.3Estado y Educación en las Sociedades Europeas.El Estado y la educación en el Antiguo Régimen
Durante la Edad Moderna, el modelo
educativo seguirá siendo prácticamente un monopolio eclesiástico de carácter supraestatal. El Estado moderno permanece indiferente a la educación, considerándola una prerrogativa de la Iglesia católica o de la Iglesia reformada. La educación popular de carácter estatal se estima propia de las iglesias, o como mucho, de las autoridades locales. La educación
superior, aun siendo la Universidad fundamentalmente competencia de la Iglesia, presenta un notable interés para el Estado, dada su incidencia en la formación de los cuadros dirigentes, y por tanto, en el reclutamiento de la burocracia estatal.Podemos encontrar diversos modelos:-1Francia de los siglos XVI y XVII y aplicable a todos aquellos países donde las relaciones entre el trono y el altar no han sido excesivamente cordiales. La enseñanza básica es asegurada por las organizaciones religiosas sin que el Estado preste especial apoyo, aunque en ocasiones procesa a regular la situación de una manera vaga y general.-2Modelo sueco -ley de 1686- en que el Estado y la Iglesia reformada se apoyan mutuamente. El Estado adopta un papel activo, prestando su ayuda a la alfabetización del pueblo.-3Aquellos países donde coexisten los credos católicos y protestante, como es el caso de los Países Bajos, donde el Estado interviene activamente para evitar conflictos confesionales.Aunque el interés del Estado por la enseñanza elemental no es grande, hay un principio de intervención de esa dinámica interna que lleva al Estado moderno a afirmar su soberanía en todos los campos de la actividad humana. Se acentúa durante el
siglo XVIII. Esta intervención del Estado en la alfabetización popular forma parte de un proceso más amplio, el que conduce a la transformación de las monarquías autoritarias en monarquías absolutas.La Universidad es la que suministra las cualificaciones profesionales que necesitan tanto la Iglesia como el Estado. La Universidad sigue respondiendo al modelo medieval de suministrar teólogos y juristas, aunque las necesidades de las sociedades europeas empiecen ya a ser distintas.
Situación de la educación en el Antiguo Régimen
En los años previos a la Gran Revolución de 1789, había un gran número de escuelas elementales y multitud de maestros, eso sí, las escuelas presentaban un aspecto muy precario, y los maestros tenían escasas capacidades.. Un salario insuficiente o casi nulo impedía reclutar a las personas más competentes. Los maestros no recibían una formación específica para el ejercicio de su profesión; bastaba cierto aprendizaje en el seno de su gremio. Estaba considerado como un privilegio urbano: en las zonas rurales los maestros eran sustituidos por los “profesionales” más diversos. En España serán los sacristanes los que ejercerán el magisterio en los pueblos y en las aldeas; en Prusia, los veteranos de guerra; en Holanda, los criados de avanzada edad.En Inglaterra la educación elemental presentaba, también, un estado penoso: las famosas escuelas de caridad estaban regentadas por maestros de muy escasa preparación docente. La situación de la enseñanza secundaria y superior era algo mejor, aunque cualitativamente presenta también un gran deterioro; esta enseñanza seguía formando parte de la Universidad. A los 12-14 años, los niños ingresaban en la facultad menos de Filosofía para acceder, después, a la facultad mayor de Teología, Cánones o Leyes y Medicina.La Universidad cumplía con la función primordial de dar a luz teólogos (puesto muy importante en la política de la Cristiandad) y juristas (robustecían la autoridad del Príncipe). Al final del Antiguo Régimen la Universidad medieval hacía mucho tiempo que había dejado de satisfacer los intereses y las necesidades de su tiempo. Las sociedades europeas estaban todas en un proceso acelerado de transformación, y los Estados hacía muchos años que se habían desprendido de la tutela del Imperio y de la vinculación con el Papado.
El legado educativo de la Revolución Francesa
Todo lo que sucede en la educación durante el período 1789-1793 no es más que la consecuencia de un acto verdaderamente revolucionario: la nacionalización de los bienes eclesiásticos en noviembre de 1789. Al nacionalizarse estos bienes, la beneficencia y la enseñanza, quedaron prácticamente desasistidos. La solución que dio la Asamblea en tan temprana fecha fue encomendar al Estado la gestión directa de estas actividades sociales, convirtiéndolas así en servicio público.Esta revolucionaria medida no fue una improvisación de la Asamblea. La Ilustración francesa venía pugnando desde mediados de siglo por una educación estatal. Algunos autores defendían la idea de una educación que formara a la infancia y a la juventud en el molde nacional..La idea de la educación como servicio público es el desenlace natural de un desarrollo ideológico impulsado y animado por la Ilustración. No obstante, hay diferencias cualitativas entre la Ilustración y la Revolución. .El nuevo sistema educativo debe ser un sistema público, es decir, abierto a todos, atento a las necesidades de la
sociedad, organizado y controlado por el Estado. Las discrepancias serán muchas y muy variadas. Fuera de la convergencia general en la concepción del Estado como actor principal de la educación, los planteamientos son múltiples y contradictorios.Las asambleas de la Revolución discutirán diversos planes de estudio donde se debatirán todos los problemas de la educación moderna, adoptándose posiciones divergentes según el momento político y el predominio de una u otra facción de la burguesía francesa. La Constitución de 1791 garantiza la creación de un servicio público de enseñanza, abierto a todos los ciudadanos, pero cuya gratitud se limita a la educación popular. Predomina en la primera fase de la Revolución. Podemos encontrar dos tramos educativos: instrucción elemental para el pueblo (gratuita) e instrucción superior para las capas medias y altas de la sociedad (onerosa)En la segunda fase de la Revolución, la instrucción pública ocupa un lugar más relevante. En la nueva Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, de 24 de junio de 1793, dice: “La instrucción es necesaria a todos. La sociedad debe favorecer con todo su poder el progreso de la razón pública y poner la instrucción al alcance de todos los ciudadanos”. No es la instrucción elemental, sino la instrucción a secas la que constituye una necesidad de todos los ciudadanos. Es la concepción que triunfará en el siglo XX
.Las funciones públicas de la educación
La idea de la educación como instrumento de emancipación va ligada al principio de igualdad y a la segunda fase de la Revolución. Se trata de conseguir no sólo la igualdad jurídica, sino también la igualdad social, y para ello, nada mejor que promover el acceso general a la educación. La educación debe ser un factor de movilidad social. La educación debe cumplir objetivos más ambiciosos, si de verdad desea lograr una entera generación y un pueblo nuevo. Es necesario aplicar la santa ley de la igualdad a la educación. El proyecto educativo de Le Peletier obedece a esas premisas. Sin embargo, no será este aspecto de la educación el que triunfe. El Estado liberal del siglo XIX y buena parte del XX hará suya la idea de la educación como factor de integración política y de control social. Concebirá la educación como elemento sustancial para el logro de una nueva lealtad y procurará que las clases medias y superiores, tengan fácil acceso a la enseñanza secundaria y superior. Para la Revolución la función esencial de la enseñanza será la de inculcar los valores liberales y democráticos..La educación se mostró pronto como un formidable instrumento de cohesión social y nacional. El Estado impulsó y creó los sistemas educativos nacionales asignándoles múltiples funciones públicas que éstos supieron realizar. En todas las sociedades europeas el sistema educativo cumplió con la función de transmitir los valores de la clase dirigente, los valores de la burguesía liberal; cuando la revolución industrial fue un hecho, la educación, especialmente la enseñanza técnica y superior, recibió la misión de suministrar los conocimientos precisos que demandaba la nueva situación (desigual a los diversos países).La pluralidad de funciones públicas que se asignaron a la educación es manifiesta. Aunque todas ellas revistan singular importancia, debemos destacar que, siendo el siglo XIX el siglo de las nacionalidades, a la educación se le señaló un papel integrador de primera magnitud. Aunque las relaciones entre el Estado y la sociedad se desarrollaron en general dentro del esquema liberal, ningún Estado europeo se mostró como un agente pasivo en la constitución de nuevas naciones o la consolidación de las ya existentes.Fruto de este proceso fueron los sistemas educativos estatales. En el Antiguo Régimen, el aparato escolar fue un conjunto de instituciones educativas superpuestas, gestionadas normalmente por la Iglesia y por las autoridades locales.. .
La educación como derecho de libertad
. La
libertad de enseñanza aparece con un contenido dual:
derecho a la libertad de creación de centros docentes y derecho a la libertad de cátedra.Desde el principio del siglo XIX la educación como derecho de libertad se reviste de una notable ambivalencia. Ello explica que la izquierda europea sea al mismo tiempo defensora de la libertad de enseñanza, entendida como la libertad de cátedra, y enemiga de esta misma libertad, entendida como derecho a la creación de centros docentes. La derecha europea hará de la libertad de enseñanza un bastión de su actividad. Rechazará la libertad de cátedra por considerarla una libertad perniciosa e inadmisible.La libertad de cátedra, defendida en la Revolución por Condorcet como un derecho del profesor a la libertad de expresión dentro de su aula, se convierte también en un derecho de libertad o de defensa frente al Estado. Este derecho será reconocido también en las constituciones del siglo XIX, aunque su realización práctica no será fácil, siendo vulnerado muchas veces tanto por los Estados confesionales como por los Estados laicos. Circunscrito al principio a la Universidad, ha sido en nuestro siglo extendido a otros niveles educativos, aunque con las limitaciones propias que imponen los sujetos a los que va dirigida
.El Estado de bienestar: la educación como derecho social
En el siglo XIX se intenta implantar el derecho a la educación básica. Surge así el objetivo de la escolaridad obligatoria, la inclinación a ampliar progresivamente la duración de la escolaridad obligatoria, la cuestión de la gratuidad por medio de la financiación pública, … Esto se irán produciendo en todas las sociedades europeas, sin embargo, se enfrentarán a una gran oposición: la concepción estamental de que cada individuo nace con un lugar asignado en la sociedad, temor de las capas dominantes con una población consciente de sus derechos políticos y laborales, entre otros. Muy avanzado el siglo, se generaliza la revolución industrial para que las élites directoras se convencieran de los beneficios que reportaba disponer de una población instruida.Esta escolarización obligatoria, universal y gratuita, tenía en sí graves limitaciones. Fue preciso esperar a la aparición del Estado de bienestar, para que la educación sea considerada como un derecho fundamental. La educación entraba así a formar parte de lo que se ha llamado los derechos de la segunda generación: los derechos sociales. Esto va a demandar la intervención del Estado y, para ello, una ampliación de los poderes del Estado.El fin de la segunda guerra mundial, supone en la mayoría de los países europeos la ruptura, o el debilitamiento, de la estructura bipolar de la enseñanza. Por primera vez, el bachillerato va a abrirse a toda la población escolar. El derecho a la educación implica ahora no sólo el derecho a recibir una educación elemental, sino también el acceso a la enseñanza secundaria, universitaria o superior. Fruto de esta concepción es la escolarización masiva de la población en todos los niveles educativos. También la aparición de problemas nuevos, como un fuerte incremento del gasto público, la devaluación de la enseñanza o la inflación de títulos académicos. La reacción de los Estados europeos, en general, fue aumentar los recursos, impulsar la formación profesional media o superior, acentuar las exigencias de acceso a la enseñanza universitaria o redefinir sus propios niveles de prioridades.
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