20 Nov
El regimen politico de la Restauracion y sus fundamentos sociales:
La restauración era una composición inteligente del sistema político español que parecía haberse dislocado durante la experiencia del Sexenio revolucionario. La pieza clave era la vuelta de los Borbones al trono de España y el fortalecimiento de la Monarquía, tan desprestigiada durante el reinado de Isabel 11, alrededor de la cual se iba a construir todo el sistema.
Cuando en 1875 comienza la etapa de la Restauración, no es sólo la Monarquía la que se ha restaurado en España: se restaura también el liberalismo doctrinario que había sido vencido en 1868 y vuelve al poder la burguesía conservadora y latifundista que había apoyado anteriormente a los moderados.
La abdicación de Isabel 11 a los derechos al trono en favor de su hijo Alfonso XII y el manifiesto de Sandhurst, en el que el Príncipe hacía pública su postura de total respeto al régimen constitucional, logró aunar a todas las fuerzas conservadoras y moderadas y vincularlas definitivamente a la solución restauradora.
Los grupos sociales que trajeron el cambio fueron los mandos militares, la burguesía terrateniente y los hombres de negocios, aglutinados en tomo a un difuso partido alfonsino, y convencidos de que la restauración borbónica garantizaba el orden y la tranquilidad que anhelaba el país, tan necesario todo ello para la buena marcha de los negocios. A esta tendencia apolítica se sumaron durante los últimos años del Sexenio los sectores industriales, los profesionales urbanos de cierto prestigio y las altas jerarquías eclesiásticas, así como los mandos militares y los altos cuadros de la Administración.
La antigua aristocracia terrateniente y la nueva de los negocios apoyaron el nuevo régimen convencidas de que con la nueva situación recuperarían el dominio oligárquico que desde siempre habían detentado y ejercido sobre la nación española.
La Iglesia, que había sido despoj ada de sus bienes por la burguesía liberal durante el reinado de Isabel 11, tenía que hacer una revisión total de sus planteamientos, ya que se encontraba en una situación histórica donde habían desaparecido los estamentos, y el poder se había desplazado hacia la burguesía liberal y hacia las antiguas aristocracias terratenientes, reconvertidas o aburguesadas. La Iglesia tiene que diseñar una nueva estrategia, que se tradujo en una doble actuación: el aburguesamiento de la iglesia y en la catolización de la burguesía, de lo cual se derivaría un mutuo beneficio. Embarcándose en un proceso de reconquista de la influencia perdida, logró situarse de nuevo a la cabeza de la sociedad española, arbitrando para ello el instrumento más eficaz: el renacimiento cuantitativo y cualitativo de las órdenes religiosas, especialmente las dedicadas a la enseñanza, junto con la fundación de otras muchas contemplativas o especializadas en el ejercicio de la caridad.
La iglesia institucional comprendió que el camino más directo de la reconquista espiritual de la nación y la influencia perdida dependía de la presencia que tuviera en la instrucción pública. Entre 1876 y 1900 fueron autorizadas 300 órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza. La Iglesia realizó la adaptación a la nueva situación en un tiempo tan corto que apenas tuvo tiempo de darse cuenta de que en el subsuelo de la sociedad burguesa emergía una nueva situación histórica cuyo protagonista era el proletariado, clase social a la que la Iglesia no prestó entonces la atención debida.
El Papa León XIII en su encíclica Rerum N ovarum recomendaba la participación de los cristianos en la vida social y política pero sin comprometer la verdad cristiana apoyando a uno u otro partido.
El ejército español andaba sin una idea clara de su función en un país sin colonias. La carencia de objetivos exteriores le hizo mirar hacia dentro casi exclusivamente, y de ahí su intervencionismo en la política española a partir de 1820.
Sin embargo, para los militares, el Sexenio, y de manera especial, la República Federal, era sinónimo de disolución y anarquía. Los soldados indisciplinados llegaron a hacer burla de sus superiores e incluso a amenazarles. El Código de Justicia militar fue abolido y la propaganda más incendiaria animaba a los soldados a amotinarse contra sus oficiales. La República Federal abolió además el servicio militar e intentó crear un ejército de milicianos compuesto por voluntarios que llegaron a amenazar el monopolio militar del ejército.
El ejército había salido traumatizado del Sexenio y en estos momentos libraba dos guerras simultáneas: Cuba y el carlismo, en un ambiente de disolución que logró superar. A partir de aquí el ejército pasa de ser un agente de los movimientos revolucionarios, los conocidos pronunciamientos progresistas, a ser en adelante el garante del orden público en el sistema de la restauración.
EL TURNO BIPARTIDISTA
Para lograr el pacífico desarrollo de la vida política era preciso que la izquierda liberal aceptase la nueva monarquía constitucional, que se presentaba como portadora de la conciliación y la transacción. Podría llegarse así a la creación de los dos grandes partidos que se turnasen en el poder dentro de la misma legalidad, dándose fin a las violentas alternativas y pronunciamientos de los tiempos anteriores. Cánovas consiguió que se constituyese un partido liberal encabezado por el hábil político Práxedes Mateo Sagasta, anterior dirigente de la agrupación constitucional. Mientras el partido conservador recibió la herencia de los antiguos moderados y unionistas, el partido liberal englobó a elementos procedentes del progresista y del demócrata.
La constitución debía garantizar la alternancia política de los dos grandes partidos dinásticos mediante el ejercicio pacífico del sufragio, con lo que se alejaba del panorama político español la tentación del pronunciamiento militar como forma de alcanzar el poder. El sistema intentaba trasladar a nuestro país la estructura del sistema británico.
Pero el sistema de turno se tradujo en la alternancia pactada entre las oligarquías caciquíles de las provincias: por una parte las compuestas mayoritariamente por terratenientes, en la derecha conservadora; y por otra las personas adscritas a profesiones liberales por cuanto atañe al partido liberal.
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