que los hechos sociales son maneras de actuar, de pensar y de sentir que existen independientemente de las conciencias individuales. Esto lo llevó a considerar que la sociología tiene sustantividad, sin percatarse de que tales hechos sociales se hallan a fin de cuentas en los individuos. Sin embargo, es verdad que esas maneras de pensar, de sentir y de obrar, no son transmitidas por la educación. Durante la infancia y adolescencia nos hacemos con lo que se dice o se hace. La educación es una suerte de coerción. Y cuando se le reprocha la objetividad de sus reglas y se le pide que demuestre su vigencia inexorable, investiga el suicidio. Un poco antes, en Francia, Gabriel Tarde sostiene que la gente imita. A decir verdad, la imitación es selectiva, y cada uno tiene sus modelos. Todos los hombres son más o menos miméticos, y no solamente durante la infancia y la adolescencia. Julio Caro Baroja dice en una entrevista que el poder de mimetismo de la sociedad española es considerable.

EL MUNDO COMO TEATRO Y ESCENARIO

La idea del mundo como gran teatro es muy antigua. Ya Platón había discurrido así: pensemos que cada uno de nosotros, somos marionetas de los dioses, fabricados como juguetes de ellos, ya con algún fin serio, pues esto último no lo conocemos. Con variaciones, el símil escénico se trasmite a lo largo de la Edad Media, sin que nunca se olvide su carácter de farsa. Desde antiguo se es consciente de que vivimos en una especie de teatro. En España tenemos la famosa obra de Calderón “El gran teatro del mundo”.

Más perspicaz que nadie en la España de su tiempo, Cervantes observa que la vida humana es como una comedia. Don Quijote dice a Sancho: acontece en la comedia y trato desde este mundo, donde unos hacen los emperadores, otros pontífices, y finalmente todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero en llegando al final a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban y quedan iguales en la sepultura. Cervantes que había sido soldado victorioso en Lepanto y prisionero desgraciado en Argel, alcabalero y escritor de renombre, sabía lo que se decía. La vida de un hombre transcurre como si de una representación teatral se tratara.

En un libro, Sorokin escribe en términos parecidos. Sorokin agrega que para que la sociedad sobreviva conviene que los individuos en su mayoría se hallen bien distribuidos, es decir, tengan funciones adecuadas a sus cualidades personales. Sostiene que todas las sociedades de larga vida han tenido un complicado sistema de tests para seleccionar a sus miembros. En España tuvieron esa habilidad superlativa, la de elegir a las personas adecuadas para las tareas de responsabilidad, los Reyes Católicos.

Para lo que nos concierne, el texto más conocido procede de una obra de Shakespeare, el más grande escritor de Inglaterra. Éste advierte: el mundo entero es un escenario, /y todos los hombres y mujeres son meros actores; /tienen sus entradas y sus salidas, /y un hombre en su vida juega muchos papeles, /siendo sus actos siete edades… La edad es el buen criterio de clasificación: los hombres vamos siendo niños, jóvenes, maduros, viejos.

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