07 Mar
Su proceso de industrialización arranca unido al sector textil (fábrica de Bonaplata, 1832) en el que se instalan las primeras máquinas movidas por el vapor y los modos de producción capitalistas. Paralelamente se desarrolla la metalurgia de transformación y las industrias química, papelera etc. También adquieren desarrollo las actividades relacionadas con el mundo agrario (vinos, corcho, etc.). A finales de siglo aparecen también las industrias eléctricas de producción y distribución. Todas estas actividades se vieron favorecidas por el establecimiento del proteccionismo del mercado interior. El éxito de la de la industria catalana se explica, en parte, por el empuje de la burguesía catalana unida a las políticas proteccionistas que reservaban el mercado español para las producciones catalanas. En el interior, como vemos en el mapa, solo destaca el núcleo en torno a Toledo, en el que se concentran industrias relacionadas con la producción de metalurgia relacionada con la producción de espadas y cuchillos. También destaca la producción sedera.
Finalmente debemos mencionar que en Galicia el desarrollo industrial es pobre, como vemos en el Mapa no aparece representado ningún núcleo importante. Los sectores tradicionales (textil, curtidos, etc.) se arruinaron por la competencia de otras zonas. El lino se arruinó por la competencia del algodón. Destaca la industria de conservas de pescado que parte de las tradicionales industrias de salazón, sobre todo a finales del XIX y en las Rías Bajas. Esta industria se vio favorecida por tener acceso a las materias primas de forma fácil (aceite, sal, sardina) y por el capital invertido (salazón, conservero, familias…). Junto a la industria de conserva se desarrolla, la naval, la de hojalata, litográfica, etc. Debemos mencionar también la instalación de pequeñas empresas de electricidad y minería. En conjunto, estos dos sectores, textil y siderúrgico, son pequeños con unos niveles de producción y demanda limitados y concentrados en la periferia de España, lo que dificulta la creación de un mercado nacional integrado.
En el desarrollo económico también es fundamental el progreso realizado en los medios de transporte. A lo largo del siglo XIX los medios de transporte se van modernizando. El transporte por carretera era muy deficiente (se puede explicar más); era necesario una modernización. El salto definitivo vendrá de la mano del ferrocarril. Pero al igual que en el resto de los sectores su implantación será deficiente. La llegada del ferrocarril a España es tardía. La primera línea se abre en 1848 uniendo Barcelona y Mataró. Habrá que esperar a 1855, durante el Bienio Progresista, para que salga a la luz la Ley de Ferrocarriles, que propiciará un crecimiento espectacular por el apoyo del Estado (subvenciones y franquicias arancelarias para importar materias primas) y la entrada masiva de capital extranjero (francés). En ese momento había que construir con rapidez para dar salida a las producciones de cereal del interior y satisfacer las demandas de los productores (burgueses inversores en tierra y nobleza apoyan el liberalismo-). Pero en esta Ley aparecen aspectos que van a condicionar la historia económica posterior y que se pueden ver de alguna forma en el mapa que se nos presenta (Doc. 2) que representa las líneas férreas construidas entre 1848 y 1869. Aquí podemos ver la estructura radial con centro en Madrid, que consolida un Estado centralizado pero que no articula el mercado ni relaciona las regiones (no llega el tren a Galicia – no llegara hasta 1872- y no hay conexión Madrid-Valencia; las conexiones periféricas están sin construir; no se relaciona Andalucía y Extremadura-León, tampoco se conecta con el Levante). El ancho de vía establecido (más ancho, al parecer para poder montar locomotoras más potentes y no para evitar invasiones) dificultará los intercambios internacionales. La autorización, por la ley de 1855, para importar los productos necesarios para su construcción, mermará el desarrollo interno (no se emplea la siderurgia asturiana) y favorecerá las economías extranjeras (Francia, que es la que invierte en la construcción de las líneas férreas). Finalmente, la construcción quedó en manos de compañías privadas (extranjeras) con lo que los beneficios no revirtieron dentro de España.De cualquier modo la llegada del ferrocarril, aunque lenta, tuvo como consecuencias: – Fue un elemento decisivo en el proceso de modernización económica.- Contribuyó a la integración de las distintas regiones y a la formación de un mercado nacional.- Ayudó a la disminución de los precios y al aumento de los intercambios.- Aumento la demanda de trabajo. En el proceso de construcción podemos señalar cuatro etapas: la primera hasta 1855 de escasa construcción. La segunda entre 1855 y 1868: de fuerte crecimiento. La tercera de 1868-1676: paralización por la crisis económica. La cuarta de 1876-1900: relanzamiento en la construcción.A estos intentos por desarrollar la industria tenemos que señalar las reformas realizadas por el Estado liberal en el sistema monetario (como la unificación monetaria (peseta en 1869)) y financiero (bancos) y en el sistema fiscal (reforma de Mon). En el desarrollo económico también tienen incidencia……Relación a otros aspectos……Para algunos historiadores como Jordi Nadal, el balance de todo este proceso de industrialización realizado durante el siglo XIX supone un fracaso. Para otros, como Gabriel Tortella (Doc. 5), en España no llega a producirse una revolución industrial como en Inglaterra, pero si se han hecho grandes esfuerzos (Doc. 5, Lín. 3) para industrializar el país. G. Tortella prefiere hablar de una lentitud, no fracaso, de un patrón latino de modernización que puso las bases, de un modo débil y lento, de la industria moderna en España.
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