24 Oct
Capítulo III
La lucha por la existencia
SU RELACIÓN CON LA SELECCIÓN NATURAL. Antes
de entrar en el asunto de este capítulo, preciso es que hagamos
algunas observaciones preliminares, para demostrar el alcance de
la lucha por la existencia sobre la selección natural. Se ha visto en
el último capítulo que, entre los seres orgánicos en estado natural,
hay alguna variabilidad individual. Pero la mera existencia de
variabilidad individual y de algunas pocas variedades bien
marcadas, aunque es necesaria como fundamento para nuestro
trabajo, nos ayuda muy poco a comprender cómo brotan de la
naturaleza las especies,
Pero, ¿cómo -se preguntará- sucede que las variedades que
hemos llamado especies incipientes llegan a convertirse, por
último, en especies legítimas y distintas, que en la mayor parte de
los casos se diferencian de la misma especie?
¿Cómo nacen esos
grupos de especies que constituyen los llamados géneros distintos
y que se diferencian unos de otros más que las especies del
mismo género? Todos estos resultados son consecuencia de la
lucha por la existencia. Debido a esta, las variaciones, por
pequeñas que sean, y cualquiera que sea el origen del que
provengan, si en algo son provechosas a los individuos de una
especie en sus relaciones infinitamente complejas con otros seres
orgánicos y con sus condiciones físicas de vida, tenderán a la
conservación de dichos individuos, y serán generalmente
heredadas por la descendencia. De este modo tendrán también
mayor probabilidad de sobrevivir, pues de los muchos individuos
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de una misma especie que nacen periódicamente, sólo un
reducido número puede conseguir este privilegio. Hemos llamado
al principio por el cual se conserva toda variación pequeña,
cuando es útil, selección natural, con el fin de hacer ver su relación
con la facultad de selección del hombre. Hemos visto que el
hombre puede producir por la selección grandes y positivos
resultados y adaptar seres orgánicos a usos propios, acumulando
variaciones pequeñas pero útiles, que recibe de manos de la
naturaleza.
EL TÉRMINO «LUCHA POR LA EXISTENCIA» SE
EMPLEA EN SENTIDO AMPLIO. Debemos advertir ante
todo, que usamos esta expresión en sentido amplio y metafórico,
el cual incluye la dependencia de un ser respecto de otro, y lo que
es más importante, incluye no solamente la vida del individuo,
sino también el éxito al dejar progenie.
Dos animales caninos, en tiempo de hambre, luchan
mutuamente por conseguir el alimento que necesitan; pero la
planta que nace en los linderos del desierto lucha por la existencia
contra la sequía, aunque con más propiedad se diría que depende
de la humedad. De una planta que produce anualmente mil
semillas, de las cuales solamente una, por término medio, llega a
la madurez, puede decirse con más exactitud que lucha con las
plantas de la misma clase y con las otras que ya ocupaban el
terreno en que ella se levanta. El muérdago depende del manzano
y de otros pocos árboles, pero solamente en sentido muy artificial
puede decirse que lucha con estos árboles, porque si en el mismo
árbol crecen muchos de estos parásitos, el árbol languidece y
muere. Pero de algunos muérdagos que producen semillas y que
crecen juntamente en la misma rama puede decirse con más
razón que luchan entre sí. Y como el muérdago es diseminado
por los pájaros, de estos depende su existencia, pudiendo
metafóricamente decirse que luchan contra otras plantas
fructíferas, para tentar a los pájaros a que los consuman y que de
este modo esparzan su semilla. En estos diversos sentidos, en que
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se funden los unos en los otros, creemos conveniente usar el
término general «lucha por la existencia».
RAZÓN GEOMÉTRICA DEL CRECIMIENTO. Luchar
por la existencia es inevitable consecuencia de la elevada
proporción en que tienden a aumentarse todos los seres
orgánicos. Todo ser que durante el tiempo natural de su vida
produce varios huevos o semillas, necesita sufrir destrucción
durante algún período de su vida y durante alguna estación o en
alguno que otro año, porque de otro modo, por el principio del
aumento geométrico llegaría pronto su número a ser tan
desordenadamente grande, que no habría país capaz de
soportarlo. De aquí que, como se producen más individuos de los
que es posible que sobrevivan, tiene que haber forzosamente en
todos los casos lucha por la existencia, ya sea del individuo con
otro de la misma especie o con los de especies distintas, o con las
condiciones físicas de la vida. Esta es la doctrina de Malthus
aplicada con múltiple fuerza al conjunto de los reinos animal y
vegetal, porque en este caso no hay aumento artificial de alimento
y limitación prudente de enlaces de los dos sexos. Aunque en la
actualidad algunas especies aumenten en número, con más o
menos rapidez, todas no pueden hacerlo así, porque no cabrían
en el mundo.
Esta regla no tiene excepción, porque todo ser orgánico se
aumenta naturalmente en tan alta proporción que, si no se lo
destruyera pronto, la tierra estaría cubierta por la progenie de una
sola pareja. Aun el hombre, que es lento para reproducirse, se
duplica en veinticinco años, y en esta proporción, en menos de
mil años su descendencia no tendría literalmente sitio en el
mundo para estar de pie.
Casi toda planta silvestre en pleno desarrollo produce
anualmente semilla, y entre los animales hay poquísimos que no
se aparean todos los años. Este hecho nos hace asegurar con
confianza que todos los animales y plantas tienden a aumentar en
proporción geométrica, que todos se reproducirían rápidamente
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en toda estación en la que de cualquier modo pudiesen existir, y
que es menester que dicha tendencia geométrica de crecimiento
sea detenida por la destrucción, en algún período de la vida.
Al mirar la naturaleza es necesario no olvidar que cada ser
orgánico está luchando con todos sus esfuerzos para aumentar su
número; que cada uno vive merced a la lucha en algún período de
su vida; que la destrucción severa cae inevitablemente, tanto
sobre el joven como sobre el viejo, durante cada generación o
con intervalos que se repiten. Aligéresé un obstáculo cualquiera,
mitíguese la destrucción por poca que sea, y el número de las
especies crecerá casi instantáneamente hasta alcanzar una suma
que no podrá menos que sorprendernos.
NATURALEZA DE LOS OBSTÁCULOS AL AUMENTO.
La cantidad de alimento para cada especie da naturalmente el
límite extremo al que puede llegar en su crecimiento; pero con
mucha frecuencia no determina el número medio de una especie
el alimento que pueda obtener, sino el que sirva o no de presa a
otros animales.
El clima desempeña también un papel importante en la
determinación del término medio del número de una especie, y
parece ser que de todos los obstáculos, los que más efectos
causan son las estaciones periódicas de frío o de sequedad
extremas. La acción del clima obra principalmente reduciendo el
alimento, lo que causa la lucha más severa entre los individuos, ya
sea de la misma, como de distintas especies que usan la misma
alimentación. Más aun cuando el clima obra directamente, por
ejemplo, cuando reinan intensos fríos, los individuos son menos
vigorosos, y por consiguiente, los que menos alimento tienen al
avanzar el invierno son los que más sufren. Cada especie, aun en
el sitio en que más abunda, sufre una constante y enorme
destrucción en algún período de su existencia, a causa de los
enemigos que compiten por la zona y el sustento. De modo que
si estos enemigos o competidores son favorecidos en grado
íntimo por cualquier ligero cambio de clima, aumentan en
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número, y como cada área está ya completamente cubierta de
habitantes, preciso es que las otras especies disminuyan.
Cuando una especie, por efecto de circunstancias muy
favorables, aumenta desordenadamente su número en un
pequeño trecho de terreno, se producen las epidemias. Así ocurre
generalmente con nuestros animales de caza, porque este
obstáculo limita su número independientemente de la lucha por la
existencia.
LAS RELACIONES COMPLEJAS DE LOS ANIMALES Y
PLANTAS ENTRE SÍ, LIMITA EN LA LUCHA POR LA
EXISTENCIA. Muchos casos se registran que demuestran cuán
complejos e inesperados son los obstáculos y relaciones
existentes entre los seres orgánicos que tienen que luchar juntos
en un mismo país; pero aquí sólo daremos un ejemplo, que,
aunque sencillo, nos interesa que se conozca. En Staffordshire, en
la finca de uno de nuestros parientes, contábamos con grandes
medios de investigación y dimos con un gran brezal, estéril en
extremo, que nunca había sido tocado por la mano del hombre,
aunque unos cuantos centenares de terreno exactamente igual
habían sido cercados veinticinco años ‘antes para ser plantados de
pinos. El cambio en la vegetación natural de la parte plantada del
páramo fue notabilísimo, y mayor del que generalmente se ve al
pasar de un terreno a otro completamente distinto. Pues bien: no
sólo el número proporcional de las plantas del brezal había
cambiado por completo, sino que dos especies de plantas, no
incluyendo entre ellas hierbas ni cárices, florecían en las
plantaciones, y en vano se las hubiera buscado en el terreno
baldío. El efecto sobre los insectos debíó haber sido aún mayor,
pues eran muy comunes en la parte plantada seis clases de pájaros
insectívoros que no se veían en la inculta, frecuentada por dos o
tres clases distintas de los mismos.
Vemos también, por ejemplo, que el ganado determina
absolutamente la existencia del pino, así como en algunas partes
del mundo los insectos determinan la existencia del ganado.
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LA LUCHA POR LA EXISTENCIA ENTRE
INDIVIDUOS Y VARIEDADES DE LA MISMA ESPECIE
ES LA MÁS ENCARNIZADA. Como las especies del mismo
género suelen tener, aunque no invariablemente, mucha
semejanza en hábitos, constitución y siempre en estructura, la
lucha será generalmente más severa entre ellas si llegan a estar en
competencia unas con otras, que si se trata de especies de géneros
distintos. Lo vemos en la extensión recientemente tomada en
algunas partes de los Estados Unidos por una especie de
golondrina que ha causado la disminución de otra especie, y en el
reciente crecimiento del tordo en algunas localidades de Escocia,
causando la disminución del zorzal. Podríamos ver la razón de la
mayor severidad de la lucha entre formas próximas que ocupan
más o menos el mismo lugar en la economía de la naturaleza;
pero probablemente en ningún caso nos sería permitido decir
precisamente por qué una especie fue vencedora en la gran batalla
de la vida.
Sin embargo, se puede deducir que la estructura de todo ser
orgánico está relacionada de la manera más esencial, aunque a
menudo oculta, con la de todos los demás seres orgánicos con los
que entra en competencia a causa de los alimentos o residencia, o
los que tiene que evitar, o a los que debe buscar para convertirlos
en su presa.
Todo lo que podemos hacer es conservar constantemente la
idea de que todo ser orgánico se esfuerza por aumentar su
proporción geométrica, y que en algún período de su vida,
durante alguna estación del año, durante cada generación o con
intervalos, tiene que luchar por la vida y sufrir una gran
destrucción. Cuando reflexionamos acerca de esta lucha, nos
podemos consolar con la plena creencia de que la guerra de la
naturaleza no es incesante, de que no se siente el miedo, de que la
muerte es generalmente pronta, y de que los seres vigorosos,
saludables y felices sobreviven y se multiplican.
La lucha por la existencia
SU RELACIÓN CON LA SELECCIÓN NATURAL. Antes
de entrar en el asunto de este capítulo, preciso es que hagamos
algunas observaciones preliminares, para demostrar el alcance de
la lucha por la existencia sobre la selección natural. Se ha visto en
el último capítulo que, entre los seres orgánicos en estado natural,
hay alguna variabilidad individual. Pero la mera existencia de
variabilidad individual y de algunas pocas variedades bien
marcadas, aunque es necesaria como fundamento para nuestro
trabajo, nos ayuda muy poco a comprender cómo brotan de la
naturaleza las especies,
Pero, ¿cómo -se preguntará- sucede que las variedades que
hemos llamado especies incipientes llegan a convertirse, por
último, en especies legítimas y distintas, que en la mayor parte de
los casos se diferencian de la misma especie?
¿Cómo nacen esos
grupos de especies que constituyen los llamados géneros distintos
y que se diferencian unos de otros más que las especies del
mismo género? Todos estos resultados son consecuencia de la
lucha por la existencia. Debido a esta, las variaciones, por
pequeñas que sean, y cualquiera que sea el origen del que
provengan, si en algo son provechosas a los individuos de una
especie en sus relaciones infinitamente complejas con otros seres
orgánicos y con sus condiciones físicas de vida, tenderán a la
conservación de dichos individuos, y serán generalmente
heredadas por la descendencia. De este modo tendrán también
mayor probabilidad de sobrevivir, pues de los muchos individuos
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de una misma especie que nacen periódicamente, sólo un
reducido número puede conseguir este privilegio. Hemos llamado
al principio por el cual se conserva toda variación pequeña,
cuando es útil, selección natural, con el fin de hacer ver su relación
con la facultad de selección del hombre. Hemos visto que el
hombre puede producir por la selección grandes y positivos
resultados y adaptar seres orgánicos a usos propios, acumulando
variaciones pequeñas pero útiles, que recibe de manos de la
naturaleza.
EL TÉRMINO «LUCHA POR LA EXISTENCIA» SE
EMPLEA EN SENTIDO AMPLIO. Debemos advertir ante
todo, que usamos esta expresión en sentido amplio y metafórico,
el cual incluye la dependencia de un ser respecto de otro, y lo que
es más importante, incluye no solamente la vida del individuo,
sino también el éxito al dejar progenie.
Dos animales caninos, en tiempo de hambre, luchan
mutuamente por conseguir el alimento que necesitan; pero la
planta que nace en los linderos del desierto lucha por la existencia
contra la sequía, aunque con más propiedad se diría que depende
de la humedad. De una planta que produce anualmente mil
semillas, de las cuales solamente una, por término medio, llega a
la madurez, puede decirse con más exactitud que lucha con las
plantas de la misma clase y con las otras que ya ocupaban el
terreno en que ella se levanta. El muérdago depende del manzano
y de otros pocos árboles, pero solamente en sentido muy artificial
puede decirse que lucha con estos árboles, porque si en el mismo
árbol crecen muchos de estos parásitos, el árbol languidece y
muere. Pero de algunos muérdagos que producen semillas y que
crecen juntamente en la misma rama puede decirse con más
razón que luchan entre sí. Y como el muérdago es diseminado
por los pájaros, de estos depende su existencia, pudiendo
metafóricamente decirse que luchan contra otras plantas
fructíferas, para tentar a los pájaros a que los consuman y que de
este modo esparzan su semilla. En estos diversos sentidos, en que
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se funden los unos en los otros, creemos conveniente usar el
término general «lucha por la existencia».
RAZÓN GEOMÉTRICA DEL CRECIMIENTO. Luchar
por la existencia es inevitable consecuencia de la elevada
proporción en que tienden a aumentarse todos los seres
orgánicos. Todo ser que durante el tiempo natural de su vida
produce varios huevos o semillas, necesita sufrir destrucción
durante algún período de su vida y durante alguna estación o en
alguno que otro año, porque de otro modo, por el principio del
aumento geométrico llegaría pronto su número a ser tan
desordenadamente grande, que no habría país capaz de
soportarlo. De aquí que, como se producen más individuos de los
que es posible que sobrevivan, tiene que haber forzosamente en
todos los casos lucha por la existencia, ya sea del individuo con
otro de la misma especie o con los de especies distintas, o con las
condiciones físicas de la vida. Esta es la doctrina de Malthus
aplicada con múltiple fuerza al conjunto de los reinos animal y
vegetal, porque en este caso no hay aumento artificial de alimento
y limitación prudente de enlaces de los dos sexos. Aunque en la
actualidad algunas especies aumenten en número, con más o
menos rapidez, todas no pueden hacerlo así, porque no cabrían
en el mundo.
Esta regla no tiene excepción, porque todo ser orgánico se
aumenta naturalmente en tan alta proporción que, si no se lo
destruyera pronto, la tierra estaría cubierta por la progenie de una
sola pareja. Aun el hombre, que es lento para reproducirse, se
duplica en veinticinco años, y en esta proporción, en menos de
mil años su descendencia no tendría literalmente sitio en el
mundo para estar de pie.
Casi toda planta silvestre en pleno desarrollo produce
anualmente semilla, y entre los animales hay poquísimos que no
se aparean todos los años. Este hecho nos hace asegurar con
confianza que todos los animales y plantas tienden a aumentar en
proporción geométrica, que todos se reproducirían rápidamente
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en toda estación en la que de cualquier modo pudiesen existir, y
que es menester que dicha tendencia geométrica de crecimiento
sea detenida por la destrucción, en algún período de la vida.
Al mirar la naturaleza es necesario no olvidar que cada ser
orgánico está luchando con todos sus esfuerzos para aumentar su
número; que cada uno vive merced a la lucha en algún período de
su vida; que la destrucción severa cae inevitablemente, tanto
sobre el joven como sobre el viejo, durante cada generación o
con intervalos que se repiten. Aligéresé un obstáculo cualquiera,
mitíguese la destrucción por poca que sea, y el número de las
especies crecerá casi instantáneamente hasta alcanzar una suma
que no podrá menos que sorprendernos.
NATURALEZA DE LOS OBSTÁCULOS AL AUMENTO.
La cantidad de alimento para cada especie da naturalmente el
límite extremo al que puede llegar en su crecimiento; pero con
mucha frecuencia no determina el número medio de una especie
el alimento que pueda obtener, sino el que sirva o no de presa a
otros animales.
El clima desempeña también un papel importante en la
determinación del término medio del número de una especie, y
parece ser que de todos los obstáculos, los que más efectos
causan son las estaciones periódicas de frío o de sequedad
extremas. La acción del clima obra principalmente reduciendo el
alimento, lo que causa la lucha más severa entre los individuos, ya
sea de la misma, como de distintas especies que usan la misma
alimentación. Más aun cuando el clima obra directamente, por
ejemplo, cuando reinan intensos fríos, los individuos son menos
vigorosos, y por consiguiente, los que menos alimento tienen al
avanzar el invierno son los que más sufren. Cada especie, aun en
el sitio en que más abunda, sufre una constante y enorme
destrucción en algún período de su existencia, a causa de los
enemigos que compiten por la zona y el sustento. De modo que
si estos enemigos o competidores son favorecidos en grado
íntimo por cualquier ligero cambio de clima, aumentan en
E L O R I G E N D E L A S E S P E C I E S
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número, y como cada área está ya completamente cubierta de
habitantes, preciso es que las otras especies disminuyan.
Cuando una especie, por efecto de circunstancias muy
favorables, aumenta desordenadamente su número en un
pequeño trecho de terreno, se producen las epidemias. Así ocurre
generalmente con nuestros animales de caza, porque este
obstáculo limita su número independientemente de la lucha por la
existencia.
LAS RELACIONES COMPLEJAS DE LOS ANIMALES Y
PLANTAS ENTRE SÍ, LIMITA EN LA LUCHA POR LA
EXISTENCIA. Muchos casos se registran que demuestran cuán
complejos e inesperados son los obstáculos y relaciones
existentes entre los seres orgánicos que tienen que luchar juntos
en un mismo país; pero aquí sólo daremos un ejemplo, que,
aunque sencillo, nos interesa que se conozca. En Staffordshire, en
la finca de uno de nuestros parientes, contábamos con grandes
medios de investigación y dimos con un gran brezal, estéril en
extremo, que nunca había sido tocado por la mano del hombre,
aunque unos cuantos centenares de terreno exactamente igual
habían sido cercados veinticinco años ‘antes para ser plantados de
pinos. El cambio en la vegetación natural de la parte plantada del
páramo fue notabilísimo, y mayor del que generalmente se ve al
pasar de un terreno a otro completamente distinto. Pues bien: no
sólo el número proporcional de las plantas del brezal había
cambiado por completo, sino que dos especies de plantas, no
incluyendo entre ellas hierbas ni cárices, florecían en las
plantaciones, y en vano se las hubiera buscado en el terreno
baldío. El efecto sobre los insectos debíó haber sido aún mayor,
pues eran muy comunes en la parte plantada seis clases de pájaros
insectívoros que no se veían en la inculta, frecuentada por dos o
tres clases distintas de los mismos.
Vemos también, por ejemplo, que el ganado determina
absolutamente la existencia del pino, así como en algunas partes
del mundo los insectos determinan la existencia del ganado.
C H A R L E S D A R W I N
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LA LUCHA POR LA EXISTENCIA ENTRE
INDIVIDUOS Y VARIEDADES DE LA MISMA ESPECIE
ES LA MÁS ENCARNIZADA. Como las especies del mismo
género suelen tener, aunque no invariablemente, mucha
semejanza en hábitos, constitución y siempre en estructura, la
lucha será generalmente más severa entre ellas si llegan a estar en
competencia unas con otras, que si se trata de especies de géneros
distintos. Lo vemos en la extensión recientemente tomada en
algunas partes de los Estados Unidos por una especie de
golondrina que ha causado la disminución de otra especie, y en el
reciente crecimiento del tordo en algunas localidades de Escocia,
causando la disminución del zorzal. Podríamos ver la razón de la
mayor severidad de la lucha entre formas próximas que ocupan
más o menos el mismo lugar en la economía de la naturaleza;
pero probablemente en ningún caso nos sería permitido decir
precisamente por qué una especie fue vencedora en la gran batalla
de la vida.
Sin embargo, se puede deducir que la estructura de todo ser
orgánico está relacionada de la manera más esencial, aunque a
menudo oculta, con la de todos los demás seres orgánicos con los
que entra en competencia a causa de los alimentos o residencia, o
los que tiene que evitar, o a los que debe buscar para convertirlos
en su presa.
Todo lo que podemos hacer es conservar constantemente la
idea de que todo ser orgánico se esfuerza por aumentar su
proporción geométrica, y que en algún período de su vida,
durante alguna estación del año, durante cada generación o con
intervalos, tiene que luchar por la vida y sufrir una gran
destrucción. Cuando reflexionamos acerca de esta lucha, nos
podemos consolar con la plena creencia de que la guerra de la
naturaleza no es incesante, de que no se siente el miedo, de que la
muerte es generalmente pronta, y de que los seres vigorosos,
saludables y felices sobreviven y se multiplican.
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