27 Jul

René Descartes: El Pensamiento

Vida de Descartes

René Descartes (1596-1650) nació en La Haye. Estudió desde los 10 a los 19 años en el famoso colegio jesuita de “La Flèche”, un centro dedicado a la formación de jóvenes de la nobleza. Además de las Humanidades y la filosofía, en La Flèche se daba gran importancia a las matemáticas, tanto teóricas como prácticas, incluyendo física, topografía y óptica. A pesar de ello, la enseñanza seguía las líneas de la “escolástica” tradicional. Descartes ingresó en la Universidad para estudiar Derecho, y aunque obtuvo el título, nunca ejerció como abogado. Dedicaba su tiempo libre al estudio de las matemáticas y la física. Tras una serie de sueños reveladores, Descartes se sintió impulsado a dedicar su vida a “la búsqueda de la verdad mediante el empleo de la razón”. A partir de 1620, viajó por Europa con este propósito. En 1628, se estableció en Holanda, el país más tolerante de la época, para dedicarse de lleno al estudio. Allí escribió obras fundamentales como el “Discurso del Método”, las “Meditaciones Metafísicas” y el “Tratado del Mundo”.

Descartes y el Racionalismo

Descartes es considerado el “padre” de la filosofía moderna (siglo XVII) por colocar al “sujeto” o “yo” en el centro de la reflexión filosófica. Mientras que la filosofía antigua y medieval se centraban en conocer la realidad, la filosofía moderna se preocupa por el sujeto que conoce la realidad (problema del conocimiento). Descartes pertenece a la corriente racionalista, junto a Spinoza y Leibniz. Las principales características de esta corriente son:

  • El mundo tiene una estructura racional (matemática). Dios creó el mundo utilizando un lenguaje racional (matemático).
  • Confianza absoluta en la razón humana. La razón humana es omnipotente, ya que posee en sí misma todas las verdades (verdades innatas).
  • El origen, la fuente y los límites del conocimiento residen en la razón humana, no en la experiencia.
  • La razón humana puede ser engañada por la “experiencia ingenua”, pero no cuando sigue los principios de la razón.
  • Aplicación del método matemático en la filosofía: a partir de una primera verdad intuitiva, se deducen todos los conocimientos.

El Pensamiento Cartesiano

Objetivo

  • Convertir la filosofía en una ciencia estricta mediante un método riguroso y preciso.

Un texto para el análisis:

“y, sin embargo, nada hay en ella que no sea objeto de disputa y, por consiguiente, dudoso, no tenía ya esperanza de acertar yo mejor que los demás” (Discurso del método. Primera parte).

Sinopsis:

Descartes vivió en una época de crisis. Las antiguas certezas, como el geocentrismo, se derrumbaban con la Revolución científica. La nueva ciencia se caracterizaba por ofrecer nuevos conocimientos y por disponer de un método preciso y riguroso. Esto impulsó a Descartes a convertir la filosofía en una “ciencia estricta”, tomando como modelo las matemáticas. El “problema del método” se convirtió en una cuestión prioritaria en la filosofía moderna, tanto para el racionalismo como para el empirismo.

Necesidad de un Nuevo Método

  • Método:
  • Finalidad del método:
  • Método matemático

Las cuatro reglas:

  • Primera regla: la regla de la evidencia:
  • “Segunda regla: la regla del análisis:
  • Tercera regla: la regla de la síntesis.
  • Cuarta regla: la regla de la comprobación

Dos formas de conocimiento según Descartes:

  1. La intuición o luz natural, que permite conocer las ideas simples de forma clara y distinta.
  2. La deducción: consiste en relacionar o conectar dos o más intuiciones entre sí.

La Duda Metódica:

Consiste en dudar sistemáticamente de todo aquello que no sea “evidente”. La duda es metódica porque se aplica mediante un método, es provisional porque se busca superarla y no es escéptica porque Descartes está convencido de encontrar al menos una verdad universal. Se duda de todo, tanto de lo sensible como de lo inteligible.

1. Duda de los Sentidos:

Los sentidos nos conectan con el mundo material y nos proporcionan un conocimiento de las cosas que solemos aceptar como verdadero. Sin embargo, también sabemos que los sentidos a veces nos engañan. Existen numerosas ilusiones y alteraciones perceptivas.

2. No Distinción entre Sueño y Vigilia:

Este es el segundo motivo de duda: no solo debemos dudar de que las cosas sean como las percibimos, sino de la misma existencia de las cosas. Esto nos lleva a cuestionar la existencia de nuestro cuerpo y del mundo material (objeto de estudio de la física). Tampoco aquí encontramos la verdad (o evidencia) sobre la que construir el edificio de la filosofía.

3. El Genio Maligno:

Descartes plantea la posibilidad de que un “genio maligno” nos haya creado a él y a todos los humanos, y que, en su maldad, haya diseñado nuestra inteligencia para que se equivoque al creer haber alcanzado la verdad. Este motivo de duda afecta a todos nuestros conocimientos, incluyendo las verdades matemáticas (consideradas tradicionalmente evidentes y absolutamente ciertas).

Conclusión de la Duda Metódica:

La duda radical (duda metódica) lleva a Descartes a rechazar como evidente la totalidad del conocimiento: desde las percepciones e impresiones más simples, pasando por la existencia del mundo, hasta las mismas verdades matemáticas. Ninguna “verdad” o “certeza” parece quedar a salvo. Es en este punto donde Descartes encuentra la certeza que buscaba.

La Primera Verdad

“Cogito, ergo sum” (Pienso, luego existo)

“Primer principio de la filosofía que buscaba” (D.M. 4ª)

Todo lo que pienso puede ser falso (incluidas las verdades matemáticas), pero no cabe duda del hecho de que yo dudo, es decir: de que pienso. Mi existencia como “sujeto pensante” está más allá de cualquier duda. Por lo tanto, esta afirmación (absolutamente verdadera) es la primera verdad.

Tenemos certeza de una cosa: de nuestra existencia como cosas (“res” = sustancias) pensantes. En el mundo cartesiano, de momento, estamos solos (somos como “cerebros en una cubeta”). Ahora bien, como seres pensantes tenemos ideas: ¿qué ocurre con ellas?, ¿tienen alguna realidad?, ¿existen los objetos a los que se refieren?

El siguiente paso es reconstruir lo que antes se había deconstruido con la duda: se trata de recuperar el mundo, de tender un puente entre el “yo-pensante” y las cosas.

¿Cómo? Recurriendo a Dios. Dios será el puente que garantice la realidad u objetividad de nuestras ideas sobre el mundo.

La Segunda Verdad: Dios-Sustancia Infinita

Para comprender cómo Descartes llega a Dios, es necesario entender la distinción que establece entre tres tipos de ideas o contenidos mentales:

  1. Ideas adventicias: son aquellas que creemos que proceden de la experiencia. Representan objetos externos a la mente humana que adquirimos a través de la experiencia. Ejemplos: “ordenador”, “India”.
  2. Ideas facticias (de “factum”): proceden del propio sujeto. Son invenciones o construcciones nuestras. Ejemplos: “sirena”, “marciano”.
  3. Ideas innatas: no proceden de la experiencia ni son invención del sujeto. Son innatas porque están presentes en la mente humana desde el nacimiento. Ejemplos: la idea del “cógito” y, fundamental para Descartes, la idea de “infinito” (“res infinita”), que identifica con Dios.

El siguiente paso es demostrar la existencia de Dios.

La Demostración de la Existencia de Dios

¿Puede una realidad finita (el ser humano) tener la idea de “infinitud” (Dios es “infinito”, mientras que el resto de las cosas son “finitas”)? Descartes cree que sí y ofrece dos argumentos:

  1. Prueba ontológica: la noción de Dios incluye la idea de un ser necesario e infinito. Dado que la no existencia de Dios sería una limitación o finitud, Descartes deduce que Dios debe existir.
  2. Prueba gnoseológica:

En conclusión, la idea de Dios es innata y, por lo tanto, clara y distinta (evidente), por lo que Dios debe existir. Una vez demostrada la existencia de Dios, solo queda llegar al mundo. ¿Cómo lo logra Descartes?

Tres Tipos de Realidades o Sustancias (Res):

  1. Las “sustancias pensantes” (res cogitans).
  2. Las “sustancias extensas” (res extensas).
  3. Mundo Antropológico

Antropología: El Hombre como Unión de Alma y Cuerpo (Pensamiento y Extensión)

La postura de Descartes sobre la “sustancia” (aquello que no necesita de nada para existir) lo lleva a defender un dualismo antropológico. El ser humano es el resultado de la unión de dos sustancias (dos realidades independientes que no se necesitan para existir): res cogitans y res extensa.

La res cogitans es inmortal y se caracteriza por actuar libremente (no está sometida a las “leyes mecánicas” que rigen el universo). En cuanto a la res extensa, Descartes sostiene una concepción mecanicista: el cuerpo es una máquina, sometida a leyes puramente mecánicas (física), que debe ser gobernada por el alma.

La Ética Cartesiana

Descartes distingue entre acciones y pasiones. Las primeras dependen de la res cogitans, mientras que las segundas (sentimientos, emociones y percepciones) dependen de la res extensa. La ética cartesiana se centra en el control de las pasiones mediante la prudencia. La prudencia debe lograr que la res cogitans se imponga a la res extensa en el hombre.

El alma racional debe controlar y someter las pasiones que se originan en el cuerpo. El hombre, liberado de las pasiones, debe dirigir libremente su acción voluntaria hacia los fines que le proponga la razón. La perfección del alma se alcanza con el desarrollo de la libertad. La libertad se consigue con el dominio y guía de los deseos y pasiones que surgen del cuerpo, pues entonces el sujeto deja de estar dominado por la sustancia extensa y su cogito gobierna en él. La voluntad y el entendimiento se presentan como lo bueno y verdadero.

Líneas Generales de la “Moral” Cartesiana:

  1. Obedecer las leyes y costumbres del país.
  2. Mantener con decisión las resoluciones tomadas.
  3. Ocuparse de aquello que está en nuestras manos y despreocuparse de lo que nos sobrepasa.

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