30 Nov

Maquiavelo: El Príncipe y el Realismo Político

Nicolás Maquiavelo, nacido en Florencia en 1469 en el seno de una familia noble, participó activamente en la vida pública. Su posterior caída lo llevó a la filosofía política, culminando en su obra más conocida: El Príncipe. Escrita para reconciliarlo con los gobernantes de la República de Florencia, analiza los medios empleados por los gobernantes para acceder y conservar el poder. Se trata de una obra descriptiva, ajena a consideraciones morales, con una clara pretensión de realismo político. Para Maquiavelo, un príncipe debe usar los medios necesarios, justificados por el objetivo de imponer su voluntad. Debe controlar su imagen pública, pareciendo fiable, combinando la fuerza del león con la astucia del zorro. La fuerza y la violencia mantienen el orden, mientras que la astucia permite mantenerse en el poder. Es necesario establecer buenas leyes y un ejército propio (infantería y caballería, combinando las virtudes de las españolas y francesas), evitando las tropas mixtas propensas a la traición. Para Maquiavelo, el ideal de príncipe es César Borgia. Su verdadera personalidad política se revela en Discursos sobre la primera década de Tito Livio, donde explica la estructura y beneficios del gobierno republicano, distinguiendo entre gobiernos buenos (monarquía, aristocracia, democracia) y malos (tiranía, oligarquía, gobierno licencioso).

San Agustín: Fe y Razón

La búsqueda de la verdad y la felicidad en Cristo

Agustín de Hipona buscaba la verdad y la felicidad, encontrándolas en Cristo. El camino a Cristo requiere fe y razón, complementarias: la fe debe comprenderse con la razón, aunque la razón es falible e insuficiente. El neoplatonismo le mostró la existencia de un dios inmaterial, pero no el camino para llegar a él. Por ello, no se entiende para creer, sino que se cree para entender: la fe es el camino. Para alcanzar a Dios, hay que comprender las verdades de la fe. Se parte de la fe para llegar al verdadero entendimiento. La razón interviene en dos etapas: primero precede a la fe, y luego la sigue. La razón es sierva de la fe, siendo ésta el medio para alcanzar la verdad de Cristo.

Tomás de Aquino: Ética y Ley Natural

Una ética eudaimonista y teológica

Tomás de Aquino, inspirado en Aristóteles, basa su ética en estas tesis: la felicidad es el fin último del hombre; el conocimiento de la naturaleza humana proporciona normas morales (ley natural); es una ética eudaimonista y teológica. Tanto humanos como animales tienen tendencias naturales, pero solo el humano, con su racionalidad única, conoce sus tendencias y deduce normas de conducta que lo acercan a su fin. De ahí se deduce la ley natural: el humano establece normas considerando las exigencias de su naturaleza. Existen tres tipos de leyes que fundamentan la moral humana:

  • Como sustancia, tiende a conservar su existencia.
  • Como animal, tiende a procrear.
  • Como racional, tiende a conocer la verdad y vivir en sociedad.

Si la ley natural se deduce de nuestras tendencias, debe ser universal e inmutable. Sin embargo, la finalidad de la vida humana no se limita a la conservación y reproducción; su fin más alto es el conocimiento de la verdad, la felicidad identificada con la contemplación mística de Dios, el bien del que dependen todas las cosas, verdad y vida.

Plotino: El Neoplatonismo y el Retorno al Uno

Un sistema filosófico grecorromano

Plotino crea el último gran sistema filosófico grecorromano, interpretando los textos de Platón e influenciado por el judaísmo platónico de Filón de Alejandría. Identifica el bien platónico con el Uno, Dios trascendente del que todo surge por emanación. La creación no es un acto libre, sino una emanación, como la luz de un cuerpo luminoso. La luz se degrada al alejarse, llegando a la materia, entendida como el mal. En su teoría existen realidades espirituales: el Nous (primera emanación del Uno, contiene las ideas); el alma del mundo (segunda emanación, incluye las almas individuales). El retorno al Uno se hace a través de la música, el amor y la filosofía, no solo mediante la razón, sino a través de un éxtasis místico. Los seguidores de Plotino polemizaron con los pensadores cristianos, contexto en el que surge el pensamiento de Agustín de Hipona.

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