16 May
El comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) dio un ligero respiro a los problemas políticos internos. Estas repercusiones de la Primera Guerra Mundial acabaron afectando a amplios sectores de la población, provocando una grave crisis política y social en 1917. El malestar dentro del ejército debido a los bajos salarios y la escasez de medios, y el nuevo sistema de ascensos basado en méritos conseguidos en Marruecos que permitíó el rápido ascenso de los africanistas, provocó la agrupación ilegal de muchos oficiales en Juntas Militares de Defensa para defender sus derechos y que se rebeló el 1 de Junio de 1917. La intervención de Alfonso XIII a favor de dichas reivindicaciones dejó en entredicho al poder civil. Por otra parte, el fracaso de la política revisionista y las denuncias de corrupción llevaron a la oposición a organizarse. Los partidos catalanistas encabezados por la Lliga Regionalista de Francesc Cambó, los republicanos y los socialistas organizaron una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona, el 5 de Julio de 1917. La asamblea se disolvíó, finalmente, por las diferencias ideológicas de sus miembros y por la actuación de la Guardia Civil. Por último, los sindicatos mayoritarios (UGT y CNT) organizaron una huelga general para protestar por sus condiciones laborales y que fue duramente reprimida por el gobierno.
Los graves sucesos de 1917 permitieron la formación de gobiernos de concentración en los que estaban representados conservadores, liberales y la Liga Regionalista de Cambó. Se propusieron reformas constitucionales y el reconocimiento de la autonomía para Cataluña. Sin embargo, los efectos de la Revolución Rusa de Octubre de 1917 provocaron agitación social en Andalucía y Cataluña, dando inicio al llamado Trienio Bolchevique (1918-1920). Se convocaron huelgas, se ocuparon tierras y se tomaron ayuntamientos. Bajo este contexto, se fundó el Partido Comunista en 1920. Por otra parte, el fracaso militar en la guerra de Marruecos acentuó la crisis. En la Conferencia Internacional en Algeciras en 1906, España obtuvo un protectorado sobre la zona norte de Marruecos, la zona del Rif. El ejército español vio así una oportunidad de recuperar el prestigio. Al finalizar la Primera Guerra Mundial se emprendíó la ocupación del Rif. En Julio de 1921, el general Fernández Silvestre llevó a cabo una acción precipitada subestimando la capacidad de las fuerzas rifeñas que, lideradas por Abd-el-Krim, contraatacaron a las fuerzas españolas, infligiendo una gravísima derrota conocida como el Desastre de Annual. Dicha derrota desató una tormenta política en la que se exigieron responsabilidades al ejército, al gobierno e incluso al rey Alfonso XIII. Se creó una comisión parlamentaria para esclarecer lo sucedido, conocido como Expediente Picasso, y los partidos de oposición pidieron el abandono de Marruecos tras conocerse el estado de corrupción e ineficiencia en el Ejército. El grave malestar dentro de las fuerzas armadas junto a la agitación social provocó un nuevo Golpe de Estado dirigido por el general Miguel Primo de Rivera, el 13 de Septiembre de 1923, con el que se ponía fin al régimen de la Restauración, que recibíó el apoyo del rey Alfonso XIII.
El 13 de Septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, dirigíó una sublevación militar que puso fin al régimen parlamentario, debido a la grave crisis social y política que atravesaba el país, y la ineficacia ante la radicalización del movimiento obrero, el auge de los nacionalistas y el fracaso en la Guerra de Marruecos, junto con la apertura del Expediente Picasso con el que depurar responsabilidades tras el desastre de Annual, que aumentó el malestar en el Ejército. Tras este golpe, se formó el Directorio militar (1923-1925), entre cuyas primeras medidas destacan la disolución de las Cortes y la prohibición de los partidos políticos, el suspenso de la Constitución de 1876, aunque no se derogó, la sustitución de las autoridades civiles por militares, la prohibición de la bandera y del himno catalán, restringiendo el uso del catalán al ámbito privado y la supresión de la Mancomunidad catalana, la política dura para restablecer el orden social, prohibiendo las manifestaciones, las huelgas y los sindicatos, y la paralización de las investigaciones al Ejército. Sus principios ideológicos se centraron en la patria, el rey, el orden social y moral católica. Sus primeras medidas fueron una política centralista, una reorganización de la administración provincial y local, donde los gobernadores provinciales serían mandos militares y los alcaldes municipales por el gobierno, el restablecimiento del orden público mediante la implantación del estado de guerra que limitaba las libertades públicas, y la persecución de los anarquistas. Sin embargo, el gran éxito de los primeros años de la dictadura fue poner fin a la Guerra de Marruecos gracias a un error del líder rifeño Abd-el-Krim cambió la situación. En 1925 los rifeños decidieron atacar la zona de soberanía francesa. La alianza de las fuerzas francoespañolas propició el desembarco de Alhucemas en 1925 y la rendición de Abd-el-Krim, con la que se ponía fin a la guerra en 1927. Los éxitos conseguidos sirvieron para consolidar la dictadura, que se propuso como objetivo impulsar el crecimiento económico. Para ello, se dio entrada en el gobierno a civiles, como José Calvo Sotelo. Se inició así un Directorio civil (1925-1930), donde se pusieron en marcha las siguientes iniciativas: la creación de la Uníón patriótica, que recogiese los principios ideológicos del régimen, la sustitución de las Cortes por una Asamblea Nacional Consultiva, la creación de un Consejo Nacional del Trabajo para resolver los conflictos laborales, y la proyección de una nueva constitución en 1929, aunque nunca fue promulgada. Sin embargo, las medidas eran de carácter nacionalista e intervencionista, como el aumento de aranceles para frenar las importaciones y proteger la industria nacional, la creación de un plan de obras públicas e infraestructuras y la creación de empresas públicas en sectores estratégicos. Sin embargo, estas medidas se vieron frenadas bruscamente por el crack del 29. Por un lado, los republicanos fundaron la Alianza Republicana en 1926 e iniciaron una campaña en el exterior contra la dictadura. Bajo este contexto, el rey, que había apoyado la dictadura, fue alejándose de las posiciones del gobierno. Por todo ello, Primo de Rivera dimitíó en Enero de 1930 y se exilió en París.
La situación política derivada de la crisis de 1898 exigíó el fin de la regencia de María Cristina de Habsburgo y el nombramiento de Alfonso XIII como rey de España en 1902. Su reinado se caracterizó por el intervencionismo político y su inclinación hacia el ejército, que recuperó el protagonismo político. En su reinado surgieron partidos dinásticos (Regeneracionismo y Revisionismo) y fuerzas de oposición. La crisis de 1898 había acentuado las críticas hacia el sistema político de la Restauración. La corriente regeneracionista, que exigíó cambios políticos, se escindíó en dos grupos: los críticos, encabezados por Joaquín Costa, que pretendieron crear un nuevo sistema, y los revisionistas, representados por Antonio Maura y Francisco Silvela, que plantearon reformas políticas dentro del propio sistema con las que adaptar el régimen canovista a las nuevas necesidades sociales. Finalmente, se impusieron las tesis del revisionismo, manteniendo por tanto el régimen político de la Restauración en sus estructuras básicas: bipartidismo, turno de partidos y la Constitución de 1876. No obstante, se produjeron dos grandes cambios en los dos grandes partidos ya que Antonio Maura sustituyó a Cánovas y José Canalejas a Sagasta. El Revisionismo conservador se inició en 1902, y su objetivo era hacer una Revolución desde Arriba (1902-1910) para mantener el régimen, abandonando la vieja política de élites y apelando a la movilización de las masas, aunque siempre dirigidas desde el poder político. Para ello, se emprendieron medidas con las que pretendían mejorar las condiciones laborales. Sin embargo, el auge del movimiento obrero y la petición de los liberales de una política social más comprometida derivaron en la crisis de 1909, cuyo origen fue la cuestión de Marruecos. Tras la Conferencia de Algeciras en 1906, el gobierno de Maura optó por la ocupación militar (1909) de la regíón del Rif marroquí, con la intención de tomar posesión del territorio y defender los enclaves de Ceuta y Melilla, reforzando al ejército con la inclusión de reservistas. Asimismo, los partidos obreros y los anarquistas convocaron una huelga general, que derivó en una revuelta popular con su epicentro en Barcelona, que fue duramente reprimida por el ejército. Así, durante la llamada semana trágica de Barcelona, del 26 al 31 de Julio, se dio una espiral de violencia que acabó con la caída del gobierno conservador de Maura, abriendo una crisis entre conservadores y liberales. Bajo este contexto, comenzó el Revisionismo liberal o regeneración democrática de Canalejas (1910-1912) mediante una etapa de gobiernos liberales. Se emprendieron una serie de medidas, destacando la regulación de la jornada máxima de trabajo o la Ley de Reclutamiento (1912), por el que se establece el servicio militar obligatorio. Sin embargo, las diferencias entre conservadores y liberales hizo imposible mantener el turno de partidos del sistema canovista, por lo que las fuerzas políticas de oposición aumentaron. Los republicanos, la principal fuerza de oposición en las grandes ciudades, defendieron el progreso y la justicia social desde posiciones moderadas y posibilistas.
Como consecuencia, Alfonso XIII nombró como jefe de gobierno al general Dámaso Berenguer con la intención de recuperar el sistema de la Restauración, instaurándose una dictablanda, pero con escaso éxito. En Agosto de 1930, la oposición antimonárquica firmó el Pacto de San Sebastián, en el que estaban integrados republicanos, nacionalistas y socialistas. Sus objetivos eran instaurar la República, para lo que se creó un comité revolucionario presidido por Niceto Alcalá Zamora. La causa republicana fue ganando adeptos y la mayor parte de los intelectuales se sumaron a ella. En Febrero de 1931, el almirante Juan Bautista Aznar sustituyó a Berenguer como jefe de gobierno y convocó elecciones municipales, celebradas el domingo 12 de Abril. A pesar del triunfo de los monárquicos, los republicanos ganaron en las principales ciudades, que, dos días después, proclamaron la Segunda República el 14 de Abril de 1931, poniendo así fin al reinado de Alfonso XIII.
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