07 Mar

 El desarrollo económico español en el XIX presenta un ritmo distinto al europeo y está marcado por numerosas dificultades que hará  que se produzca de un modo débil y moderado. Entre las dificultades y factores que lo producen podemos destacar: _La débil entrada del liberalismo económico y la escasa burguesía industrial y comercial. _Los obstáculos físicos y naturales: relieve difícil y escasa materia primas y fuentes de energía. _La débil transformación del sistema agrario: agricultura tradicional. No proporciona beneficios ni libera mano de obra._   La reducida capacidad de consumo del mercado interior (poca población y de nivel de renta muy bajo)._ La falta de competitividad de los productos españoles._ La falta de capitales y la preferencia por inversiones especulativas._ La despreocupación por las innovaciones técnicas unida a la mentalidad de los empresarios y políticos que prefirieron la protección del Estado y la explotación de lo trabajadores a la innovación y competitividad._ Los problemas originados por la Guerra de Independencia y la pérdida de América._ La falta de un mercado nacional integrado. En este sentido Jaime Balmes (Doc. 1) señala el inconveniente que supone para el desarrollo económico la existencia de un centro que se encuentra “pouco menos que morto” (Doc. 1, Lín 3) y de su incapacidad  para ser motor de la industrialización. El interior de España es eminentemente agrícola y con escasa transformación en una agricultura comercial, lo que repercute negativamente en la instalación de industrias agroalimentarias. Además, existe una gran distancia entre los centros productores debido a la lenta modernización de los medios de transporte. Estos son algunos de los elementos que dificultan el desarrollo económico en España, lo que unido a la destrucción de la guerra de la Independencia aumente los obstáculos citados anteriormente. Las industrias a principios del XIX eran fundamentalmente pequeñas, y con poco capital que se beneficiaban de las políticas proteccionistas que estaban vigentes (sistema general de aduanas de 1820 que regula el sistema proteccionista hasta el arancel librecambista de Figuerola de 1869, y vuelta al proteccionismo en 1890), que limitaban la competencia y la modernización. El arranque del proceso de industrialización se produce en el sector textil en Cataluña. Este sector es el primero que adopta los nuevos métodos de producción y donde se introducen las máquinas de hilar y tejer movidas por vapor o hidráulicas (fábrica de los hermanos Bonaplata) a principios del siglo XIX. En la gráfica presentada (Doc. 4) vemos como se produce un crecimiento en la importación de algodón (nueva materia prima que sustituye a la lana), lento entre 1800 y 1860 y más rápido hasta 1900. El crecimiento al principio es lento por las consecuencias de la guerra de Independencia y la falta de mecanización. Durante los años 20 se inicia el proceso de transformación  de la mecanización (máquina de vapor, etc.) y  la entrada de nuevas formas de producción (paso del sistema doméstico al sistema de fábrica). Su crecimiento estaba condicionado por la carencia de recursos (necesidad e importar el algodón)  y fuentes de energía y la falta de competitividad con el exterior (dependencia tecnológica). Por eso su crecimiento aumenta a partir de 1840 y vuelve a crecer muy fuerte a partir de 1870 (superada la crisis de falta de algodón como consecuencia de la guerra de Secesión americana: periodo 1860-5; en la gráfica se aprecia una caída entre 1860 y 1865), al beneficiarse el sector algodonero de los avances en el resto de los sectores industriales y transporte, que permiten un aumento de producción, descenso de precios y la distribución de las producciones a toda España. Pese a todo sigue siendo una producción limitada, muy concentrada geográficamente y con costes de producción muy elevados.
El segundo sector que destaca en su desarrollo es la siderurgia. En el Mapa se nos ofrecen la situación de las principales instalaciones siderúrgicas, como ya exponíamos antes, se encuentran en la periferia. Los focos principales son los de Málaga, Asturias, el País Vasco y Cataluña. La evolución de estos focos refleja las dificultades energéticas y las dificultades para la introducción de tecnologías procedentes del exterior. La siderurgia malagueña fue la pionera en la introducción de los altos hornos (1830-64), un avance que aumentaba la producción de hierro, pero fracasó debido al empleo de carbón vegetal que encarecía sus costes de producción y por la competencia de otras regiones. También destacan las industrias extractivas (cobre, mercurio), aunque no ejercieron un gran impulso en la zona dado que estaban en manos de compañías extranjeras (inglesas y francesas). En cuanto a la industria textil, destaca algún sector especializado como el de la seda. Otro foco importante es el asturiano que se desarrolla, sobre todo, en el periodo 1864-79, pero no se consolida al carecer de un carbón de calidad y por la falta de demanda de productos industriales (coincidirá con las franquicias del Bienio para introducir materiales para la construcción del ferrocarril lo que le restará demanda). Después, el foco siderúrgico vasco que será el que se consolidará al contar con el carbón galés (coque), al desarrollo conjunto de industrias mecánicas y navales y la vuelta a la política proteccionista en los años 90, que reserva el mercado español para la producción vasca. En el mapa también se aprecia el núcleo catalán que se debe al empuje de las industrias textiles y de la metalurgia asociada a la industrialización


Su proceso de industrialización arranca unido al sector textil (fábrica de Bonaplata, 1832) en el que se instalan las primeras máquinas movidas por el vapor y los modos de producción capitalistas. Paralelamente se desarrolla la metalurgia de transformación y las industrias química, papelera etc. También adquieren desarrollo las actividades relacionadas con el mundo agrario (vinos, corcho, etc.). A finales de siglo aparecen también las industrias eléctricas de producción y distribución. Todas estas actividades se vieron favorecidas por el establecimiento del proteccionismo del mercado interior. El éxito de la de la industria catalana se explica, en parte, por el empuje de la burguesía catalana unida a las políticas proteccionistas que reservaban el mercado español para las producciones catalanas. En el interior, como vemos en el mapa, solo destaca el núcleo en torno a Toledo, en el que se concentran industrias relacionadas con la producción de metalurgia relacionada con la producción de espadas y cuchillos. También destaca la producción sedera.
Finalmente debemos mencionar que en Galicia el desarrollo industrial es pobre, como vemos en el Mapa no aparece representado ningún núcleo importante. Los sectores tradicionales (textil, curtidos, etc.) se arruinaron por la competencia de otras zonas. El lino se arruinó por la competencia del algodón. Destaca la industria de conservas de pescado que parte de las tradicionales industrias de salazón, sobre todo a finales del XIX y en las Rías Bajas. Esta industria se vio favorecida por tener acceso a las materias primas de forma fácil (aceite, sal, sardina) y por el capital invertido (salazón, conservero, familias…). Junto a la industria de conserva se desarrolla, la naval, la de hojalata, litográfica, etc. Debemos mencionar también la instalación de pequeñas empresas de electricidad y minería. En conjunto, estos dos sectores, textil y siderúrgico, son pequeños con unos niveles de producción y demanda limitados y concentrados en la periferia de España, lo que dificulta la creación de un mercado nacional integrado.
En el desarrollo económico también es fundamental el progreso realizado en los medios de transporte. A lo largo del siglo XIX los medios de transporte se van modernizando. El transporte por carretera era muy deficiente (se puede explicar más); era necesario una modernización. El salto definitivo vendrá de la mano del ferrocarril. Pero al igual que en el resto de los sectores su implantación será deficiente. La llegada del ferrocarril a España es tardía. La primera línea se abre en 1848 uniendo Barcelona y Mataró. Habrá que esperar a 1855, durante el Bienio Progresista, para que salga a la luz la Ley de Ferrocarriles, que propiciará un crecimiento espectacular por el apoyo del Estado (subvenciones y franquicias arancelarias para importar materias primas) y la entrada masiva de capital extranjero (francés). En ese momento había que construir con rapidez para dar salida a las producciones de cereal del interior y satisfacer las demandas de los productores (burgueses inversores en tierra y nobleza apoyan el liberalismo-). Pero en esta Ley aparecen aspectos que van a condicionar la historia económica posterior y que se pueden ver de alguna forma en el mapa que se nos presenta (Doc. 2) que representa las líneas férreas construidas entre 1848 y 1869. Aquí podemos ver la estructura radial con centro en Madrid, que consolida un Estado centralizado pero que no articula el mercado ni relaciona las regiones (no llega el tren a Galicia – no llegara hasta 1872- y no hay conexión Madrid-Valencia; las conexiones periféricas están sin construir; no se relaciona Andalucía y Extremadura-León, tampoco se conecta con el Levante). El ancho de vía establecido (más ancho, al parecer para poder montar locomotoras más potentes y no para evitar invasiones) dificultará los intercambios internacionales. La autorización, por la ley de 1855, para importar los productos necesarios para su construcción, mermará el desarrollo interno (no se emplea la siderurgia asturiana) y favorecerá las economías extranjeras (Francia, que es la que invierte en la construcción de las líneas férreas). Finalmente, la construcción quedó en manos de compañías privadas (extranjeras) con lo que los beneficios no revirtieron dentro de España.De cualquier modo la llegada del ferrocarril, aunque lenta, tuvo como consecuencias: – Fue un elemento decisivo en el proceso de modernización económica.- Contribuyó a la integración de las distintas regiones y a la formación de un mercado nacional.- Ayudó a la disminución de los precios y al aumento de los intercambios.- Aumento la demanda de trabajo. En el proceso de construcción podemos señalar cuatro etapas: la primera hasta 1855 de escasa construcción. La segunda entre 1855 y 1868: de fuerte crecimiento. La tercera de 1868-1676: paralización por la crisis económica. La cuarta de 1876-1900: relanzamiento en la construcción.A estos intentos por desarrollar la industria tenemos que señalar las reformas realizadas por el Estado liberal en el sistema monetario (como la unificación monetaria (peseta en 1869)) y financiero (bancos) y en el sistema fiscal (reforma de Mon). En el desarrollo económico también tienen incidencia……Relación a otros aspectos……Para algunos historiadores como Jordi Nadal, el balance de todo este proceso de industrialización realizado durante el siglo XIX supone un fracaso. Para otros, como Gabriel Tortella (Doc. 5), en España no llega a producirse una revolución industrial como en Inglaterra, pero si se han hecho grandes esfuerzos (Doc. 5, Lín. 3) para industrializar el país. G. Tortella prefiere hablar de una lentitud, no fracaso, de un patrón latino de modernización que puso las bases, de un modo débil y lento, de la industria moderna en España.

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