04 Dic

Platón: Teoría de las Ideas

Según la mayoría de los autores, la teoría de las Ideas de Platón ocupa un papel central dentro del pensamiento del filósofo ateniense. Esta teoría mantiene que los seres que percibimos en nuestra vida ordinaria son meros reflejos de unas realidades llamadas Ideas. Platón buscó lo que hacía que las cosas que existían tuvieran existencia. Estas realidades, que hacían que las cosas fuesen lo que fuesen, las llamó Ideas. No existe el círculo perfecto en el mundo sensible, sino copias.

La teoría de Platón quería solucionar tres problemas:

  • Problema gnoseológico (teoría del conocimiento): Platón creía que, a pesar del cambio continuo del cosmos, es posible el conocimiento gracias al carácter inmutable de las Ideas.
  • Problema ético: Platón dice que los actos buenos tienen como modelo la Idea del Bien; es nuestra mente falible la que no capta la realidad profunda de esos actos (la Idea) y puede confundir lo bueno con lo malo. Por lo tanto, existe objetividad moral.
  • Problema político: los filósofos se preguntaban sobre si era posible un sistema político objetivamente justo. Frente al relativismo, Platón afirmó que sí: es posible la justicia en la ciudad cuando gobiernan aquellos que captan la Idea de Justicia y saben aplicarla, es decir, los filósofos.

El mundo de las Ideas de Platón posee una jerarquía propia. Para Platón, lo intermediario entre el mundo sensible y el mundo de las Ideas son los entes matemáticos. Por encima de los entes matemáticos están las Ideas en una jerarquización. La Idea suprema es la Idea del Bien. Platón le da diversos nombres a esta Idea suprema, pero siempre coincide en lo esencial: es lo que hace que lo que sea bueno, bello, justo o existente lo sea. En el mito de la caverna, esta Idea está representada por el sol que da vida y luz. Platón tiene claro que existen Ideas de conceptos éticos y estéticos generales como el bien o la belleza; también cree en la realidad de los entes matemáticos. Sin embargo, se muestra dudoso sobre la existencia de Ideas de entes como caballo u hombre. Este amor por la belleza aparente está asociado a la facultad de la imaginación. Este conocimiento, basado en el amor a la belleza, genera creencia más o menos fundada, pero no ciencia, ya que el mundo sensible es un mundo cambiante y contingente. El amor a la belleza del orden matemático engendra ya ciencia a través de la razón discursiva.

El amor a las Ideas es el amor a lo que hace que las cosas sean lo que son. Este conocimiento es también ciencia y se llama dialéctica. El conocimiento dialéctico supremo es el conocimiento de la Idea de Belleza, Idea suprema que hace que todo el cosmos sea y sea, además, bello y ordenado. Los hombres capaces de este conocimiento, intuitivo y racional al mismo tiempo, son los filósofos, que están destinados a gobernar la ciudad ideal.

El segundo grado del conocimiento representa el mundo de las Ideas, es decir, de los filósofos, proporciona ciencia (episte) y tiene dos niveles:

  • Dianoia o pensamiento discursivo: es un conocimiento que se obtiene cuando se razona y se va de las hipótesis a las conclusiones que de ellas se deducen. En el mito de la caverna, corresponde al conocimiento que los liberados tienen de los objetos mismos y, por la noche, la luz de los astros y de la luna.
  • Noesis o inteligencia dialéctica: es un conocimiento que se obtiene cuando, partiendo de la hipótesis y basándose solo en las Ideas, y no en las imágenes, se va al principio de las mismas, a un principio que no necesita de ninguna hipótesis, sino que es la hipótesis de todas las demás Ideas. Se trata del conocimiento de la Idea del Bien, que, según Platón, es la que se encuentra en la cúspide del mundo de las Ideas, siendo la causa de que todas las demás posean esencia y existencia. Corresponde, en el mito de la caverna, a la visión que los liberados de ella tienen directamente del sol cuando ya se han acostumbrado a la luz.

Ética y Política (Platón)

Para Platón, la justicia es el fin tanto de la ética como de la política; al analizar el modelo estético de la vida buena, estamos analizando, a su vez, el modelo de Estado político perfecto. La ética platónica es una ética intelectualista, ya que afirma que el mero conocimiento de lo que es bueno hace que se actúe con bondad; el mal es una mera ignorancia de lo que nos conviene, ya que, según el filósofo griego, el bien moral coincide con la felicidad. Platón considera que lo que persigue la ética es la felicidad del individuo, mientras que la política persigue la felicidad del cuerpo político.

Platón analiza al hombre y encuentra que hay tres tipos de alma:

  • Alma apetitiva: es aquella que busca la satisfacción de los deseos (sexo, dinero, comida, etc.); Platón la localiza en el hígado.
  • Alma irascible: es en la que reside la agresividad y el deseo de lucha; generalmente, está aliada al alma racional: cuando una persona sufre una injusticia, lucha más que cuando sabe que la razón no está de su parte; esta se localiza en el corazón.
  • Alma racional: se identifica con nuestra inteligencia, aquella parte que construye argumentos y reflexiona sobre conceptos; se asienta en el cerebro.

La justicia, para Platón, es que la parte racional controle a la parte irracional y apetitiva con ayuda del alma irascible. Así, la justicia queda definida como aquel estado de cosas en donde cada uno atiende a lo suyo y cumple su función.

En el Estado existen tres partes; el Estado justo será aquel en el que sus partes cumplan sus funciones de manera más armónica y estricta. El pueblo productor se corresponde con el alma apetitiva en el Estado; los guardianes (ejército) se corresponden con el alma irascible y, por último, los filósofos son al Estado lo que el alma racional es al individuo. La función de la clase filosófica es la de gobernar el Estado, del mismo modo que el alma racional, en el hombre justo, debía controlar sus actos; los guardianes tienen como propósito defender el Estado y auxiliar a los filósofos, siempre estando a sus órdenes.

Así como en el individuo la armonía entre las partes de su alma tenía como fin la felicidad, las jerarquías tienen como finalidad la felicidad del cuerpo político. Para evitar que se trastoque el fin del Estado, deben instituir ciertas normas. Entre los guardianes, todo debe ser común y no debe existir la propiedad privada. Entre los guardianes, hombres y mujeres tendrán los mismos derechos. Las relaciones entre hombres y mujeres serán libres y no establecerán familias; ni siquiera los padres sabrán quiénes son sus hijos. De los guardianes saldrán los gobernantes filósofos.

Los gobernantes deberán ser educados; los filósofos-guardianes aprenderán música, gimnasia, matemáticas y, los más inteligentes de todos, dialéctica. Aquellos que sean capaces del conocimiento de la Idea del Bien serán los gobernantes-filósofos. El Estado ideal es la aristocracia (“gobierno de los mejores”), pero, cuando los guardianes guerreros empiezan a ocupar la posición que les correspondía a los filósofos, aparece la timarquía. Los guardianes acumulan riquezas y poder a espaldas del pueblo trabajador.

En la oligarquía (gobierno de pocos), la clase dirigente está compuesta por aquellos que poseen las riquezas. El problema de la oligarquía es la cohesión social; en este sistema, existen dos Estados en uno: el Estado de los pobres y el Estado de los ricos.

En la democracia (gobierno del pueblo), los pobres se alían entre sí y arrebatan el poder a los más ricos, estableciendo un sistema igualitario de participación política. Este sistema también es imperfecto, ya que en la democracia hay infinidad de intereses contrapuestos.

La democracia degenera en el sistema político más alejado del ideal de gobierno: la tiranía. La reflexión política de Platón, con su crítica a la democracia y a la tiranía, resulta de actualidad.

Objetivo de la Filosofía Platónica

El objetivo, como él mismo nos dice en la Carta VII, es claramente político: organizar el Estado de acuerdo con la verdad de la filosofía, puesto que solo bajo ella se puede alcanzar la verdadera justicia. Si, en lugar de la verdad, se valora la opinión (que es lo que ocurre en su época como consecuencia de la educación sofista), el Estado se corrompe legal y moralmente, y triunfa la violencia. Por eso, la verdadera filosofía sirve para orientar la conducta del ser humano, para señalarle cómo debe comportarse, sobre todo en su convivencia con los demás.

Sócrates

El filósofo ateniense Sócrates es una figura influyente y controvertida en la historia de la filosofía. Su vida ascética y su renuncia a recibir dinero por sus enseñanzas lo alejaban de los sofistas; sin embargo, su figura fue confundida con la de ellos al compartir con estos maestros itinerantes una profunda voluntad pedagógica. Su oposición al relativismo y a llevar una vida sin reflexionar le valieron su condena a muerte. Aunque no dejó ninguna obra escrita, su enseñanza y su lucha contra el escepticismo moral fueron heredadas por su discípulo Platón.

Ironía y Mayéutica

El diálogo y el contacto directo con los interlocutores eran su método de indagación filosófica. El mismo Platón, fuertemente influido por Sócrates, redactó casi toda su obra filosófica a modo de diálogos. De hecho, Sócrates marca un punto de inflexión en la historia de la filosofía por ser el último gran pensador griego “de calle”, que desdeñaba escribir tratados y que consideraba su labor pedagógica como una obligación religiosa y ciudadana.

En sus debates con otros personajes relevantes de la vida cultural o política de Atenas, Sócrates adopta, en principio, una actitud irónica. La frase socrática “solo sé que no sé nada” es reflejo de esta ironía con la que el ateniense pretendía poner en entredicho las certezas de las que partía el interlocutor. En esta primera fase del método socrático, se duda de las afirmaciones del interlocutor, pero sin contraponer a la opinión del afirmante otra afirmación, sino, sencillamente, dudando de la validez de su propuesta. Es una actitud claramente destructiva.

Por ejemplo, si se discutía lo que era el valor, y el interlocutor lo definía como “arrojo en las situaciones de peligro”, Sócrates lo atacaba intentando hacer que el afirmante definiera “peligro” o mostrando cómo hay situaciones en las que el arrojo ante el peligro no sería considerado como valor: entrar en un volcán en erupción por capricho no es valor, sino locura.

Esta segunda fase se llama mayéutica, que significa “técnica para ayudar a dar a luz”. Todos tenemos dentro de nosotros inteligencia, capacidad para captar la verdad. Tras la fase destructiva, Sócrates acompañaba a su interlocutor en la búsqueda de la verdad a través del diálogo, lo esencial es fruto del debate y la reflexión conjunta. Esta lucha contra el cinismo moral, por un lado, y el autoritarismo de la clase política, por otro, le costó la vida.

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