03 Mar
En 1833, tras la muerte de Fernando VII, los partidarios de Carlos María Isidro, iniciaron una insurrección armada, la cual fue el inicio de una larga Guerra Civil entre los partidarios de don Carlos (defensores del absolutismo) y los defensores de la legitimidad del trono de Isabel II.
Los Carlistas se agruparon bajo el lema Dios, Patria y Rey, se opónían ferozmente a la centralización política (defendían el mantenimiento de los antiguos fueros) y al liberalismo. Cobraron fuerzas en el País Vasco, Navarra, parte de Cataluña, Aragón y Valencia.
La causa isabelina contó desde sus inicios con el apoyo de la alta nobleza y de los funcionarios, también con un sector de la iglesia. La regente se vio obligada a buscar la adhesión de los liberales y tuvo que acceder a las demandas de estos que exigían el fin del A.R y del absolutismo.
Los dos grandes focos carlistas estaban al mando del general Zumalacárregui y de Ramón Cabrera.
Debido a la debilidad del carlismo, el general Maroto acordó la firma del Convenio de Vergara con el general liberal
Espartero
El acuerdo establecía el mantenimiento de los fueros de las provincias vascas y Navarra, así como la integración de la oficialidad carlista en el ejercito real.
El proceso de revolución liberal.
Durante la regencia de María Cristina había un gobierno de un absolutista moderado, Francisco Cea Bermúdez, pero las tímidas reformas impulsadas por este gobierno no bastaron para atraer a los liberales. La causa isabelina necesitaba conseguir más apoyos, por los que nombro un gobierno encabezado por el moderado Martínez de la Rosa, que propuso la promulgación del Estatuto Real, el cual se entendía que era un camino hacia el acuerdo con los sectores absolutistas.
Mientras, el malestar social crecía y se produjeron protestas y motines que derivaron en asaltos y quemas de conventos, y se crearon juntas que demandaban el restablecimiento de la constitución de 1812, antes esto, la regento formó un nuevo gobierno encabezado por un liberal progresista, Juan Álvarez Mendizábal.
El primer objetivo de Mendizábal fue derrotar al carlismo, su segundo objetivo fue transformar el Estado en un sentido liberal y convocó elecciones a Cortes para reformar el Estatuto Real. También emprendíó la necesaria reforma agraria con la aprobación de la desamortización de tierras eclesiásticas y la supresión de las congregaciones religiosas. Las reformas de Mendizábal supusieron la total división entre moderados y progresistas.
María Cristina atendiendo a las peticiones de los moderados, destituyó a Mendizábal y dio el gobierno a los moderados. Estas medidas alarmaron a los progresistas que iniciaron en Andalucía un amplio movimiento revolucionario que se extendíó a toda la península. Se dio un motín de sargentos en La Granja, dnde veraneaba la familia real y obligaron a la regente a aceptar la Constitución de 1812.
El nuevo gobierno convocó elecciones a Cortes, que dieron una mayoría progresista los cuales redactaron una nueva constitución aprobada en Junio de 1837. Esta era mucho más corta que la de Cádiz y el objetivo de estas es que fuese aceptada por los progresistas y los moderados. Esta constitución reconocía el principio de soberanía nacional y una amplia declaración de derechos de los ciudadanos, pero también se le concedíó amplios poderes a la Corona que era uno de los elementos más conservadores. Se establecieron leyes como la Ley de Imprenta, que incrementó el control sobre los periódicos, y la Ley Electoral, que fijó un sufrago restringido, lo que permitíó ampliar el derecho al voto al 2,4% de la población.
El nuevo sistema significó también el impulso de una reforma agraria la cual tuvo tres componentes esenciales:
·La abolición de los señoríos, que hacía que la tierra pasase a manos de sus antiguos señores como propiedad privada.
·La desvinculación de mayorazgos que permitía vender libremente las tierras.
·La desamortización de bienes del clero, que incauto el patrimonio de este y fueron subastados públicamente.
La desamortización de Mendizábal perseguía tres objetivos: obtener recursos para abastecer al ejercito liberal, disminuir el déficit de la Hacienda y forjar una clase de propietarios defensores del liberalismo. Pero esta reforma agraria no supuso una redistribución de tierras entre los campesinos. La liberación del sistema económico se completó con la abolición de los diezmos eclesiásticos, de los privilegios de la Mesta y de los gremios.
Tras aprobar la constitución se convocaron nuevas elecciones en Octubre de 1837, que ganaron los moderados, los cueles frenaron la desamortización eclesiástica y se apoyó el sostenimiento de la iglesia mediante un presupuesto estatal. Debido al apoyo de la regente hacia los moderados, los liberales recurrieron a la insurrección y obligaron a María Cristina a marchar al exilio.
El general Espartero fue nombrado regente por los progresistas, pero pronto derivo hacia un marcado autoritarismo: fue incapaz de colaborar con las cortes y gobernó únicamente con su camarilla de militares, de este modo Espartero perdíó la popularidad que lo había llevado al poder. Una de sus acciones fue la aprobación de un arancel librecambista, que abría el mercado español a los tejidos de algodón ingleses, lo que provocó que la industria textil catalana se sintiera gravemente amenazada y se produjo un levantamiento en Barcelona, debido al cual Espartero bombardeó la ciudad y le declaro la guerra hasta conseguir su sumisión. Un nuevo levantamiento en que intervinieron también los moderados forzó el cese de Espartero y las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel a los 13 años.
Los primeros partidos políticos.
Estos primeros partidos tenían poco arraigo social, entre otras cosas porque el derecho a voto estaba muy restringido y que no había tradición parlamentaria. Estos no eran más que agrupaciones de personalidades alrededor de algún notable (civil o militar). Se trataban de corrientes de opinión vinculadas por relaciones personales o intereses económicos.
Durante el reinado de Isabell II se fueron configurando las grandes familias políticas, las grandes opciones del liberalismo fueron los progresistas y los moderados, y en medio de ambos surgíó la Uníón Liberal. También se configuraron opciones más radicales, que recogía aspiraciones populares, como el Partido Demócrata, que defendía el sufragio universal masculino y el Partido Republicano, que propugnaba la abolición de la monarquía.
La década moderada (1844-1854)
En las elecciones de 1844, los moderados consiguieron una amplia mayoría y el general Narváez formo un nuevo gobierno. Trataba de crear un sistema liberal que acabase con el dominio de la oligarquía (la gran burguésía terrateniente y financiera y algunos sectores de profesionales liberales y del ejercito). Para ello elaboraron la Constitución de 1845, la cual asentaba los principios del moderantismo. Se reguló la libertad de imprenta que paso a ser controlada por el gobierno, se establecíó la Ley electoral que establecíó un sufragio censitario restringido al 1%. Además, la ley facilitaba la intromisión del gobierno en las elecciones y el falseamiento de los resultados.
Se firmó un Concordato con la Santa Sede, por el que el Papado reconocía a Isabell II y aceptaba el proceso desamortizador, el cual quedaba en suspenso. El tratado se comprometía al sostenimiento de la Iglesia y le otorgaba competencias de educación y moral pública.
Se llevó a cabo una reforma fiscal que establecía la contribución directa sobre la propiedad y se impuso un impuesto sobre el consumo. Se aprobaron el Código Penal y el Código Civil.
Para el mantenimiento del orden público se creó la Guardia Civil y se impuso el servicio militar obligatorio. También se adoptó un único sistema de pesos y medidas, el sistema métrico decimal.
Los gobiernos moderados no consiguieron dar estabilidad política al Estado. Tuvieron que hacer frente a diversos conflictos entre ellos las acciones de los demócratas y republicanos. Los carlistas protagonizaron un nuevo levantamiento en Cataluña y el gobierno encaró estas situaciones mediante la represión.
Las divisiones internas del moderantismo y la lucha entre tendencias propiciaron la inestabilidad de los gobiernos que se mostraron incapaces de hacer frente a los problemas del país y a la fuerte oposición de los progresistas y demócratas, cada vez más apartados del sis
El bienio progresista (1854-1846)
La deriva autoritaria del régimen moderado precipitó el levantamiento de progresistas, demócratas y republicanos, y llegó a incorporar algunos sectores de los moderados. La acción se inició en Vicálvaro (Madrid), en Junio de 1854, con el pronunciamiento del general O´Donnell, un moderado descontento. Se incorporaron los progresistas al movimiento, que publicaron el Manifiesto de Manzanares, que era de contenido reformistas y se desencadenó una revuelta popular y la formación de unas juntas revolucionarias.
Isabel II se vio obligada a aceptar el restablecimiento inmediato de la Milicia Nacional y de las libertades, un gobierno presidido por Espartero y con O´Donnell como ministro de guerra, y la convocatoria de Cortes constituyentes con la ley electoral de 1837.
Esta alianza condujo a la formación de la Uníón Liberal, que reflejo el acuerdo entre O´Donnell y Espartero. Las nuevas Cortes redactaron una Constitución (1854) que no llegó a publicarse. Este nuevo gobierno impulsó importantes reformas que dieron lugar a una etapa de desarrollo y expansión económica hasta 1866, cuando se inició una grave crisis económica.
Las Cortes aprobaron una nueva Ley de Desamortización civil y eclesiástica, obra de Pascual Madoz. También se adoptó una Ley General de Ferrocarriles que regulaba e incentivaba la construcción de líneas ferroviarias y ofrecía amplias ventajas a las empresas que invirtiesen, esto atrajo a empresarios extranjeros. Esta legislación se completó con nuevas iniciativas, como la puesta en marcha del telégrafo, la ampliación de la red de carreteras, el fomento de las sociedades por acciones y de la actividad bancaria y el desarrollo de la minería.
El nuevo gobierno tuvo que hacer frente a una grave crisis de subsistencias que, unida a una epidemia de cólera acentúo notablemente el malestar social. Esto provocó un importante levantamiento del campesinado y se produjeron motines populares. Aunque el gobierno tomó medidas conciliadoras, los métodos represivos del capitán general de Cataluña provocaron importantes huelgas obreras en petición de una ley que regulase las relaciones de trabajo y de libertad sindical.
Ante la conflictividad social, algunos jefes militares tomaron medidas represivas aceptadas por el general O´Donnell, esto provocó el enfrentamiento con el gobierno de Espartero q se opónía a estas medidas. La reina intervino en favor de O´Donnell que lo nombró jefe del ejecutivo y se proclamó el estado de guerra. Se produjeron movimientos de resistencia en defensa del gobierno progresista y finalmente O´Donnell puso fin al bienio.
¿Por qué no hubo normalidad constitucional en la España Isabelina?
El nuevo estado liberal se vio influido por la constante intromisión del ejército, la intromisión de la Corona en asuntos políticos, la influencia de las camarillas, el falseamiento de las elecciones y la frecuente suspensión de las garantías constitucionales.
La fuerte presencia militar en el Estado era debido al prestigio del ejercito adquirido durante las guerras. Los militares tanto moderados como progresistas, recurrían a los pronunciamientos para derribar a los gobiernos.
La debilidad del sistema liberal estuvo favorecida por un sufragio muy restringido y por unas leyes que permitían el control y la manipulación de los resultados electorales.
La desintegración de la monarquía (1857-1868)
Tras el golpe militar de 1856, O´Donnell restablecíó la Constitución de 1845, pero perdíó la confianza de la reina que nombró nuevo presidente a Ramón María Narváez. Este intentó volver a la situación anterior a 1854. Entre las reformas emprendidas, se aprobó la Ley de Instrucción Pública impulsada por el ministro Moyano, con el objetivo de disminuir el analfabetismo en España. Narváez fue destituido por la reina y se inició un periodo de inestabilidad que se cerró cuando Isabel II volvíó a nombrar a O´Donnell. Este consolidó a su alrededor a el partido Uníón Liberal.
El gobierno de O´Donnell duró cuatro años y medios y fue de relativa tranquilidad. Se liberalizó la Constitución de 1845 al disminuir el control de la prensa, al aumentar la autonomía de los ayuntamientos y al reforzar el poder judicial. Se prosiguió con la expansión del ferrocarril, se reanudó la desamortización civil y aumentó la inversión en obras públicas.
Hasta 1866 fueron años de expansión económica que hizo que España participara en operaciones militares como la expedición a Cochinchina, una intervención en México y la más importante fue la campaña en Marrueco.
En 1866, la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil se convirtió en una revuelta popular en Madrid y fue duramente reprimida, el gobierno de Narváez cerró las Cortes e implantó una especie de dictadura. La situación del gobierno empeoró tras la crisis de subsistencias de 1866. Los progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende para acabar con la monarquía de Isabel II. A dicho pacto se le unieron más adelante los unionistas.
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