12 Jul

2 NIETZSCHE: CRÍTICA DEL CRISTIANISMO Y LA MUERTE DE DIOS

2.1 Crítica del Cristianismo

Según Nietzsche, el origen de la religión es el miedo, es decir, los sentimientos de angustia e impotencia que el ser humano desarrolla a lo largo de su vida. La religión nunca ha pretendido decir la verdad, es más, ha caído en el mismo error de la metafísica, reivindicando para sí la trascendencia y el mundo sobrenatural. Por otra parte, el cristianismo rechazó los valores dionisiacos de la antigüedad clásica, inventando un mundo ideal, inexistente, alejado de todo contacto con el mundo real. Para Nietzsche, el cristianismo sería un simple platonismo de naturaleza popular, una filosofía y una moral vulgares para personas débiles y esclavos. Por otro lado, se asegura que la religión propone valores decadentes, aptos solo para esclavos: humildad, obediencia. Valores todos ellos contrarios a los impulsos vitales más elementales. Así pues, la religión ataca una y otra vez a la vida.

En El Anticristo se pueden encontrar las críticas más duras de Nietzsche contra el cristianismo. La religión no es otra cosa sino la revuelta del pueblo llano contra los señores. Todo ello no significa que la religión no presente también aspectos positivos: el ascetismo y la educación son muy valiosos para este filósofo. Ahora bien, todas las religiones en general, y en particular, el cristianismo y el budismo, en la medida en que entorno a ellas se han aglutinado personas débiles y enfermas, han impedido desarrollar a los seres humanos las herramientas necesarias para su proceso de superación personal. Frente a una vida plena, la religión ha defendido una vida débil y una moral mansa, las propias de los esclavos, en las que el individuo actúa desde el miedo.

Lo que en definitiva criticó Nietzsche al cristianismo fue que este despreciara todo aquello que el cuerpo desea y anhela. Según Nietzsche, el mayor acontecimiento de la historia consiste en la proclamación de la muerte de Dios, abriendo las puertas al desarrollo pleno del ser humano y a la liberación de su fuerza creadora. El ser humano que abandone definitivamente la ilusión de un más allá, se concentrará al fin en el mundo real.

Según Nietzsche, Jesús no fue hijo de Dios, ni siquiera el fundador de ninguna iglesia, sino un hombre humilde y bondadoso. Jesús despreció toda forma de organización. En realidad, fue Pablo de Tarso el verdadero fundador de la Iglesia. Pablo impuso la fuerte estructura de la Iglesia. La religión inventó a su voluntad la vida más allá de la muerte, el juicio final o la resurrección. De este modo, la Iglesia creó una enorme estructura con el único fin de reducir a sus miembros al estrecho ámbito del rebaño, para lo cual generó en ellos miedo y temor. Para Nietzsche, la pieza clave ha sido el pecado.

Cuando Nietzsche ataca al cristianismo está atacando a toda la tradición metafísica de Occidente, única responsable del rechazo a todo lo real, lo terreno, lo corpóreo, a los que ha considerado mera apariencia.


2.2 La Muerte de Dios

En la base del cristianismo está la idea de Dios, representación de todo lo opuesto a la vida. Las creencias no son más que la representación de la debilidad y la cobardía humanas y, por tanto, contrarias a la vida. La misma idea de Dios es, según Nietzsche, pura alucinación. El propio ser humano podría ocupar el espacio vacío dejado por Dios, puesto que aquel es el único capaz de crear los valores y de legislar sobre ellos.

Resulta evidente que al desaparecer Dios desaparecen también todos los valores que se le han asignado. Habría, sin embargo, una serie de nuevos valores que sostendrían a los antiguos. Sin embargo, según Nietzsche, la definitiva muerte de Dios traerá antes o después la muerte de los valores absolutos y de las leyes morales objetivas.

En el libro La gaya ciencia se anuncia con entusiasmo la muerte de Dios. Al desaparecer los mandamientos y prohibiciones del cristianismo, en definitiva, que el ser humano recupere su fuerza creadora y que, abandonando todo intento por alcanzar el más allá, se concentre de una vez por todas en el mundo real.


2.3 La Muerte de Dios y el Último Hombre

El capítulo titulado El hombre loco de Así habló Zaratustra es bastante significativo, pues en él se da cuenta de la enorme sacudida que ha supuesto la muerte de Dios. Este punto resulta decisivo para que el ser humano libre alcance la transmutación de los valores.

A juicio de Nietzsche, lo cierto es que la muerte de Dios es un acontecimiento histórico. En último término, todos los hombres y mujeres han dado muerte a Dios. El primero en darse cuenta de lo ocurrido es el hombre loco que comienza a gritar.

Después de su muerte, los seres humanos no se dirigen ya a Dios. Solo se dirigen entre ellos para comunicarse mutuamente. Ahora bien, tras la muerte de Dios, existen riesgos evidentes.

El primer riesgo es que, como consecuencia de la caída de todo idealismo y del olvido de toda trascendencia, el ser humano acabe completamente desamparado y a la deriva. Por consiguiente, tras la muerte de Dios, el mayor riesgo para el ser humano será que su vida moral se vea agitada y alterada.

Ahora bien, sería fantástico que el superhombre se percatara de su nueva situación y se diera cuenta de que puede desarrollar plenamente su creatividad, trayendo al más acá aquellos sueños y anhelos que hasta ese momento proyectaba en el más allá. Así pues, el ser humano debe crear una instancia que, sin necesidad de recurrir ni a la nada ni a la idea de Dios, le sirva para trascenderse a sí mismo.


2.4 El Superhombre

A la muerte de Dios le sigue la llegada del superhombre. Es así como nos lo presenta Nietzsche: frente al último hombre que, habiendo abandonado el idealismo y la trascendencia, carece de la fuerza creadora suficiente, Zaratustra anticipa la llegada del superhombre.

Solo así se entiende lo que expresa Nietzsche a través de su teoría del superhombre: el ser humano no avanza hacia una etapa final de su historia, sino a algo mejor, a un estadio superior en que el individuo reafirmará la voluntad de superar todas las épocas que le han precedido. El superhombre expresa el desacuerdo del ser humano respecto de todo lo actual y, asimismo, el anhelo por alcanzar una vida mejor.

Deja un comentario