30 Mar
El realismo social en algunas novelas de los años 50: Temas. Técnicas y estilo. Títulos emblemáticos
La década de los cincuenta va a ser la del triunfo de la novela social, una narrativa de base realista que se fija como fin la denuncia de la sociedad que describe, es decir, la España de su tiempo. Usa también nuevas técnicas narrativas, entre las que destaca la búsqueda de una total objetividad en la narración. Nace la novela social de una voluntad de denuncia, más o menos explícita en el relato, de las injusticias y las diferencias de clase que se dan en la España franquista. Es una novela comprometida y sobre todo testimonial, cuya base narrativa se asienta en una descripción realista de personajes y situaciones. Entre las influencias ideológicas cabe reseñar el neorrealismo italiano, mientras que en la forma la influencia más importante es la novela estadounidense de la “Lost Generation”. De estos autores se toman las técnicas más definitorias de esta corriente:
flash-back, mostración de la realidad desde diferentes puntos de vista, concentración temporal de la acción, estructuración en secuencias, ausencia de protagonista y, sobre todo, un realismo objetivo que no debe traslucir la omnisciencia del autor. Lo que importa no es averiguar las causas por las que actúan los personajes, sino mostrar su comportamiento. La crítica suele establecer dos tendencias dentro del realismo social en función de que la denuncia social sea explícita y adquiera el compromiso de intentar cambiar la sociedad o carezca de ella o esté atenuada. Si la crítica aparece implícita o atenuada y se limita a dar cuenta de los hechos sin emitir juicios de valor, se le denomina objetivismo.
La corriente que denuncia claramente y con la voluntad de concienciar políticamente al receptor se denomina realismo crítico.
Los temas se vinculan a la voluntad de dar testimonio de la vida cotidiana, especialmente de las penalidades y dificultades que tienen para sobrevivir las clases obreras, tanto campesinos como obreros. La técnica narrativa que triunfa es el objetivismo.
La novela, que se narra en tercera persona, muestra la realidad y el autor ni indaga en los personajes para explicar su motivación psicológica ni tampoco juzga sus actos. El relato se presenta en secuencias que reparten la trama en la mostración de escenas aisladas y cuyo fin es mostrar la simultaneidad de las acciones. Los personajes son obreros, campesinos, aunque también burgueses desocupados cuya existencia se limita a “vivir la vida” del modo más placentero. Las novelas son de protagonista colectivo, es decir, no hay un único protagonista que articule el relato. Se describen los personajes desde una ausencia total de psicologismo. Los conocemos por lo que hacen y por lo dicen, y de su actuación y sus palabras, derivamos la trama.
El lenguaje quiere reproducir con la mayor fidelidad posible el habla cotidiana de los personajes. No le interesa ni la experimentación ni la búsqueda de la belleza expresiva. El tiempo.
El flash-back y la yuxtaposición de escenas son procedimientos básicos de la narración. En cuanto al tiempo explícito, suele haber una condensación de la acción, es decir, esta ocurre en pocos días. El espacio es siempre real y cotidiano: el campo, las aldeas, las carreteras, los barrios de la ciudad… La colmena es una novela de Cela que abre el camino a la novela social, es decir, las características más importantes de la corriente están presenten en ella: la fragmentación de la acción en secuencias de diferente extensión, en la que cada una de las secuencias se centra sobre un momento puntual de la vida del personaje; la angustia existencial del hombre que se siente devorado por las grandes ciudades: el protagonista colectivo; la estructura abierta que provoca la alteración del orden lineal del relato y una voluntad de objetividad. La novela es un fresco de la vida cotidiana del Madrid de la posguerra, un Madrid triste y hambriento en que los personajes viven con poca esperanza. No hay protagonista, aunque algunos de ellos, como Martín Marco, parecen cohesionar la historia de varios. El protagonista es colectivo, cada uno aporta su “miel” a esa “colmena”, son más de cuatrocientos los que aparecen. El tiempo es muy importante en el relato. Los sucesos narrados ocurren en tres días y parte de otro (Final), pero la temporalidad del relato no sigue un orden cronológico lineal en la sucesión de los capítulos. El Jarama es el máximo exponente del objetivismo porque la mayor parte del relato se construye con los diálogos de los personajes. La acción es escasa e irrelevante, dieciséis horas en un espacio mínimo, las orillas del río Jarama en la que un grupo de jóvenes ha acudido para bañarse, mientras que un grupo de gente mayor conversa en una taberna que está próxima al lugar donde están los muchachos. Es una novela antinovelesca, en la que domina el diálogo sobre la intriga, con una anécdota mínima y sin protagonistas, pues los personajes, como se ha comentado, se juntan en grupos (los de la taberna, los muchachos del río). Técnicamente destaca la simultaneidad en la presentación de escenas, con lo que se consigue el efecto de presente que condensa la acción, y el uso del diálogo para lograr el total objetivismo que pretende el autor.
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