14 Dic

El Reformismo Borbónico en el Siglo XVIII

La Guerra de Sucesión (1701-1714)

En Europa, las grandes potencias eran Francia y el Imperio Austriaco. Carlos II «El Hechizado», incapaz de tener hijos, dejó dos candidatos para sucederle: Felipe de Anjou, de Francia, y el archiduque Carlos, del Imperio Austriaco. Felipe de Anjou pertenecía a la casa de Borbón, mientras que el archiduque Carlos era de la casa de Habsburgo. Finalmente, Carlos II eligió a Felipe de Anjou, considerando que Francia era más fuerte y podía evitar la fragmentación del reino español. Felipe de Anjou fue coronado como Felipe V de España, pero el archiduque Carlos no aceptó esta decisión, lo que desencadenó el conflicto, contando con el apoyo de Inglaterra, Francia y los Países Bajos.

El conflicto adquirió un carácter internacional, enfrentando a Francia y España contra Austria, que contaba con el apoyo de Inglaterra y Portugal. A nivel nacional, Castilla respaldó a Felipe V, mientras que Aragón apoyó al archiduque Carlos. Una de las batallas clave fue la batalla de Almansa.

Al principio, el archiduque Carlos iba ganando la guerra y llegó a convertirse en emperador, lo que implicaba que España y Austria podrían volver a estar unidas. Sin embargo, como consecuencia de este giro, Inglaterra y Portugal dejaron de apoyar al Imperio Austriaco. El conflicto culminó con la victoria de Felipe V, quien consolidó su trono. Se firmaron dos tratados clave: el Tratado de Utrecht (1713) y el Tratado de Rastadt (1714). En estos acuerdos, Felipe V renunció al trono de Francia, el Imperio Austriaco se quedó con los Países Bajos y los territorios italianos, Inglaterra obtuvo Gibraltar y Menorca, y Portugal se quedó con la colonia de Sacramento. Además, España concedió a Inglaterra el derecho de comercio con América mediante los «asientos negros» y los «navíos de permiso».

A nivel interno, Felipe V instauró un sistema de centralismo borbónico en España. Exceptuando las Provincias Vascas y Navarra, los demás territorios de Aragón perdieron sus fueros y privilegios, lo cual se estableció mediante los Decretos de Nueva Planta.

1. Reformas Administrativas y Políticas de Felipe V y Fernando VI

Con la llegada de los Borbones a la Corona de España, se produjo un cambio en la administración y organización del Estado, pasando de un sistema polisinodial a un centralismo francés.

Administración Central

La administración del reino se centralizó en la figura del monarca, quien ejercía una monarquía absoluta con poder divino, siendo considerado representante de Dios en la Tierra. Se implantó la Ley Sálica, que impedía el ascenso de mujeres al trono. Se crearon las Secretarías de Estado y de Despacho, precursoras de los ministerios, designados por el rey. Los consejos reales perdieron poder, y el Consejo de Castilla se limitó a un rol consultivo. Las Cortes de Castilla sobrevivieron, pero su función quedó restringida a la jura del heredero.

Administración Territorial

Se estableció una estructura administrativa homogénea para casi todo el territorio, excepto en Navarra y las Provincias Vascas. El territorio se organizó en provincias y se crearon nuevos cargos para su gestión. Los intendentes se encargaban de funciones administrativas, judiciales y fiscales, y de supervisar a las autoridades locales. Los capitanes generales eran los jefes militares de cada provincia que también desempeñaban funciones judiciales y administrativas. Y los corregidores eran responsables de la administración municipal. En América, se mantuvieron los virreinatos de Nueva España y Perú, y se crearon dos nuevos: Nueva Granada y Río de la Plata.

Hacienda

Se buscó unificar el sistema fiscal bajo el control de funcionarios reales, con impuestos basados en las propiedades, lo que generó oposición entre los grupos privilegiados que exigían exenciones. La alcabala seguía siendo el impuesto directo más importante. Durante el reinado de Fernando VI, el Marqués de la Ensenada desarrolló un proyecto fiscal para establecer una aportación única, implementado a través del Catastro de Ensenada, un registro detallado de territorios, propiedades y población, considerado un antecedente del censo moderno.

Política Regalista

El regalismo defendía la supremacía del poder real sobre el eclesiástico, permitiendo al rey controlar los nombramientos de cargos religiosos a través del Patronato Regio y percibir rentas de la Iglesia. Entre sus consecuencias más destacadas se encuentra la expulsión de los jesuitas en 1767, acusados de participar en el Motín de Esquilache debido a su poder político, económico y cultural, así como los recortes a la Inquisición, que mantuvo únicamente su función de controlar la difusión de las ideas ilustradas.

A nivel de política exterior, se hicieron los Pactos de Familia, una alianza con Francia para asegurar el imperio colonial español y recuperar los territorios perdidos en el Tratado de Utrecht.

2. Reformas Administrativas y Políticas de Carlos III

Carlos III accedió al trono tras la muerte de su hermano Fernando VI, ambos hijos de Felipe V. Buscó modernizar y engrandecer España fortaleciendo la monarquía reformista frente a los intereses de la nobleza y el clero, promoviendo a políticos de baja nobleza como Campomanes, Jovellanos y Floridablanca.

Todo esto se hizo mediante el despotismo ilustrado, que es un modelo de gobierno que surgió en la segunda mitad del siglo XVIII, combinando el absolutismo del antiguo régimen con ideas de la Ilustración, la más importante de ellas: la fe en la razón. Así se realizaron reformas dirigidas a fomentar la cultura y prosperidad de los súbditos, pero no se renunció a los privilegios aristocráticos. A partir de esto surge la frase: «Todo para el pueblo pero sin el pueblo». En España, la Ilustración tuvo un alcance moderado, influenciada por Francia e Italia, y fue impulsada por la Corona, especialmente bajo Carlos III. Liderada por una minoría culta de nobles, funcionarios, burgueses y clérigos, permitió reformas como la modernización de universidades (incorporando ciencias modernas) y colegios mayores (mediante un sistema de becas) tras la expulsión de los jesuitas.

Entre los ilustrados más destacados estuvieron Feijoo, Jovellanos, Cadalso, Meléndez Valdés y Moratín, quienes reflexionaron sobre temas sociales, la educación y el problema agrario. Sus ideas se difundieron a través de academias, sociedades económicas y prensa, como El Pensador y El Censor. Sin embargo, tras la Revolución Francesa de 1789, se endureció el control sobre las publicaciones.

Aunque los ilustrados eran monárquicos y cristianos, su labor chocó con los privilegios de las élites, el absolutismo y la censura eclesiástica. El Santo Oficio prohibió obras como El espíritu de las leyes de Montesquieu, la Enciclopedia y textos de Voltaire y Rousseau. A pesar de ello, estos escritos circularon clandestinamente gracias a libreros que desafiaron la censura.

Reformas Económicas

En el siglo XVIII, España experimentó una recuperación económica, con un aumento de población debido a la mejora de las condiciones sociales, como menos hambrunas, guerras y epidemias. Este crecimiento no fue homogéneo, ya que se concentró más en las zonas costeras que en el interior, según los censos de Aranda y Floridablanca.

Agricultura

Antes del siglo XVIII, la agricultura española estaba estancada tecnológicamente, predominando los cultivos de secano, como la trilogía mediterránea, lo que provocaba frecuentes crisis de subsistencia, hambrunas, epidemias y revueltas. Las tierras eran propiedad de la nobleza y el clero, quienes, bajo el sistema de mayorazgo, no podían venderlas. Estos propietarios privilegiados no invertían en la modernización del campo, a pesar de las rentas que obtenían.

En el siglo XVIII, se promovieron diversas reformas agrícolas. Floridablanca, preocupado por la existencia de tierras sin cultivar, sugirió entregar tierras comunales, propias (de los ayuntamientos) y baldías (tierras no cultivadas) a los campesinos, aunque su propuesta nunca fue formalmente redactada. Campomanes, en su «Memorial Ajustado», propuso proporcionar tierras y créditos a los campesinos para que pudieran cultivarlas. Por su parte, Jovellanos, en su «Informe de la Ley Agraria», abogó por liberar las tierras de mayorazgos, de la Iglesia y las «manos muertas» para que los campesinos las trabajaran, considerando la tierra como un bien económico con potencial de rentabilidad.

Durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, se implementaron las “Tímidas reformas”, limitadas por la oposición de los grupos privilegiados. Entre las medidas tomadas se incluyen:

  • Supresión de los privilegios de la Mesta.
  • Colonización de tierras deshabitadas en Extremadura y Sierra Morena bajo la dirección de Pablo de Olavide.
  • Reparto de tierras comunales en Extremadura y Andalucía.
  • Primeros intentos de desamortización de tierras del clero.
  • Control de los precios de los arrendamientos.
  • Construcción de infraestructuras de regadío como el Canal Imperial de Aragón.
  • Libre comercialización de cereales.

Sin embargo, estas reformas no lograron modificar la estructura de la propiedad en profundidad.

Manufacturas

El aumento de la población impulsó la demanda de productos artesanos, lo que resultó insuficiente para el desarrollo de una industria más amplia. La producción artesanal se dispersó por las pequeñas ciudades, mientras que los talleres gremiales perduraron y se empezó a eliminar el control de los gremios, fomentando la libertad para ejercer cualquier oficio.

En la primera mitad del siglo XVIII, se crearon manufacturas reales, financiadas y gestionadas por el Estado, orientadas a la producción de artículos de lujo, como seda en Valencia y Murcia, y porcelana; productos para el abastecimiento del ejército, como armas y materiales para la construcción naval en Cartagena, aunque estas manufacturas generaron baja rentabilidad y supusieron una carga para los presupuestos del Estado. También se producían tejidos en Segovia y Guadalajara, y se fundó la Real Fábrica de Tabacos en Sevilla. Además, se ofrecieron incentivos a particulares para evitar el control de los gremios, lo que marcó el origen de la industria catalana.

Comercio

En el siglo XVII, el comercio experimentó un impulso gracias a las ideas mercantilistas e ilustradas. A nivel nacional, el comercio en España era casi nulo debido a las deficientes infraestructuras de transporte y comunicación, y a una población principalmente dedicada a la agricultura y ganadería, con poca capacidad de consumo. En cuanto al comercio internacional, se eliminó el monopolio de la Casa de Contratación y se crearon compañías con privilegios para comerciar con América, siendo Barcelona un punto destacado. Además, se consolidó el comercio triangular: las potencias europeas intercambiaban productos de bajo valor por esclavos en África, los cuales eran luego vendidos en América a cambio de materias primas, que posteriormente eran enviadas a Europa para la fabricación de productos manufacturados, los cuales regresaban a América.

Sistema Bancario

El sistema bancario era limitado, con solo un banco fundado por Carlos III en 1782, el Banco Nacional de Carlos III, precursor del actual Banco de España. Este emitía vales reales, utilizados como crédito para gestionar la deuda pública.

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