18 Oct

Me encuentro ante un texto histórico de fuente secundaria, ya que fue escrito con posterioridad a los hechos que relata; de naturaleza historiográfica, pues su autor es un historiador que intenta trasladarnos su visión de estos hechos; y de tema sociopolítico, pues trata de aspectos que tienen que ver con la evolución social y política de los pueblos ibéricos tras la llegada de los romanos.

El autor del texto es Estrabon, historiador y geógrafo griego conocido por su Geografía, una etnogeografía que describía el mundo conocido y sus habitantes y que reúne un enorme volumen de información de carácter geográfico, etnográfico, histórico y mitológico.

El texto hace referencia a las transformaciones que los pueblos de la Península Ibérica conocieron tras la llegada de los romanos, eso que conocemos como romanización. Escrito alrededor del cambio de era (siglos I a.C. y I d.C.), Estrabón nos introduce en un proceso que se estaba desarrollando en aquellos momentos pero que se había iniciado cuando los romanos pusieron por vez primera sus piés en la Península (218 a.C.).

A partir de esta idea principal, los cambios que están experimentando los pueblos peninsulares, el autor expresa otras apreciaciones:

  • La prosperidad (podemos presumir ¿la llegada de los romanos?) trae aparejada la civilización y la organización política.
  • Transmisión de la cultura romana por la vecindad.
  • Olvido de las propias tradiciones a partir de la asunción de la nueva cultura.
  • Asentamiento de colonos romanos.
  • La ciudad como medio de transmisión cultural: fundación de ciudades mixtas (habitan indígenas y romanos).
  • A estas nuevas personas (iberos transformados en romanos) se les denomina estolados.
  • Incluso los celtíberos, que habían resistido tenazmente frente a la conquista romana, han aceptado ya la nueva situación.


Debemos aclarar algunos términos para entender mejor el texto:




  • Turdetanos:
    pueblo prerromano que habitaba la zona del Bajo Guadalquivir, aquella que había sido centro del mundo tartesico.
  • Polibio: historiador griego del siglo II a.C. que escribe sobre la hegemonía romana sobre el Mediterráneo.
  • Celtas: conjunto de pueblos prerromanos que habitaban las zonas norte, centro y oeste de la Península Ibérica
  • Betis: nombre dado por los romanos al río Guadalquivir
  • Ciudades mixtas: ciudades pobladas por indígenas y colonos romanos
  • Pax Augusta (Beja, en Portugal), Emérita Augusta (Mérida) y Caesar Augusta (Zaragoza)
  • Célticos (pueblo asentado en el sur de Portugal, sur de Badajos y norte de Huelva), túrdulos (valles del Guadiana y Guadalquivir, al norte de los turdetanos) y celtíberos (Cordillera Ibérica y parte del valle del Ebro)
  • Iberos: conjunto de pueblos prerromanos que habitaban las zonas este y sur de la Península Ibérica
  • Estolados: nombre que reciben los habitantes indígenas de la Península Ibérica que han adoptado los usos y costumbres de los romanos.


Una vez clasificado y analizado, pasemos a explicar el texto. Como ya he dicho el texto trata sobre la romanización, pero aplicada a una serie de pueblos que habitaban previamente la Península Ibérica. ¿Quiénes eran estos pueblos? Utilizamos un nombre genérico (e histórico): pueblos prerromanos. Evidentemente, este nombre hace referencia a la serie de pueblos que habitaban la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos y que podemos dividir, para estudiarlos, en dos grandes grupos:

  • LOS IBEROS, que habitaban el sur y este peninsular, habían conocido la presencia de los colonizadores fenicios, griegos y cartagineses, por lo que su cultura inicial había sido profundamente modificada. Fue la zona que primero fue conquistada por los romanos en el contexto de la II Guerra Púnica que los enfrentó a los cartagineses. En consecuencia, su grado de romanización fue más profundo, debido a su más temprana sumisión a Roma y a que previamente ya habían conocido y aceptado otras influencias culturales.
  • LOS CELTAS, que habitaban el centro, norte y oeste de la Península, presentaron más resistencia al dominio romano y, por tanto, sus tierras fueron conquistadas después de las iberas. Su grado de romanización fue menor, sobre todo en las áreas más montañosas y de difícil acceso por parte de los romanos.


Sobre esta realidad cultural se impondrá el dominio romano. Pero, lejos de ser una mera imposición militar, la romanización se basó en múltiples instrumentos que permitieron la llegada de la «prosperidad» como la llama Estrabón a la Península. El texto menciona algunos de ellos: el asentamiento de colonos romanos y la vecindad con los indígenas, la red de ciudades, la organización política… No obstante existen muchos más: la lengua de comunicación (el latín), la red de calzadas, la moneda para las transacciones comerciales, los propios intercambios comerciales que propiciaban una determinafa dedicación económica, los casamientos entre romanos e indígenas, la expansión de costumbres o usos y otros más.

No obstante, la romanización marcó diferencias en el tiempo y en el espacio




  • En primer lugar no se produjo al tiempo en todos los lugares, sino que fue un proceso que duró mucho tiempo y que no se completó, pues algunas zonas fueron poco o nada romanizadas mientras otras aceptaron desde muy pronto las nuevas formas de vida sin apenas resistencia. Estrabón nos habla de los turdetanos, los primeros en recibirla (recordemos que como herederos de Tartessos, ya habían conocido profundamente la influencia fenicia); y que incluso llegó a los celtíberos, esos que resistieron hasta la última gota de su sangre en Numancia.
  • En segundo lugar, y refiriéndonos al espacio, las zonas iberas fueron más pronta y fácilmente romanizadas, mientras las celtas y celtíberas lo fueron más tarde y con más dificultad. En este sentido, los pueblos que fueron los últimos en ser doblegados, aquellos que se encuentran tras la Cordillera Cantábrica, galaicos, astures y cántabros, recibieron muy tardíamente la influencia romana, por lo que cuando los visigodos se hicieron con el control peninsular apenas presentaban rasgos romanos y se resistieron a este nuevo dominio.



El elemento esencial del control territorial fue la división administrativa, que permitió, a través de una cada vez mayor presencia de las instituciones romanas, estructurar la Península de acuerdo a los intereses de la metrópoli romana. La historia de las sucesivas administraciones provinciales es la siguiente:

  • Desde el año 197 a.C. hasta el Imperio (con Augusto) Hispania fue dividida en dos provincias: la Citerior (la más cercana a Roma), con capital en Tarraco, y la Ulterior (la más lejana de Roma), con capital en Corduba.
  • Augusto dividió la Ulterior en dos provincias (Bética y Lusitania, ésta con capital en Emérita Augusta), mientras que la Citerior pasó a denominarse Tarraconense y englobó los territorios que ya poseía más los recientemente conquistados del norte de la Península.
  • Entre los siglos III y IV d.C., a causa de la crisis del Imperio, se decidió disminuir la extensión de las provincias para asegurar su control. De esta forma, la Tarraconense se se dividió en cuatro territorios: Tarraconense (Tarraco), Gallaecia (Bracara Augusta), Cartaginense (Cartago Nova) y Baleares (Palma).


Aunque Estrabón utiliza el término prosperidad como algo inherente a la llegada de los romanos, debemos precisar que los territorios, administrados como hemos mencionado, dependían, en lo económico, de la propia organización del Imperio. Así las distintas provincias, de acuerdo con sus recursos más destacados, se convertían en abastecedores de materias primas (metales y los tres productos básicos mediterráneos, cereales, vid y olivo) de Roma.
Estrabón, griego que vive en un mundo ya dominado por los romanos, nos ofrece una visión latina del mundo conocido, en este caso Hispania, sobredimensionando los efectos positivos que tuvo para los indígenas la llegada de los romanos y no mencionando, al menos en este texto, los aspectos negativos. No obstante, no debemos olvidar que la presencia romana en la Península Ibérica tuvo consecuencias que perduraron en el tiempo, llegando incluso hasta hoy como comprobamos en nuestra propia lengua, en el rico patrimonio que nos rodea, en usos y costumbres heredados (como la propia religión)…

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