09 Ene

EL Realismo SOCIAL (GENERACIÓN DE MEDIO SIGLO). Miguel Delibes

Para muchos, La colmena (novela de protagonismo colectivo, con más de 200 personajes) de Cela, publicada en 1951, es un precedente de la novela social. En ella con más o menos Realismo aparece reflejada la sociedad del momento (la de la inmediata posguerra). Y aunque no hay una intencionalidad ideológica de denuncia (según lo dicho por el autor), lo cierto es que el espejo del autor nos refleja distintos estratos sociales, las miserias morales, las penurias económicas, el hambre, la insolidaridad y la desesperanza en la ciudad, “ese sepulcro, esa cucaña, esa colmena”. La novela incorpora además muchas de las carácterísticas de la novela contemporánea: división en secuencias, estructura abierta, personajes mediocres o antihéroes, la organización caótica del tiempo y sobre todo, quizás la técnica más interesante, el protagonista colectivo. La novela colectiva tiene sus raíces sobre todo en Manhattan Transfer (1925) del americano John Dos Passos, pero también en la obra de T. Mann, Huxley o Sartre, entre otros.

Pero es hacia mediados del decenio cuando se dan a conocer toda una serie de escritores que, con una intención crítica, van  a llevar a sus novelas como temas fundamentales las injusticias y las desigualdades sociales (literatura comprometida). El hombre importa más como ser social que como individuo. Y aunque esta tendencia se apuntaba ya en algunas novelas desde los años 40, esta corriente es la dominante entre 1951 (La colmena) y 1962 (Tiempo de silencio). Como técnica narrativa, se recurre al objetivismo, conductismo o behaviorismo (“behaviorism” americano): el narrador desaparece (se limita a unas escuetas informaciones referentes  a lo que una cámara fotográfica podía registrar), no hay introspección ni pensamiento de los personajes, y todo el relato se basa en el diálogo. No se limitan a reflejar esa realidad, sino a poner de relieve las conductas miserables e injustas, para poder denunciar las injusticias. A menudo se emplea un lenguaje sencillo, cercano al coloquial.


Miguel Delibes publica en este período dos novelas: El camino y Mi idolatrado hijo Sisí, que muestran con ojos críticos distintas parcelas de la realidad española: un pueblo castellano o una familia burguesa. En El camino encontramos en el título la idea central del libro: en una aldea, un niño, Daniel el Mochuelo, se enfrenta a la posibilidad de abandonar ese espacio que lo protege para estudiar en la ciudad; pero se enfrenta a su destino, una realidad inevitable y fatal. El chaval entiende, pese a su corta edad, que su pueblo aventaja a la ciudad en integridad, porque es llana y simple. En cuanto al estilo, “se trata de escribir de forma que el texto sonara en los oídos del lector como si lo estuviéramos contando de viva voz”.

Ana María Matute (Fiesta al Noroeste), Ignacio Aldecoa, (El fulgor y la sangre), o Carmen Martín Gaite (Entre visillos). Rafael Sánchez Ferlosio  cuenta en El  Jarama la crónica de un día de asueto dominical de un grupo de jóvenes junto al río Jarama. Prácticamente desaparecido el narrador, la base de la obra la constituyen los intrascendentes diálogos de los personajes, reproducidos casi como la transcripción de una grabación magnetofónica. Otros autores y obras representativos: José  Manuel Caballero Bonald (Dos días de Septiembre), Ignacio Aldecoa (El fulgor y la sangre), Juan García Hortelano (Tormenta de verano).


LA NOVELA EXPERIMENTAL (DESDE 1962 HASTA 1975). Luis MARTÍN SANTOS

La publicación de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos en 1962, inicia una nueva etapa marcada por la renovación y la experimentación. Aunque en ella el argumento todavía estaba vinculado al Realismo, la búsqueda de nuevas formas deja ver sobre todo la influencia de James Joyce. Se hace una radiografía de los grupos sociales de Madrid en los 40, y el lenguaje es culto, elaborado, casi Barroco. Destacan las técnicas narrativas empleadas, entre ellas el monólogo interior o las digresiones que interrumpen la narración.


Los escritores de los 60 introdujeron novedades en el discurso narrativo retomando los hallazgos de la novela europea y americana de principios de siglo. Se nota la influencia de los grandes novelistas europeos del XX, como Kafka, Joyce, Proust o Faulkner. De la asimilación que los narradores españoles hacen de las técnicas de aquellos, surgen las carácterísticas de esta novela: pérdida de importancia del argumento, renovación de la estructura de la novela (perspectivismo, analepsis y prolepsis,…), narración desordenada, monólogo interior, estilo indirecto libre, o renovación del lenguaje (supresión de signos ortográficos, riqueza del léxico).

Los aires de renovación se dejaron notar en muchos autores: Cela, Delibes (Cinco horas con Mario), Torrente Ballester ( La saga/fuga de J.B.), Juan Marsé (Si te dicen que caí), Juan Benet (Volverás a Regíón).

LA NOVELA A PARTIR DEL 75

El final de la dictadura trae consigo la adquisición de nuevas libertades: la desaparición de la censura y la difusión de la literatura en lenguas catalana, gallega y vasca son algunas de las consecuencias. Autores como Quim Monzó, Bernardo Atxaga o Manuel Rivas se dan a conocer a partir de los años 80 y 90. Autores como Cela o Delibes siguen publicando hasta finales de los años 90. Ante la cantidad de obras editadas, dado el empuje del mercado editorial, resulta difícil retratar estas décadas. Sin embargo, podemos señalar algunas carácterísticas comunes: el retroceso del experimentalismo, el interés por la trama, el retorno al Realismo y el estilo cercano, lineal y con narrador único, que facilitan el acercamiento al gran público.

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