08 Oct

La Virtud: Camino a la Excelencia

La virtud es una cualidad que se alcanza mediante un esfuerzo constante para convertirnos en mejores individuos. Nos conduce a la excelencia. Actuamos con dos facultades: la inteligencia y la virtud.

Inteligencia y Virtud

Inteligencia: facultad que nos define como seres racionales y se relaciona con el conocimiento.

Virtud: nos define como seres morales y se relaciona con la acción.

Sócrates relacionaba la inteligencia con la acción; según él, solo actúa mal la persona ignorante.

Schopenhauer y Agustín de Hipona consideran que la voluntad es lo que caracteriza al ser humano: somos lo que decidimos, lo que hacemos y construimos con nuestras vidas.

Karl Marx afirma que no podemos juzgar a las personas por lo que piensan de sí mismas. No debemos esperar que los demás nos consideren mejores por el mero hecho de que nos creamos que lo somos.

La voluntad humana se mueve por los valores que nos presenta la inteligencia.

La Felicidad: El Bien Supremo

La felicidad no es simplemente vivir bien y tener éxito, pues no está claro qué significa «vivir bien». Para la persona enferma, vivir bien es tener salud; para la persona pobre, será la riqueza; y para quien es consciente de su ignorancia, será alcanzar más conocimientos.

Según Aristóteles, la felicidad no consiste en el placer, pues este es el resultado de una acción bien hecha, sea fisiológica (como una buena digestión) o intelectual (como oír una canción que nos gusta). Tampoco está en la fama y el honor si no son merecidos. Si el honor es merecido, implica virtud; por tanto, el fin último no es el honor, sino la virtud.

El Origen de la Virtud

La palabra «virtud» proviene del latín virtus-virtutis, que deriva de vir («varón, guerrero») y se relaciona con el valor. También se relaciona con vis, que indica «fuerza». En griego, virtud se dice areté y se refiere a realizar una actividad o usar una facultad de forma excelente.

Aristóteles argumenta que la virtud no reside en la vida vegetativa (alimentarse y crecer), ni en la vida de los sentidos, que compartimos con los animales. Reside en la vida intelectual, la vida racional, pues la razón es lo que nos diferencia. Así, la virtud es el ejercicio excelente de la actividad racional, del conocer y del querer. Consiste en realizar y perfeccionar la naturaleza humana.

El Alma: Racional e Irracional

El alma era lo que explicaba la vida, y tras la muerte quedaba el cuerpo inanimado. Según Aristóteles, el alma humana tiene un componente racional y otro irracional.

  • Racional: virtudes intelectuales.
  • Irracional: virtudes éticas o morales.

Las virtudes se relacionan con los valores (lo bueno), mientras que los vicios son contravalores (lo malo). Alabamos lo bueno y censuramos lo malo.

Aristóteles destaca virtudes intelectuales como la prudencia, la astucia, la presencia de ánimo, la sabiduría, la formación y la memoria. La virtud intelectual impone la razón a la vida irracional y regula nuestras pasiones y acciones morales.

La Importancia de la Moralidad

Aristóteles llama «alma irracional» a la parte de nuestra personalidad sometida a pasiones y acciones descontroladas, que no obedece espontáneamente a la razón. Sin embargo, esta dimensión es una fuente de energía que nos impulsa a actuar, amar o querer, y sin ella no podríamos vivir ni realizar nuestros proyectos. Para que sea provechosa, debe ser encauzada por la razón; en esto consiste la moralidad.

La moralidad nos hace mejores, pues las virtudes morales regulan las acciones y pasiones del alma irracional.

La Felicidad como Fin Último

Según Aristóteles, nuestras acciones siempre tienden a un fin que consideramos un bien. Hay fines y bienes subordinados a otros más importantes. Por ejemplo, aspiramos a un buen trabajo, un fin para el cual dirigimos acciones y esfuerzos.

Existe un fin y un bien al que tienden todos nuestros actos y que no depende de ningún otro: la felicidad, el bien supremo.

Aristóteles señala que un acto aislado no define a una persona. Se necesita un comportamiento constante y una actitud consciente para ser merecedor de un atributo. La virtud se adquiere con práctica y esfuerzo continuo.

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