31 Jul
La otra cara de la guerra de la Independencia la constituye la labor de las Cortes de Cádiz. A la vez que gran parte del país se enfrentaba a los franceses, unos pocos ilustrados pretendían implantar en España las mismas ideas que en Francia habían supuesto una verdadera revolución burguesa. Se manifestó un deseo de transformar el país mediante la aplicación de importantes reformas que debían convertir España en una monarquía liberal y parlamentaria.
El Reinado de José Bonaparte y la Resistencia Española
En el momento en el que José Bonaparte recibió la corona, se enfrentó a la difícil tarea de dirigir el país con una posición débil: por un lado la mayoría de la población se resistía a aceptarle y por otro los propios generales franceses actuaban en sus zonas al margen del gobierno. Napoleón le desautorizaba, interviniendo de forma continua en el gobierno de España.
Se comenzó por imponer el Estatuto Real de Bayona, una “carta otorgada” que hizo aprobar a un centenar de eclesiásticos, nobles, militares y próceres españoles. Se trataba así de dar una imagen de legalidad y modernidad a la nueva monarquía con el fin de ganarse el apoyo de los sectores más progresistas del país. Tras ello siguieron una serie de medidas de modernización, entre las cuales estaban:
- La supresión de Secretarías y Consejos y su sustitución por Ministros.
- La abolición de la jurisdicción señorial.
- La eliminación de las aduanas internas.
- Disolución de la Inquisición.
- Reducción de conventos y expropiación de sus bienes.
- Venta de los bienes expropiados para amortizar la deuda.
Con José Bonaparte colaboraron los llamados afrancesados, quienes creían que este conseguiría evitar la disgregación, que conservaría la integridad nacional y la independencia económica además de contar con el apoyo financiero de Napoleón. Sin embargo, el fracaso de estas aspiraciones les supondría su exilio.
El Surgimiento de las Juntas y la Soberanía Nacional
Mientras que las instituciones y máximas autoridades del Antiguo Régimen aceptaban las Abdicaciones de Bayona, la mayoría del país rechazó su legitimidad y formó sus propios órganos de gobierno. Se trataba de una auténtica revolución porque significaba asumir la soberanía nacional y rompía con el régimen absoluto. Además el liberalismo, que había entrado en España procedente de Francia gracias al estallido de la revolución y pese a la censura oficial, iniciará otro proceso revolucionario aunque fue muy minoritario hasta que la guerra brindó la oportunidad de propagarla.
Primero surgieron las Juntas Locales (1808) que comenzarán de forma desordenada y espontánea formando gobiernos revolucionarios, con el objetivo principal de dirigir la guerra y reformar las instituciones. A pesar de su carácter revolucionario las distintas Juntas estuvieron formadas casi siempre por miembros de las clases dirigentes a los que el pueblo estaba acostumbrado a obedecer. Darán paso a la Juntas Provinciales y se formará más tarde la Junta Suprema Central (1809) que se convertirá en el gobierno de resistencia.
La Junta Suprema gobernó según las necesidades de guerra, pero fue revolucionaria al convocar Cortes y consultar a la opinión pública sobre las reformas. Aunque en ella predominaban las posiciones conservadoras, poco a poco irá aumentando una mayor influencia de los sectores reformistas. La Junta asumió pronto la tarea de modernizar las instituciones del Antiguo Régimen llegando a la conclusión de que sólo las Cortes del reino, elegidas mediante sufragio universal, podían aprobar las reformas necesarias. Mientras, se daba paso a un Consejo de Regencia que debía convocar dichas Cortes y realizar una consulta al país.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
En 1810 se inauguraron las sesiones. Ese mismo momento el Consejo de Regencia entregaba toda la autoridad a las Cortes, consumando así el proceso revolucionario. Se asume a la vez la necesidad de una constitución para España, así como otras reformas. Finalmente las Cortes de Cádiz se reunirán en 1810 en el Teatro de la Isla del León (Cádiz).
La composición de las Cortes fue variando. Muchos de los diputados sufrieron para poder llegar a Cádiz a causa de la guerra, a otros muchos les fue imposible y se adoptó la solución de sustituirlos. La mayoría procedía de las capas medias urbanas de Cádiz: funcionarios, abogados, comerciantes y profesionales, también eclesiásticos y miembros de la aristocracia, lo que nos lleva a que había una heterogeneidad en su composición. Predominaban así las opiniones “liberales”, puesto que entre los refugiados en Cádiz abundaban los partidarios de las reformas, pero también estaban los “serviles” que eran más próximos al absolutismo.
El principal objetivo de las Cortes de Cádiz será construir un nuevo régimen político que sólo será posible si se comienza la construcción de un nuevo Estado y se transforma la sociedad, tanto en lo económico como en lo social. El ambiente revolucionario y patriótico de Cádiz permitió que el ideario liberal pudiera concretarse en la Constitución de 1812.
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