24 Nov

El Problema de Dios en la Contemporaneidad

Según Nietzsche, en el siglo XIX, la humanidad presenció un acontecimiento crucial: la muerte de Dios. Este evento marcó el colapso de los «valores supremos» de la cultura occidental, dejándolos sin valor alguno. Lo que antes se consideraba verdadero o valioso se convirtió en «nada», lo que Nietzsche llama nihilismo. Para él, la historia de Occidente ha sido una historia de decadencia, una constante negación de los valores vitales genuinos en todas las áreas: moral, filosófica, religiosa y científica, y ahora somos conscientes de ello. Este nihilismo es principalmente «reactivo», resultado de una «voluntad de poder reactiva» que ha estado detrás de todas las creaciones de la cultura occidental.

A partir de esta situación, se presentan dos posibilidades:

  • Quedarse en el vacío dejado por la muerte de Dios (nihilismo pasivo), lo que lleva a la pasividad al derrumbarse los valores tradicionales.
  • Enfrentar la muerte de Dios y encontrar en ella un impulso creativo que afirme la vida (nihilismo activo).

Según esta visión, la muerte de Dios representa una oportunidad para la transmutación de valores y el surgimiento del superhombre, en contraposición a la esclavitud a otros «amos» menos valiosos que Dios, como el progreso, la ciencia, la sociedad o la economía, que caracteriza la era moderna.

El Problema del Conocimiento en la Contemporaneidad

Nietzsche critica profundamente la cultura occidental, y esta crítica se extiende hasta la filosofía misma. Él argumenta que figuras como Sócrates y Platón han tergiversado el verdadero propósito de la filosofía al dar prioridad a la razón sobre la vida misma, lo cual ha llevado a menospreciar la realidad tangible. Usando un enfoque genealógico, Nietzsche sugiere que detrás del desarrollo filosófico desde Platón se esconde un profundo resentimiento hacia la vida, que él denomina «Voluntad de Verdad». Esta voluntad busca imponer una visión estática y esencialista de la realidad, en contraposición al flujo constante de la existencia.

Para Nietzsche, la intuición, equiparada a la sensación, representa la forma más básica de conocimiento. Sin embargo, esta intuición solo nos permite percibir la relación entre las cosas y los seres humanos, no la esencia misma de las cosas. Por lo tanto, debemos aceptar que las apariencias son la verdadera realidad, en lugar de buscar un mundo verdadero detrás de ellas, como proponían los filósofos desde Platón hasta Kant.

Nietzsche redefine el concepto de verdad, argumentando que no existe una verdad objetiva separada de la experiencia humana. En lugar de una verdad basada en la correspondencia entre el pensamiento y la realidad, él propone una verdad pragmática, cuyo valor radica en su utilidad para la vida. Esta concepción se alinea con su visión de la realidad como un flujo constante y sin objetivo fijo, donde las perspectivas individuales son múltiples y cambiantes.

Desde la perspectiva de Nietzsche, el deseo de conocimiento surge como una manifestación de la voluntad de poder, ya que implica un intento de controlar y dominar la realidad. Sin embargo, él rechaza la idea de un orden estable en la realidad, y en su lugar, abraza la naturaleza cambiante y múltiple de la existencia. En resumen, Nietzsche critica la filosofía occidental por su tendencia a alejarse de la vida real en favor de abstracciones y conceptos estáticos. En su lugar, propone una perspectiva que abarque la multiplicidad y el devenir de la existencia, reconociendo la naturaleza interpretativa y pragmática del conocimiento humano.

Ética Contemporánea

En su crítica a la ética occidental, Nietzsche utilizará el mismo enfoque que aplica a todo el análisis de la cultura, es decir, el método genealógico. Mediante este método, Nietzsche emprenderá una exploración de los conceptos éticos desde una perspectiva etimológico-histórica, buscando identificar los prejuicios, los instintos y las fuerzas ocultas que han influido en la evolución de dichos conceptos.

En su obra «La Genealogía de la Moral», donde examina el origen de los prejuicios éticos, Nietzsche distingue entre dos tipos de ética:

  • La ética de los Amos, que surge de sentimientos elevados. Esta ética noble de los espíritus superiores es activa y generadora de valores, aprecia la vida, el poder, el placer y la grandeza.
  • La ética de los Esclavos es pasiva, basada en el resentimiento y la venganza, que aboga por la igualdad para todos y el amor al prójimo. Prevalecen los instintos de los débiles: sacrificio, compasión, piedad, etc. Se trata de una ética de los desposeídos donde la resignación y el rechazo a la vida son fundamentales.

En todas las culturas, el término «bueno» está asociado con valores nobles como el orgullo o la fuerza, mientras que «malo» se relaciona con valores plebeyos como la humildad o la obediencia. Sin embargo, el desarrollo histórico de estos conceptos conduce a una nueva contraposición entre bueno y malvado. Nietzsche sostiene que este cambio se origina cuando aquellos tradicionalmente considerados malvados se rebelan, otorgándose a sí mismos la categoría de buenos y transformando a los tradicionalmente buenos en malvados. Esta transvaloración de los valores fue iniciada por los judíos y continuada por el cristianismo.

Por lo tanto, Nietzsche argumenta que los valores actuales son el resultado de una rebelión de los esclavos y se fundamentan en el resentimiento: el resentimiento de los esclavos hacia los nobles. En consecuencia, toda la ética cristiana y occidental sería una ética de esclavos, cuyo elemento central es el resentimiento. Por ello, la civilización que surge de estos valores es resentida y, en este sentido, hostil hacia la vida.

Ante esta situación, Nietzsche aboga por la necesidad de una nueva transvaloración de los valores. Siguiendo su idea central de afirmación de la vida, considera necesario establecer nuevos valores basados en la exaltación de la vida y no en el resentimiento hacia ella.

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