13 Oct

La Poesía de los Años 40 y 50

La década de los 40 se caracteriza por el aislamiento internacional de España. En los años 50, España vivirá un periodo de cierto desarrollo económico y de apertura diplomática. La evolución de la cultura y de la creación artística se ve interrumpida y la literatura amenazada por la censura política e ideológica. Dámaso Alonso definirá dos posturas como literatura arraigada y desarraigada.

Poesía Arraigada

La poesía de los autores se identifica con el régimen franquista. Ofrecen una visión idealizada y heroica de la vida que no se corresponde con la realidad de España. Defienden los valores del régimen: familia patriarcal y moral católica. Adoptan formas y estrofas clasicistas, un tono heroico, imperial y una expresión intimista que ensalza la tranquilidad del hogar, la belleza de la tierra. Este tipo de poesía se aglutinó en torno a las revistas «oficiales» Grácilaso, Juventud y Escorial. El poeta más importante fue Luis Rosales.

Poesía Desarraigada

Poesía de autores que no se identifican con la nueva España. Representa el primer movimiento de renovación estética después de la Guerra Civil. La poesía debe centrarse en la realidad y la vida cotidiana; estos poetas muestran su desacuerdo con el mundo que les ha tocado vivir. Dámaso Alonso, con su libro Hijos de la ira. Vicente Aleixandre con Sombra del paraíso. En los temas, Dios sigue siendo uno de los motivos principales de las composiciones poéticas.

La Poesía Social. Década de los 50

Los escritores intentan presentar con objetividad la vida española y sus conflictos. Testimonian, protestan y denuncian la situación social. Creen que la poesía puede funcionar como motor de cambio. Los poetas sociales creen que la lírica puede tener una función histórica y transformadora. La poesía debe ser realista, afrontar los problemas de la sociedad y servir a su beneficio y progreso. Los poetas más representativos fueron: Gabriel Celaya con Cantos iberos y Blas de Otero con Pido la paz y la palabra.

La Poesía de los 60

A mediados de los 50, España supera la situación de aislamiento de los primeros años de la posguerra y pasa a formar parte de la comunidad internacional. Durante los 60 avanza hacia la modernización. Se denomina Generación del 50 a un grupo de poetas que comenzaron a publicar sus primeras obras en esta década: Ángel González y Jaime Gil de Biedma. No son poetas sociales, se interesan por el ser humano en sus obras, por sus problemas existenciales, morales e históricos, pero no tienen intención política, ni pretenden cambiar la sociedad ni enarbolan una bandera ni proyecto político. Pretenden seguir haciendo una poesía crítica, pero con una mayor elaboración del lenguaje poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo personal.

Se trata de una poesía intimista y subjetiva, con presencia del humor y la ironía. Sus temas se centran en el fluir del tiempo, el exotismo en poemas intimistas. En el estilo suelen combinar el lenguaje culto, metafórico, con expresiones de la lengua coloquial.

Jaime Gil de Biedma se refiere a dos temas recurrentes en su poesía: el paso del tiempo y el yo. Uno de los grandes temas de la poesía es el amor. Gil de Biedma rechaza los modos aceptados por la moral al uso y proclama la exaltación del amor en su faceta más sensual. Esa concepción del amor supone una agresión a la doble moral burguesa. La obra de Gil de Biedma se caracteriza por su brevedad. Recoge sus poesías en el libro Las personas del verbo.

Tendencias Poéticas a Partir de 1970

La poesía de los años 70 viene marcada por dos hechos: en 1966, Pere Gimferrer publica Arde el mar y en 1970 José María Castellet publica Nueve novísimos poetas españoles. Los novísimos son presentados como un movimiento de ruptura vanguardista. Estos poetas se alejan del compromiso social y político y se preocupan más por la forma. Algunos poetas novísimos son Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Jaime Siles. Estos poetas son posmodernos, se muestran más escépticos e irónicos con las ideologías y los sentimientos.

Con ellos llega un nuevo concepto de poesía basada en la síntesis de surrealismo, refinamiento cultural y estética pop. Se ha calificado su poesía de culturalista, así como las referencias a los mitos populares del cine, del cómic, de la cultura pop. En los rasgos estilísticos cabe destacar la tendencia a la experimentación mediante una gran riqueza léxica y la reflexión sobre la poesía en el poema.

Pere Gimferrer es un poeta con gran poder de sugestión poética, profundo culturalismo e influencia surrealista en muchos de sus versos. A partir de 1975 la estética novísima empezó a declinar. En los años 80 vuelve a tener importancia el yo poético y los temas de la vida cotidiana. La corriente dominante hasta los años 90 es la poesía de la experiencia. Otras tendencias son: poesía del silencio, que enlaza con la poesía pura; poesía neoimpresionista; poesía épica, que rescata la historia, los mitos y valores del pasado; y poesía neosurrealista, en la que priman las imágenes irracionales.

La tendencia predominante a partir de 1975 es básicamente realista, aunque alejada del compromiso de los años 50. Lo característico de estas últimas décadas es la convivencia de diversas corrientes.

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