06 Jul

ABSOLUTISMO FRENTE A LIBERALISMO. EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL REINADO DE Fernando VII


Introducción

El reinado de Fernando VII es la transición entre una época y otra, entre el Antiguo Régimen y el  liberalismo. El Rey fue incapaz de afrontar y resolver los graves problemas de España. En primer lugar, la  crisis económica de un país destrozado por la guerra de la Independencia, falto de recursos económicos  para su reconstrucción, un problema agravado por la independencia de las colonias americanas. Por  último, no fue capaz de superar la división irreconciliable del país entre los defensores del liberalismo y  los del absolutismo. Todos le habían reconocido como rey legítimo en su ausencia, todos habían luchado  para conseguir su regreso, pero defendían dos modelos políticos contrapuestos: el absolutismo propio  del Antiguo Régimen y el nuevo liberalismo que se había iniciado en las Cortes de Cádiz. El Rey siempre  apostó por el absolutismo, y sólo cuando las circunstancias lo obligaron aceptó las reformas liberales. Su  reinado se divide en tres grandes etapas: la vuelta al absolutismo que se produce a su regreso (1814- 1820), el Trienio liberal tras el pronunciamiento de Riego (1820-1823), y, por último, la llamada década ominosa, la vuelta al absolutismo en la etapa final de su reinado (1823-1833). 

Desarrollo

Tras la derrota francesa en Leipzig (1813) Napoleón le devolvíó a Fernando VII el trono mediante el Tratado de Valençay, comprometíéndose este último a no tomar represalias sobre quienes habían servido a José I. Desde entonces, ambos países fueron aliados estratégicos, lo que impidió que las naciones enemigas de Napoleón no contaran con España en tratados como el de Chaumont (1814). Finalmente Fernando VII llegó a España escoltado por las tropas del general Copons.


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El sexenio absolutista. (1814-1820)


Alentado por el Manifiesto de los Persas , Fernando VII signó el Decreto de Valencia del 4 de Mayo de 1814, mediante el cuál derogaba todos los decretos de las Cortes de Cádiz y se negaba a jurar la Constitución de 1812. Desde un primer momento, Fernando VII se desinterésó de los asuntos externos y por ello no obtuvo ningún tipo de compensación en la segunda Paz de París, ni fue invitado a entrar en la Quíntuple Alianza . En España, deshizo la labor de las Cortes llevando a cabo una vuelta al Antiguo Régimen. Restauró la sociedad estamental, sus respectivos privilegios, los gremios y el Tribunal de la Santa Inquisición. Prohibíó en 1815 la publicación de periódicos y su incompetente gobierno se limitó a perseguir a los afrancesados y a los constitucionalistas. El país vivía una grave situación económica acrecentada por la emancipación de las colonias americanas. Las causas de esta independencia fueron: la imposibilidad de los criollos a acceder a altos cargos de la administración;  la existencia de un ejemplo a seguir (la independencia de los EEUU respecto a Gran Bretaña); la pérdida de poder y de prestigio de España y su respectiva crisis económica. Ante todo esto, el rey se negó a cobrar impuestos a la nobleza y al clero. La oposición liberal, excluida y perseguida, tuvo que encauzar su acción mediante la conspiración en sociedades secretas, como la masonería, basada ideológicamente en los principios de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Los militares protagonizaron varios pronunciamientos que fracasaron, hasta que en Enero de 1820, triunfó el levantamiento del Comandante Riego.

El Trienio Liberal (1820-1823)


Esta sublevación acaecida en Sevilla, estuvo protagonizada por unos soldados que estaban destinados a marchar a América al mando del comandante.


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Fue un levantamiento mal planeado que no captó en un principio la atención real, pero que sí fomentó que otras sublevaciones fueran proclamando la Constitución por el resto del país.

El rey, atemorizado, juró la Constitución de 1812 y autorizó la creación de una Junta Provisional Consultiva que se hiciera cargo del país y que a la vez se mostrara dura frente a los liberales radicales. Paralelamente se formaron Juntas Provinciales, sociedades patrióticas y sociedades secretas. Así, el gobierno moderado se enfrentó a Rafael de Riego y se produjo una escisión de los liberales en doceañistas y veinteañistas (estos últimos más radicales y partidarios de Riego).

El Gobierno intentó poner en orden la Hacienda Pública y las Cortes emprendiendo una política religiosa agresiva y laica. Se dividíó el país en 49 provincias iguales jurídicamente, se promulgó el primer código penal y se reguló la enseñanza a través del Reglamento de Instrucción Pública. El moderado Martínez de La Rosa fue derrotado en las elecciones ante el veinteañista Evaristo de San Miguel. Bajo su gobierno, el rey pidió ayuda al rey francés Luis XVIII prometíéndole ventajas comerciales  e incluso la otorgación a España de una carta otorgada.

El fin del Trienio Liberal viene marcado por la división entre los propios liberales, la actitud conspiradora del rey y la insurrección armada de algunos campesinos en Cataluña. Finalmente, la llegada a poder de los doceañistas hizo que las potencias extranjeras propusieran la intervención en España (como Rusia en el Congreso de Lay Bach), hasta que tras el Congreso de Verona (1822) la Santa Alianza decidiera enviar a los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército comandado por el duque de Angulema que penetró hasta Cádiz y restablecíó el poder absoluto de Fernando VII.


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La década Ominosa (1823-1833)


El rey nombró a Víctor Sáez ministro de Estado. El nuevo gabinete creó una policía de carácter político, renovó el ejército y suprimíó las Cortes. Además, expulsó a los colaboradores del Trienio Liberal de la administración, acabó con la masonería y no reconocíó los préstamos hechos al gobierno constitucional. Al mismo tiempo aparecieron en algunas diócesis Juntas de Fe, que asumieron el papel de la Inquisición (que no había sido restablecida). Se crearon comisiones militares para mantener el orden público y el Consejo de Ministros. Ante la presión de Luis XVIII, se publicó la “Amnistía dichosa” que no contentó a ninguna de las dos ideologías políticas coetáneas. Respecto a la economía, el ministro López Ballesteros reformó la Hacienda consiguiendo un relativo equilibrio presupuestario. Por último, se regularizó la enseñanza privando a las universidades y escuelas de Primeras letras de su autonomía.

No obstante el reinado tenía que enfrentarse al problema de la sucesión. En 1830, estando la reina María Cristina de Borbón encinta, Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción, que anulaba la Ley Sálica (por la cuál se impedía la sucesión por línea femenina). Más tarde nacíó su hija Isabel, pero el rey, presionado tuvo que derogar la Pragmática. Con la mejoría del rey, el Gobierno de de Cea Bermúdez la puso de nuevo en vigor, privándole al hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, optar al trono. Los partidarios de don Carlos se negaron a reconocer a la princesa Isabel como heredera y emitieron en Octubre el Manifiesto de Abrantes, en el que se declaraba la ascensión al trono de Carlos V. Entonces comenzó la Primera Guerra Carlista que además de ser un conflicto sucesorio, fue también una lucha entre dos tendencias: la absolutista y la liberal.


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Conclusión


A la muerte de Fernando VII está en juego está un modelo u otro de sociedad: los carlistas  defienden el Antiguo Régimen representado por Carlos Mª Isidro, la regente Mª Cristina tendrá que  apoyarse en los liberales para asegurar el trono de su hija. En 1833 Carlos Mª Isidro se proclamará rey  dando comienzo a la primera guerra carlista (1833-40).  

El reinado de Fernando VII dejará, además de este conflicto civil, una situación desastrosa en lo  económico, con la Hacienda al borde de la quiebra. Y la penosa visión de un país con un rey sin palabra y  que ha perdido un Imperio que lo condena a un papel irrelevante en el concierto de las naciones  europeas. La pérdida de las colonias americanas, la persecución, el odio, la conspiración, los  enfrentamientos entre españoles y los pronunciamientos son la triste herencia de este reinado.

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