01 Feb
Autor, Obra y Contexto
Este fragmento pertenece a La casa de Bernarda Alba (1936), obra de Federico García Lorca (1898-1936), escrita en un momento de inestabilidad política que desembocaría en la Guerra Civil (1936-1939). El teatro de este periodo, además de servir como entretenimiento, fue un medio de reflexión y crítica social. Coexistieron dos corrientes: el teatro comercial, que promovía los valores burgueses, representado por la “alta comedia” de Jacinto Benavente, y el teatro modernista y experimental, que desafiaba la tradición y la moral burguesa. La renovación teatral la iniciaron autores del 98: Unamuno, con su propuesta del “escenario desnudo”, y Valle-Inclán, con el “esperpento”. Posteriormente, autores de la generación del 27 innovaron combinando lo poético, lo popular y las vanguardias. Entre ellos destacó Lorca, que concebía el teatro como un espectáculo total capaz de transformar la sociedad, ideal que trató de materializar con su compañía teatral La Barraca. Su producción dramática se divide en comedias, farsas, teatro imposible y tragedias, siendo La casa de Bernarda Alba una de sus obras más emblemáticas.
Características Formales
El estilo de La casa de Bernarda Alba ha sido denominado “realismo poético”. Esta paradoja, impresión de realidad con una indiscutible poeticidad, no reside solo en el lenguaje, sino en la hipérbole oculta en lo real. Pues no se muestra un arquetipo de la Andalucía rural de principios del siglo XX, sino su intensificación. La hipérbole funciona aquí como un instrumento magistral de universalización: el encierro por el luto se convierte en el modo de representar el castigo que supone ser mujer. La casa de Bernarda Alba se caracteriza por la sobriedad expresiva que, junto al empleo de elementos populares andaluces (“solería”), contribuye al realismo de la obra.
El lenguaje tiene la apariencia de dialecto popular, pero la poeticidad está sutilmente en los recursos literarios. El lenguaje también va a caracterizar a los personajes. Por ejemplo, en Bernarda es reflejo de su poder; en sus intervenciones predomina la función apelativa, como puede observarse en el uso de vocativos y oraciones imperativas. La brevedad de las intervenciones establece un ritmo fluido.
En La casa de Bernarda Alba se depura el simbolismo de obras anteriores, aunque encontramos el uso simbólico del color: el rojo y verde del abanico significan la pasión, que contrasta con el negro, sinónimo de muerte. Otro símbolo que aparece de forma recurrente en la obra es el “agua”: mientras el río o el mar significan libertad y vida, el agua estanca, al igual que las hijas de Bernarda, enterradas en vida, es símbolo de encierro y muerte.
Una constante en el teatro de Lorca es el carácter simbólico de los nombres:
- Bernarda (fuerza del oso) designa a la mujer firme en sus convicciones.
- Martirio nombra a la hija atormentada por el conflicto interno entre el deseo y el cumplimiento del deber.
- Adela (de noble aspecto), que además de ser la más joven y bella, encarna la autenticidad frente a la hipocresía.
Magdalena, que remite al dicho “Llorar como la Magdalena”, siente realmente la pérdida del padre; con su muerte también pierde su protección (“Ya no puedes ir con el cuento a tu padre.”).
Argumento, Temas y Personajes
El tema principal de la obra es el conflicto entre las normas sociales establecidas por la moral tradicional y el deseo de libertad regido por el instinto natural. En este fragmento se ve representada la distinción de roles de género por la que se perpetúa la discriminación machista: las mujeres en casa cosiendo y los hombres fuera trabajando. Respecto a los personajes que intervienen en el fragmento, empezaremos señalando el papel predominante de Bernarda, viuda con cinco hijas casaderas, que asume la “autoritas” y la ejerce de manera tiránica, como demuestra la férrea reclusión a la que las va a someter. Bernarda adopta un papel masculino, como demuestra su defensa del patriarcado heredado de sus ascendientes varones. Esta actitud está determinada por su máxima preocupación, “el qué dirán”, por lo que opta por el aislamiento social, evidente en la animalización de las vecinas que han ido al duelo (“veneno de sus lenguas” y “manadas de cabras”). Adela, la menor de las hijas, se convertirá en amante de Pepe el Romano, el prometido de su hermana Angustias; representa la actitud rebelde, lo instintivo, lo natural frente a la norma, de ahí que no tema darle a su madre un abanico verde y rojo. Martirio, enamorada también de Pepe, tiene celos de Adela; su actitud con Bernarda es más complaciente, renuncia a lo propio, como demuestra el que le dé su abanico. Magdalena, aunque su actitud es de resignación (“Sé que yo no me voy a casar”), en este fragmento tiene una voz crítica, señalando cuán diferente es la vida del hombre respecto a la de la mujer. Con una participación menor aparecen Amelia, cuya dulzura sirve de contrapunto a la dureza de Bernarda, y La Poncia, que lleva sirviendo a Bernarda toda la vida, por lo que en ocasiones rompe la distancia social y la tutea (“no tendrás”).
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