30 Dic

Platón y la Realidad: Metafísica en la Filosofía Clásica

La filosofía de Platón se centra en la búsqueda de la justicia, especialmente tras la condena a muerte de Sócrates. Su obra principal, «La República«, presenta la utopía de una ciudad ideal y un programa educativo para los ciudadanos, enfocado en la formación de gobernantes justos. Para Platón, la justicia debe ser un ideal independiente de opiniones individuales y acuerdos sociales.

Las Ideas: Núcleo de la Metafísica Platónica

Las Ideas, concepto fundamental en su filosofía, representan modelos ideales de justicia, bondad, belleza, etc. Estas Ideas existen independientemente de la percepción humana y representan lo que las cosas o acciones deben ser, más que lo que son en la realidad concreta. Platón sugiere que estas Ideas tienen una realidad propia en un mundo inteligible separado del mundo material, siendo esencias que definen la naturaleza de las cosas, pero que existen separadas de ellas.

En resumen, para Platón, las Ideas son entidades inmateriales que representan modelos ideales de justicia y otras cualidades, existiendo independientemente de la percepción humana y sirviendo como normas a las que aspirar en la sociedad y en la vida individual. Las Ideas poseen las características del Ser de Parménides: son únicas, eternas e inmutables, mientras que las cosas son múltiples, temporales y cambiantes. Las Ideas son realidades inteligibles, no corpóreas ni sensibles, y constituyen el objeto de la definición y la ciencia.

Dualismo Platónico: Mundo Sensible vs. Mundo Inteligible

Platón postula dos mundos: el Mundo Sensible de las cosas particulares, dominado por el cambio, y el Mundo Inteligible de las Ideas, que es la verdadera realidad y no puede ser percibido por los sentidos. Este mundo inteligible no tiene ubicación física y es un constructo intelectual que representa un universo de ideales.

Platón establece una jerarquía en el mundo de las Ideas, siendo la Idea de Bien la más fundamental, de la cual participan todas las demás ideas. La Idea de Bien es el fundamento ontológico y epistemológico de la realidad.

Relación entre Ideas y Cosas

La relación entre el Mundo de las Ideas y las cosas se entiende como participación o imitación desde el punto de vista de las cosas, y como presencia desde el punto de vista de las Ideas. Las Ideas son la causa formal de las cosas, pero no las producen directamente.

Estos conceptos plantean problemas, como la simultaneidad de la presencia y trascendencia de las Ideas en las cosas, y la relación de participación entre ellas. La teoría de la participación ayuda a comprender la cosmología platónica.

Cosmología Platónica: El Demiurgo

La teoría cosmológica de Platón rechaza el modelo atomista y postula que el orden cósmico es resultado de la intervención de una inteligencia ordenadora, el Demiurgo. Este Demiurgo modeló el mundo sensible a partir de una materia preexistente, imitando las Ideas, siendo el mundo sensible una «copia» del mundo de las Ideas.

Implicaciones Epistemológicas y Políticas de la Teoría de las Ideas

Las Ideas no solo determinan la naturaleza de las cosas, sino que también nos permiten conocerlas, lo que añade una dimensión epistemológica a la teoría de las Ideas. La Teoría de las Ideas de Platón tiene un objetivo político, argumentando que los gobernantes deberían ser filósofos guiados por Ideas trascendentes, y un objetivo científico, ya que el objeto de la ciencia debería ser las Ideas.

El Problema del Conocimiento en Platón: Epistemología Clásica

Platón propone una teoría del conocimiento estrechamente ligada a su concepción de la realidad, la cual divide en dos mundos: el mundo inteligible, donde residen las Ideas, y el mundo sensible, que es una mera copia de aquel. Para Platón, el verdadero conocimiento se encuentra en el mundo inteligible, donde las Ideas son la auténtica realidad.

La Teoría de la Reminiscencia

Según esta teoría, el alma humana ha habitado previamente en el mundo de las Ideas y ha caído al mundo sensible para purificar sus culpas. Aunque el alma haya tenido una visión directa de las Ideas, al caer al mundo sensible olvida ese conocimiento. Por lo tanto, el conocimiento que se obtiene en el mundo sensible es falso, ya que se trata de conocimiento de las meras apariencias. El verdadero conocimiento consiste en recordar las Ideas que el alma ya conoció en su estado previo en el mundo inteligible. Este proceso de recuerdo o reminiscencia se lleva a cabo mediante el diálogo, donde el alma va recordando poco a poco lo que había visto en el mundo de las Ideas.

Esta teoría presupone dos aspectos importantes: primero, que el alma conoció las Ideas en alguna existencia anterior separada del cuerpo, y segundo, que el conocimiento sensible sirve como ocasión para el recuerdo, ayudando a reducir la multiplicidad de las sensaciones a la unidad de la Idea.

La Dialéctica: Un Camino Ascendente hacia el Conocimiento

Platón describe un proceso de recuerdo de las Ideas, como se expone en los Libros VI y VII de La República, que se lleva a cabo mediante un desarrollo ascendente del alma llamado «dialéctica«. Este proceso de conocimiento se divide en cuatro grados, los dos primeros corresponden al mundo sensible y los dos últimos al mundo inteligible.

La dialéctica platónica parte de distinguir dos formas generales de conocimiento: la opinión sensible y la ciencia racional. La opinión se refiere al conocimiento sensible del mundo visible, mientras que la ciencia trata del mundo inteligible de las Ideas. La imaginación y la creencia son los primeros dos grados de conocimiento, alimentándose de objetos sensibles y estudiados por la física. Los dos últimos grados son la razón discursiva del matemático y la inteligencia propia del dialéctico, que supone el verdadero conocimiento de las Ideas.

Diferencias entre el Método Matemático y el Dialéctico

Platón diferencia el método matemático del método dialéctico. Las matemáticas emplean un método descendente, partiendo de hipótesis y deduciendo conclusiones apoyadas en imágenes visibles. En contraste, la dialéctica emplea un método ascendente, basándose en hipótesis como «peldaños» para llegar a un principio no hipotético, la Idea suprema, sin recurrir a imágenes.

Conocimiento Intuitivo y Acción Virtuosa

Dos puntos clave de esta teoría del conocimiento son: primero, que el conocimiento verdadero es la contemplación directa de las Ideas, siendo la noésis el grado más alto; y segundo, que el conocimiento en Platón es intuitivo, implicando la acción conforme a la Idea de Bien. Por lo tanto, el conocimiento implica tanto teoría como práctica, llevando a la acción virtuosa, justa y buena.

El Problema del Hombre en Platón: Antropología Clásica

Platón es dualista y, por lo tanto, considera que el alma y el cuerpo son dos realidades distintas e independientes, siendo el cuerpo una cárcel para el alma. Además, efectúa una división tripartita del alma, expresión, quizá, de los conflictos éticos y psíquicos que el ser humano experimenta en sí mismo. No está muy claro si se trata sólo de tres “funciones” del alma (como en La República), o de tres “almas” distintas (como en el Timeo). Esta teoría tripartita va a resultar determinante en su concepción política.

División Tripartita del Alma

  • Alma racional: Inmortal, sede de la inteligencia y de naturaleza divina. Situada en el cerebro.
  • Alma irascible: Fuente de pasiones nobles, situada en el tórax e inseparable del cuerpo (por tanto, mortal).
  • Alma apetitiva o concupiscible: Fuente de pasiones innobles, situada en el abdomen y también mortal.

Esta teoría del alma es también, de algún modo, dualista: hay una parte inmortal del alma, y el resto es mortal y ligado al cuerpo. Según el Timeo, el alma racional ha sido creada directamente por el Demiurgo con los mismos elementos que el Alma del Mundo. Se afirma así su inmortalidad y su carácter “divino”, es decir, su similitud con el Mundo de las Ideas (lo que le da la posibilidad de conocerlas).

Inmortalidad del Alma y Reencarnaciones

La inmortalidad del alma, de clara influencia órfica y pitagórica, es una de las doctrinas fundamentales de Platón, quien, sin embargo, reconoció que los argumentos en su favor no son sino probables y que no disipan todas las dudas. Lo mismo sucede con la doctrina de las reencarnaciones sucesivas del alma. Platón habla de ella sirviéndose de mitos, lo cual indica que nada se puede saber con seguridad de esta cuestión.

El Cuerpo como Obstáculo para el Alma

En cuanto al cuerpo humano (unido al alma de forma accidental debido al castigo por alguna culpa cometida por ésta), Platón mantiene una concepción bastante peyorativa: el cuerpo es un estorbo para el alma, la arrastra con sus pasiones y le impide la contemplación de las Ideas. Por eso, lo mejor que le puede pasar al filósofo es morir, y la filosofía no es sino una “preparación para la muerte”.

Aristóteles y la Ética: Fundamentos Clásicos de la Vida Buena

Toda actividad, como cambio que es, tiende a un fin y el fin supremo de la actividad humana es la felicidad (ética eudemonista y teleológica). Sólo ella es perfecta y autárquica (autosuficiente). Aun así, la felicidad es un objetivo complejo al que deben contribuir otros bienes menores sin los que sería imposible alcanzarla.

Clasificación de los Bienes según Aristóteles

Aristóteles distingue a este último respecto:

  • Bienes externos: riqueza, honores, fama, poder.
  • Bienes del cuerpo: salud, placer, integridad.
  • Bienes del alma: la contemplación, la sabiduría.

La Felicidad y la Actividad Contemplativa

Con independencia de las condiciones materiales de vida a las que nos hemos referido, Aristóteles hace consistir la felicidad humana en el pleno desarrollo de aquello que le es más esencial: la inteligencia (nous), que se alcanza mediante la actividad contemplativa, es decir, la dedicada al conocimiento puro, a la filosofía. La virtud de la sabiduría es la que proporciona al ser humano la verdadera felicidad, aunque debe conjugarla con otras virtudes y con los bienes exteriores.

La Virtud como Camino hacia la Felicidad

Aristóteles afirma que es imposible que exista la felicidad sin la virtud: la felicidad es “la actividad del hombre conforme a la virtud”. Aristóteles va a establecer una división entre las virtudes, hablando de:

  • Virtudes dianoéticas o de razón: Se adquieren a través de la educación y se relacionan con la parte racional del alma. Las principales son el entendimiento, la ciencia, la sabiduría, el arte y la prudencia, esta última fundamental para la ética porque es la capacidad para discernir y hacer lo bueno o lo malo.
  • Virtudes éticas: Se adquieren a través de la costumbre o el hábito adquirido con la práctica. No es, pues, una ciencia que pueda ser enseñada, con lo que Aristóteles se separa claramente en este punto de la tradición socrático-platónica: saber qué es el bien no implica hacer el bien.

La Virtud como Término Medio

Por otro lado, entiende la virtud como el término medio entre el exceso y el defecto. Así, el valor es un medio entre la cobardía y la temeridad, y la generosidad será el justo medio entre la prodigalidad (exceso) y la avaricia (defecto). La templanza es el término medio entre el libertinaje y la inapetencia. El término medio no es igual para todos; cada uno, haciendo uso de la prudencia, debe determinar cuál es el suyo y, por último, la virtud como término medio establecido por la razón es algo permanente, no varía dependiendo de la situación concreta que se juzgue.

Estas virtudes tienen como fin dominar la parte irracional del alma (vegetativa y sensitiva). Sin ellas sería imposible la convivencia. Las más importantes son: fortaleza, templanza y justicia.

El Problema de la Sociedad en Platón: Política en la Antigüedad

El sistema de gobierno propuesto por Platón se fundamenta en una aristocracia de la virtud y el conocimiento, no en la sangre. Los líderes no son guiados por la ambición personal ni el derecho del más fuerte, sino que se inspiran en la contemplación del orden inmutable de las Ideas. Platón creía que el conocimiento otorga poder, pero este poder debe ser ejercido con justicia en beneficio de la comunidad.

Estructura de la Ciudad Ideal

La ciudad ideal de Platón, tal como la describe en su obra «La República«, se divide en tres clases sociales que reflejan las partes del alma. Cada clase tiene asignada una tarea y una virtud correspondiente:

  • Gobernantes o filósofos: Representan el alma racional y ejercen la virtud de la prudencia o sabiduría.
  • Guerreros: Correspondientes al aspecto irascible del alma, muestran la virtud de la fortaleza o el valor.
  • Artesanos: Reflejando el aspecto apetitivo del alma, practican la virtud de la templanza.

Así como la justicia como virtud es la armonía entre las partes del alma, la justicia política es la armonía entre las clases sociales. Este sistema se caracteriza por su rigurosa jerarquía, ya que no todos los individuos están igualmente dotados ni deben realizar las mismas funciones. Cada persona tiene una parte predominante del alma y debe ser educada según las funciones que desempeñará en la sociedad. Por lo tanto, el Estado platónico es esencialmente una institución educativa donde la existencia de los ciudadanos está al servicio del bien común.

Origen de la Polis y División del Trabajo

Esta estratificación funcional del Estado en Platón surge de la división del trabajo, que es el origen de la polis. Los seres humanos se unen en sociedad porque no pueden autoabastecerse y necesitan de otros. Aunque esta división del trabajo tiene un origen natural, ya que cada individuo se dedica a lo que está naturalmente dotado para hacer, la unidad de la polis no puede basarse únicamente en esta división, sino en algo que haga a todos los ciudadanos iguales.

Características Esenciales de la Ciudad Ideal

En «La República«, Platón detalla la estructura de su ciudad ideal, resaltando aspectos esenciales que la hacen posible. Estos son:

  • Educación prioritaria: El Estado platónico es principalmente un «Estado educador», aunque no prevé educación para el estamento inferior.
  • Eugenesia: Propone emparejar a los mejores con los mejores y a los peores con los peores para mejorar la calidad de la población.
  • Abolición de la familia y propiedad privada en los estamentos superiores para garantizar la igualdad y la armonía.
  • Igualdad de género: Reconoce la igualdad de capacidades entre hombres y mujeres, eliminando distinciones de género en la administración de la ciudad.

Evolución de las Formas Políticas

Platón también presenta una teoría de la evolución de las formas políticas, donde las sociedades pasan de una aristocracia ideal a formas menos perfectas como la timocracia, oligarquía, democracia y, finalmente, la tiranía. Considera que la democracia, con su énfasis en la igualdad y libertad individual, eventualmente desemboca en la tiranía debido a la falta de educación del pueblo.

Viabilidad del Sistema Político Platónico

Se cuestiona si Platón creía en la viabilidad práctica de su sistema político. Algunos argumentan que sí, e incluso sugieren que intentó aplicarlo en Siracusa. Sin embargo, su tono más práctico en «Las Leyes» indica que concebía su sistema como un ideal teórico más que una propuesta pragmática. Platón estableció un modelo político ideal al que los sistemas políticos reales deberían aproximarse en la medida de lo posible.

El Problema de Dios en Platón: Aproximaciones en la Antigüedad

El tratamiento del tema de Dios es muy difícil en un autor del siglo IV a. C. como Platón. Y esto porque el Dios objeto de la especulación filosófica es el Dios cristiano, y éste no aparece en la Historia del Pensamiento hasta la Edad Media. Aun así, se puede rastrear un atisbo de esta figura en algunas ideas platónicas, como el mito del Demiurgo –aquél ser que modela la materia a partir de la contemplación de las Ideas– o la estructuración del mundo inteligible, que cristaliza en la concepción de Dios de Agustín de Hipona, a partir de la cual se desarrolla la doctrina cristiana del Ser divino.

Diferencias entre las Ideas Platónicas y el Dios Cristiano

A pesar de todo, hay que aclarar que la función que cumplen las Ideas platónicas y el Dios cristiano es totalmente diferente. Mientras que las Ideas son creadoras en el sentido de que son esencias de las cosas particulares –es decir, no son causas eficientes–, el Dios cristiano crea el mundo de la nada. Es la causa eficiente de su existencia y trascendente a ese mundo.

El Demiurgo como Causa Eficiente en la Filosofía Platónica

La causa eficiente de la Naturaleza en el pensamiento platónico sería el Demiurgo antes citado, pero éste es un ser secundario, supeditado a la realidad de las Ideas, por lo que no puede ser considerado un antecedente del Dios único de la religión cristiana.

Conocimiento, Realidad y Dios en Descartes: Perspectivas Modernas

Descartes, como padre del Racionalismo, plantea una visión del conocimiento basada en la primacía de la razón sobre los sentidos. Para él, la Razón es capaz de construir conocimiento verdadero a partir de principios evidentes e indudables, independientes de la experiencia sensible. Este enfoque establece al sujeto humano como el punto de referencia para comprender la realidad y determinar la validez del conocimiento.

El Método Cartesiano

El método cartesiano busca unificar todas las ciencias bajo un mismo fundamento racional. Este método, basado en la evidencia, el análisis, la síntesis y la enumeración, busca asegurar la objetividad y veracidad del conocimiento científico. Descartes comienza este proceso cuestionando todo conocimiento para encontrar una verdad indudable, llegando a la conclusión de que la única certeza irrefutable es la existencia del pensamiento: «Pienso, luego existo«.

La Existencia de Dios como Garante del Conocimiento

Partiendo de esta verdad fundamental, Descartes busca establecer la existencia de Dios como garante del conocimiento. Argumenta que la idea de un ser perfecto implica su existencia, y que Dios, siendo infinitamente veraz, garantiza la verdad de nuestras percepciones. A través de diversas demostraciones, Descartes establece la existencia de Dios como un ser necesario para la explicación del mundo y la garantía de la verdad del conocimiento.

Las Tres Sustancias: Pensante, Extensa e Infinita

Una vez establecida la existencia de Dios, Descartes aborda el problema de la realidad. Define tres tipos de sustancias: la sustancia pensante (el yo o cogito), la sustancia extensa (el mundo material) y la sustancia infinita (Dios). Estas sustancias son independientes entre sí y se caracterizan por atributos y modos específicos. Dios es la única sustancia necesaria y perfecta, mientras que las sustancias finitas, como la mente y la materia, son dependientes y limitadas.

Dualismo Cartesiano: Mente y Materia

Descartes concibe el universo como un mecanismo determinista, donde la mente humana posee libertad en contraste con la estricta determinación de las leyes físicas que rigen el mundo material. Esta dualidad entre la mente y la materia refleja la división entre la esfera de la libertad y la esfera de la causalidad determinista.

En resumen, el enfoque cartesiano sobre el conocimiento establece la primacía de la razón y busca fundamentar la verdad a través de la existencia de Dios. Esta visión dualista de la realidad distingue entre la mente como libre y la materia como determinada por leyes físicas.

Conocimiento y Realidad en Hume: Perspectivas Modernas

David Hume se adentra en el corazón del problema del conocimiento humano con una meticulosa disección de los elementos que lo componen. Para él, todo el sistema de conocimiento se construye sobre percepciones, las cuales divide en dos tipos fundamentales: impresiones e ideas.

Impresiones e Ideas: Los Fundamentos del Conocimiento

Las impresiones son las experiencias inmediatas y directas, ya sean de sensación (como los colores o sonidos) o de reflexión (como emociones o pensamientos). Por otro lado, las ideas son representaciones menos vívidas que las impresiones, siendo copias de éstas. Hume distingue entre ideas simples (directamente derivadas de impresiones) e ideas complejas (formadas por la asociación de ideas simples a través de la imaginación).

Las Leyes de Asociación de Ideas

La imaginación, según Hume, opera siguiendo tres leyes de asociación: la semejanza, la contigüidad espacio-temporal y la causalidad. Esta última es particularmente relevante, ya que conecta el conocimiento de las relaciones entre las ideas con el conocimiento de cuestiones de hecho, fundamentando así las ciencias empíricas.

Crítica al Principio de Causalidad

Sin embargo, Hume desafía la validez absoluta del principio de causalidad al argumentar que nuestra creencia en él no se basa en un conocimiento directo de conexiones necesarias entre causa y efecto, sino en una mera costumbre de observar una sucesión constante de eventos. Esto lleva a cuestionar la certeza de nuestras inferencias sobre hechos futuros y, en última instancia, la posibilidad de un conocimiento seguro en las ciencias empíricas.

Crítica a la Noción de Sustancia

En su crítica a la noción de sustancia, Hume desmantela la idea de un substrato permanente que unifique los fenómenos, argumentando que la noción de sustancia carece de significado al no corresponder a ninguna impresión directa. Del mismo modo, cuestiona la existencia de una realidad exterior a nosotros y la validez de las pruebas tradicionales para demostrar la existencia de Dios y del yo.

Escepticismo y Fenomenismo

Finalmente, Hume establece un escepticismo radical al afirmar que es imposible demostrar la existencia del mundo, del yo y de Dios más allá de la experiencia. Su postura fenomenista sostiene que solo es posible conocer las impresiones como hechos mentales, negando así cualquier forma de conocimiento que no esté directamente fundamentada en la experiencia.

El Ser Humano en la Modernidad: Antropología Cartesiana

El dualismo cartesiano, que separa el hombre en alma y cuerpo, plantea preguntas profundas sobre cómo estas dos realidades tan distintas interactúan entre sí. Esta separación entre cuerpo y alma es heredera de concepciones filosóficas anteriores, como la platónica y agustiniana, y contrasta con la visión aristotélico-tomista que considera al alma como la forma sustancial del cuerpo.

Interacción entre Alma y Cuerpo

Descartes, sin embargo, no ofrece una explicación convincente sobre cómo el alma puede influir en el cuerpo o viceversa. Solo sugiere que la interacción ocurre en la glándula pineal, ubicada en la base del cerebro, sin profundizar en los mecanismos precisos.

La Muerte según Descartes

La muerte, según Descartes, no implica la separación del alma y el cuerpo, sino simplemente el cese de la función corporal, similar al funcionamiento de una máquina. Esta distinción entre cuerpo y alma parece destinada a preservar la libertad del alma frente a un universo mecánico y determinista, propio de la ciencia clásica, que no deja lugar para la finalidad ni la libertad.

El «Yo» Cartesiano y la Libertad

El «yo» cartesiano representa la esencia más íntima del ser humano, conocida de manera intuitiva y clara a través del «yo pienso». Este «yo» es el sujeto de todas las actividades anímicas, que se reducen a actos del entendimiento y la voluntad. La libertad, para Descartes, es fundamental, definiendo la voluntad y permitiendo el ejercicio del dominio sobre la naturaleza y los propios actos. Sin embargo, esta libertad también implica la posibilidad del error y la duda.

Implicaciones Morales del Dualismo Cartesiano

Así, al enfatizar la heterogeneidad entre pensamiento y extensión, Descartes protege la interioridad del «yo» del determinismo mecánico del mundo exterior. Este planteamiento filosófico no solo aborda cuestiones ontológicas, sino que también abre la puerta al problema moral, al explorar cómo la libertad humana se relaciona con la responsabilidad moral y la conducta ética.

Ética en la Modernidad: El Emotivismo Moral de Hume

La filosofía moral de Hume parte de una búsqueda similar a la que él realiza en epistemología: encontrar los fundamentos del conocimiento. Al igual que la filosofía humeana se adentra en la búsqueda del criterio de validez del conocimiento, la moralidad también se plantea como una búsqueda de los fundamentos sobre los que se asientan los juicios morales.

Crítica a la Razón como Fundamento de la Moral

La mayoría de los filósofos éticos han buscado el origen y el fundamento de estos juicios morales en la razón. Para ellos, la distinción entre lo moralmente bueno y lo moralmente malo se basa en la capacidad de la razón para discernir el orden natural y determinar qué conductas y actitudes están en consonancia con este orden. Sin embargo, Hume se distancia de esta perspectiva al considerar que la razón no puede ser el fundamento de los juicios morales, ya que estos últimos no determinan o impiden nuestro comportamiento de la misma manera que lo hace el conocimiento intelectual.

Los Sentimientos Morales como Base de la Ética

Hume argumenta que ni las relaciones de ideas ni las cuestiones de hecho pueden fundamentar los juicios morales. Las relaciones de ideas no nos impulsan a comportarnos de una manera específica, y los hechos, por sí solos, no son moralmente valorados. Por lo tanto, Hume sostiene que los juicios morales no pueden basarse en el conocimiento intelectual. En lugar de la razón, Hume sitúa el fundamento de los juicios morales en un tipo particular de impresiones: los sentimientos morales. Cuando emitimos un juicio moral, en realidad estamos expresando los sentimientos que nos produce cierto hecho, es decir, si nos agrada o nos desagrada. Por lo tanto, las distinciones morales derivan de un «sentimiento moral» que nos lleva a aprobar o desaprobar ciertas conductas.

Utilitarismo y Naturaleza Emotiva Común

A pesar de que la moral se basa en los sentimientos, la razón aún desempeña un papel importante al calificar estos sentimientos, es decir, al informarnos sobre los fines que podemos perseguir y los medios más adecuados para alcanzarlos. Hume adopta una posición utilitarista al afirmar que la búsqueda del placer debe ser desinteresada y buscar el placer para todos, lo que él llama «utilitarismo moral». Para evitar el subjetivismo y el relativismo, Hume argumenta que existe una especie de naturaleza emotiva común a todos los seres humanos, lo que permite que coincidamos en nuestras valoraciones morales. Este fundamento común se encuentra en las virtudes sociales, como la generosidad y la benevolencia, que despiertan un sentimiento de agrado en todos los seres humanos debido a su capacidad para promover el bienestar público.

Emotivismo Moral y Rechazo del Conocimiento Metafísico

Por lo tanto, la ética humeana se basa en un «emotivismo moral«, donde los juicios morales están fundamentados en un tipo especial de emoción o sentimiento compartido por todos. Hume rechaza cualquier uso del conocimiento más allá de la experiencia, y esta perspectiva también influye en su concepción del problema de Dios y la religión.

Política en la Modernidad: Rousseau y el Contrato Social

Rousseau ofrece una visión detallada y profunda sobre la naturaleza humana y su evolución desde un estado natural hasta la civilización, así como propone soluciones políticas y sociales para mitigar los males de la sociedad contemporánea. Aquí está un resumen extenso de sus ideas:

El Hombre Natural y el Hombre Civilizado

Rousseau argumenta que el hombre es intrínsecamente bueno y compasivo por naturaleza, viviendo en un estado de libertad y autenticidad en su estado natural. En este estado, el hombre es solitario pero independiente, motivado por un amor a sí mismo que se equilibra con una compasión natural hacia los demás. Las necesidades del hombre en este estado son simples y sus desigualdades son físicas y pasan desapercibidas debido a la facilidad para satisfacerlas.

Sin embargo, con el tiempo y el crecimiento de la población, los recursos naturales se vuelven escasos, llevando al hombre a cooperar con otros y formar sociedades. Esto conduce a la aparición de nuevas necesidades artificiales y a una pérdida de libertad y autenticidad. La civilización, el progreso del conocimiento y la técnica, según Rousseau, son responsables de esta degeneración moral del hombre civilizado, que experimenta insatisfacción, hipocresía y dependencia de los demás.

El Origen de la Sociedad y de la Desigualdad Social

Rousseau describe cómo la multiplicación de la especie y el desarrollo de la agricultura y la metalurgia llevan a la división del trabajo, la propiedad privada y la acumulación de riqueza. Esto resulta en desigualdades sociales, confrontaciones y hostilidades entre los individuos. La inseguridad y la violencia generadas por estas desigualdades precipitan la formación del Estado o sociedad civil, donde los individuos renuncian a parte de su libertad a cambio de paz social. Sin embargo, este Estado, construido sobre la desigualdad, se convierte en la principal causa de opresión y pérdida de libertad para el individuo.

El Contrato Social y la Voluntad General

Rousseau propone una solución en su obra «El Contrato Social«, donde aboga por un nuevo pacto que equilibre la libertad e igualdad del individuo con la vida en sociedad. Este pacto se basa en la «Voluntad General«, donde cada individuo renuncia a sus derechos en favor del bien común, representado por la voluntad de toda la sociedad. La Voluntad General, para Rousseau, no es la suma de las voluntades individuales, sino aquella que busca el bien común y se rige por la razón y la moral. Este nuevo Estado, creado a partir del pacto, sería racional y moral, con el pueblo como soberano y el gobierno como su servidor.

La Religión

Rousseau distingue entre tres tipos de religiones: la del hombre, o religión interior, que se centra en la moralidad y el culto interior; la del ciudadano, que reconoce al Estado como autoridad suprema; y la de los sacerdotes, que considera perjudicial. Rousseau aboga por una religión civil creada por el Estado que fomente la cohesión social y la virtud ciudadana, pero critica las instituciones religiosas organizadas.

El Conocimiento

Rousseau sostiene que los juicios morales y el conocimiento se basan en un sentimiento natural de intuición moral, que es anterior a la razón y que guía al individuo hacia la verdad y el bien. Este sentimiento de conciencia es fundamental para su visión del mundo y su comprensión de la existencia de Dios y la libertad humana.

En resumen, Rousseau ofrece una visión completa de la naturaleza humana, la sociedad y el gobierno, proponiendo soluciones radicales para remediar los males de la civilización y restaurar la libertad y la moralidad del individuo.

El Problema del Ser Humano en Marx: Antropología Contemporánea

El pensamiento inicial de Marx fusiona la dialéctica de Hegel con el materialismo de Feuerbach, resultando en un «materialismo consecuente» o «humanismo». Marx centra su atención en el hombre y su condición de alienación, afirmando que este es un ser concreto y activo cuyas necesidades se satisfacen mediante el trabajo. Para Marx, el trabajo no solo es un medio de producción, sino que es la esencia misma del ser humano, quien se diferencia de los animales por su capacidad de transformar su entorno.

La praxis, la actividad teórico-práctica mediante la cual el hombre transforma la realidad, es fundamental en el pensamiento de Marx. Este proceso dialéctico implica tanto la comprensión racional como la acción práctica para realizar cambios concretos en el mundo. Marx sostiene que la realidad externa es social y producto del trabajo humano, y que las relaciones sociales determinan la existencia de los individuos.Sin embargo, en la sociedad capitalista, el trabajo pierde su capacidad humanizadora y se convierte en una forma de alienación. Marx identifica cuatro formas de alienación en el trabajador: respecto al producto de su trabajo, a su propia actividad, a la naturaleza y a otros seres humanos. Esta alienación es causada por la propiedad privada, que surge históricamente y conduce a la explotación del trabajador. Para Marx, la abolición de la propiedad privada es crucial para eliminar la alienación del trabajo y permitir que los individuos se realicen plenamente. La propiedad privada no es un hecho natural, sino un resultado histórico que necesita ser comprendido en su contexto.

13EL PROBLEMA DE LA REALIDAD Y LA SOCIEDAD: METAFÍSICA Y POLÍTICA CONTEMPORÁNEOS MARX  La realidad se entiende como el producto de la interacción entre dos elementos fundamentales: el ser humano y la naturaleza, que se desarrolla a través de un proceso de producción específico que tiene raíces histórico-sociales. Esta realidad, enfocada desde una perspectiva materialista, es entendida como la realidad social, es decir, la sociedad misma, y es analizada a través del prisma del Materialismo Histórico.Marx, laSegún s condiciones materiales, especialmente las económicas, son determinantes en la configuración de la historia y la conciencia de una sociedad. Cada sociedad se estructura en una base económica (infraestructura) que define el modo de producción y una superestructura compuesta por leyes, ideas y costumbres que emergen de ese modo de producción. La relación entre estas dos instancias es dialéctica, influyéndose mutuamente.La base económica de una sociedad, marcada por su modo de producción, está sujeta a contradicciones internas que, eventualmente, pueden llevar a una crisis y a la necesidad de una revolución social para transformar las relaciones de producción y, en última instancia, la superestructura. Estas contradicciones son esenciales para el cambio social y pueden ser tanto objetivas (relacionadas con la estructura económica) como subjetivas (vinculadas a la conciencia de las injusticias por parte de grupos humanos).La superestructura, a través de la ideología, funciona como un mecanismo de defensa del sistema establecido, manteniendo y justificando la realidad existente. Sin embargo, Marx sostiene que la verdadera tarea de la filosofía es analizar críticamente la realidad social, especialmente el sistema capitalista, que impide el pleno desarrollo humano y la búsqueda de una vida digna y feliz.En el capitalismo, la sociedad se divide en clases sociales, principalmente burguesía y proletariado, lo que genera una contradicción fundamental. El proletariado, al poseer solo su fuerza de trabajo, se ve alienado en un sistema donde su labor no contribuye a su verdadera realización humana, sino a la acumulación de capital para la burguesía. Esta alienación se manifiesta en la división del trabajo, la falta de propiedad sobre los medios de producción y la explotación laboral.En el sistema capitalista, el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla. Sin embargo, el obrero se ve obligado a vender su fuerza de trabajo por un salario que no refleja realmente el valor de su trabajo, lo que genera plusvalía para el capitalista y perpetúa la explotación.Esta alienación económica se extiende a otras esferas de la sociedad, como lo político, lo jurídico, lo social y lo religioso, creando una estructura de dominación y desigualdad. La lucha de clases es el motor histórico que impulsa el cambio social, y Marx visualiza la transición del capitalismo al comunismo como el fin de las divisiones de clase y la instauración de una sociedad sin alienaciones, donde cada individuo contribuya según su capacidad y reciba según sus necesidades. 


14EL PROBLEMA DE DIOS CONTEMPORANEOS  Según Nietzsche el hombre del siglo XIX ha asistido a un acontecimiento fundamental: la muerte de Dios. “Dios ha muerto” y, en consecuencia, los “valores supremos” de la cultura occidental se han desmoronado, han perdido su valor. Lo que hasta entonces se había considerado como verdadero o valioso, ahora es “nada” (nihilismo). Por esta razón Nietzsche considera que el término nihilismo resume muy bien lo que ha sido la cultura occidental: la historia de occidente ha sido la historia de una decadencia, de una constante negación (moral, filosófica, religiosa y científica) de los auténticos valores vitales, y ahora es cuando nos hemos dado cuenta de ello. El nihilismo del que aquí habla nuestro autor es un “nihilismo negativo” o “reactivo”, pues a esta situación nos ha llevado aquella “voluntad de poder reactiva” que ha estado detrás de todas las creaciones de la cultura occidental. A partir de aquí, son dos las posibilidades que se abren ante nosotros: permanecer en ese vacío o nada que ha dejado ante nuestros ojos la muerte de Dios (“nihilismo pasivo”) en cuanto a que con el derrumbe de los valores tradicionales se cae en la pasividad. Así, la época moderna (la Ilustración) da muerte a Dios, pero no libera al ser humano sino que lo esclaviza a otros “amos” –el progreso, la ciencia, la sociedad, la economía…- mucho menos valiosos que Dios, en el sin sentido de la existencia; o afrontar su muerte y sacar de ella un impulso creativo que afirme la vida (“nihilismo activo”) en cuanto a que la muerte de Dios es la oportunidad para la transmutación de los valores y el surgimiento del superhombre.


15EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO. CONTEMPORÁNEO Nietzsche ofrece una crítica profunda y extensa de la cultura occidental, la cual se extiende hasta la filosofía misma. Argumenta que figuras como Sócrates y Platón han corrompido la esencia de la filosofía al priorizar la razón sobre la vida misma, elevando la razón por encima de la existencia y fomentando un desprecio hacia la realidad sensible. Utilizando un método genealógico similar al que empleó para examinar la moral, Nietzsche sostiene que el impulso detrás del desarrollo filosófico desde Platón es en realidad un odio hacia la vida, lo cual él denomina «Voluntad de Verdad». Esta voluntad se manifiesta en el deseo de afirmar la supremacía de las esencias y lo estático, en un intento de vengarse del carácter cambiante e incontrolable de la realidad.Para Nietzsche, la forma más básica de conocimiento es la intuición, que equivale a la sensación. La intuición nos proporciona un conocimiento directo e inmediato de la realidad, permitiéndonos captar la esencia de la vida. Sin embargo, esta intuición se limita a percibir la relación entre las cosas y el ser humano, no la esencia misma de las cosas. Por lo tanto, debemos aceptar el testimonio de los sentidos y considerar las apariencias como la realidad auténtica, en contraposición a la noción de un mundo verdadero detrás de las apariencias, como propuso la metafísica tradicional desde Platón hasta Kant.Nietzsche transforma el concepto de verdad filosófica, argumentando que no existen verdades en sí mismas. En lugar de una verdad entendida como una correspondencia entre el pensamiento y la cosa, Nietzsche sostiene que la verdad es pragmática, es decir, su valor radica en su utilidad. Esta concepción de la verdad se alinea con su visión de la realidad como un devenir sin meta ni finalidad, donde las perspectivas individuales son múltiples y cambiantes.Desde la perspectiva de Nietzsche, el deseo de conocimiento surge como un producto de la voluntad de poder, ya que el conocimiento implica un intento de dominar y controlar la realidad. Sin embargo, Nietzsche rechaza la noción de un ser estable y afirma la realidad como un devenir continuo. Por lo tanto, la filosofía y la ciencia, al intentar imponer un orden y estabilidad a la realidad, son criticadas por su limitación para captar la naturaleza cambiante y múltiple de la existencia.En lugar de buscar una verdad absoluta, Nietzsche aboga por una «Voluntad de Poder» que asume la multiplicidad de perspectivas y reconoce la naturaleza interpretativa del conocimiento. Según esta perspectiva, los conceptos son metáforas que se alejan cada vez más de la realidad original, y la verdad misma es una ficción útil para la vida. Las ficciones que son consideradas útiles pasan a formar parte del lenguaje y son aceptadas como verdades, mientras que aquellas que se perciben como inútiles o peligrosas son descartadas como errores o falsedades. En resumen, la crítica de Nietzsche a la filosofía occidental se centra en su tendencia a alejarse de la vida real en favor de abstracciones y conceptos que buscan imponer un orden a una realidad caótica y cambiante. En su lugar, Nietzsche propone una perspectiva que abarque la multiplicidad y el devenir de la existencia, reconociendo la naturaleza interpretativa y pragmática del conocimiento humano.


16EL PROBLEMA DE LA MORAL ÉTICA CONTEMPORÁNEA En su crítica a la moral occidental Nietzsche va a emplear el mismo método que aplica a todo el estudio de la cultura, a saber, el método genealógico. Siguiendo este método Nietzsche va a abordar una investigación de los conceptos morales desde el punto de vista etimológico-histórico, buscando cuáles son los prejuicios, los instintos y las fuerzas ocultas que han contribuido al desarrollo de esos conceptos. Nietzsche -en la Genealogía de la moral- donde estudia el origen de los prejuicios morales- distingue dos tipos de moral: La moral de Señores, que procede de sentimientos sublimes. Es la moral caballeresca de los espíritus elevados; es activa y crea valores, ama la vida, el poder, el placer y la grandeza. Y la Moral de esclavos es una moral pasiva, de resentimiento y de venganza, que pretende la igualdad para todos y el amor al prójimo. Prevalecen los instintos de los débiles: sacrificio, compasión, piedad, etc. Se trata de una moral de los esclavos donde lo fundamental es la resignación y el rechazo a la vida. En todas las culturas el significado del término “bueno” va asociado a valores que tienen que ver con la nobleza, tales como el orgullo o la fuerza, mientras que el término “malo” tiene que ver con valores que determinan lo plebeyo, valores como la humildad o la obediencia. Sin embargo, el desarrollo histórico de estos dos conceptos va a conducir a una nueva contraposición entre bueno y malvado. Según Nietzsche el origen de este desplazamiento o transvaloración se sitúa en el momento en que los considerados tradicionalmente malos se rebelan, dándose a sí mismos la categoría de buenos y convirtiendo a los tradicionalmente buenos en malvados. Esta transformación de los valores fue iniciada por los judíos y continuada después por el cristianismo. De ahí que Nietzsche pueda decir que los valores tradicionales actuales son el producto de una rebelión de los esclavos y tienen como base fundamental el resentimiento: el resentimiento de los esclavos contra los nobles. Toda la moral cristiana, y toda la moral occidental, por lo tanto, sería así una moral de esclavos, cuyo elemento clave va a ser el resentimiento. De ahí que la civilización que surge de estos valores tenga que ser una civilización resentida y, en este sentido, enemiga de la vida. En estas circunstancias, Nietzsche va a mantener la necesidad de producir una nueva transformación de los valores. Siguiendo su idea central de afirmación de la vida, considera necesario establecer unos nuevos valores que tengan su origen en una exaltación de la vida y no en un resentimiento contra ésta.

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