13 Ene
Carlos V (1516-1556)
Introducción
Durante los siglos XVI y XVII gobernó en España la dinastía de los Habsburgo o de los Austrias. En el siglo XVI gobernaron dos reyes: Carlos I, en la primera mitad, y Felipe II, en la segunda, conocidos como Austrias Mayores, para diferenciarlos de los Menores, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, responsables del declive político español.
El Imperio de Carlos I de España y V de Alemania: Sus dominios
Carlos I era hijo de Juana la Loca, heredera de los Reyes Católicos, y de Felipe el Hermoso, hijo de Maximiliano de Austria y María de Borgoña. De este modo, Carlos I heredó gran cantidad de territorios:
- De su abuela materna, Isabel la Católica, la Corona de Castilla, Navarra y América.
- De su abuelo materno, Fernando el Católico, la Corona de Aragón (Aragón, Cataluña, Valencia, Cerdeña, Nápoles y Sicilia).
- De su abuelo paterno, Maximiliano de Austria, los territorios de Austria.
- De su abuela paterna, María de Borgoña, los Países Bajos y el Franco Condado.
Además, con la muerte de Maximiliano en 1519, obtuvo la corona imperial de Alemania. Este territorio tan extenso tenía dos inconvenientes: la vulnerabilidad de los mismos y la dificultad de gobierno, ya que cada territorio conservaba sus leyes e instituciones. Esto se contrarrestó con una política integradora, cuyos objetivos eran la unidad religiosa y la monarquía universal.
Política exterior
La gran extensión le dotaba de un gran poder y hegemonía en Europa, pero había dos inconvenientes: la vulnerabilidad de los mismos y la dificultad de gobierno. Estos conflictos eran consecuencia de sus pretensiones imperiales y religiosas. Llevaba a cabo una política que tenía dos objetivos: la unidad religiosa y una monarquía universal.
La hegemonía en Europa
Francisco I de Francia fue rival de Carlos I para acceder al título de emperador, y le disputó el ducado de Milán, con el apoyo de la república veneciana y Roma. Francisco I fue hecho prisionero en la batalla de Pavía en 1525 y estuvo preso hasta que se firmó el Tratado de Madrid en 1526. Milán quedó bajo el dominio de Carlos, y se saqueó Roma en 1527. Génova, tradicional aliada de Francia, quedó al servicio de Carlos I, con su puerto y sus banqueros, que serían los prestamistas del emperador. Estos territorios fueron importantes, pues enlazaban las posesiones del sur con las del norte.
Defensa de la ortodoxia católica
Tras la reforma de Lutero en Alemania, numerosos príncipes se habían adherido para fortalecer su poder mediante la confiscación de los bienes de la Iglesia Católica. Carlos I vio en esto una amenaza y triunfó frente a la liga de Esmalcalda (alianza de los príncipes alemanes) en la Batalla de Mühlberg en 1547. Los conflictos acabaron en 1555 con la Paz de Augsburgo, donde se reconoció la libertad religiosa.
La amenaza turca
Los turcos se estaban expandiendo, amenazando las posesiones imperiales en Austria. También en el Mediterráneo occidental, con su apoyo a la piratería. La conquista de Túnez por Carlos I en 1535 no acabó de solucionar los problemas.
Felipe II (1556-1598)
Los dominios de Felipe II
Para liberar a su hijo de los conflictos contra la herejía protestante en Alemania, Carlos I había dejado la corona imperial a su hermano Fernando. Así, Felipe II heredó la Corona de Aragón, junto con Cerdeña, Milán, Nápoles y Sicilia; la Corona de Castilla, con el imperio americano y las plazas africanas. También heredaría Portugal de su madre en 1580.
La política exterior
Felipe II tuvo dos grandes objetivos: la defensa del catolicismo y el mantenimiento de la hegemonía dinástica en Europa.
Portugal, la unidad ibérica
En 1578 muere Sebastián I, y lo sucede Enrique I, quien también murió al poco tiempo. Se plantean dos candidatos para el trono, dos nietos del rey de Portugal Manuel I: Felipe II, hijo de Isabel y Carlos I, y Antonio, prior de Crato, quien se autoproclamó rey de Portugal, apoyado por el pueblo. A Felipe II lo apoyaba parte de la nobleza y la gran burguesía, que buscaban en Felipe II protección para su comercio colonial. Felipe derrotó a Antonio, quien huye a las Azores, y fue nombrado rey en 1580, dándose así la unión ibérica, que duraría hasta 1640.
Las relaciones con Francia
Felipe II se enfrentó a la coalición formada por Enrique II de Francia y el Papa Pablo IV, que querían expulsarlo de Flandes y de Italia. España venció a los franceses en la batalla de San Quintín en 1557, en conmemoración de la cual se construyó el Monasterio del Escorial. En 1559 se firmó la Paz de Cateau-Cambrésis, que devolvía los territorios y se concertaba el matrimonio con Isabel de Valois, hija de Enrique II de Francia. Cuando Enrique III murió sin sucesión, Felipe II propuso a una de sus hijas, Isabel Clara Eugenia. El marido de Margarita (hija de Enrique II), Enrique de Borbón, también aspiraba al trono. Al convertirse al catolicismo fue reconocido como rey, pero no fue aceptado por Felipe hasta la Paz de Vervins en 1598.
Enfrentamientos con los turcos
El Imperio Otomano se estaba expandiendo por el Mediterráneo, y los berberiscos atacaban los barcos españoles. Se gestó la Liga Santa, una alianza entre el papado, Venecia y Felipe II, que derrotó a los turcos en la batalla de Lepanto en 1571. Frenó el avance, pero no significó el fin de la amenaza turca.
Conflicto con Inglaterra
Catalina de Aragón fue la primera mujer de Enrique VIII, y Felipe II fue rey consorte con su matrimonio con María Tudor, hija de Enrique VIII. Pero a la muerte de esta, su hermana y sucesora Isabel I desató la enemistad con España. Inglaterra no admitía el monopolio comercial de España con las colonias, y apoyó a los corsarios para que atacaran los barcos españoles, así como a los rebeldes flamencos. Isabel I ejecutó a su prima católica María Estuardo, que aspiraba al trono, y Felipe II decidió invadir Inglaterra con la Armada Invencible. Sin embargo, no pudo reponer municiones ni embarcar a las tropas, pues los rebeldes holandeses habían cerrado todos los puertos. A esto se sumaron las tempestades, y se decidió volver a España, aunque rodeando Inglaterra por el norte, lo que supuso la pérdida de la mitad de la flota.
Sublevación de los Países Bajos
Los Países Bajos estaban formados por diecisiete provincias, que abarcaban las actuales Bélgica, Holanda, Luxemburgo y parte del norte de Francia. Felipe quiso gobernar con principios absolutistas, lo que supuso la oposición nobiliaria. Además, el calvinismo se había difundido en las provincias del norte. Felipe intentó detener su expansión con la Inquisición, y acabó mandando al ejército, que sometió a los sublevados y ajustició a sus líderes, en el llamado Tribunal de la Sangre.
En la década de 1580, España iba a conseguir someter a los rebeldes, gracias a las victorias de Alejandro Farnesio, pero no pudo impedir que las provincias del norte consiguieran la independencia, y pasaron a llamarse Provincias Unidas. Las provincias del sur permanecieron bajo dominio español.
El conflicto se prolongó hasta la Paz de Westfalia en 1648, año en el que España reconoce la independencia de las provincias del norte.
Conclusión
Los llamados Austrias Mayores intentaron mantener la unidad religiosa en sus territorios, siguiendo el deseo heredado de los Reyes Católicos, así como los esfuerzos por mantener indivisibles sus posesiones. Sin embargo, Carlos V obtuvo un gran fracaso frente a los protestantes en Europa y Felipe II también vería como Holanda, parte de los Países Bajos, sería ganada para la causa protestante. No obstante, Felipe II engrandeció las posesiones heredadas de su padre consiguiendo la llamada unidad ibérica tras la anexión de Portugal en 1580, la cual se mantendría hasta su pérdida en 1640.
Deja un comentario