04 Jun
La muerte de Fernando VII había dado lugar a una situación de incertidumbre política motivada por la cuestión sucesoria. Esa situación estaba protagonizada por el enfrentamiento entre carlistas, de ideología absolutista, e isabelinos, de inspiración liberal.
Los carlistas defendían los derechos al trono del hermano del rey, Carlos María Isidro, acogíéndose a la Ley Sálica, que excluía a las mujeres de la línea de sucesión y a cuya derogación por Fernando VII, tres años antes de su muerte, no otorgaban legitimidad1. Los isabelinos, por el contrario, veían en Isabel a la legítima heredera.
1. Grupos ideológicos: Carlismo y liberalismo
Al fallecer el rey en 1833, accede al trono Isabel con apenas tres años, por lo que su madre, la reina
María Cristina, ocupa la regencia.
En ese instante, estalla una Guerra Civil entre los carlistas e isabelinos.
El ideario del carlismo era simple: identificación del trono, el altar y la tradición La razón es sencilla: el carlismo se identificaba con el Antiguo Régimen, con los privilegios históricos y con la tradición. La primera revuelta tuvo lugar en 1827, en Cataluña, encabezada por un sector ultraconservador para el que Fernando VII resultaba demasiado blando.
La gran fuerza del carlismo siempre fue, sin embargo, la fuerte convicción en sus principios de sus partidarios. La mayoría de los mandos militares se mantuvo fiel a la causa isabelina, de ahí que el reducido ejército carlista
Esta primera guerra carlista acaba en 1840 con la firma de la Paz de Vergara entre el general Espartero, que lideraba las tropas oficialistas, y Maroto, general del bando rebelde. Con el apoyo prestado a la causa de Isabel se inicia el nuevo régimen liberal, que se irá afianzando durante las regencias de María Cristina (1833-1840) y Espartero (1840-1843).
Entre los liberales existían dos tendencias:
A) Los liberales moderados: Grupo compuesto por clases altas e ilustrados que propónían reformas,
B) Los liberales progresistas: Representaban a las clases medias y parte del ejército
No obstante, ambos grupos consideraban fundamental la redacción de una Constitución que recogiera la división de poderes, la libertad de expresión y opinión y las libertades individuales.
El liberalismo logró desplazar al absolutismo y estuvo presente en el reinado de Isabel II en las tres etapas
2. Regencia de María Cristina. 1833 – 1840
El comienzo de este período se caracteriza por el incremento del papel protagonista de muchos liberales moderados.Martínez de la Rosa relevó a Javier de Burgos, que había llevado a cabo la división provincial.Con de la Rosa se inicia el movimiento constitucionalista
del Siglo XIX.La Reina conservaría un importante control sobre el poder legislativo.
El sistema reposaba sobre dos cámaras:
– Estamento de Próceres: nombrados por el rey: nobles, obispos, militares destacados.
– Estamento de Procuradores: elegidos por un reducido número de votantes.
El Estatuto Real no satisfizo a nadie.El descontento generado por la mala situación económica y la incertidumbre de la Guerra Civil carlista facilitan la aparición de los primeros movimientos populares protagonizados por progresistas. Entre ellos, destaca la «Revolución de 1835»,este ejecutivo retoma medidas aparcadas por el moderantismo de los primeros compases de la regencia,
Después de las elecciones de 1836, los progresistas, no sin dificultades, se hacen con el control del gobierno.
Los aspectos más destacados de la nueva Constitución son los siguientes:
División de poderes
Reforzamiento de la Corona:
Declaración de derechos individuales.
Gracias al marco constitucional establecido, se pudieron recuperar algunas iniciativas revolucionarias de la época de las cortes gaditanas, como la desamortización de los bienes patrimoniales de la Iglesia,promovida por Mendizábal.
3. Regencia de Espartero. 1840 – 1843
Las Cortes, gracias al apoyo de los progresistas, eligen al general Espartero, vencedor en las guerras carlistas, regente. Golpes de estado, rebeliones y ruido de sables a favor de un partido u otro marcarán la tónica política española hasta la Restauración de 1876. El gobierno de Espartero fue personalista y autoritario, lo que le llevó a perder progresivamente apoyos, incluso dentro de su propio partido.
Los progresistas preferían una regencia conformada por un directorio de tres miembros, pero él exigíó ser nombrado regente único. Por su parte, con los conservadores se enfrentó al acelerar la venta de bienes del clero.
Así, pronto crece la oposición a su liderazgo, hasta el punto de que en 1841 tuvo lugar un levantamiento militar dirigido por O’ Donnell y el partido moderado. No obstante, la revuelta fracasa y O’ Donnell marcha al exilio.
En 1842, el anuncio de un nuevo tratado comercial con Inglaterra desata grandes manifestaciones en Barcelona que serán reprimidas con extrema dureza.
En este momento, Isabel II accede al trono tras decidir las Cortes el adelantamiento de su mayoría de edad.
4.1 La Década Moderada 1844 – 1854
Cristina de Borbón, asumiendo la presidencia del gobierno el general Narváez.
Corona sobre los mecanismos reguladores de la acción política.
Lo primero que debemos destacar es la redacción de una nueva constitución, la de 1845, de un corte claramente conservador se eliminó la Milicia Nacional y volvía a restringirse el sufragio.
En segundo lugar, se puso en marcha un programa de reformas administrativas, algunas destinadas a limitar las actuaciones iniciadas por los progresistas, como la suspensión de la venta de bienes desamortizados, pero otras destinadas a uniformizar los impuestos y reestructurar la deuda. También en el ámbito económico, es destacable la aparición del Banco de España.
Con la firma del Concordato con la Iglesia en 1851, se restauraron las relaciones con la Santa Sede, bastante deterioradas tras la desamortización de Mendizábal. La Iglesia acepta la desamortización eclesiástica y, a cambio, el Estado declara la unidad religiosa y la confesionalidad, acepta su intervención en la enseñanza y la jurisdicción de la Iglesia sobre sus propios miembros.
El régimen moderado sufrirá un debilitamiento progresivo motivado por el natural desgaste de la acción de gobierno, donde la evolución hacia diferentes tendencias desde dentro del partido tendrá especial incidencia: la conservadora, la de centro y la progresista o «puritana».
4.2 El Bienio Progresista 1854 – 1856
Este período de dos años verá emerger una de las grandes figuras políticas del Siglo XIX, como es el malagueño Antonio Cánovas del Castillo. Tras la victoria de las tropas rebeldes, Cánovas redacta el Manifiesto de Manzanares, cuyadifusión provocará una auténtica movilización en la capital.
los progresistas pondrán su empeño en volver a las reformas políticas y económicas que los moderados se habían encargado de paralizar:
A) Redactarán una nueva Constitución que no llegará a promulgarse y que será conocida como la non nata de 1856
b) Se iniciarán importantes reformas mediante la promulgación de leyes como las del Ferrocarril y algunas de apoyo a la banca y al comercio.
Se amplió el panorama político y se sumaron:
Uníón Liberal. Liderada por O’Donnell.
Demócratas.
Espartero, presionado por la enorme deuda pública y un nuevo levantamiento carlista, terminará dimitiendo en 1856, momento en que la reina llamará a O’Donnell para formar gobierno.
4.3 Segunda Década Conservadora 1856 – 1868
Esta última etapa supondrá un giro a la derecha en la actuación de la reina, que continuará apoyándose fundamentalmente en los moderados pero que ahora alternará con breves gobiernos de la Uníón Liberal, dejando al margen de las tareas de gobierno a los progresistas.
El período se inicia con un mandato de apenas tres meses de O’Donnell, continuado por otro de un año de Narváez .
Peñaranda, vuelve O’Donnell en 1858 para presidir el llamado «Gobierno Largo» hasta Marzo de 1863.
Éste, pese a restaurar la Constitución de 1845, mantiene en vigor medidas progresistas como la libertad de imprenta y la ley de desamortización. Nuevamente, O’Donnell pierde la confianza de la reina y la presidencia recae en otros personajes antes de volver nuevamente a Narváez para un período de diez meses de 1864 a 1865.
Las medidas de corte conservador de Narváez -restricción de la libertad de prensa, detención del proceso desamortizador- tuvieron su acompañamiento con otras iniciativas como la organización de la educación y el acometimiento de grandes obras públicas, como el madrileño Canal de Isabel II. Sin embargo, tras la dura represión de una revuelta campesina en Andalucía, Narváez presenta de manera inesperada su dimisión a la reina, encargando ésta a O’Donnell la formación de un gobierno que presidirá entre los veranos de 1865 y 1866.
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