25 Ene

El Reinado de Carlos I: Comienzos y Primeros Conflictos

Carlos I llegó a España acompañado de consejeros extranjeros, principalmente flamencos. Este hecho, unido a los problemas derivados de la convivencia con su madre, dificultó su aceptación por parte de las Cortes castellanas y aragonesas. La concesión de prebendas y recompensas fue clave para solucionar esta situación.

Mientras consolidaba su gobierno en España, recibió la noticia de la muerte de su abuelo, Maximiliano I de Austria (1519), y de su candidatura al título de emperador. Se trasladó a Aquisgrán para ser coronado como Carlos V.

El rey valoraba más sus posesiones flamencas y alemanas que las españolas. Durante su estancia en Alemania, tuvieron lugar dos graves acontecimientos en España:

La Revuelta de las Comunidades (1520)

En Castilla, el descontento popular crecía debido a que el reino financiaba la elección de Carlos como emperador y a que el rey nombraba a extranjeros para altos cargos. El aumento de la presión fiscal provocó la revuelta de las Comunidades en 1520. Las ciudades castellanas, protagonistas de la revuelta, se negaron en las Cortes a pagar más impuestos.

La revuelta se extendió por gran parte de Castilla, aprovechando el vacío de poder causado por la ausencia del rey. La nobleza, ante la magnitud de la revuelta, decidió apoyar a la Corona. Las tropas del emperador y de la nobleza derrotaron a los sublevados.

La Revuelta de las Germanías (1520-1522)

Casi simultáneamente, en Valencia y Mallorca estalló la revuelta de las Germanías (1520-1522), un conflicto de carácter social. Se inició en 1520 cuando los gremios se hicieron con el poder en la ciudad de Valencia, aprovechando la huida de las autoridades urbanas a causa de la peste. La revuelta enfrentó a la burguesía media y la nobleza por el control de las ciudades, y a campesinos y señores en el ámbito rural. También adquirió un cariz de guerra religiosa, con matanzas de moriscos, a quienes los agermanados acusaban de colaborar con los nobles. En 1522, los nobles, junto a las tropas castellanas, derrotaron a los sublevados.

Ambos conflictos reforzaron la monarquía, que se impuso a las Cortes y demostró a la nobleza la necesidad de un ejército real para contener el malestar social.

España se convirtió en el Estado más dinámico y potente de Europa. Carlos I decidió entonces gobernar apoyándose en consejeros españoles.

Los Conflictos del Imperio: Francia, el Imperio Otomano y el Protestantismo

Su ideal era la monarquía universal y cristiana, dirigida por un doble poder: el espiritual, encarnado por el papado, y el terrenal, por el emperador. Los principales problemas de su reinado fueron el enfrentamiento con Francia y con los turcos, y la lucha contra la expansión del protestantismo.

El Enfrentamiento con Francia

Durante el reinado de Carlos V, ambos países lucharon, especialmente en el norte de Italia (el Milanesado), Flandes y Borgoña.

Carlos V quería neutralizar a Francia y desalojarla de Italia y del ducado de Borgoña. La Batalla de Pavía (1525) demostró la superioridad militar española, y el rey francés, Francisco I, cayó prisionero.

El conflicto continuó con la alianza entre Francia y el papa Clemente VII. Esto provocó el saqueo de Roma por las tropas de Carlos V (1527) y la firma de la Paz de Cambrai (1529). El enfrentamiento con Francia se prolongó hasta la Paz de Cateau-Cambrèsis en 1559, firmada por su hijo Felipe II tras la victoria en la Batalla de San Quintín (1557).

La Amenaza del Imperio Otomano

Otro conflicto importante para la cristiandad era el Imperio Otomano. Los turcos se extendían por los Balcanes, amenazando Viena y las posesiones imperiales en Austria. El Mediterráneo occidental se veía amenazado por el apoyo otomano a los piratas berberiscos, que asaltaban barcos y costas cristianas desde el norte de África. Carlos V conquistó Túnez en 1535, pero no solucionó el problema, y el enfrentamiento con los turcos se prolongó durante todo su reinado, con un alto coste.

La Expansión del Protestantismo

El asunto más grave fue la expansión del protestantismo, que rompió la unidad de la Iglesia Católica. Martín Lutero, alemán, predicó en el Sacro Imperio, lo que llevó a Carlos V a ver amenazada una de las bases de su monarquía: la unidad religiosa. El peligro se agravó cuando algunos príncipes alemanes aceptaron la doctrina de Lutero. El protestantismo se expandió rápidamente por Alemania y los Países Bajos.

La lucha contra la Reforma fue la principal preocupación del emperador. Los príncipes protestantes alemanes formaron la Liga de Esmalcalda (1531), que fue derrotada en la Batalla de Mühlberg (1547).

El acuerdo definitivo no llegó hasta la Paz de Augsburgo (1555), que concedió libertad religiosa a los príncipes, lo que supuso el fracaso de la unidad religiosa en el continente.

Carlos V renunció al poder tras su fracaso ante los protestantes. Dividió sus posesiones entre su hermano Fernando, a quien cedió el título imperial y los estados alemanes, y su hijo Felipe, a quien entregó la Monarquía Hispánica y los territorios borgoñones en los Países Bajos y el centro de Europa. El emperador se retiró al monasterio de Yuste, en Extremadura, donde pasó sus últimos años.

El Reinado de Felipe II: Rebeliones Internas y Crisis Financiera

Felipe II tuvo que hacer frente a varias rebeliones en sus territorios peninsulares:

  • La primera fue la sublevación de los moriscos de las Alpujarras. La presencia morisca era un problema religioso, ya que se habían convertido al cristianismo para permanecer en España, pero mantenían su lengua y costumbres islámicas. El problema político radicaba en su alianza con los piratas berberiscos que asaltaban la costa.

Los moriscos de Granada se levantaron en 1568, sintiéndose discriminados, y se inició una guerra atroz. La rebelión fue aplastada en 1570 por don Juan de Austria. Unos 80.000 moriscos fueron deportados, y amplias zonas del antiguo reino de Granada quedaron despobladas.

  • En 1591 se produjeron las llamadas alteraciones de Aragón, originadas por las disputas entre el rey y el Justicia Mayor de Aragón. Las políticas del monarca chocaban a menudo con los privilegios aragoneses, y la nobleza aragonesa se oponía a la intervención del soberano, acudiendo con frecuencia al Justicia.

A esto se sumó el caso de Antonio Pérez, antiguo secretario del rey, que fue condenado a prisión en Madrid y logró huir a Aragón. Para detenerlo, el soberano lo acusó de hereje, interviniendo la Inquisición. Los aragoneses lo protegieron, provocando revueltas. La llegada del ejército real restauró el poder del monarca.

Otro problema fue el bandolerismo, muy activo en la Corona de Aragón, especialmente en Cataluña, y que enfrentaba a familias nobiliarias rivales.

Pero el problema más grave durante el reinado de Felipe II fue la crisis de la Hacienda, causada por la costosa política exterior. En 1557 se declaró la primera bancarrota. Las bancarrotas se sucedieron cada dos décadas: una en 1575 y otra en 1597.

Felipe II y la Hegemonía Española: La Unión Ibérica y los Conflictos en Europa

Felipe II fue el monarca más poderoso de su época, especialmente a partir de la unión con Portugal, la llamada Unión Ibérica, en 1580. Era nieto del monarca portugués Manuel I el Afortunado, y el trono de Portugal quedó vacante en 1580. Felipe II reivindicó sus derechos y se convirtió en rey de Portugal.

La defensa de la hegemonía fue un foco de conflictos constantes. En el Mediterráneo, la monarquía se enfrentó a la expansión turca, y en el norte de Europa tuvo que hacer frente a la rebelión de los Países Bajos.

  • El Imperio Otomano se extendía por el Mediterráneo, y sus aliados, los piratas berberiscos, hostigaban a los barcos y puertos españoles. En 1570 se formó la Liga Santa, una alianza contra los turcos entre el papado, Venecia y la Monarquía Hispánica. Una gran flota, bajo el mando del español don Juan de Austria, derrotó a los otomanos en la Batalla de Lepanto en 1571. Esta derrota frenó el avance turco y rompió el mito de su invencibilidad.

  • La rebelión de los Países Bajos comenzó como un asunto interno, pero se convirtió en un gran enfrentamiento internacional. El conflicto se inició cuando el rey quiso aumentar su poder en estos territorios. Al malestar político se unía el religioso. El monarca intentó contener el protestantismo y castigó a los herejes introduciendo la Inquisición. En 1566 estalló una rebelión que dio inicio a la Guerra de los Ochenta Años.

Felipe II envió un potente ejército al mando del duque de Alba, que sometió con dureza a los sublevados. Durante la década de 1580, parecía que España iba a someter a los rebeldes gracias a las victorias de Alejandro Farnesio, militar al servicio del rey. Sin embargo, no pudo impedir que dos provincias del norte, Holanda y Zelanda, obtuvieran la independencia de facto. Los territorios rebeldes independientes se denominaron Provincias Unidas.

Inglaterra fue aliada de España durante el reinado de Carlos I. Felipe II fue consorte inglés al casarse con la reina María I Tudor. La reina murió sin descendencia, y su sucesora, Isabel I, mostró hostilidad hacia la Monarquía Hispánica. Inglaterra comenzó su expansión marítima y no admitía el monopolio comercial de España sobre América. Los ingleses atacaban a los barcos españoles. Isabel I apoyó a los rebeldes flamencos por su oposición al catolicismo y para desgastar económica y militarmente a la Monarquía Hispánica.

La Guerra de Sucesión Española y el Advenimiento de los Borbones

El conflicto sucesorio en España se convirtió en una guerra civil que enfrentó a grupos sociales y territorios, y pronto derivó en un enfrentamiento entre dos concepciones del Estado: la centralista y la foralista.

Castilla optó por ser fiel a Felipe V gracias al apoyo popular. El pueblo llano tenía la esperanza de que la situación mejorara con el candidato de la Casa de Borbón. Buena parte de la aristocracia, temiendo las reformas y el absolutismo del rey francés, respaldó al archiduque Carlos.

En la Corona de Aragón, las cosas fueron distintas. En Valencia, el conflicto fue una revuelta antiseñorial que dividió al reino. La nobleza y la oligarquía de numerosas ciudades optaron por respaldar a Felipe V. En Cataluña, coincidieron los intereses populares con los oligárquicos y nobiliarios.

El conflicto en España se desarrolló a favor de las fuerzas borbónicas, a pesar de la toma de Gibraltar en 1704 y la rebelión de la Corona de Aragón, que pusieron en apuros a Felipe V.

Las tropas borbónicas ocuparon el Reino de Valencia tras la Batalla de Almansa en 1707, y Aragón tras las victorias de Brihuega y Villaviciosa en 1710.

Desde 1711, la victoria de Felipe V parecía evidente. Una parte de Cataluña prosiguió con la resistencia hasta 1714. La guerra provocó un cambio drástico en la configuración política y administrativa de España.

La Monarquía Absoluta y las Reformas Borbónicas

La monarquía absoluta era un modelo de gobierno en el cual el rey gozaba de un poder extraordinario. El monarca poseía los territorios y dictaba las leyes.

Cuando llegó al trono español un rey francés, se esperaba que el cambio de modelo fuera inmediato. Sin embargo, tuvieron que conjugarse más factores para que se hiciera efectivo: la Guerra de Sucesión proporcionó la oportunidad, y los eficaces funcionarios pusieron los medios.

La Reforma del Ejército

El ejército fue uno de los centros de atención del gobierno. Las primeras medidas que se tomaron estuvieron motivadas por las necesidades de la guerra: alistamiento obligatorio, compra de armamento, etc.

La organización militar experimentó una profunda transformación, buscando crear un ejército permanente y nacional. Se transformaron los tercios en regimientos, se reformó la formación de los oficiales, casi todos nobles, y se aumentó la inversión dedicada al ejército y a la marina.

La Nueva Estructura de Gobierno

Al finalizar la guerra, la estructura del gobierno de la Monarquía cambió. Las Cortes fueron reducidas a un papel protocolario. El sistema de Consejos de los Austrias fue relegado, pero no desapareció, al ser sustituido por un sistema de Secretarías de Despacho. En 1714, la Secretaría de Despacho se dividió en cuatro secretarías: Guerra, Marina e Indias, Justicia y Estado, a las que después se añadió Hacienda.

Los Decretos de Nueva Planta

Otro paso importante fue la aplicación de los Decretos de Nueva Planta en Valencia y Aragón (1707), Mallorca (1715) y Cataluña (1716).

Estos decretos suprimieron los fueros y las instituciones propias de los reinos de la Corona de Aragón, que pasaron a ser gobernados por las leyes castellanas. El más estricto fue el decreto de Valencia, que suprimió el uso del derecho civil, aspecto que se respetó en los restantes.

Todo el territorio de la Monarquía Hispánica pasó a tener un sistema de gobierno uniforme, con la sola excepción de Navarra y el País Vasco, que, gracias a su apoyo a Felipe V, pudieron conservar sus fueros.

Con la Nueva Planta se integraron los Consejos territoriales en el de Castilla, que pasó a ser el centro del gobierno interior de España.

El Regalismo Borbónico

El regalismo consistía en la intervención de los monarcas en algunos aspectos de la Iglesia.

Consideraban que ese derecho ya no dependía del papado, sino del rey, y pretendía asegurar el control político y económico de la Iglesia.

Los objetivos de Felipe V respecto a la política religiosa fueron dos:

  • Reconocimiento del derecho a designar los cargos eclesiásticos en España.
  • Recaudar las rentas de aquellas sedes obispales vacantes y las sumas que cobraban todos los tribunales eclesiásticos.

El Concordato firmado con la Iglesia en 1737 significó que Felipe V no solo lograba sus objetivos, sino que conseguía que la Santa Sede aceptase algunas concesiones económicas.

La política regalista se mantuvo con los sucesores de Felipe V. Durante el reinado de Carlos III se produjo otro episodio de enfrentamiento entre la monarquía y la Iglesia: la expulsión de los jesuitas en 1767 y la confiscación de todos sus bienes. Se basaron en la acusación de que los jesuitas habían promovido conspiraciones políticas.

Carlos III limitó también las competencias de la Inquisición, siguiendo el mismo criterio que utilizó con los jesuitas.

Deja un comentario