20 Ene

La Lírica Española desde 1939 hasta la Actualidad

Contexto Histórico y Cultural (1939-1975)

Al final de la Guerra Civil, el panorama cultural en España era desolador: muerte, exilio y silencio forzado. El año 1939 supuso un «año cero» para la poesía en España. Con Lorca y Machado muertos, y gran parte de la Generación del 27 en el exilio, la Edad de Plata había llegado a su trágico final. Se produjo una doble división en la cultura: por un lado, la España Peregrina, derrotada y dispersa por el mundo; por otro, los que se quedaron, que podían dividirse a su vez en vencedores y vencidos.

Entre 1939 y 1975, España vivió bajo la dictadura del general Franco. La posguerra se caracterizó por el aislamiento internacional y la represión política. Los poetas que permanecieron en España se alinearon con la ideología y la estética de los vencedores (poesía arraigada) o permanecieron en un exilio interior a la espera de expresar su rabia y dolor (poesía desarraigada).

En los años cincuenta, se inició una apertura al exterior y un desarrollo económico que mejoraron las condiciones de vida, a cambio de algunos sacrificios (emigración, control de los movimientos obreros, etc.). Esta apertura coincide con el auge de la poesía social. Sin embargo, en los años sesenta apenas hubo cambios políticos, y la evolución de la sociedad chocó con un régimen anacrónico que se derrumbó con la muerte de Franco en 1975. La poesía volvió a la expresión de la experiencia personal (promoción de los años sesenta) y buscó vías renovadoras con los Novísimos.

En los años de la Transición (1975-1978), se reinstauró la monarquía con Juan Carlos I y se implantó un sistema democrático que garantizó la pluralidad política y la celebración de elecciones libres a partir de 1977. La democracia se consolidó y España se convirtió en un país desarrollado e integrado en los principales organismos internacionales. En estos años convivieron poetas de distintas tendencias con ideas poéticas muy diferentes.

Tendencias Poéticas Postguerra

El panorama poético del periodo muestra diversas tendencias:

La Poesía de Miguel Hernández

La obra de Miguel Hernández, considerado como un genial epígono del 27, sirve de puente y transición entre la poesía de la Generación del 27 y la de posguerra. Su obra poética incluye:

  • Perito en lunas (1933): Compuesta por 42 octavas reales, con un lenguaje barroco y gongorino.
  • El rayo que no cesa (1936): Expresión de temas y procedimientos más personales como el amor, visto como un deseo insatisfecho; la vida, amenazada por el rayo de la muerte. El libro se compone sobre todo de sonetos y el lenguaje, a pesar de las metáforas sorprendentes, es menos barroco que en Perito en lunas. La composición más famosa del libro es «Elegía a Ramón Sijé», en tercetos encadenados, escrita tras la muerte de su amigo.
  • Viento del pueblo (1937): Escrito durante la guerra, algunos poemas fueron compuestos para ser recitados en las trincheras. Inicia un tipo de poesía social, reflejo de sus ideas políticas de compromiso con la causa popular.
  • El hombre acecha (1938): Sobre los sufrimientos de la guerra, con un lenguaje cada vez más sencillo.
  • Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941): Escrito en la cárcel. Es una poesía de versos cortos y lenguaje sencillo, sobre temas entrañables y dolorosos para el autor: el amor a la esposa y al hijo ausente, la nostalgia, la guerra. Destaca el poema «Nanas de la cebolla».

La Poesía Arraigada

Las revistas Escorial y Garcilaso reunieron a poetas como Leopoldo Panero y Luis Rosales, que defendían una poesía clásica. Algunos de sus temas son la nostalgia por los tiempos del imperio español y las vivencias amorosas o religiosas de tono íntimo. Estos poetas evolucionaron hacia otras concepciones poéticas.

La Poesía Desarraigada

La revista Espadaña, dirigida por Victoriano Crémer y Eugenio de Nora, influida por el existencialismo filosófico, abogó por una poesía más directa y menos retórica, comprometida con el ser humano.

Otras Corrientes

Algunas revistas marginales, como Cántico, sirvieron de expresión a poetas como Pablo García Baena, que se inspiraban en la poesía exquisita y cuidada del periodo anterior a la guerra. Por su parte, el Postismo, con poetas como Carlos Edmundo de Ory, intentó enlazar con las vanguardias.

En 1944 se publicaron dos libros de gran importancia: Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre, e Hijos de la ira, de Dámaso Alonso. El primero es una exaltación de la Naturaleza que el ser humano se empeña en destruir y de la que se aleja inevitablemente. Hijos de la ira refleja el malestar existencial de aquella época. El título se refiere a los poemas sentidos como fruto de la angustia y de la rabia ante la injusticia, el dolor y el horror de la vida. La ruptura temática y formal es total. Dámaso Alonso opta por poemas de versículos larguísimos y da rienda suelta a su desarraigo profundo. En conexión con el existencialismo, muestra a un Dios silencioso al que el poeta pide cuentas. El léxico, lleno de palabras antipoéticas (pus, excremento, putrefacciones, amebas, hipopótamo), traduce sin eufemismos el malestar del que nacen los versos.

La Poesía Social (Años 50)

Hacia 1950 cobra auge la llamada poesía social. Esta pretende mostrar la verdadera realidad del ser humano y del país, muy distinta de la versión oficial. Sus integrantes consideran que la poesía debe testificar y denunciar las injusticias, las desigualdades sociales o la falta de libertades políticas, y que ha de servir como medio para cambiar la sociedad y mejorarla. La poesía se convierte, según Gabriel Celaya, en «un instrumento para transformar el mundo». De esta concepción de la poesía se derivan algunas características temáticas y formales:

  • El tema es la base sobre la que se construye el poema. Se pretende ante todo testimoniar las dificultades económicas de las clases bajas y la alienación derivada de la deshumanización del trabajo, o animar a la solidaridad obrera y a la lucha revolucionaria. La preocupación por España y el recuerdo y la superación de los odios provocados por la Guerra Civil son temas permanentes.
  • El destinatario ideal es la «inmensa mayoría». La poesía debe dirigirse al mayor número de gente posible y dejar de ser un arte elitista o un mero adorno.
  • Para poder comunicarse con un amplio público se utiliza un lenguaje directo, coloquial o conversacional, y muchas veces prosaico. Tampoco resulta extraño encontrar poemas de intención más narrativa que lírica.

Los principales poetas de esta corriente fueron Blas de Otero, José Hierro y Gabriel Celaya. La aparente facilidad de esta poesía animó a muchos escritores, que causaron una temprana saturación. Si a esta abundancia de poetas se le suman la falta de lectores y los cambios sociales y económicos producidos en los años sesenta, se explica el rápido agotamiento de la poesía social y el descrédito en que cayó posteriormente.

Sin embargo, desde el punto de vista actual, en este periodo encontramos algunos de los mejores poemarios del siglo XX: Pido la paz y la palabra (1955) y Que trata de España (1964), de Blas de Otero; Cuanto sé de mí (1957), de José Hierro; y Cantos iberos (1955), de Celaya.

Poesía desde los Años Sesenta hasta la Actualidad

La Generación del 50 y la Poesía de la Experiencia

A mediados de los años cincuenta hace su aparición un nuevo grupo de poetas que, sin renunciar al compromiso con los problemas humanos, vuelve a preocuparse por el carácter artístico de la poesía. Su obra se consolida en la década de los sesenta.

Al final de esta década surge un movimiento polémico, los Novísimos, que dará lugar a tendencias diversas en los primeros años de la democracia. Las últimas décadas se caracterizan por la coexistencia de corrientes poéticas variadas y dispares.

Los poetas más relevantes de esta generación son, entre otros, Ángel González, José Agustín Goytisolo, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez, José Ángel Valente y Félix Grande. A varios de ellos les une una estrecha amistad, el hecho de haber sido «los niños de la guerra» y haber vivido la etapa más dura de la posguerra.

En sus primeros libros se aprecia la influencia de los poetas sociales, y Antonio Machado se convierte en un modelo ético y estético. Muchos de estos autores combatieron el régimen franquista desde posiciones políticas cercanas al comunismo. Pero su trayectoria, aun manteniendo algunas de las constantes del realismo social, se abrirá hacia nuevos caminos.

  • Su concepto de la poesía cambia: su objetivo no es ya la comunicación con un amplio público, como lo era para Celaya o Blas de Otero. La comunicación es solo uno de los elementos de la poesía, pero no el principal. La poesía se concibe como un medio de conocimiento de la realidad y de las vivencias personales, que permite alumbrar zonas oscuras del ser humano y del mundo.
  • Los temas se inclinan paulatinamente hacia el intimismo y la recreación de la experiencia individual; de aquí la denominación de poesía de la experiencia para esta corriente. La amistad, el amor, el trabajo, la infancia o adolescencia paradisíacas, en definitiva, los aspectos cotidianos de la vida personal e íntima aparecen en sus poesías, aunque con un tratamiento distanciado, escéptico o irónico en muchas ocasiones.
  • Otra novedad es el tratamiento del lenguaje: el tono coloquial se eleva a un nivel artístico; se huye de la exaltación, de la arenga al lector y del prosaísmo. Se busca un estilo individual, en el que el humor, la ironía distanciadora y los ecos de lecturas y canciones producen la sensación de una conversación íntima y acogedora con el lector.

De los numerosos títulos publicados por estos autores se pueden destacar los siguientes: Tratado de urbanismo (1967), de Ángel González; Poemas póstumos (1968), de Gil de Biedma; La memoria y los signos (1966), de Valente.

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