02 Dic

Poesía española de posguerra (1940-1960)

La época de posguerra (1940)

Tras la Guerra Civil, surge la Generación del 36, con poetas coetáneos de Miguel Hernández. Algunos marcharon al exilio, mientras que los que permanecieron en España se dividieron en diversas corrientes:

Poesía arraigada

Agrupados en torno a la revista Garcilaso, estos poetas, adeptos al régimen franquista, cultivaron una poesía optimista que evadía la dura realidad del país a través de la estética. Abundan temas tradicionales (amor, paisaje) y religiosos. Emplean formas métricas clásicas como el soneto, el romance y la décima. Algunos representantes son: Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, José García Nieto y Rafael Morales.

Poesía desarraigada

A partir de 1944, con la publicación de Hijos de la ira (Dámaso Alonso) y Sombra del paraíso (Vicente Aleixandre), surge esta corriente que expresa disconformidad con la realidad. Coincidiendo con la aparición de la revista Espadaña (fundada por Victoriano Crémer y Eugenio de Nora), la temática principal es el hombre enfrentado a un mundo hostil, sumido en la angustia vital. El tema religioso también está presente, pero desde la desesperanza. El estilo es directo, sencillo, con un tono patético. Destacan: V. Crémer, E. de Nora, Carlos Bousoño, José Luis Hidalgo, junto con las primeras obras de Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro.

Otras tendencias

  • Postismo: Fundado por Carlos Edmundo de Ory, enlaza con la vanguardia, buscando la libertad expresiva y lo lúdico.
  • Miguel Labordeta: Cultiva una poesía rebelde cercana al surrealismo.
  • Grupo Cántico: Reunido en torno a la revista homónima en Córdoba, entronca con la Generación del 27, practicando una poesía intimista de gran rigor estético. Destacan Ricardo Molina y Pablo García Baena.

La poesía social (1950)

Hacia 1955 se consolida el realismo social con obras como Pido la paz y la palabra (Blas de Otero) y Cantos iberos (Gabriel Celaya). Estos poetas dejan la angustia existencial para centrarse en los problemas sociales. La poesía se convierte en un instrumento para cambiar el mundo. Temas recurrentes son España, la injusticia social, el trabajo y el anhelo de libertad. El estilo se vuelve sencillo, el lenguaje claro y coloquial, priorizando el contenido sobre la estética. Junto a Celaya y Otero, destacan José Hierro, Eugenio de Nora y Victoriano Crémer.

La nueva poética (1960)

El cansancio de la poesía social lleva a un rechazo del realismo, sin abandonar las inquietudes sociales. Surge un grupo renovador que recupera el lenguaje poético: Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Francisco Brines y Carlos Barral. Poetizan la experiencia personal con temas íntimos: el tiempo, la infancia, el amor, la amistad y lo cotidiano. Mantienen la preocupación por España, pero con una actitud distanciada e irónica. Buscan un lenguaje personal y riguroso, alejándose del patetismo y el prosaísmo. El tono es cordial, a menudo irónico, y predomina el verso libre.

Claudio Rodríguez

Claudio Rodríguez (1934-1999), poeta precoz, ganó el premio Adonais con su primer libro. Su obra explora el conocimiento del mundo a través de objetos sencillos y la vida cotidiana.

  • Don de la ebriedad (1953): Celebra la capacidad de nombrar la naturaleza, experimentándola como una unidad armónica. El fervor lírico y el contacto con el mundo campesino se expresan con musicalidad.
  • Conjuros (1958): Supera la ebriedad inicial, contemplando la forma de la materia, donde los objetos adquieren significado simbólico.
  • Alianza y condena (1965): Descubre la unión entre las fuerzas vitales y las destructoras.
  • El vuelo de la celebración (1976): Celebra tanto el conocimiento como el remordimiento.
  • Casi una leyenda (1991): Asunción jubilosa de la vida con un toque de melancolía.

Rodríguez dejó un poemario inédito titulado Aventura, reflejando su visión de la poesía como aventura cultural, similar a la vida misma.

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