31 Mar
Comentario Filosófico sobre Nietzsche
§424 ¿Para quién existe la verdad?
Comentario:
§424 ¿Para quién existe la verdad? — Hasta el momento han sido los errores los poderes más consoladores: ahora esperamos el mismo efecto de las verdades reconocidas, pero la espera se va haciendo un poco larga. ¿Cómo?
El fragmento pertenece a Aurora, una obra que Friedrich Nietzsche publicó en 1881.
Esta obra, dividida en más de quinientos aforismos, presenta la crítica del autor a la moral tradicional occidental, aunque también se encuentran otras cuestiones filosóficas relacionadas con la epistemología. Es el caso de este fragmento, donde Nietzsche realiza una crítica sobre el concepto de la verdad.
Este fragmento podría responder al problema filosófico de la función que la verdad tiene para nosotros.
El tema principal del fragmento es la idea de que el conocimiento tiene un enfoque antropocéntrico. Esto significa que los objetos existen en la medida en que tienen un significado para nosotros, lo que coloca al ser humano en una posición privilegiada en el mundo. Detrás de esta idea hay una visión metafísica, pues se asume que la verdad de las cosas depende de cómo nos afectan.
En el texto, Nietzsche menciona a Aristóteles para establecer una diferencia entre dos formas de acercarse a la verdad: una desinteresada, que busca conocer sin más, y otra interesada, que persigue la utilidad y se pregunta cómo las cosas existen “para nosotros”. Para Nietzsche, hay una gran diferencia entre buscar la verdad con un espíritu libre de prejuicios y hacerlo solo porque necesitamos certezas para vivir con más comodidad y menos angustia. En este sentido, se plantea que la verdad en sí misma no es lo importante. Esto se ve al final del fragmento, cuando Nietzsche menciona que algunos rechazan la ciencia porque la consideran demasiado fría. A lo largo de la historia ha sucedido algo similar, como cuando Copérnico demostró que la Tierra no era el centro del universo o cuando Darwin planteó que el ser humano no fue creado directamente por Dios, sino que evolucionó de otras especies.
Finalmente, Nietzsche menciona a los dioses griegos y cómo fueron abandonados porque no ofrecían consuelo a los “griegos enfermos”. Estos serían los griegos posteriores a Platón, que dejaron atrás la visión dionisíaca de la vida y se refugiaron en el pensamiento racionalista y ordenado representado por Apolo.
Relacionando Ideas con el Texto
Nietzsche se propuso, con su obra, realizar una crítica total hacia los elementos constitutivos de la cultura occidental de su tiempo.
Esta crítica incluye la metafísica y la moral tradicional, la creencia en Dios, la forma de concebir el conocimiento y la verdad, entre muchos otros aspectos.
En el texto encontramos una de las críticas que vierte hacia la concepción de la verdad, pero se pueden entrever otras.
Por ejemplo, podemos ver en el texto cómo se refiere a los últimos griegos del período clásico como “enfermos”. ¿Enfermos de qué? Esto enlaza con la crítica a la metafísica y a la religión que mencionamos.
Según Nietzsche, el germen de los males de nuestra cultura se remonta a la cultura griega. Esta estaba representada por la dualidad entre Apolo, el dios que representa el orden y la razón, y Dioniso, que representa el caos, lo irracional, la embriaguez… La tradición griega se veía, pues, inmersa entre estos dos momentos complementarios, que se sucedían el uno al otro. Sin embargo, con el tiempo, los filósofos griegos (a excepción de Heráclito) fueron abrazando solo el ideal racional representado en Apolo, es decir, la racionalidad y abandonaron lo que también era parte de su esencia. Esto está representado tanto en Sócrates como, especialmente, con Platón, que fue el filósofo que planteó una división de la realidad: la del mundo inteligible (la auténticamente real) y la del mundo sensible (el que habitamos).
Platón va a situar el conocimiento auténtico y la verdad en ese otro mundo (a través del concepto de Ideas o Formas), asegurando que este mundo es meramente aparente, entre otros motivos, porque observamos movimiento y corrupción en él.
Esto último también será una de las críticas principales de Nietzsche: en la metafísica de Platón encontramos la desvalorización del devenir, del cambio, en favor de otro mundo, “verdadero”, que se caracteriza por la quietud. Todo ello porque consideró que lo verdadero, para serlo, tenía que serlo siempre: es decir, no concibió que el conocimiento pudiese ser dinámico, siempre sujeto a cambio, a crítica.
La verdad, tema central del texto, surge como un concepto que trata de apresar la realidad en una palabra; sin embargo, esto no es posible, puesto que la realidad es móvil, y no deja de cambiar. No solo cambia la realidad, sino que nosotros lo hacemos también. En consecuencia, la verdad no es capaz de atrapar la realidad, y solo tiene una función consoladora.
¿Pero qué debe consolar la verdad? Nietzsche realiza toda una crítica a la moral occidental, que tiene su origen en la religión judeocristiana. El motivo de crítica es que esta religión no afirma la vida, sino que la niega: es propia de lo que Nietzsche llama “los esclavos”, personas de carácter débil que necesitan encontrarle un sentido al sufrimiento y a la sinrazón que les aflige. Por esto, aceptan ciertas verdades como que la libertad existe, que son racionales y, más importante, que el sufrimiento será recompensado en otra vida, y que la vida actual es solo un momento de tránsito. Así, la religión y Dios se convierten en una fuente de ciertas verdades que ayudan al hombre a lidiar con su realidad, realidad a la que no es capaz de enfrentar. Por esto postula ciertos conceptos metafísicos y les confiere carácter de verdad: necesita consuelo.
No obstante, según Nietzsche la situación cambiará cuando el ser humano asuma la muerte de Dios, uno de los conceptos centrales en Nietzsche. Una vez el ser humano deje de creer en Dios y asuma realmente las consecuencias, se abrirá una ventana de oportunidad para que llegue el Superhombre, un nuevo tipo de ser humano que afirma la vida y no necesita ningún tipo de consuelo.
Este Superhombre de Nietzsche rompe con toda la tradición occidental y afirma la vida, entendiendo el sufrimiento como una parte integral de ella. Es difícil concretar si la verdad tendría alguna función para el Superhombre o si se afanaría en buscarla, pero lo que es seguro es que no la necesitaría.
Ideas con el Autor
La cuestión epistemológica acerca de la verdad ha sido sumamente importante para nosotros. En el pensamiento de la Edad Media, se discutió, por ejemplo, si la fe y la razón deberían llegar siempre a las mismas conclusiones y cuál debería predominar en caso de que no fuese así. Sin embargo, en la Edad Moderna, etapa en la que centraremos la comparación, hubo un cierto desplazamiento y se confió en la capacidad de la Nueva Ciencia para desentrañar los misterios de la realidad. La verdad dependía entonces del método experimental.
Descartes tomó buena nota de esto, y afirmó que, efectivamente, la verdad depende del método que se emplea para hallarla. Por ello, ideó un método (que desarrolla en Discurso del método) que consiste en cuatro sencillos pasos; según el autor, seguirlos cuidadosamente garantizaría que los resultados fuesen verdaderos: se conseguiría hallar lo evidente, es decir, lo que es verdadero sin posibilidad de duda.
Descartes necesitaba encontrar una verdad segura porque de ella dependía elaborar toda una nueva filosofía que se asentase sobre ella. Durante la aplicación de su método, realiza tres descubrimientos que le parecen indudables: que él existe como algo pensante, que Dios existe y es creador de todo cuanto existe, y que existe una realidad extramental. Dios es precisamente la garantía de verdad, y lo que permite distinguir entre lo verdadero y lo falso. Nietzsche, evidentemente, está en desacuerdo con todo ello. En primer lugar, no hay verdades seguras, sino que dependen siempre del punto de vista de cada sujeto que conoce. Y en segundo lugar, Dios no existe, y tratar de demostrarle es poner la razón al servicio de un ideal metafísico que solo existe para ofrecer consuelo a las personas débiles que lo necesitan.
Segunda Opción de Examen
¿No será el instinto del miedo lo que nos impulsa al conocimiento? ¿No será la exultación [significa
El texto pertenece a La gaya ciencia, una de las obras capitales de Nietzsche. Con ella se cierra el periodo negativo, de destrucción de la metafísica cristiana, y se abre el periodo afirmativo, de construcción de nuevos valores. La obra trata sobre cómo, según Nietzsche, el cristianismo inventó un mundo ideal, inexistente, alejado del mundo real, y propuso una filosofía y una moral para personas débiles que propone valores decadentes que no dejan que las personas sean libres.
En este fragmento, Nietzsche cuestiona el verdadero motivo por el cual los seres humanos buscan el conocimiento. Sugiere que no lo hacemos por una necesidad genuina de descubrir la verdad, sino por un instinto de miedo. Conocer nos da seguridad, nos hace sentir que controlamos la realidad y, por lo tanto, nos tranquiliza. No buscamos lo desconocido por curiosidad, sino porque queremos convertirlo en algo familiar y, así, eliminar la incertidumbre.
Nietzsche critica a los filósofos que creen haber comprendido el mundo al reducirlo a conceptos abstractos como la “idea”. Según él, no lo hacen porque esas ideas sean verdaderas, sino porque les resultan cómodas y les permiten evitar el miedo a lo desconocido. La filosofía, en muchas ocasiones, no es más que un intento de hacer el mundo menos aterrador mediante explicaciones que en realidad solo reflejan lo que ya conocemos.
El autor también señala que el conocimiento suele ser una repetición de lo que ya nos resulta familiar. Nos sentimos satisfechos cuando encontramos en la realidad lo que ya esperamos ver: la lógica, la matemática, la voluntad. No descubrimos realmente algo nuevo, sino que simplemente reconocemos en el mundo lo que ya está en nuestra mente. Para Nietzsche, este es un error fundamental del pensamiento humano, pues confunde lo familiar con lo verdadero y nos impide explorar otras formas de entender la realidad.
En conclusión, Nietzsche nos invita a cuestionar nuestras propias certezas y a desconfiar de las explicaciones que simplemente nos reconfortan. El verdadero conocimiento no debería ser un refugio contra el miedo, sino una aventura en lo desconocido. Su crítica nos impulsa a abandonar las falsas seguridades del pensamiento tradicional y a enfrentarnos a la incertidumbre con valentía.
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