09 Jul

Rendimiento de los Cereales en la Europa Preindustrial (1500-1800)

Esta práctica analiza la evolución de los rendimientos de la agricultura del cereal en diversos países de Europa occidental entre 1500 y 1800, la época preindustrial. En concreto, se analizan dos modelos diferentes de agricultura: uno, el relativo a los países del norte de Europa y otro, el que hace referencia a los países del sur de Europa (representados por España, Francia e Italia).

Comparativa entre el Norte y el Sur de Europa

A grandes rasgos, los cálculos realizados en la práctica ponen de manifiesto la existencia de rendimientos del cereal siempre superiores en Inglaterra y Holanda frente a los otros tres países considerados, lo cual se debe a un conjunto de reformas introducidas con adelanto en estos países a partir del siglo XVII, que serán comentadas más adelante.

En el Cuadro 1 se aprecia con nitidez cómo la evolución de los rendimientos del cereal fue muy superior en Inglaterra y Holanda que en España, Francia e Italia. De hecho, mientras en los dos primeros países los rendimientos mejoraron en un 50% entre 1500 y 1800, en España, Francia e Italia registraron una caída del 7% en el mismo período. No obstante, es cierto que entre 1500 y 1600 el comportamiento de los rendimientos en todos los países fue similar, produciéndose las diferencias, por tanto, solo a partir de 1600, es decir, en los siglos XVII y XVIII, que es cuando se introdujeron las reformas agrarias más importantes en Inglaterra y Holanda.

En el Cuadro 2 se confirma lo explicado en el párrafo anterior. En este caso, el cuadro mide qué porcentaje representan los rendimientos del cereal en España, Francia e Italia con respecto a los rendimientos de Inglaterra y Holanda. Hacia 1500, los rendimientos del cereal que se obtenían en España, Francia e Italia eran, aproximadamente, un 9% inferiores a los que se registraban en Inglaterra y Holanda. Esta diferencia se mantuvo hasta 1600. Si bien, a partir de ese momento se incrementó, de tal forma que hacia 1800 los rendimientos del cereal en los tres países del sur de Europa apenas eran ya del 56% respecto a los rendimientos que se obtenían en Inglaterra y Holanda; es decir, casi la mitad de los registrados en estos dos países.

Ello se explica en gran medida con las tasas de crecimiento calculadas en el Cuadro 3 para el período 1500-1800. Así, mientras que los rendimientos del cereal en Inglaterra y Holanda han crecido a un ritmo interanual del 0,13% entre 1500 y 1800, en España, Francia e Italia han decrecido a una media anual del 0,02%.

Todos los cálculos anteriores se ven con nitidez en el Gráfico 1, que recoge la evolución de los rendimientos del cereal en los dos grupos de países considerados.

Su lectura fundamental es que, si bien los rendimientos del cereal en Inglaterra y Holanda siempre fueron superiores a los de España, Francia e Italia, ambos tuvieron una evolución similar hasta 1600. Desde entonces, y hasta 1800, los rendimientos de Inglaterra y Holanda crecieron de forma importante, manteniéndose estancados los de España, Francia e Italia, generándose, por tanto, grandes diferencias en la productividad de la agricultura de unos y otros países.

Factores Diferenciales en la Modernización Agraria

Las diferencias en los rendimientos agrícolas entre países como Inglaterra y Holanda y otros como España, Francia e Italia se pueden explicar por la más rápida modernización agraria de aquellos países frente a estos. En concreto, en Holanda, primero, y en Inglaterra, después, durante la Edad Moderna se produjeron profundas transformaciones agrarias consistentes en la adopción de unas técnicas agrícolas mucho más productivas y más intensivas en capital. También se produjeron en estos países cambios en las estructuras de propiedad de la tierra que facilitaron (en mayor medida que en el sur de Europa) el desarrollo del mercado de productos agrarios, y por tanto, el paso de una agricultura de autosuficiencia a una agricultura capitalista o de mercado.

Innovaciones Agrícolas en Holanda

En concreto, la revolución agraria en Holanda se inició con el aprovechamiento de una parte del barbecho para cultivar leguminosas o prados artificiales. Este cultivo permitía obtener alimentos para el ganado y, por lo tanto, mantener más animales durante el invierno, sobre todo ganado bovino, que proporcionaba más estiércol y posibilitaba así un rendimiento mayor de los cereales. La disminución del barbecho comportaba aumentar la superficie cultivada pero exigía una mayor inversión de trabajo y de capital, y disponer de una tierra de calidad y con humedad suficiente (clima lluvioso), condiciones que solo se daban en el norte de Europa (no en el sur). Fue precisamente el trabajo de estas tierras de buena calidad, más trabajadas y más fertilizadas, lo que permitió obtener rendimientos por grano sembrado cercanos al 10 por 1, como se observa en los cálculos realizados.

Adaptación y Evolución en Inglaterra

En Inglaterra, las innovaciones holandesas fueron imitadas pero en explotaciones mucho más grandes y con una mayor aportación de capital.

El resultado es que en la primera mitad del siglo XVIII Gran Bretaña ya era una gran exportadora de cereales, a pesar del fuerte incremento de la población que registraba. Además, en Inglaterra se incorporaron otros cambios técnicos y estructurales, como el «cierre de campos», que suponía la eliminación de la agricultura tradicional y su plena sustitución por la agricultura capitalista, de explotaciones cerradas de propiedad absoluta y de explotación sin constricciones, que se especializa en aquellos productos que rinden un mayor beneficio en el mercado. Otros avances registrados en la agricultura inglesa del siglo XVIII fueron:

  • La preocupación por el progreso agrario, expresada en multitud de libros, panfletos y sociedades agrarias.
  • Los procesos de selección de semillas y de animales reproductores.
  • La introducción de rotaciones de cultivos, con la inclusión de leguminosas y forrajes, que incorporan nitrógeno a la tierra y mejoran así su fertilidad.
  • La erradicación completa del barbecho.
  • La inversión de capitales en la mejora de los campos.

Evolución de la Población Mundial (1500-2005)

Esta práctica analiza la evolución de la población mundial, por áreas geográficas, entre 1500 y 2005. En concreto, se trata de poner de manifiesto dos modelos de transición demográficos diferentes:

  • El modelo experimentado por Europa occidental, que se inició a comienzos del siglo XIX y que prácticamente había concluido hacia 1900, el cual propició una explosión demográfica (crecimiento intenso de la población) en los países europeos desarrollados en la segunda mitad del siglo XIX (de esta forma, en el siglo XX los países europeos ya contaban con un modelo demográfico moderno, con bajas tasas de natalidad y mortalidad y lento crecimiento de la población).
  • El modelo que están siguiendo los países en vías de desarrollo (Asia y África, principalmente) y subdesarrollados, iniciado tras la Segunda Guerra Mundial (hasta entonces estos países tuvieron un modelo demográfico antiguo, de altísimas tasas de natalidad y mortalidad), cuya transición demográfica se encuentra aún inacabada, dando lugar a una explosión demográfica sin precedentes que amenaza con duplicar la población mundial en las próximas décadas.

Análisis del Peso Relativo de las Áreas Geográficas

En el Cuadro 1 se observa el peso relativo que cada área geográfica ha representado en la población mundial entre 1500 y 2005.

De este cuadro sacamos varias lecturas:

  1. La mayor parte de la población mundial siempre ha vivido en los países en vías de desarrollo (Asia, África y América Latina). Con regularidad, entre un 70 y un 80% de la población mundial se ha encontrado en estos países durante el período de estudio.
  2. El peso relativo de Europa en la población mundial se redujo desde el 20% en 1500 hasta el 13% en 2005, lo que supone una pérdida relativa de población (no absoluta) en estos 5 siglos. No obstante, este porcentaje tuvo un crecimiento importante del 20 al 27% hasta 1913, debido, fundamentalmente, al mayor crecimiento de la población europea en el siglo XIX que en los países en vías de desarrollo. Después de 1913, y de forma más clara tras la Segunda Guerra Mundial, se invirtió este proceso, debido a que se ralentizó el crecimiento demográfico en Europa y se intensificó mucho en Asia y África, haciendo que el peso relativo de la población europea se hundiera desde el 27 al 13 por ciento entre 1913 y 2005.
  3. Es significativo también el aumento del porcentaje que representan los países de inmigración europea en la población mundial, que hacia 1700 era muy reducido (menos del 1%), pero que en 2005 ya era superior al 5%.

Lo expuesto en el cuadro 1 se reproduce también en el Cuadro 2, que recoge la evolución relativa de la población en las distintas áreas geográficas consideradas. Vemos como el mayor crecimiento relativo se produce en los países de inmigración europea, cuya población se multiplica por más de 117. No obstante, ello se debe a que en 1500 la población de estos países era muy reducida, por lo que el modesto aumento posterior en número de habitantes supone un aumento muy grande en términos relativos.

Lo interesante del Cuadro 2 es que el mayor crecimiento relativo de la población hasta 1913 se produce en Europa respecto a los países en vías de desarrollo. Mientras que la población europea creció entre 1500 y 1913 en un 465%, la de estos últimos lo hizo en solo un 240%; es decir, apenas se triplicó. Ello se debe, fundamentalmente, a que en Europa ya se había producido la transición demográfica en el siglo XIX, y el fuerte crecimiento de población asociado a ésta, mientras que en los países en vías de desarrollo aún perduraba un modelo demográfico antiguo, de altas tasas de natalidad y de mortalidad y de un lento crecimiento poblacional.

Transición Demográfica y Crecimiento Poblacional

Se observa cómo después de 1913, el crecimiento ha sido mucho más intenso en los países en vías de desarrollo que en Europa, desde la Segunda Guerra Mundial se ha iniciado la transición demográfica en aquéllos, produciéndose una fuerte caída de la mortalidad y un fortísimo crecimiento demográfico. Mientras que en Europa la población no ha llegado ni a duplicarse entre 1913 y 2005 (pasamos de un índice 565 a otro 959), en los países en vías de desarrollo casi se ha multiplicado por 5 (de un índice de 340 a 1528), siendo este el rasgo demográfico mundial más relevante en el siglo XX.

Las tasas de crecimiento de la población calculadas en el Cuadro 3 reproducen lo expresado en el párrafo anterior. Al margen del ritmo de crecimiento intenso que refleja la población en los países de inmigración europea en los siglos XIX y XX (es decir, después de 1820), se aprecia un crecimiento interanual de la población en vías de desarrollo durante el período 1950-2005 de más del 2%. Ello se debe a los avances técnicos, sanitarios, científicos, económicos y sociales que se han producido después de la Segunda Guerra Mundial (creación del FMI, Banco Mundial, ONU, …), los cuales se han difundido a los países subdesarrollados y en vías de desarrollo, dando lugar a una enorme caída de la mortalidad (infantil, sobre todo) y, consecuentemente, a un brutal crecimiento demográfico, pues la natalidad no ha caído de la misma forma.

Si tomamos como referencia de crecimiento interanual la tasa europea (la población de Europa ha crecido a un ritmo medio anual del 0,70% entre 1950 y 2005), propia de un régimen demográfico moderno, solo podemos calificar el ritmo de crecimiento de la población en los países en vías de desarrollo de espectacular. De hecho, de seguir así la tasa de los países en vías de desarrollo, la población mundial amenaza con duplicarse en el transcurso de las 3 próximas décadas.

No merece la pena comentar los gráficos 1 y 2, reproducen con claridad los comentarios anteriores. Si bien, apenas cabe decir que es más clarificador la escala semilogarítmica en este caso, habida cuenta del amplio rango existente entre los datos de población representados; es decir, la gran diferencia que existe en el número de habitantes de las distintas áreas geográficas consideradas está mejor recogida por la escala semilogarítmica que por la escala aritmética, de ahí que se aprecie mejor en ella la evolución demográfica de dichas áreas.

La Oferta Monetaria en Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña (1815-1913)

En esta práctica se analiza la evolución y la composición de la oferta monetaria en Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña entre 1815 y 1913. En concreto se analiza la transición que se ha producido en el siglo XIX en los países occidentales desde sistemas monetarios basados en la moneda efectiva real (metálica) hacia sistemas monetarios fundamentados en la moneda efectiva fiduciaria, que son los que están vigentes en la actualidad en el mundo desarrollado.

Transición de la Moneda Metálica a la Fiduciaria

En el Cuadro 1, de hecho, se pone de manifiesto que en la oferta monetaria de los países estudiados se ha ido reduciendo el peso relativo del dinero metálico (moneda con respaldo en oro o plata en el Banco central) en favor del dinero bancario o fiduciario (aquel que está en circulación pero que no tiene un respaldo de su valor en las reservas de oro o plata de que dispone el Banco Central del país en cuestión).

En concreto, la moneda metálica representaba el 66,8% del dinero en circulación en 1815 en los países estudiados, porcentaje que se fue reduciendo a lo largo del período analizado hasta situarse en el 13% hacia 1913. Se puede decir, por tanto, que a comienzos del siglo XX, más del 85% de la oferta monetaria era ya dinero bancario, bien en forma de billetes en circulación o en forma de depósitos bancarios.

En el Cuadro 2 se observa también como, dentro del dinero bancario, el peso relativo de los depósitos bancarios ha crecido progresivamente entre 1815 y 1913, en detrimento de los billetes en circulación. Los billetes eran más del 80% del dinero bancario en circulación hacia 1815, y solo el 22% en 1913.

De esta forma, se puede concluir, viendo los cuadros 1 y 2, que el sistema monetario de los países desarrollados a lo largo del siglo XIX evolucionó desde el predominio de la moneda metálica hacia el predominio de la moneda fiduciaria (bancaria); y que, además, dentro del dinero bancario, se ha ido reduciendo la importancia relativa de los billetes en circulación en favor de los depósitos bancarios. O sea, ya a comienzos del siglo XIX, y de forma más clara a lo largo del siglo XX, en los países desarrollados la mayor parte de la oferta monetaria se compone por los saldos de las cuentas y depósitos bancarios, los cuales son ya utilizados ampliamente como medios de pago (transferencias bancarias, tarjetas de débito y crédito, cheques, pagarés, etc.).

Análisis de la Evolución de los Componentes de la Oferta Monetaria

Los comentarios anteriores se ven refrendados en los cuadros 3 y 4. En el Cuadro 3, por ejemplo, se ve la evolución relativa de los distintos componentes de la oferta monetaria en Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. Se ve, primeramente, el fuerte crecimiento que ha registrado la oferta monetaria (cantidad de dinero en circulación) en los países estudiados entre 1815 y 1912; en concreto, se multiplicó casi por 20 (creció un 1889%).

Dentro de la oferta monetaria fue, efectivamente, el dinero bancario el que más creció en términos relativos (se multiplicó por 52), cuyo aumento fue muy superior al registrado por el dinero metálico, que apenas creció un 526% en el caso del oro y un 82% en el de la plata (Me refiero a dinero en circulación con respaldo en oro y plata en el Banco Central). Además, dentro del dinero bancario el crecimiento relativo fue muy superior también en el caso de los depósitos (los depósitos se multiplicaron por más de 200) que en el de los billetes en circulación (se multiplicaron por 14), aspecto que ya habíamos señalado antes.

Por último, mirando al Cuadro 4, veamos que en el conjunto del período el crecimiento interanual de la oferta monetaria ha sido muy dinámico, habiendo crecido a una tasa de más del 3% entre 1815 y 1913. La mayor parte de este crecimiento se debe al fortísimo aumento del dinero bancario, cuyo ritmo de crecimiento interanual fue en el mismo período del 4,11%. La moneda metálica, aunque también creció en el período considerado, lo hizo a un ritmo medio anual más reducido (lo hizo al 1,40% interanual), confirmando la reflexión que hacíamos al comienzo de este comentario: la evolución de los países desarrollados hacia sistemas monetarios efectivos fiduciarios, fundamentados en el depósito bancario como principal componente de la oferta monetaria en sus economías. Este proceso, aunque se ha producido a lo largo de todo el siglo XIX, ha sido más intenso en el período 1873-1913 que en el período previo 1815-1873, habiendo continuado después, en el siglo XX, a un ritmo también elevado, a pesar de que en este ejercicio no disponemos de datos para corroborarlo.

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