18 Abr

NOVELA DESDE EL 75


A la muerte de Franco (20 de Noviembre de 1975), se restaura la monarquía con Juan Carlos I y se promulga la Constitución y el Estado de las Autonomías en 1978. La mejora y consolidación del estado del bienestar ayuda a la estabilización del país (aunque de los últimos años mejor no hablamos…). La desaparición de la censura y el ambiente de libertad en el que comenzó a desarrollarse la cultura española permitíó un mejor conocimiento de la literatura española en Europa y de la literatura occidental en España, así como la recuperación de la obra de los escritores exiliados.La publicación en 1975 de La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, significa el nuevo giro de la narrativa española, que vuelve al «placer de contar». A pesar de que incorpora elementos formales que permiten entroncarla con la novela experimental, revela una vuelta al Realismo, al interés por la trama argumental, al viejo placer de contar historias, rasgo que se convertirá en el principal nexo de uníón de las diversas modalidades de relato en esta etapa:Se simplifican las estructuras narrativas, que eliminan la complejidad textual anterior; se recupera el argumento, la trama y los personajes, contándose una historia cerrada y continua; se utilizan las personas narrativas tradicionales (primera y tercera)… Se trata de una narrativa que se dirige a un lector medio que prefiere el entretenimiento a la complejidad narrativa.En los últimos veinte años ha crecido espectacularmente el número de publicaciones a causa de la gran cantidad de premios literarios que existen actualmente y del boom editorial (se publican unos 75.000 títulos cada año, de los cuales constituyen novedades unos 10.000). De hecho, el mercado impone su peso a la literatura, de manera que se comienza a publicar con la finalidad de vender una gran cantidad de obras de escaso valor literario. El término inglés best seller se asienta entre nuestros autores y cabe hablar de una novela comercial de fácil lectura y rápido olvido, como suelen ser las novelas históricas, ROMánticas, policíacas o las novelas fantásticas orientadas al público juvenil.Además de esa vuelta al interés por la historia contada y de la enorme proliferación de títulos, otras carácterísticas de esta época son el incremento del número de escritoras (Almudena Grandes -El corazón helado, 2007-, Dulce Chacón, Elvira Lindo, Rosa Montero, Lucía Etxebarría…), la vinculación entre la labor literaria y la periodística (son frecuentes las colaboraciones en prensa de los más destacados narradores y cabe citar, en este sentido, los articuentos de Juan José Millás) o el gusto creciente por el relato corto (y, en los últimos años, incluso del microrrelato).Otros aspectos significativos de la novela española en los últimos treinta años son el individualismo (cada autor emprende un camino personal con la pretensión de diferenciarse al máximo de sus contemporáneos, lo cual puede hablar de desorientación estética)
Y el eclecticismo:
Los autores se acogen prácticamente a todas las tendencias, modalidades, discursos, temas, experiencias y preocupaciones personales.
Por eso y porque hace falta un poco más de perspectiva para analizar el panorama actual,es difícil clasificar la novela actual en distintas tendencias. Podemos, eso sí, observar que en las últimas décadas del Siglo XX conviven autores de distintas generaciones anteriores:
Novelistas de la posguerra inmediata (Cela, Delibes, Torrente Ballester), algunos novelistas de la «Generación del 50» (Juan Goytisolo, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute…), autores posteriores como Juan Marsé o Manuel Vázquez Montalbán, además de nuevos escritores dados a conocer después del franquismo, como Julio Llamazares, Javier Marías, Luis Mateo Díez, Antonio Muñoz Molina, Luis Landero, etc.
Perduran las novelas herederas del experimentalismo, novelas minoritarias y culturalistas, herméticas y experimentales, como Escuela de mandarines (1974), de Miguel Espinosa, la tetralogía Antagonía (1973-1981) de Luis Goytisolo o Larva (1983), de Julián Ríos.Al margen de esto, podemos identificar ciertas tendencias temáticas:

Metanovela

El narrador reflexiona sobre los aspectos teóricos de la novela que suele trasladar a la ficción como motivo del relato. Algunos ejemplos: La orilla oscura (1985), de José Mª Merino; El desorden de tu nombre (1987), de Juan José Millás; o El vano ayer (2004), de Isaac Rosa. 

Novela lírica

El valor esencial es la introspección, así como calidad técnica con que está escrita, la búsqueda de la perfección formal. Centra su interés en un mundo más sugerente que concreto, con personaje-símbolo y una mayor tendencia al lenguaje poético. Mortal y rosa (1975), de Francisco Umbral; La lluvia amarilla (1988), de Julio Llamazares; o El lápiz del carpintero (1998), de Manuel Rivas. 

Novela histórica

Se trata de un tipo de novela de gran precisión histórica que obliga al novelista a documentarse sobre el período, acontecimientos y personajes sobre los que pretende novelar. Pueden servirnos de ejemplos El oro de los sueños (1986), de José María Merino; Crónica del rey pasmado (1989), de Gonzalo Torrente Ballester. La vieja sirena (1990), de José Luis Sampedro; la saga de las novelas de Pérez-Reverté, El capitán Alatriste (1996); Tierra firme (2007), de Matilde Asensi… Dentro de esta tendencia cabe citar aquella que se ocupa de la reconstrucción de la historia de la Guerra Civil. Se trata de obras como Luna de lobos (1985), de Julio Llamazares; Soldados de Salamina (2001), de Javier Cercas; La voz dormida (2002), de Dulce Chacón;

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